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sábado, 6 de septiembre de 2025

La invocación - Parte 2: La invocación


Frente a un altar con el cuadro del Restaurador, una mesa con un sable corbo, y cientas de rosas rojas, el maestro de ceremonias comenzó la invocación frente a más de doscientas almas congregadas.

...

Señoras y señores, miembros del jurado y más allá. A todos los seres, terrenos y extraterrenos de este mundo. Los materiales y los inmateriales, los orgánicos y los inorgánicos. Seres del cosmos total, en todas sus formas y niveles. Dioses de acá y de más allá. A todos y cada uno de todos como un todo, los invoco. Los invoco para que nuestra invocación sea poderosa y valedera. 

Estamos aquí reunidos para que nuestra vos las escuchen los que están, los que pasaron y los que vendrán. Sean testigos, pues, de este mandato que hacemos. De esta invocación necesaria. 

Pedimos a envocamos al Gran Restaurador de las Leyes, para que se haga presente en carne y hueso, en esta noche de fatídica. Para que regrese de su sueño eterno y descargue su ira implacable sobre los traidores, sobre aquelos infames antipatria que hoy gobiernan a nuestra amada Nación Argentina. 

Te invocamos entonces, amado y temido Restaurador, para que puedas vengar la infamia que contigo se ha cometido, aquella vieja vil traición que te llevó a morir en el exilio más infame. Para que descargues tu venganza sobre el que hoy se dice presidente y no es más que un vil traidor a la patria, un triste lacayo de los enemigos de tu nación. Te invocamos, hoy, gran Restaurador de las Leyes, el Rubio, el inglés, Don Juan Manuel de Rosas!

...

Al silencio, siguió un leve zumbido que se convirtió en temblor. Los vidrios de las ventanas vibraban como si allí afuera hubiera un terremoto. La llegada del Apocalipsis, el Fin de los Tiempos. Los presentes no podían más que lamentarse por aquella decisión porque el viejo temor al más temido de los caudillos se hizo carne en todos los comensales. Abrazados, temerosos del castigo divino que se haría piel en todos aquellos que osaran desobedecerlo. Pero ya era tarde. Un resplandor rojo sangre iluminó el altar donde reposaba la espada del Libertador, bañada de sangre de cerdo y una flor federal, con una divisa punzó. Un humo rojizo se elevó por todo el salón mientras todos los muebles temblaban. Y una sombre terrible se elevó por encima del la espada, que se elevó en el aire, magnetizada por la mano del terrible tirano revivido. 

Ahora el silencio era demoledor. Nadie sabia bien que esperar de todo el asunto. Y ya no había lugar para los débiles, para los tímidos y menos para los tibios. Era a todo o nada. El conjuro estaba consumado. Y ahora solo restaba saber como se daría la cadena de acciones que cambiarían el curso de las cosas en nuestra gran nación. 

La hoja de la espada cortó el aire y la luz de la sala se apagó. Un fuego rojizo con olor a azufre fuerte, se elevó en el altar, surcando el contorno del cuadro del tirano. Mientras un rugido ancestral atronó en todo el espacio, rompiendo un silencio de casi doscientos años. Tambores de lejanos carnavales federales acompañaron la respiración del revivido. Había llegado el día D, la Hora de los Pueblos, la hora de hacer tronar el escarmiento. Los cuadros allí presente de Lavalle, Echeverría, Sarmiento, Alberdi, Mitre, y mismo el del actual presidente, se incendiaron hasta quedar reducidos a cenizas. En ese momento todos los presentes comprendieron que se habían excedido. Por detrás del Restaurador se veía la silueta de centenares de soldados con sombreros frigios rojos. La Terrible Mazorca había regresado.

(Cont.)

viernes, 5 de septiembre de 2025

La invocación - Parte 1: El mitin


El tipo es un demente, un estafador, un violento y un hambreador. Y la realidad es que nadie se anima a ponerle un freno. Es como el señor Burns... Se acuerdan?

 No, pero lo que decís es cierto. La gente no lo soporta más. Todos queremos que se termine esta especie de tiranía. 

Tiranía electa, vale recordar. 

No importa eso. El asunto ese ya caducó. El tipo tiene entre idiotizada y amedrantada a la gente. Propios y ajenos. Hay que ponerle un freno ya a este lunático déspota. 

Si, estamos de acuerdo. Pero quién se va a animar a hacer el sacrificio? Inmolarse por el bien común. 

Silencio en la sala. Miradas cruzadas o cabizbajas. Una tos prorrumpió en la oscura habitación. Afuera, el temporal continuaba azotando a la vieja ciudad rioplatense. Una voz inesperada se alzó desde el fondo del salón donde los doce concurrentes, de diferentes sinos políticos, se congregaban en aquel momento crítico de la joven nación. 

Existe una solución. Peeeeroo, tiene sus contraindicaciones. 

Diga hombre, diga nomás. 

Bueno, podríamos hacer una invocación. 

Todos miraban esperando que se explayara más al respecto. 

Una invocación es cuando, por medio de una ceremonia específica, traemos nuevamente a un ser. Alguien que ya murió. Alguien a quien podríamos pedir que se encargara del tirano. 

Los concurrentes se miraron entre sorprendidos y excépticos. El viento rugía más que nunca allá afuera. 

Y eso como sería posible? O sea, que tan factible es?

Es posible y factible. Se hizo, se hace y se hará. Eso no es tanto el problema. El problema sería lo que podría acarrear algo así, porque como dije. Tiene sus efectos colaterales. 

Pero explicanos más, a ver... estamos desesperados. Cualquier delirio es mejor que nada. 

Bueno... piensen en esto. Este presidente que nos gobierna es un enfermo psicopata del mal. Es un loco, un demente, un lunático. Y encima, un tirano y de la peor calaña. Que hacemos cuando hay un incendio?

Todos callaron. 

Los bomberos lo saben bien. Hacen un fuego alrededor del fuego. El fuego no se combate con agua, sino con más fuego. Y pienso que esa es exactamente nuestra solución. 

O sea, vos decis que tendríamos que revivir a un tirano del pasado para combatir al actual?

Exacto señores!

Jaja, perdón, pero esto es un delirio... 

No, a ver... esperen. Dejenlo que termine la idea. Me divierte. Y quien podría ser?

Bueno, piensen un poco señores. A quien traerían del pasado? Quien fué El Gran Tirano del siglo 19?

Hubo varios... 

Si, si, pero hubo uno que cambió la historia Argentina para siempre. Uno que estuvo prohibido durante un siglo casi después de su caida. Uno que no temblaba ante sus enemigos. Uno que defendía la soberanía nacional con uñas, dientes y, sobre todo, con sangre. No estoy hablando de cualquier caudillo provincial... estoy hablando de

El Restaurador... Ni más, ni menos. Que dicen?

Creen que podría acabar con...?

Murmullo creciente. 

Y... la verdad que al lado de aquel, el tirano actual es un personaje de cuarta. Pero...

Que?

Y pero como hacemos para que lo destruya? El presidente está completamente custodiado. No hay chances. Ni el mejor asesino del mundo podría llegar a él. 

El murmullo aumentó en un fuerte crescendo. 

Pero, señores, tranquilos... tranquilos. No se trata aquí de entrar furtivamente y matarlo a sangre fría. Eso es de cobardes... como nosotros. No, si, si... es así. La verdad no duele señores. Escuchen. Escuchen por favor... Lo que El Restaurador haría sería enfrentarlo cara a cara, no concibo otra manera. Y en ese caso, creo que nuestro campeón haría pedazos al actual tirano. 

Si... si...

Murmullos. 

Pero como lograríamos que el presidente lo confronte? Nunca aceptaría. No estamos en el siglo 18 o 19... nadie se bate a duelo ya. Es una insensatez. 

Pero señores, por favor. Como que no? Piensan que este demente, archi megalómano, no aceptaría? Su orgullo y su complejo de inferioridad lo harían aceptar. Más porque el duelo sería lanzado ante la vista de todo un país. Rechazarlo sería firmar su propia sentencia de muerte política. Quedaría como un cobarde, él, que no para de lanzar insultos y amenazas contra todos. 

Si, puede ser... pero hay algo que no me cierra. Pongamosle que pasa lo que decis. Y entonces? Que pasará luego con el Restaurador?

Ahí está la otra parte... quizás sea cambiar a un tirano por otro. Pero que opciones nos quedan?

Todos los murmullos se elevaron en un rugido incomprensible.

Señores, calma. Si queremos acabar con el tirano de hoy, habrá que traer al tirano de ayer. 

Los murmullos se convirtieron en expresiones de aprobación.

Muy bien, llevemos adelante la invocación. 

(Cont.)

sábado, 16 de marzo de 2024

La Casa de la Araña Venenosa 3

A veces Vindor solía actuar para sus esclavos, poniendo en escena una triste historia de vida para así generar culpa en ellos. Se nombraba así mismo como el patrón del mal y por momentos tenía el tupé de escusarse diciendo que si era venenoso no era culpa suya sino que era su naturaleza arácnida. 

Ya nadie le creía una palabra y todos pensaban formas para huir o sacàrselo de encima. Ben Jor estaba por demás deprimido, todos sus sueños de bibliotecario se terminaron yendo al garete al comprobar que era un prisionero sin singún tipo de posibilidad de elección. 

Una noche en que todos dormían desperdigados por los amplios pasillos del castillo-biblioteca, rodeados de telarañas y olor a moho, a Ben Jor se le ocurrió una maravillosa idea. Un envenenamiento prolongado, como Vindor hacía con ellos. Algo que lo matara de a poco pero que no despertara sospechas sobre nadie en particular. Debía ser riguroso en extremo para no delatarse. Comenzó a acercarse a las cocinas donde preparaban los brebajes necesarios para alimentarlos a todos, pero grande fue la sorpresa de Ben Jor cuando el cocinero le confesó que ellos no preparaban nunca la comida de Vindor. De hecho, nadie sabía a ciencia cierta como se alimentaba. Claro, de nosotros, respondió malhumorado Ben Jor, para dar la vuelta y volver por donde había llegado. 

Vindor anunció que pronto se harían grandes reformas y les pedía a todos que trataran de rendir aún más. Un pequeño esfuerzo por el bien de todos. A Ben Jor le parecía el colmo de la hipocresía. Todos vivían semi eslcavizados, nadie podía salir y vivían de las sobras literales de la gran araña negra. Ben Jor dudaba y eso seguía reteniendolo. No se animaba a dar el gran salto porque temía caer por un precipio sin salvación ni redención posible. Sin embargo, eso que vivía no era vida sino más bien una muerte en vida. Un muerto vivo. Todos los días eran iguales, sin novedad, feos grises y pueriles. La rutina les aniquiliba el alma y vivían básicamente en piloto automático. Ben Jor se miró la cara en el espejo, una mañana que despertó en particular muy deprimido y notó que había envejecido mucho desde que había llegado a aquel nefasto lugar. Pero su depresión le impedía siquiera poder poner en palabras su malestar. 

