Recuerdo cuando pensé que era joven y ya no lo era. Ahora que
soy más grande pienso, que niño he sido, ya quisiera tener los años que tenía
en aquel entonces. Sería como polvo de estrellas en mi mano.
Destrozado, camino por las