Hasta que un día, Ben Jor se miró extrañas manchas en los brazos. Manchas negras que no vaticinaban nada bueno. Le desgradaron bastante porque de alguna forma le hacían verse parecido a Vindor. Algo de aquel lugar los transformaba cada vez más en extensiones de la gran araña de biblioteca. Tenía que poner punto final a todo el asunto antes que se consumiera y fuera demasiado tarde. Es cierto que sacaba provecho del lugar por todo lo que podía leer y conocer pero si el conocimiento era a costa de su vida, debería poner en la balanza que estimaba más. 

Todo quedó al final planeado para esa noche. Cuando todos se acostaron entre costras, roña y telarañas viejas, Ben Jor mantuvo un ojo abierto. Se mantuvo el tiempo suficiente para cerciorarse de que todos dormían en el gran castillo de viejos libros. Reptando como una serpiente (las enemigas mortales de las arañas), Ben Jor se fue sigiloso hasta la cocina donde los cocineros (dos ancianos chupados), dormían la mona. Allí se acercó hasta donde guardaban los cuchillos y se hizo con uno lo suficientemente grande como para degollar un caballo. Siguió su camino hasta la temible recamara del patrón, el centro del universo de libros del reino, el Gran Vindor. Allí, sobre una colosal telaraña suspendida en medio de un vacio oscuro e insondable, se encontraba él. Vindor. La araña con rostro de hombre. Mas aintigua que el tiempo. Ben Jor tomó el poco coraje que le quedaba y avanzó tranquilo por la cuerda pegajoza. Nadie podría saber como se iba a desencadenar el asunto pero la realidad es que Ben Jor confiaba en su suerte. Pero Vindor, que como araña no tenía una pata de zonzo, abrió uno de sus ojos y se levantó de su reposo. Olía al hombrecito, olía el peligro y la amenaza. Pero sobre todo, olía a Ben Jor. 

Asi que sos vos finalmente...- Dijo en un amargo canturreo- Sabía que algún día me traicionarías. No se puede confiar en los más jóvenes...

La voz era un fino y rasposo siseo. Más animal que humana. 

Acercate más si... Ya vas a ver como te retuerzo el pescuezo y extraigo la poca vida de tu cuepro.

Ben Jor avanzaba inmutable y seguro, derecho a sus cuartos traseros. 

Te voy a exprimir como una naranja vieja. De esas que ya no tienen jugo. Vas a quedar como una momia cuando termine con vos. Y te voy a exibir en el sector de arqueología. Como ejemplo!

Ben Jor sudaba y comenzaban a temblarle tanto las piernas como el estómago. Sólo tenía una chance, atacar antes que lo viera. Cortarle una pata le daría cierta ventaja. Dos sería mejor. Pero si le cortaba tres de un sólo golpe, lo tendría a su merced. 

Ah si que ese es tu plannn ehhh jjjjjj sssss... veremozzz

Ben Jor estaba ya a sólo un metro de su oponente cuando la Araña se dió vuelta y le puso la horrible cara frente a él. Ben Jor ante el pánico se contuvo y sin dudarlo le clavó el cuchillo en medio de sus ojos ovalados. Un chorro de líquido verde y putrefacto saltó hacia todos lados, manchando de cuerpo entero a Ben Jor. El grito fue estridente y ensordecedor, pero no había tiempo, antes que Vindor se repusiera y lo aplastara con su gran cuerpo, Ben Jor se puso bajo y atacó si piedad. 

Ben Jor volvió al hall de entrada embadurnado de una fea materia viscosa, verde oscura. Todos los esclavos de Vindor lo miraban temerosos, aferrándose las manos, sin saber que decir o hacer. Ben Jor apenas los miró, se dirigió hasta la puerta del castillo y de una patada violenta hizo volar por los aires la madera. Buscó la traba y desactivó el mecanismo, que al final cedió dejando entrar la pálida luz nocturna de la calle. Todos dudaban si salir tras él cuando se oyeron gorgoteos y sonidos estentóreos más burbujeantes que se acercaban por el pasillo. Vindor se acercaba arrastrándose, machacado y reducido a una masa informe y sanguinolenta, pero sobre todo maloliente. Ben Jor no se dió vuelta y todos temían que Vindor atacara con su aguijón venenoso a Ben Jor por la espalda. Los pasos de la araña eran cada vez menos acompasados y se veía la agonía final del monstruoso ser. En un gran splash, Vindor se deshizo como un puré descompuesto en medio del salón. El asco fue general. BEn Jor traspasó la puerta sin mirar atrás, saliendo hacia el claro como un caballero iluminado por la Luna. El resto salió tras él gritando de terror. 

El verano siguiente, Ben Jor trabajaba para el Rey como asesor. Pero una vez que tuvo que pasar por el viejo castillo de Vindor. El carruaje se detuvo para cambiar de caballos y Ben Jor aprovechó para darse una vuelta por su antigua prisión. Ahora era un gran almacén de vino. Muchos turistas psaeaban por los pasillos del remodelado lugar. Otro aire, otra impronta. Ben Jor se alegró del final de la pesadilla y se felicitó por haber podido huir de lo que parecía una condena eterna. Al dar la vuelta le pareció ver un empleado de cara verde oliva, que escurridizo le escapó la mirada. En pocos segundos había desaparecido en los oscuros depósitos. ¿Vindor? ¿Quien sabe? Ben Jor lo dejó ser. Sabía que el mal nunca es destruído del todo y era posible que en algún momento resurgiera pero en lo que a él respecta, sentía que ya había hecho su parte. 

Fin.

miércoles, 28 de febrero de 2024

La casa de la Araña Venenosa


Ben-Jor salió de la sesión con el aspecto de alguien que acaba de recibir una noticia incómoda. E´sabía que en el fondo se pergeñaba aquel asunto. Sabía que el resultado iba a ser irremisiblemente aquel. Pero ¿qué podía hacer Ben-jor para solucionar su mal? Era algo que debería descubrir por sí mismo. 

La depresión era un síntoma más común de lo que pensaba. En Verdes Altas Tierras, era un mal general que se aceptaba como la Miopía o el Hipotiroidismo. Todo se resolvía con una pastillita. Existían variedad de pastillas de diversos colores que se conseguían por todos lados. Sin embargo, Ben-jor prefería una solución creativa: viajar a lugares recónditos, donde nadie lo conociera. Allí podría comenzar una vida nueva y los dolores de su pasado quedaría sepultados. 

Cuando partió rumbo al Sur, se dijo si no sería una tontería haber decidido el destino por un juego de azar. Tirar los dados podía solucionar a priori el problema de elegir, pero al final era lo mismo. Tenía que elegir. Las opciones eran una ilusión que pretendían mitigar luego un posible error en el futuro. ¿Pero acaso no eran suyas sus propias opciones? Al final, todo daba lo mismo. El azar hizo el trabajo sucio. El destino: Mirabell, una antigua ciudad-palacio verdiazulada, donde otrora una reina había burlado las leyes del destino para vencer a la muerte. Sin embargo, la vil picadura de una pequeñísima araña, había puesto fin a su delirante proyecto de inmortalidad. Desde entonces la ciudad estaba abandonada y no parecía haber mucho porvenir por allí. Pero Ben-jor, sin nada que perder y presto a seguir el desatino de su propio destino fué en busca de su propia aventura en pos de vencer el mal familiar de la depresión hereditaria. 

El viaje fue arduo, áspero y complicado. Tormentas, caídas, baches y desatinos. Maleantes y usureros del camino salían a su paso en cada momento. Sin embargo, Ben Jor se mantuvo en sus siete y fue directo a buscar el último premio. Cuando finalmente llegó a la ciudad perdida de Mirabell, descubrió con gran asombro que todo posible destino podía forjarse a su llegada. Sus grandes botas amarillas golpeaban con gran estrépito en los sonoros pasillos de mármol verdeazulados de Palacio. El eco era atronador, a tal punto que asustó a un aver enorme que salió del algún refugio escondido en los altos techos. Graznando con enfado y parsimonioso desdén. Ben Jor siguió y siguió avanzando para descubrir que dentro del palacio-ciudad el cielo se volvía a abrir y un pequeño poblado de campesinos vivía con naturalidad su vida provincial, tenderos, vendedores, panaderos, comerciantes de todo tipo iban y venían en el interior de     Mirabell. Todos eran bastante bajitos y vestían prendas que no se usaban desde hacía cuatro siglos por lo menos. Pero eso a Ben Jor no le importó, él nunca había sido un seguidor férreo de las modas circundantes. Decidió consulttarle a un hombresito que caminaba llevando unos grandes velones acerca del lugar. 

Hola hombresito, me llamno Ben Jor y soy un forastero aquí. Quisiera cruzar una palabras con el regente del lugar y así poder posutalrme a grandes labores.

El hombresito se quedó mirando a ese enorme sujeto vestido de extrañas ropas y pensando como explicarse. 

En realidad nadie rige aquí. Somos una comunidad organizada, se rige el pueblo, todos nos rendimos y vendemos a nosotros y no necesitamos del afuera. 

Ben Jor pensó que el hombresito se la había puesto difícil, pero no se iba a dejar amedrentar así como así. Había venido de muy lejos como para pincharse a la primer negativa. Aunque le tentara hacerlo...

Muy bien hombresito, no sé tu nombre pero...

Josafat.

Muy bien Josafat, yo soy Ben Jor y allá en VAT soy un gran...

¿VAT?

Verdes Altas Tierras... bien, allá, en la gran ciudad soy un conocido bibliotecario y prestidigitador. He trabajado con las librerías más imponentes y fantásticas  y hasta el Gran Emperador ha elogiado un libro que le recomendé por correspondencia... Si usted me mostrara un lugar con libros yo podría enriquecer su alma haciendoles crecer de todas las maneras posibles y Mirabell podría volver a ser famoso, no como una ciudad maldita, sino como un nuevo reino. ¿Que dices?

Josafat se quedó mirandolo incrédulo. Ben Jor le parecía un farsante y sabía bien que hacer con tipos así. 

Aquí tenemos la biblioteca de Labia, está frente al antiguo Colegio. Allí quizás puedas ayudar a su dueño para conseguir un poco de tu estatus perdido... y ahora disculpame, tengo cosas importantes que hacer.

Y sin más, el pequeño Josafat se fué caminando sacando pecho, como si el mundo le debiera. Ben Jor pensó en seguirlo y pedirle más especificaciones pero no hizo falta. De solo mirar en su dirección se encontró con la austera fachada del Gran Colegio de Mirabell y justo enfrente, en una esquina de màrmol verdiazulada (como todo) un extraño lugar que se llamaba La guarida de Labia. Ben Jor sintió estremecerse el corazón ante tal maquiavélico lugar. Al entrar notó el aire viciado de libro viejo, la humedad, la cantidad de libros como de telarañas. Aunque nada era tan desolador como la propia oscuridad. Allí adentro, aunque afuera hubiera un Sol que raja la tierra, la luz se perdía y no avanzaba más de un metro. Luego oscuridad y más oscuridad... Ben Jor tuvo un mal presentimiento porque eso parecía una trampa mortal. Pero no se amilanó porque recordó que venía de una mala situación, triste y sin trabajo, no podía ser quisquilloso, aquel era su lugar. Caminó unos pasos hasta que en el centro del local vio un escritorio muy desordenado y lleno de libros. Un sillón giratorio se volteó y apareció Vingor Labia, un famoso bibliotecario que se decía era de los tiempos del antiguo reino de Mirabell. Ni él recordaba la edad que tenía pero se mostraba risueño y jovial. Ben Jor se presentó de la misma forma aparatosa que había hecho con el diminuto Josafat y mientras Ben Jor desplagaba su mejor arte de alardear, Vingor Labia sonreía. Cuando Be Jor finalmente se calló, Vingor tomó la batuta y comenzó a parlamentar de una forma como nunca antes Ben Jor había visto. Lo de Vingor era puras patadas, brazos, moviminetos espasticos, gritos, voces y risas. Todo un subibaja de emociones desbordadas y para qué... Para contarle la historia del lugar, de la importancia de los libros, del capital y la herencia cultural que los Mirabellianos habían perdido, ocupados en sus pueriles ocupaciones. El aspecto jovial y el estilo teatral de Vindor captaron la atención de Ben Jor que no sólo se sintió bien recibido sino hasta necesitado. Cerraron trato ahí nomás y Vindor dijo una frase que Ben Jor no prestó demasiada atención: Bienvenido y ojalá te quedes por muchos años. 

Al principio, Ben Jor fue exprimido al máximo en trabajo físico y laboral. Los horarios eran los peores ya que los otros empleados de Vindor tenían más antiguedad y mala la paga. Ben Jor notó que muchos de los que trabajaban ahí eran mucho más grandes que él. Todos estaban resentidos con Vindor pero nadie decía por qué o se iba. Simplemente se quedaban, trabajando en piloto automático, odiando sus vidas. Cada vez más deteriorados, más cansados. Ben Jor entendía esto y sabía que era todo bastante desolador, pero confiaba en su suerte y creía que algo lo sacaría de ahí pronto. Pero estaba equivocado, con el transcurrir de los meses Ben Jor se dió cuenta que estaba atrapado en la Guaridad de Labia. Vindor hacía siempre los mismos chistes, contaba las mismas historias y todo se repetía día a día de una manera desesperante. Ben Jor pensó muchas veces en renunciar pero sabía que si se iba podría terminar siendo un mendigo. Los años habían pasado para él como para todo el mundo, y no sentía que tuviera mucha perspectiva de poder cambiar su destino. Así los meses se convirtieron en años y Ben Jor sentía que se había convertido en uno más de los que allí trabajaban, rodeados de libros viejos y de oscuridad. Cada día más gastado, más vencido y viejo. Sin embargo, Vindor parecía cada día más jovial y enorme. Volvía a contarles chistes y anécdotas y Ben Jor creía verle las decenas de ojos, varios brazos negros y peludos, una cola enorme y negra. Vindor era como una gran araña y ellos, atrapados ahí eran como mosquitas, a las que Vindor les iba chupando la energía todos los días. Ben Jor se dió cuenta tarde de todo esto, porque ya no creía poder salir de ahí. Quiso advertirle a sus compañeros pero ya no podía verlos de igual manera. Ellos ya eran parte del fuselaje del lugar y en cambio Vindor se fortalecía cada vez más. Ben Jor pensó en suicidarse pero Vindor lo tenía tan atrapado que ni siquiera podía moverse de su silla. La depresión de Ben Jor se había disparado tanto que ya no tenía voluntad para enfrentarse con nadie o tomar una decisión radical. Había llegado allí en busca de conocimiento y para expandir su experiencia y había quedado atrapado por su propia vanidad. Sin embargo, se aferró a una idea, un dicho... La venganza es un plato que se sirve frío. 

Continuará...

sábado, 21 de octubre de 2023

Estrolando calabazas en el Jardín Botánico

 


Caminando por el Jardín Botánico hay dos cosas que me vienen a la cabeza: la multiplicidad y Smashing pumpkins.

Recuerdo que hace quince años solíamos pasear por aquí con Ana. Tomados de la mano, escuchando Mellon Collie un disco de Smashing Pumpkins que a ella le encantaba. A veces Ana me hacía sentir inferior o simplemente como un flaco con suerte por estar con ella. Y un poco cierto era.

Ahora sigo los mismos pasos y me doy cuenta que ya no me genera nada. Ni siquiera dolor. Poco queda de mi yo de antaño. Agobiado por otra realidad mucho más avasallante, las problemática de mi yo de 25 años me parecen una zoncera absoluta.

Quizás, cuando tenga 55, mis conflictos actuales me parezcan una nadería, no lo sé. Espero que no. En todo caso ya ni me importa.

Hoy camino aplastando unas hojas bajo mis pies que no son las mismas que las del 2008. Hoy la vida me parece un poco menos luminosa. Creo que estoy un poco deprimido.

Avanzo hasta donde se encuentra la estatua del Gran Dios Pan, que toca su flautita tan ridícula. Con Ana solíamos reírnos de la mirada pervertida del fauno sátiro.

En este momento su misma expresión no me genera nada. Lo veo como un pedazo de piedra tallada. Mi incapacidad de sentir, quizás a mi situación sentimental actual o al hecho de que carezco de situación sentimental. Hace años que Ana se fue a vivir a Europa y lo mismo las que vinieron después. Todas se fueron. Y yo quedé bastante roto, destruido por dentro y deteriorado por fuera. Si tuviera 25 años otra vez serían como oro en mis manos. Dejaría a Ana, y me iría a Europa antes que ella.

Pero eso no sucede. Sigo acá, sentado en una banca como un pobre imbécil que ya se siente acabado, viejo y acabado.

Pero shhhhhh, ¿qué es esa risita?

Me doy vuelta y miro a mi alrededor. Aunque es domingo el jardín está casi desértico. El día está nublado y cae una pequeña llovizna que no invita a casi nadie a venir al Botánico. La persona más cercana está caminando como a 50 metros de distancia. La risita se convierte en un susurro perturbador y está muy cerca de mí.

Siento un terror como hace años no tenía. Pienso que finalmente me estoy volviendo loco. Ya está. ¡Me cago en la leche carajo!

Todo culpa de mi propia negligencia para construir algo duradero con las personas. Esto me pasa por ser un chinchudo insoportable. ¿Y ahora qué? Seguro voy a terminar con camisa de fuerza en algún manicomio de mala muerte y chocando contra las paredes como un alienado de película. (Arkham assylum).

Veo que la estatua de Pan ha cambiado. Ya no toca la flauta sino que ha bajado sus manos y su cabeza se entornó para hacia donde estoy yo. Pero no me dejo amedrentar por ese enano ponzoñoso. Me levanto de mi banca y me acerco hacia el semi dios grecolatino. Le sostengo la mirada. El muy bastardo se atreve a esbozar una sonrisa cada vez más demoniaca. Pero no me amilano nada. Le doy unas cachetaditas en sus cachetes regordetes y me rio de la locura que estoy haciendo. Pero Pan no se lo toma para nada a bien y frunce las cejas en señal de enojo. Le pregunto qué carajo le pasa y él responde mostrando los dientes. Considero que la broma ya tuvo suficiente y bastante asustado me dispongo a salir corriendo del lugar, pero...

Una inercia me invade. Me cuerpo está fijo como cuando sufro las malditas parálisis de sueño. Dicen que quienes sufren parálisis de sueño es gente propensa a ser afectada por lo sobrenatural. Los Elementales tienen poder sobre uno y a menos que uno les pueda contraponer un maleficio, ellos pueden hacer lo que quieran con nosotros.

Ahora me cansé de estar a merced de ese enano bastardo y reuniendo todas mis fuerzas le pego un puñetazo a la estatura. Esta cae y se parte a la mitad. Al instante puedo recuperar mis movimientos y me siento convulsionado. Como si finalmente hubiera podido cortar el nudo gordiano de la maldición.

Eh pelotudo! 

Escucho que alguien me grita a lo lejos. No tengo tiempo para esperar las represalias por el enano roto y salgo disparando en la dirección contraria a la voz.

Cuando llego a mi casa me desnudo y me sumerjo en una bañera de agua fría. El agua se calienta en breves minutos. Cuando me miro al espejo corroboro lo peor...

viernes, 29 de septiembre de 2023

ARACNEA

 


El ser baja por el camino, encomendándose a su sentido del olfato. Los regueros místicos del sol, desconocen cuál es el sentido del apocalíptico festín que se avecina. Ellalaraña descuartiza los miembros de los vanderlogs que se cruzan en su camino.

El "ser en el umbral" retuerce sus tripas disparando jugos ácidos sobre los ojos de los mamíferos más indefensos del bosque. Sus huevos son bolas que se pudren al salir de su enorme estomago negro y luego de unos días estallan a la intemperie, pudriendo todo en derredor.

La tierra empieza a agonizar debido al avance de este cada vez más inmenso ser. Una bola negra de muerte y destrucción a su alrededor dispara la alarma en los pueblos más lejanos.

Todos temen la cercanía de la bestia final, la demoledora de mundos. La muerte ciega. La araña añera. Y aunque en términos estrictos no sea una araña, el viscoso y desagradable ser bajado de los árboles de los terrenos baldíos del oeste, es una masa amorfa con varias patas negras, largas, finitas y negras. Contrastando con su cada vez más voraz estómago sobredimensionado.

El fin parece algo inminente.

Los emperadores del viejo mundo se pelean. No existen acuerdos para desembarazarse de tan terrible engendro demoledor.

La solución final para prender fuego todo a su alrededor, bajo pena de destruir sus propias ciudades y países enteros.

En este estado de caos y anarquía social, se acerca un caballero de verde armadura al último reino en pie. Es recibido, aunque nadie lo conoce.

Él se inclina y dice una plegaria inentendible para la corte.

El último rey le pide que se quite el casco como muestra de respeto y sometimiento.

El caballero verde duda unos segundos y luego accede.

Tras una larga espera y bajo una abundante cabellera castaña aparece el rostro de una mujer.

Una exclamación de sorpresa se eleva por los aires, ¿cómo una mujer podía vestir esa noble armadura?

Ella es de aspecto varonil, muy seria, pero hermosa y femenina a la vez.

Ruge a los cuatro vientos.

El Ser Devorador de Mundos se llama Rag-mar. Es la reencarnación del mal que cada 10000 años vuelve personificada de alguna manera espantosa para terminar con todo.

Ella es la única sobreviviente de una raza de guerreros que la combatieron desde tiempos inmemoriales.

Todos callan porque la esperanza ya no tiene margen.

Nadie sabe quién es ni que es lo que va a hacer. El rey le pregunta que necesita.

La guerrera calla unos segundos...

Sólo pido la espada del rey.

El silencio se convirtió de incómodo a tenso. El rey contestaba a esto con nerviosismo. Haciendo tamborilear sus dedos sobre el mango en cuestión. Él sabía que si le entregaba su espada, el símbolo fálico de poder por excelencia, y ella salía victoriosa entonces... ¿Que? Probablemente tendría que abdicar a su favor. La salvadora del mundo no podría tener otra recompensa más que el poder absoluto. ¿O había otra opción?

El rey entró en conflicto. Si le daba su espada perdería el poder y a favor de una extraña mujer que nadie conocía pero si por otro lado la ignoraba, el ser mortífero los aniquilaría de seguro.

No quedaba otra que apostar sus escasas chances con aquella desconocida.

Él sabía que si ella triunfaba el mundo cambiaría. Una nueva era acabaría irremediablemente con la anterior. Pero no era momento de ser mezquinos. A grandes males, grandes remedios y el rey, tenía a su favor ser un hombre medianamente razonable. No así su reina, quien atrapada por el ego, no podía permitir que su esposo perdiera todo el poder.

domingo, 6 de agosto de 2023

Por un pelo de rana calva


En las inmediaciones del Gran Chaparral, al oeste de Salta, donde los caminos son de tierra, el viento Zonda convierte a todo habitante en un prisionero del terror que emana de sus fauces lángidas y terribles. Nadie puede escapar a su poder evocador de leyendas y supersticiones. 

Bajo la traza misma de un rancho pobre y desabastecido, se encuentra la familia Cruz. Moradores históricos del rancho oriental de La Olvidada. La historia de la familia Cruz es curiosa porque se remonta a los tiempos de la Colonia. Allí ya estaban asentados y se decía en el pueblo vecino que los Cruz habían llegado con los primeros españoles en visitar la zona. 

No tardarían en mezclarse con la población nativa, pero siempre manteniendo determinado y necesario linaje para perpetuarse en el tiempo. En épocas de las guerras gauchas, Juan Cruz, notable estanciero del rancho La Olvidada primero se abstuvo de participar de la contienda por respeto a sus ancestros, pero cuando el general Guemes no dejó lugar para tibiezas, Cruz tuvo que ajustarse las bombachas, calzarse la faca y salir en su indomable junto con sus peones y otros estancieros para defender las fronteras de las invasiones españolas venidas del Alto Perú. 

Su ayuda terminó siendo clave y lograron repeler a muchos maturrangos de aquellas expediciones punitivas contra el nuevo gobierno libre americano. Y sin embargo, no todo tuvo un final feliz. Al parecer, cuando Cruz y sus hombres volvían de una batalla a su rancho La Olvidada, un grupo de realistas logró perseguirlos hasta pocos metros antes de su morada. La batalla se desató por la arbitrariedad de un chasquido imposible ocasionado por el pisotón imprudente de un soldado español sobre una rana calva colorada. Ésta en vez de morir lanzó una especie de lamento con lo que se dice parecía el lamento moribundo de una parturienta agónica. Los arcabuses no tardaron en sonar y en breve los sables entrechocaban peligrosamente frente a donde la familia de Cruz rezaba a los cuatro puntos cardinales. 

La batalla fue breve pero cruenta y si bien los pocos españoles que lograron sobrevivir huyeron, más adelante serían interceptados por una tropilla de los infernales de Guemes que les mandarían a rendir cuentas al Averno. Por su parte, Cruz fue herido de bala a traición por la espalda y cayó malherido frente a la puerta de su casa. Su esposa e hijas salieron a socorrerlo pero fue inútil, el hombre había encontrado su destino. Bajo estas nuevas circunstancias, la familia Cruz cambió de política y a partir de ese día decidieron que los Cruz ya no servirían a amo alguno. Convirtieron a La Olvidada en un rancho fantasma y huyeron a vivir a los montes lejanos del oeste. Con el tiempo, las guerras contra España terminaron, Guemes murió pero se convirtió en un héroe nacional y a partir de ese entonces empezó la forja de lo que luego sería la Nación Argentina... Pero esa es otra historia. 

El rancho La Olvidada fué pronto ocupado por algunos paisanos que luego a su vez abandonaron el predio al afirmar que la antigua casa de los Cruz estaba embrujada. El tiempo convirtió a la vetusta casa en meras ruinas que apenas podían dar lugar a los visitantes de paso que aquello había sido alguna vez un hogar. La leyenda cubrió a la zona de un halo de tragedia y misterio, donde se decía que el espíritu de la mujer de Cruz vagaba por las noches sin luna con la forma de una cabeza fantasmal, gimiento y agonizante. Clamando por el retorno de su esposo de aquellas cruentas batallas. 

Pero la leyenda no termina ahí. Hacía el año 1885, un grupo de expedicionarios de la zona, mandados por el presidente Roca, encontraron las ruinas y siguieron el rastro que hacía setentas años había llevado a la familia Cruz a huir hacia las montañas. Esta expedición no tardó en encontrar unas señales que los terminaron arrojando hacia una zona demasiado árida, un enclave en las montañas de difícil acceso. Allí, según el único sobreviviente de la expedición, encontraron unas grutas en la montaña donde la familia Cruz había degenerado a los estamentos más elementales, olvidando su origen humano y vueltos casi como trogloditas. Una pequeña sociedad de incesto y canibalismo que era tan infrahumana que costaba mirarlos. Sus facciones se habían deformado y según el informe de Felisberto Gonzales, su  imagen eran aterradora y el hedor a descomposición insoportable. 

El grupo intentó entablar una conversación pero los únicos que podían entender algo eran los ancianos y estos se negaban hablar. O quizás no podían. Según el confuso informe de Gonzales, los viejos vivían en el peor estado, hacinados en una caverna pequeña llena de escrementos. Y los jóvenes del lugar parecían haber tomado el control, entregándose a sus instintos más básicos. El grupo estaba armado pero eran apenas una partida de siete expedicionarios. Su error fue dividirse en grupos de dos para inspeccionar las barracas, quedando sólo Gonzales en su caballo, quien cuando ninguno retornó para la noche pensó lo peor. Cuando poca luz quedaba, Gonzales cuenta que siluetas subhumanas se acercaban a él, aún masticando los brazos de sus compañeros. El susto lo hizo salir a todo galope hasta que su caballo cayó muerto de cansancio y aún así él siguió corriendo hasta el pueblo más cercano que estaba a varios kilómetros. Su relato fue en parte descartado por el estado deplorable de Gonzales y algunos creyeron que se trataba de un alucinación, debido a la larga caminata de dos noches y dos días que hizo para escapar de allí. 

Gonzales volvió a la ciudad de Buenos Aires pero no se supo más de él. Algunos dicen que fue empleado por Holmberg en su flamante nuevo Zoo como cuidador en el área de aves. Otros dicen que terminó internado en un Instituto Psiquiátrico de alta alcurnia y otros dicen que se suicidó, alienado por las imágenes que habían quedado aferradas en su memoria. 

Cada vez que sopla el viento Zonda por la zona de La Olvidada, algunos cuentan hasta hoy en día que llegan los lamentos de la familia de Cruz que degeneró en trogloditas. Quizás ya ahora sean meras almas en pena o una nutrida secta organizada. La realidad es que desde hace más de cien años nunca ningun gobierno quizo mandar una partida para corroborar aquella deleznable historia. 

Y todo quizás por un pelo de rana calva... 

martes, 18 de abril de 2023

El amigo invisible


-Cuando te llame, venís corriendo hacia mí. Contaré hasta tres y vos te acercás despasito por detrás. Le agarrás la cabeza y lo desnucás... ¿si?

El padre miró a Federico con creciente preocupación. Los juegos de su hijo se estaban convirtiendo cada vez más en algo oscuro y perturbador.

Durante la cena, Federico se mostró taciturno, y a diferencia de como era casi siempre, esa noche no quiso hablar con sus padres. Él sólo miraba la comida con desgano y comía su porción de puré con determinada abulia.

La madre lo increpó descuidada:

-Escuchame Federico. ¿Me escuchás? Para mañana te vamos a llevar a la psicopedagoga. Se llama Esther y básicamente tenes que jugar con ella.

Federico le respondió a su madre con una mirada penetrante que duró casi un minuto. Luego volvió a su apatía y su mirada ausente. Los padres se miraron con creciente preocupación.

***

En la psicopedagoga, Federico hizo todos los juegos que Esther le propuso. No cuestionó nada ni se puso agresivo. Al principio Esther parecía muy conforme, pero luego se notó en su rostro que algo le preocupaba. Cuando habló con sus padres confirmó sus peores temores. 

-Federico tiene una extraña tendencia a la sumisión y a la disciplina. Acepta todo lo que se le pide. Eso en condiciones normales no sería un problema mayor. El tema es que por otro lado también demuestra cierta tendencia a... bueno, podría tener cierto rasgos psicoticos. 

El padre de Federico rompió en llanto mientras la madre sacudía nerviosa sus piernas. 

-No es algo definitivo, pero escuché como hablaba con el que él dice es su amigo invisible. El famoso amigo imaginario que casi todos los chicos tienen en la primera infancia, sobre todo cuando son hijos únicos, o tienen hermanos muy mayores. De hecho es una forma que tienen aquellos que detentan un exceso de imaginación, de poder preservar su psique de una manera mas o menos sana. 

-¿Y que hacemos doctora? - preguntó muy nerviosa la madre, sin poder dejar de morderse las uñas y zapatear como desaforada.

-Bueno, mi observación no es definitiva, pero podrían consultar con un psiquiatra de menores... A veces estos casos suelen tener solución lo que yo creo es que blababalalablablabla... bla

La retahíla de explicaciones perdió importancia para ambos padres. Al salir de la consulta ambos miraban a ese niño que habían engendrado entre los dos. Parecía tan ajeno a todo. Sin mirar a nadie. Perdido en sus propios pensamientos, por momentos al padre le parecía notar que su hijo movía de manera casi imperceptible los labios. Como si rezara en voz baja de una forma inaudible.

Esa noche, los padres hablaron en voz baja la posibilidad de internar a Fede, al menos a modo preventivo. Ambos coincidían que convivir con un psicopata, por más hijo suyo que fuera, no era lo más conveniente. 

***

Cuando ese viernes, el padre regresó de su trabajo, se percató que su mujer no estaba por ningún lado. Federico miraba la televisión, sentado, con la mirada fija. La pantalla estaba en negro, como las pupilas de Fede. 

El padre rebuscó por toda la casa y le preguntó a su hijo donde estaba su madre. Fede respondió:

-Está abajo, en la vereda. 

El padre se quedó mirando a su hijo sin entender una palabra. 

-¿Y que hace ahí? ¿Por qué no está cuidandote a vos?

Fede lo miró pro primera vez con una mueca obsesiva.

-Te está esperando. 

-¿Pero como hijo? No entiendo...- El padre estaba a punto de largarse a llorar cuando Fede dijo las palabras mágicas. 

-Uno... dos... tres!

Entonces llegó mi momento de actuar, me encaminé a toda velocidad hacia su padre, lo agarré por detrás y le arranqué la cabeza de cuajo. Luego lo mandé a parar al estacionamiento de abajo, a hacerle compañía junto con su madre... 

 

lunes, 26 de diciembre de 2022

El potro fantasma


Estaban aturdidos por los truenos. La atmósfera era de un alto grado de electricidad y, en su inocente pensar, se figuraban que el barómetro estaría por los suelos. Aunque para ser precisos, ninguno de los dos estaba muy seguro de lo que eso podría llegar a significar. 

-Acampemos acá Meli, en cualquier momento se viene el cielo abajo...

Ella tenía una cara de circunstancia sospechosa, como cuando de chico te dicen que los regalos ya llegaron y que justo te perdiste a Papá Noel cuando fuiste a la cocina a buscar un vaso de gaseosa. 

-Bueno, dale. Pero Pipa, me parece que abajo de estos árboles puede llegar a ser peligroso, mirá si cae un rayo...

No había tiempo para discusiones, el cielo estaba cambiando de plomizo a negro. Parecía una especie de eclipse por la oscuridad que se cernía sobre ellos. Rápido se corrieron de bajo el gran roble en dirección al pequeño río que estaba a pocos metros, aunque manteniendo cierta distancia del borde por si llegaba a desbordarse. 

-Listo! Pasame ese parante...

-Mfff uffff hop! Yastá.

Los primeros gotones caían como piedras sonoras. Los truenos acompañaban el momento límite de armar la carpa a velocidad record como si se tratara de una competencia de armado. Sus caras demostraban seriedad y concentración. Las gotas empezaban a pegarles en el rostro. En menos de cinco minutos tenían casi todo listo. Ambos metieron todos sus bártulos y se tiraron dentro como si fueran topos asustados, casi como zambulléndose en una pileta olímpica. 

-Uf, lo logramos gordo. Que cagazo que me dió todo esto... que nervios...

-Sí, totalmente... Tranquila, ya estamos adentro... zafaroni!

Los dos se quedaron guardando algunas de sus cosas, tratando de darle orden a ese micromundo de caos que es la carpa Iglú cuando pasan aquellos pormenores en medio del campo. La luz estaba bajísima, parecía de noche hasta que de pronto volvió, menos de cinco minutos después llovía a cántaros, con la fuerza e intensidad que sólo logran las lluvias campestres. 

Ambos se quedaron en silencio, escuchando la sucesión interminable de gotas sobre el cubretecho de la carpa. Ninguno dijo nada, pero los dos temían que hubiera alguna rotura y se filtrara agua. Sin embargo nada de eso parecía suceder. Meli se acurrucó en él... Pipa tuvo ganas de cojer. La lluvia de telón de fondo le parecía demasiado tentador para dejarlo pasar, sin embargo estaba cansado y tampoco daba mucho. De a poco Pipa se empezó a quedar dormido hasta caer en ese red de inconsciencia en la que no se sabe a ciencia cierta si el tiempo se detuvo o si se cayó en un agujero de Alicia y todo transmutó.

El silencio se hizo intenso y el mundo pareció fundirse en algo difuso y acuachento.

Imágenes confusas, restos diurnos y otras visiones pasaban por su cabeza hasta que la voz de Meli lo sacó de ese trance soporífero. 

-Pipa!! ¿Y eso?? 

Despertó de golpe, alterado.

-Ay! ¿Que pasa che? Me asustaste. 

Ella estaba sentada contra el cierre de la carpa. Haciendo silencio con su dedo índice. Ahí vuelve, mirá, escuchá!!

Pipa se restregaba los ojos entre confundido y molesto por haber sido despertado de esa manera. Ya estaba por putearla por la jodita cuando escuchó un trote que se acercaba. Era el sonido de un galope cansino, que se acercaba de a poco. La lluvia había parado y se escuchaban los cascos del caballo chapotear sobre el pasto húmedo. Pipa se despertó del todo y con Meli se miraron entre confundidos y asustados. 

-¿Que? Es una caballo suelto. 

Ella lo miró más aterrada de lo que él esperaba. 

-Sí, pero hace como diez minutos que está trotando alrededor nuestro. Me parece rarísimo. Y perturbador... Por eso te desperté así, perdoná. 

Pipa se quedó oyendo entonces el galope. Era cierto, parecía estar trazando círculos alrededor de la carpa, luego alejarse y volver a circundar a la carpa, por momentos pasando demasiado cerca para el gusto suyo. 

-Quizás sea un paisano que nos quiere asustar, quizás estamos en sus terrenos, no sé...

-Porfa Pipa, andá decile algo...

Pipa la miró seriamente. No quería salir ni a palos pero en verdad todo era demasiado molesto, por no decir perturbador. No quedaba otra que mostrar su valentía frente a su novia. Le asintió, buscó su navaja de cuando de chico iba a los Scouts, se persignó con disimulo y tomó coraje para salir de la carpa. El galope era casi ensordecedor. 

Pero como si se tratara todavía de su sueño extraño, donde lo real se transfigura con lo onírico, al salir de la carpa empuñando su Victorinox, no encontró nada. Ni siquiera el sonido. La llamó a Meli diciendole que no había nada ni nadie. Ella salió con una expresión de incredulidad. Miraron a su alrededor, y sólo el río, los árboles un poco más lejos, y de fondo, las montañas. Se miraron confundidos y a la vez, muertos de miedo. El cielo se abrió y un día soleado y celeste emergió frente a ellos. Eran apenas las dos y media de la tarde.

Levantaron campamento de inmediato y se dirigieron al camino que llevaba de La Caldera a Salta. Apenas se apearon a la ruta pedregoza vieron acercarséles una silueta. De lejos parecía una avispa negra que se arrimaba a sus ojos, luego vislumbraron que se trataba de un caballo. Ambos se detuvieron en seco, pálidos, agarrándose de las manos. De pronto, como si por arte de magia se hubiera cambiado el espectro, emergió una persona del caballo. Al estar más cerca comprendieron que era un vaqueano. 

-Buen día señor. ¿Como está?

El hombre de rostro rojizo y autóctono los miró serio, pero amable. Ambos se avalanzaron sobre él con una retahíla de historias y situaciones que habían vivido en la última hora. 

-¿En donde estában parando?- Preguntó en seco, sin más dilaciones. 

La pareja le señaló el lugar. El hombre palideció por un segundo y luego les dijo que aquel era un lugar sagrado, donde nadie es bien recibido allí. Un lugar "no apto para humanos", luego los saludó y se fué al galope ligero, mirando donde habían estado acampando y negando con la cabeza. Desapareció rápido tras la primera cuesta. Ahora hacía un calor fortíssimo. Se miraron y decidieron seguir camino arriba casi sin hablar, sin poderse explicar nada de lo sucedido. 

No hicieron más de cincuenta metros que entonces se volvió a nublar. A lo lejos se escuchaba regresar un galope lejano y en el acto Meli estalló en un llanto nervioso. Estaban solos otra vez, a la vera del camino, no se veía a nadie en kilómetros a la redonda y seguían relativamente cerca del lugar del "suceso". Pipa trató de mantener la calma abrazando a Meli. Intentó hacerla caminar para alejarse de allí pero era imposible. Ella tenía un ataque de pánico muy fuerte y Él, atemorizado tanto como ella, sólo atinó a cantarse unos villancicos de su niñez. 

lunes, 28 de noviembre de 2022

La noche de los desaparecidos



 24 de marzo, 2076

Hannah corre tras su perrita que no quiere ponerse la correa y escapa apenas la dejan en la vereda. Nicole, su madre le pide que cuide bien a Curly ya que es su responsabilidad y que no le comprarán otra mascota en caso de que ésta se escape. Hannah asiente, y si bien tiene diez años, piensa que está a la altura del reto de cuidar a su "cachorra". 

Curly da unas vueltas sobre sí misma, persiguiéndose brevemente su propia cola movediza y luego regresa a Hannah con la lengua afuera. Está todo bien. Las tres siguen caminando en dirección a las viejas dársenas. 

-Má, ¿puedo invitar a mis amigos el finde que viene? 

Nicole apresura el paso. Sabe exáctamente a donde se dirige la pregunta.

-Sí. Ningún problema.- Responde secamente. 

Caminan algunos pasos más, sintiendo el rigor del silencio incómodo entre las dos. Excepto Curly que sigue con la lengua afuera, al paso y con reluciente correa a cuestas. 

-¿Y a Johnny? ¿Lo puedo invitar?

El momento de la verdad. Nicole sabía que esto iba a terminar en esa temida pregunta. 

-No sé Han, ya veremos. 

-Pero ¿por qué no lo querés?

Nicole siente ganas de fumar, aunque nunca probó un cigarro. Algo que se dejó de usar desde hace cincuenta años.

-No lo sé Han.- Una breve pausa para pensar mejor su respuesta- No es que no lo quiera. Así como decís vos. Pero no me gusta que te haya pegado. 

-Pero Ma, eso fué el año pasado. Ahora sómos amigos. Porfa!

-Bueno no sé. Dejámelo pensar. Quizás para vos ya pasó pero para mí no es tán fácil. Quien golpea nunca deja de hacerlo. Puede estar "impregnado".

-Otra vez esa palabra rara ma. ¿Que car... perdón, que significa estar "impregnado"?

Nicole se lleva las manos a la boca haciendo la mímica que le había visto hacer a su abuela cuando era chica y la dejaban a pasar con ella todos los fines de semana. Que incordio! Era la vieja más malhumorada del mundo, pero aún así la quería. Le llamaba la atención su rostro agrietado y su uso completamente informal del léxico, por no decir que ladraba algo conocido antiguamente como "malas palabras". Más allá de eso era una anciana divertida. Le gustaba cocinarle "fideitush" como decía en tono jocoso y escuchaba una vieja música del siglo pasado, tan extraña y melódica, como incomprensible y ruidosa. Hacía unos diez años que la abuela Male había fallecido. Se llevó su extraño andar y sus tatuajes minimalistas al "otro lado" para ya nunca más volver a decir con su voz ronca y divertida: "rock and roll nene!". Ahora había llegado a ese momento de la vida de la personas en que ya no sos más nieto, sólo hijo y con suerte padre, a duras penas. 

Nicole se aclaró la garganta y le respondió a su hija que estaba en plan de saberlo todo:

-Un "impregnado" es un ser humano tocado por la desgracia. Se dice que viene de los descendientes de Caín, que a simple vista parecen personas normales como cualquiera, pero que llevan en su interior una tristeza y en algunos, hasta una violencia difícil de explicar en términos psico-sociológicos. Son los que siempre terminan perdiendo la cordura y cometiendo crímenes. O no, pero llevando unas vidas completamente futiles y tristes, casi trágicas...

Su hija camina en silencio, mirando el suelo mientras escuchaba a su madre. ¿Sería cierto eso? Sentía ganas de retrucarle a su madre que siempre se mostraba tan segura de todo lo que le decía. Pero prefirió callar y descansar su voz. 

Caminaron por la vieja costanera, la de la rambla antigua. Se dirigieron al sur, a la zona más vieja, allí donde era imposible no caer en la melancolía atrapante del lugar. Cuando se acercaban a lo que parecían las ruinas de una construcción retro-futurista, se detuvieron para descansar en un banco y mirar como caían las hojas de los árboles en una atardecer semi otoñal. 

-Má, ¿por qué no se puede pasar a ese lugar tan raro? 

-¿Por qué? Quizás porque ahí, del "otro lado" de ese viejo puente que parece a punto de desmoronarse, viven los que nunca pudieron descansar. 

Hannah se quedó con esta frase pero decidió no seguir indagando. Para ella ahí es donde vivían los espectros de los desaparecidos que le habían contado en la clase de historia en el colegio. Pero temió preguntarle a su madre y que ella, con su sapiencia incuestionable, la contradijera en su opinión, le dijera que no, que sólo se refería al barrio humilde que allí existe hace décadas. La "clase obrera", la que hace trabajos físicos, por horas, y no como má o pá que están conectándose intermitentemente en determinadas horas del día para "cumplir sus objetivos". Pero ella prefería creer su propia verdad. La del mundo del "otro lado" donde moraban todas aquellas personas que habían sido heridas, sin querer o queriendo, pero que habían terminado mal. Como a la abue Male que la atropelló una señora enfadada, o a esas personas tan extrañas, tan lejanas, que habían "desaparecido" de un día para otro. O que los habían hecho desaparecer, casi como si fuera un truco de magia, o más bien una maldición... Quizás los que buscaban su mal no los querían por como se vestían o por como pensaban, pero el caso era que todo ese asunto tan oscuro le parecía una especie de leyenda negra o cuento de "noche de brujas", aunque todos decían que sí era cierto, que había pasado un siglo atrás. Que quizás el Estuario Plateado estuviera en verdad lleno de gente ahogada, y quizás sus espíritus no habían logrado la paz. Quizás aún sufrían terribles angustias allí abajo, sin haber sido hallados y sepultados sus cuerpos, no terminaba de haber justicia para sus almas.Todos los que habían infrigido la ley, todos los asesinos aquellos que los mataron ahora también estaban muertos, recontra muertos, pero ¿cómo saber si sus descendientes no podrían seguir entre nosotros? ¿Cómo saber si los Hijos de Caín no andaban pululando a gusto y piaccere? Imposible detectarlos... Eran preguntas para las que Hannah no encontraba respuesta.

Curly se soltó de la mano de Hannah y salió corriendo en dirección al puente. Madre e hija salieron corriendo tras ella pero la perrita parecía poseída por ir allá donde la noche crecía. Mas allá del puente quebradizo había un foso y... Bueno, la verdad es que Curly nunca fue una perrita muy inteligente. Todo pasó demasiado rápido y así se resolvió.

El llanto fue desolador, pero mientras su madre le juraba y perjuraba que había ido al cielo de los perritos, Hannah sabía que nada de eso en verdad existía, para los que quedamos sólo queda la irremediable ausencia.


viernes, 25 de noviembre de 2022

"Inde Darcnes"

 


Recuerdo cuando pensé que era joven y ya no lo era. Ahora que soy más grande pienso, que niño he sido, ya quisiera tener los años que tenía en aquel entonces. Sería como polvo de estrellas en mi mano.

Destrozado, camino por las calles de San Cristóbal, pensando que Laura ya no volverá jamás, y eso me descompone.

Entro a lo que fuera nuestro depto. y sólo encuentro su ausencia. Todo me remite a ella, empezando por el empapelado negro. Toda la habitación está pintada de negro, porque ella decía que así las malas vibraciones no podrían entrar. Tampoco salir...

Cuando me remito a su vacío, pienso que la frase puede sonar ambigua. No existe otra manera de pensarlo ya que los hechos están ahí. Advertida estaba ella que jugar con las fuerzas de la naturaleza podría traer graves consecuencias. Ahora que pude tomar coraje, luego de meses de no pisar este non-santo lugar, veo las reminiscencias de aquella noche desgraciada.

Los velones negro ya completamente consumidos sobre el negro mármol en el centro del living. El pentáculo perfecto, dibujado con gran artesanía por este servidor. Y lo peor de todo es haber sido cómplice de toda esa locura. Pero yo le advertí... sí, s elo advertí, pero no hubo caso. Cegada estaba respecto de lo que debía hacerse, que era la única solución, me solía decir Laura.

Pero ¿en qué mente cabe tamaño disparate?

Los restos de aquel fatídico rito quedaron plasmados en la cosmogonía circundante del hogar... Todo apelmazado, todo desmembrado, todo fagocitado por la gran noche que la devoró y de la que sólo pude salvarme por estar fuera del pentáculo.

Hacía semanas que ella venía teniendo terribles pesadillas, donde comenzaba por entrar en unas cavernas gigantescas, enormes palacios milenarios, abandonados hacía eones en lo más profundo del planeta. Y ella caminaba por allí, sintiendo el retumbar sempiterno de sus pasos solitarios. Una sensación de profunda tristeza y desolación la envolvía en aquellos extraños paseos.

Así fue todo hasta que, luego de reiteradas noches soñando su avance por partes, logró llegar hasta el corazón del misterioso lugar. Allí se erigía un mausoleo de fantásticas dimensiones, rodeado de silencio e inmortalidad.

Al acercarse a lo que parecía el nicho de algún extraño Dios, olvidado por el mismísimo tiempo, Laura reconoció su rostro reflejado en el mármol gris. Pero su cara no era su cara, transformándose, mutando en un rostro intruso, ajeno a su conocimiento. Laura pudo comprender sin entender que aquel era Galdoroth: amo y señor del planeta. Antes de la llegada de Los Otros, de Los Antiguos, de Los Esos y de siquiera los inicios de la prehistoria. Simplemente antes de todo,

Pero eso Dios no estaba muerto sino que operaba sobre la mente de todo ser vivo que habitara su planeta. Laura pudo comprender todo eso en una fracción de segundo, y también pudo comprender que este ser era lisa y llanamente El Mal. Todos los pensamientos dañinos de la humanidad emanaban de este ser espantoso, bifronte, multifacético. Pero su reinado llegó a su fin por la intervención de otros que vinieron de lejos. La batalla fue colosal, y al final Galdoroth quedó encerrado para siempre en el mausoleo.

Laura quería escapar de su influencia ya que quería comunicarse con ella para que lo liberara y así poder tomar todo lo que le había sido negado desde antes del mito de la creación.

Ella estaba convencida que llevando a cabo este antiguo ritual podría bloquear la entrada del Dios cautivo a su mente y evitar así su posterior liberación trayendo destrucción a todo ser vivo que se atrevió a reproducirse frente a su ojos. Galdoroth era un Dios celoso de la creación, no quería otro ser vivo más que el sí mismo. Y ver como la vida se había abierto camino frente a sus hijos era el súmmum de su desgracia más profunda.

Pero el rito que Laura llevó a cabo no tenía sentido. Estaba mal hecho, carecía de la información precisa para llevarlo a cabo y sobre todo del poder personal necesario. En definitiva, conjuró a su alrededor una serie de fenómenos que resultaron peor que la enfermedad. Los Endos o Entes, elementales de la noche, que literalmente devoraron a mi Laura, llevándosela a las profundidades de la sombra...

Yo me quedé ahí, parado como un imbécil... mirando la nada... como ahora, sólo rodeado por los restos del naufragio que nadie en su sano juicio podría darle crédito, lo que me deja una sola salida y tiendo a pensar que no es muy agradable, pero siento que ya no queda otra. Y quizás quien sabe... sea mi única oportunidad para buscar a Laura.

miércoles, 16 de junio de 2021

El pozo de las almas

"Cuando me invitaron a participar de la expedición tuve miedo. Algo me vibró mal, sobre todo porque consistía en el descenso a una cueva de pequeñas dimensiones y, si bien no sufro de claustrofobia, tampoco es que me agrade mucho eso de andar bajando a pozos profundos. De todos modos acepté ya que es mi trabajo. 

Si, mi trabajo consiste en bajar a pozos, no importa donde o cuando, si necesitan que alguien baje a un pozo me llaman a mí. ¿Que cuál es ese trabajo? Bueno, en realidad he trabajado en minas, pero terminé siendo asistente de geólogos, que básicamente son unos científicos de laboratorio que no tienen la capacidad física adecuada ni el coraje para bajar a los lugares que ellos pretenden estudiar. Y como yo dispongo de agilidad, un cuerpo muy delgado, y la experiencia de haber trabajado en minas y haber salvado la vida de varios mineros cuando había derrumbes, por mi capacidad para meterme y llegar a lugares que nadie más podía. Es así como terminé ayudando a las autoridades gubernamentales. Soy una especie de comodín oficial de toda expedición subterránea que haya. Ahora me pregunto una cosa ¿que pasará el día que yo ya no esté? Bueno, problema de ellos. Yo sólo espero poder jubilarme lo antes posible. La verdad que no me tienta para nada andar bajando a las profundidades del planeta. No se puede esperar nada bueno de todo aquello...

Y así fue como comenzó esta operación de rescate, donde tenía que salvarle la vida a un pobre minero que cayó por una grieta que se abrió bajo sus pies. Me cansé de advertir que era muy probable que no hubiese sobrevivido a esa caída y que de haberlo conseguido ya se debería haber quedado sin aire. Pero me dijeron que de todos modos había que recuperar el cuerpo por una cuestión legal y bla bla. Claro que no era "obligatorio", pero esa invitación a bajar yo ya la conocía. No tenía muchas opciones. 

Al llegar a la zona de catástrofe me di cuenta que me habían engañado. Por empezar, en las cercanías a la costa atlántica no puede haber ninguna mina que yo sepa. Y mi confirmación llegó cuando me encontré frente a una especie de pozo petrolero. Pregunté que había pasado realmente. Me dijeron que necesitaban que alguien (o sea yo) bajara hasta determinado punto y capturara algunas imágenes. Me pareció una petición irregular. Pregunté por qué yo pero la única respuesta que obtuve fue: Porque te lo pide tu país. Esa contestación fue tan inesperada que me dejó en ascuas para elaborar cualquier tipo de retruque. Es muy bajo, sobre todo en estos tiempos difíciles, apelar al patriotismo de un agente del estado. Bien, bien, respondí. Pero quiero saber cuales son los peligros del descenso. Me dijeron que no había tal cosa, y que de hecho bajaría en una cápsula protectora. Claro que no existía ningún minero para rescatar. Todo había sido una farsa para hacerme llegar hasta allí con urgencia, pero nadie me quería dar más datos. Parecía la intriga y misterio de una película surrealista de espionaje arqueológico.

Me puse en modo "no pensar" y decidí dejarme llevar y hacer por los demás. Pero ya lo había decidido, una vez terminada esta misión renunciaría. No importaba cuanto me rogaran o cuanta plata me ofrecieran, o mismo que me amenazaran. De última me iría bien lejos para que no alcancen nunca más, pero se terminó: It's over motherfuckers! En ese momento no supe lo tarde de aquella decisión. Pero en fin... a lo hecho pecho.

Y así me metí en una especie de cápsula de esas que uno se toma para combatir la acidez, encima verde y blanca, igualita. Sólo que tamaño persona. Comenzó el duro descenso, bastante veloz. Era una perforación profunda y profesional, hecha por algún mecanismo a válvula o algo similar, parecido a las perforaciones de las maquinarias petroleras. El espacio era tan acotado que tenía lógica que me hubieran llamado a mí. Casi nadie tiene mi contextura refinada y menos mi experiencia en las perdidas profundidades de la patria. 

Como ya dije, la cápsula era verde hasta la cintura y blanca (casi transparente) de la cintura para arriba. Por dentro había iluminación y algunos pocos controles. Disponía de un headset con cámara y micrófono. Era como uno de esos exploradores de las profundidades que se suelen ver en las películas. En pocos minutos había bajado casi tres kilómetros, como si fuera un ascensor directo al cadalso, y seguía bajando. En tu cara Julio Verne!! 

El calor comenzó a subir, pero la cápsula estaba bien equipada. Disponía de un termostato automático que bajaba la temperatura a medida que ésta se elevaba en las profundidades. Además la consistencia de la cápsula parecía de un material entre metálico y plástico, que me habían asegurado y recontra confirmado que podía soportar las más altas temperaturas.  Hubo algunas paradas en postas mineras en los primeros metros de profundidad pero luego, todo lo que me rodeaba era tierra, granito y oscuridad absoluta.

"Guillermina! Guillermina! Escuché que decían por el intercomunicador. ¿Cómo estas? ¿Como viene el descenso?" Les contesté que bien. Sin novedad por el momento. Me aseguraron que en breve llegaría al punto crítico de observación, estaría cinco minutos, y luego sería extraída de allí a gran velocidad. Me advirtieron que estuviera super atenta y concentrada en todo. Esto último me puso tensa y empecé a tener mucha ansiedad. Y en el fondo sentí que me mandaban al muere, porque no tenía familia, porque era una mujer rara y en definitiva, según ellos, reemplazable. Pero traté de concentrarme, no podía hacerme el coco en ese momento de alta intensidad. 

Cuando empezaba a cabecear debido a un repentino sueño que se precipitó sobre mí de manera repentina y sin previo aviso, la cápsula se detuvo. ¿Había tocado fondo? No podía saberlo, pero esto parecía el fondo del intestino grueso, el apéndice del asunto. Intenté comunicarme con la superficie, pero solo obtuve sonidos entrecortados y poco claros CRRR TSS MMMBOP. 

Ahora me rodeaba un silencio de expectativa. Realmente no entendía cual era mi función de bajar hasta ahí, pero estaba claro que algo necesitaban confirmar o chequear, porque era obvio que algo había pasado. Ya habían llegado hasta allí pero sólo una sonda. Necesitaban la confirmación directa de un humano, y ahí estaba yo. Pero ¿confirmación de que? 

No tardé mucho en saberlo. Miré mi reloj. Había pasado casi un minuto desde que la píldora gigante se había detenido y salió en mi pantalla un aviso de ponerme la mascarilla de oxígeno. Obedecí y de inmediato la cápsula iluminó el entorno. Pero entonces, una vibración muy fuerte de la tierra hizo tambalearse a la cápsula que cayó de costado sobre la tierra. Sentí pánico. ¿Cómo iba a ser extraída del lugar si la píldora que me cobijaba se había salido de su lugar? Entonces fue que vi a menos de un metro un resplandor rojo. Al principio no le presté mucha atención, pero es resplandor parecía intermitente. Por momentos se elevaba y luego disminuía. Hice un movimiento para que la cápsula rodara algunos centímetros y me acercara a ese pozo del cual parecía provenir ese fulgor rojizo. Pero por más que lo intentara no conseguía acercarme mucho. Sin embargo, lo había conseguido lo suficiente para poder ver algo extraño. Alcanzaba a ver una pared de aquella caverna. Entonces usé la cámara teléscópica de mi headset, tratando de acercarme y tener una mejor visual de aquello, pero era imposible. De lo único que estaba segura es de que era muy factible de estar arriba de un pozo de lava. Un sauna de lava eléctrico. El calor por fuera era impresionante, imposible. Un calor solar. Pero entonces fue que vi como las agujas de audio captaban sonidos lejanos. Busqué los controles de audio y traté de subirle al máximo y haciendo el mayor de mis esfuerzos por tratar de concentrarme en aquellos sonidos indescifrables. Por momentos pensé que parecían máquinas fabriles rechinando hasta que de todos los sonidos confusos que se entremezclaban, pude distinguir algo que me erizó el vello corporal todo. Un grito espeluznante salió de toda esa marea de sonidos, que de pronto cobraron sentido. Era como escuchar una muchedumbre de colosales dimensiones emitiendo sonidos de sufrimiento. Como si juntaras miles de estadios de fútbol con gente gritando pero de manera agónica, dolorosa. No podía ser. Intenté mover más la píldora para quedar apoyada sobre el agujero del cual provenía el color. La cápsula marcaba trece kilómetros de profundidad. No existía las más remota posibilidad de que pudiesen haber humanos allí. El calor, que superaba los cien grados, simplemente los destruiría. Me balanceé lo más que pude, hasta que la cápsula de repente giró y se colocó sobre el pozo, pero quedé de espaldas a la luz roja. Traté de darme vuelta, pero la cápsula no deja lugar para la maniobra, lo que sentí es que empezaba a recalentarse el interior por primera vez. El calor que emanaba de ese pozo era impresionante, como estar en la salida de una pava a presión. Los gritos ahora eran más claros. Eran gritos de suplicio. Hice lo imposible por girar mi cabeza y ver que pasaba a mis espaldas. Entonces fue cuando sentí la tracción. Habían pasado los cinco minutos y la cápsula volvía a su posición original para emprender el rápido retorno a la superficie. Antes de desaparecer a toda velocidad por el tubo, pude obtener una visión rápido del pozo y eso es todo. Nunca me voy a poder recuperar de esa visión. Ahora, la imagen circula por todos lados y ya sabemos lo que nos espera en las profundidades del magma eterno, en el pozo de las almas..."

Última declaración de Guillermina Barone a los servicios de inteligencia. Las Toninas. 17 de enero de 2074.

Nota: El pozo fue sellado y no se supo nada más de Guillermina, que desapareció sin dejar huella ni rastro de su paradero. 

lunes, 14 de septiembre de 2020

Lobuelita

"Cuida a tu hermano, Juli". Eso fue lo último que me encomendó. Después se volvió y nos dejó solos en el andén. Sebas se puso triste, lo sentí en su inusual silencio. Una vez en el tren traté por todos los medios de que se entretuviera de la mejor manera. Jugamos a las cartas, hablamos de San Lorenzo, le hice escuchar el primer disco de Van Halen y, mi hermanito que tiene ocho años, ya bien puede empezar a apreciar la buena música. Cuando llegamos a la estación no me sorprendió para nada que nuestros abuelos no hubieran venido a buscarnos. De todos modos estábamos cerca, o eso pensé, y arrancamos a caminar hacia la vieja casa de Parque Luro. Sebas estuvo quejón, y me enerva su carácter caprichoso. Se nota que es el niño consentido de la casa. Con los menores siempre son más tolerantes, en cambio, a los primogénitos siempre nos exigen más.

Después de caminar varias cuadras, con el frío marítimo de julio calando hasta los huesos, llegamos a esa antigua casa lúgubre, cubierta de enredaderas y musgo. La casa es linda, pero siniestra y yo ya superé mi etapa de adolescente dark. Después de un rato nos vino a abrir la puerta mi abuelo. Un hombre serio, de pocas palabras, cocina muy bien y escucha tango en una radio del siglo pasado. Me cae bien. Pero en cambio, mi abuela, es una mujer extraña. Siempre que vinimos con madre, la abu se pasa todo el verano encerrada en su cuarto de costura. No sé qué es lo que cose. Pero ahí está toda la tarde, dándole a la maquinita. Por la mañana duerme como un tronco. Por la noche no. Porque me dijo mi abuelo que es noctámbula. Sale a merodear con los ojos cerrados por la casa, y es como si pudiera ver porque no se tropieza con nada. Será memoria espacial, calculo. Estas vacaciones de invierno no prometían muchos cambios. Salir a hacer la compra cada dos o tres días, leer El señor de los anillos al lado del fuego del hogar y ver la tele con los abuelos después de cenar. Sebas se las arregla jugando con sus muñecos y también viendo los dibujitos a la tarde. Pero ya me empezaba a aburrir. Ya estoy grande. Quería salir a la noche, ir a un bar, un recital, ir al cine, lo que sea. Clavada en medio de Las dos torres y la verdad, Frodo y Sam me tenían harta. Quería ver chicos y chicas de mi edad. Todavía faltaban algunos días para volver a casa. El sábado a la noche decidí intentar una fuga.

Me escabullí sigilosa por el pasillo que lleva al jardín de atrás. De chica le llamaba el jardín secreto porque era demasiado espeso, con maleza alta sin cortar y unos árboles que dan la sensación de estar en medio de un bosque. Abrí la puerta con cuidado y asomé la nariz. Un frío húmedo y mortal, típico de las zonas cercanas al mar. Me prometí que haría una escapadita corta y volvería antes de la una. Al menos para fumarme un cigarrillo, cerca de la casa es imposible ya que mi abuela tiene un olfato tremendo. Eran casi las doce de la noche. Mi hermano dormía y mis abuelos roncaban. Me adentré en el bosque camino a la pared del fondo que da a un terreno baldío. De ahí tengo salida a la calle de atrás y luego un par de cuadras hasta la avenida. Pero mientras atravesaba la espesura del jardín de atrás, escuché una ramita quebrarse a mis espaldas. Miré y nada. Seguí. El cielo estaba despejado y una luna llena emitía una luz pálida y fantasmal. Me acercaba a la pared del fondo, cuando escuché algo correr atrás mío. Sonó como un gato, pero la sombra que vi era enorme. Tuve miedo y pensé que podía ser un ladrón. Quedé paralizada. De entre los árboles se acercó una sombra que parecía ser un perro negro. Pero la poca luz me impedía ver su forma real. Los abuelos no tenían perro. Quizás sería de algún vecino pensé. Pero el animal se paró en sus dos patas traseras. No podía dar crédito a lo que veía. Aunque era solo una silueta, se acercó de a poco hacia mí. Y con voz ronca me preguntó si tenía hambre. Si quería tomar algo calentito para poder conciliar el sueño. Me tomó firme del brazo y volvimos juntas a la casa, mientras sentí como sus garras se retraían.

martes, 28 de julio de 2020

La hora del espanto ¿a que hora empieza?


Corría el año noventa. Hacía poco, el equipo de Bilardo había perdido la final del mundo contra Alemania. Ante aquella derrota, como sucede en estos casos, la vida volvió a su curso normal. Yo estaba en primer grado de la primaria, era invierno, y uno de nuestros mayores pasatiempos familiares era ir a alquilar películas (VHS). En aquel tiempo los videoclubs vivían su mayor apogeo. A veces era complicado conseguir algunas películas durante varios días. Además, había al menos tres o cuatro videoclubs en la zona cercana a mi casa, pero nuestro preferido era el videoclub “Reflejos”…
En este video club, atendido por su dueña e hijos, había de todo. Los ochentas acababan de terminar y en verdad había sido una década dorada para el cine blockbuster o como se dice peyorativamente pochoclero. Para colmo, había venido mi tía Lili de Mar del plata a pasar las vacaciones de invierno con nosotros. La hermana de mi vieja era tan o más cinéfila que nosotros, pero había algo que no me gustaba de sus preferencias cinéfilas. El fanatismo por el cine de terror. De chico, y aún hoy en día lo pienso dos veces, el cine de terror me daba bueno… miedo. Obvio. Pero no era algo que disfrutase. Mi tía que era diez años más joven que mi madre, era una digna representante de la generación x, a diferencias de mis padres que eran unos Boomers tardíos. Parece una tontería pero no, hay muchas diferencias. La Generación X parece ser más amistosa al género de terror, sobre todo al cine bizarro de los ochentas, que fue su década por excelencia. (La de los Boomers fue los sesentas).
Siempre que íbamos a alquilar algo, miraba las cajitas de las tapas de las películas. Mis preferidas entonces eran Los Goonies, Doc Hollywood, Las 12 pruebas de Asterix, etc. Pero a veces pasaba por el sector de películas de terror y recuerdo ver por ejemplo la tapa de La cosa (Carpenter, 1982) donde se veía la silueta de un ser con rayos de luz blanca saliendo de su cara. Me daba mucho miedo. Lo mismo la tapa de Scanners (Cronenberg, 1981), pero la que se llevaba todo los premios era La hora del espanto (Holland, 1985). Una película de vampiros bizarra y clase b, donde en el afiche se veía una casa con una luz prendida y una silueta. De fondo el cielo nocturno y unas nubes que formaban la cara de la vampira que reía de forma siniestra y desencajada. Realmente, me ponía muy nervioso ver esa imagen. Y la tía Lili no tuvo mejor idea que alquilar esa película. Claro que esto era por lo general para ver a la tarde, cuando mi viejo, poco devoto a esas películas, estaba en su trabajo. Mi vieja creo que tampoco estaba. Quedábamos mi hermano mayor que sí le hacía la segunda a la tía Lili y yo. Por supuesto, una vez que pusieron la cinta en la casetera me quedé. No sé porque. No me gustaba, no lo disfrutaba, sufría con cada escena, sin embargo ahí me quedaba presenciando las imágenes de esa película bizarra de los ochentas. Realmente, la cinta no tenía un gran valor narrativo, había una vampiresa que atacaba el cuello de jóvenes ilusos y su boca se abría de una manera bastante asquerosa, más de lo normal. Para la época el efecto era efectivo. 
Hoy, puedo ver imágenes en google y me parece todo bastante malo. Pero en su momento, fue del más puro efecto terrorífico para mí. Por momentos me tapaba los ojos, a veces me iba a mi cuarto a jugar con los rastris, o me iba al baño a mear. Entonces pasaba por el living para echar un vistazo a la peli y por donde iban. Después tocaba el turno de ver la peli que habíamos alquilado para mí. Pero los ojos de ella me miraban fijo ahora. La sonrisa me indicaba que pasaba algo raro. Mi hermano estaba dormido, reclinado en sofá. Ese día supe que el terror es real, te busca donde estés y donde vayas, te encontrará. 

martes, 21 de enero de 2020

Sobre la Licantropía



Una bala de plata para usted:

Como todos saben, en mis años mozos, yo fui un hombre lobo. La primer luna llena después de haber cumplido los dieciocho años fue el comienzo de todo. El pelo en abundancia, los caninos filosos, la necesidad de aullar, el deseo de la carne sanguinolenta fluyendo de mi boca, como libertino festín.
Pero un día llego el hombre. El curita Pancho, lo llamaban en mi pueblo. Todos sospechaban de mí, porque si; era el séptimo hijo varón de un séptimo hijo varón. Bautizado o no, para mi alma no había salvación posible. Pero a mí no me importaba, porque ya había probado la carne humana y no podía esperar a probar mi siguiente bocado.
La siguiente luna llena, me encontré vagando por las calles de Solano, pero todos habían tomado la precaución de atrincherarse en sus casas. Peor para ellos. Voy a aprovechar y comerme a sus gallinas y animales domésticos. Y si me quedo manija, les mato a los caballos, de paso cañazo, pensé.
Pero no había comido más de trece gallinas y para mí era el plato de entrada, cuando apareció Panchito. Un hombre sereno y amable que me era absolutamente indiferente. No me apetecía matarlo, pero tampoco quería que me interrumpiera. Cuando escuché sus pasos detrás mío, pude sentir el olor asqueroso de iglesia de su sotana. Se me erizaron los pelos de la espalda y me di vuelta gruñendo, rabiando a morir. Si se me acercaba más, lo degollaba ahí mismo de un zarpazo y después me comía, no sé... su cara. Así la gente empezaría a respetarme y temerme y me dejaría ofrendas todas las lunas llenas. Sin embargo, algo raro pasó. El curita me miraba fijo, sosteniendo una cruz plateada en su mano firme. Y su rostro, no tenía ni una pizca de miedo. Me saludó por mi nombre cristiano. Me dijo que yo pagaba con licantropía debido a los pecados terribles de mis ancestros. Y empezó una larga perorata acerca de mis tatarabuelos que habían vendido su alma al maligno a cambio de tierras fértiles y buena bonanza. Sin embargo mi familia era pobre y bien lo sabía el curita eso. Pero solo atiné a gruñir. Como si hubiera entendido, me dijo que claro; mi familia era pobre porque el maligno nunca concede favores aunque eso parezca al principio, solo nos engaña. Pero el mal ya está hecho, dijo. Cuando pensé que se iba a callar y me aprestaba a saltar encima de suyo y destrozarlo, cuando el curita, con cara de inocente, sacó un revolver con su otra mano. A una velocidad que sólo le conocía a los bandoleros más aceitados. Pero el tipo ahí nomás me apunto con un arma que brillaba en la oscuridad. Y me dijo muy calmo.
-Tengo una bala de plata para usted. Disparo y chau, se terminó el chiste.
Gruñí, pero no tanto de rabia como consternación por haber sido atrapado tan estúpidamente por un asqueroso cura de campo.
-Vos pensás que porque soy un mero curita no te puedo disparar. Pero no creo que a dios le importe lo que te suceda. Tu alma ya está condenada, oh si, bien condenada hermanito.
Miré la Luna y le aullé bien fuerte. Otros lobos me contestaron a lo lejos. El curita sonrió. Me dijo que me ofrecía un trato. Mi alma podría ser salvada si me arrodillaba frente a él y le pedía perdón a dios por todo mi mal y el mal de mi familia. Pero lo hacía sintiéndolo, de corazón. Que le besara la mano, se corrigió, que se la lamiera. Yo estaba cada vez más confundido. Empecé a tenerle miedo de verdad. Me parecía un ser revulsivo, manipulador, un chantajista de la más baja estofa.
Le gruñí con desprecio y comprendió. Dijo no no no no, lo lamento por tu almita condenada y amartilló su revolver apuntándome con certero deseo de lastimarme. Yo esperé el fogonazo, pero antes me dijo que si no lo complacía, a mi familia la iban a perseguir, encerrar, le iban a endosar mis crímenes, iban a quemar nuestra casa con o sin gente, etc. Que un ejercito venía en camino, con rifles de plata y me acribillarían en un segundo. No se me movió ni un pelo del bigote. Entonces amenazó con que matarían a todos los perros del pueblo, luego haría una campaña para matar a todos los perros callejeros de la zona, la provincia, el país... el mundo!
Mis ojos relucieron un brillo rojo y lancé el último aullido antes que la bala me atravesara el gaznate. Después, lo que siguió fue un poco confuso. De dos saltos, salté hacia él y le desgarré el pecho de dos zarpazos mortales. El curita cayó al suelo y le desgarré la ropa, le arranqué su corazón latiendo. Después se me nubló la visión, sentí perder mucha sangre y caí. Antes de perder el conocimiento, vi como apareció toda una manada de lobos salvajes que barrió con el curita en un segundo, del cual apenas si quedaron sus huesos ensangrentados desparramados por allí. Me recobré en una especie de cueva. Estaba rodeado de adolescentes en cuclillas que me observaban. Ya era de día. La voz de una chica que me mostró unos ojos verdes refulgentes me maravilló. Yo estaba tendido, agonizando con mi débil piel humana a cuestas.
-Tranquilo. Ya cumpliste con el todo... tu deuda está saldada con él.
Me dijo la chica, y quise preguntarle de carajo hablaba, pero me desmayé. Morí.

Esa noche morí como Hombre Lobo. Perdí mis poderes lobunos.
Desperté en un hospital. Me convertí en un hombre normal.
Nunca más pude correr desnudo por el valle, aullándole a la luna. Nunca más.
Comprendí que en esta ocasión, algo hice mal.
Porque alguien me perdonó la vida por algo que lo benefició.
Y el Otro, me castigó, quintándome mis poderes para siempre. Sigo sin entender bien el quid de la cuestión, pero los hombres lobos somos así. Un poco torpes e impulsivos, pero de gran corazón.
O quizás debería decir, los ex hombres lobos somos así.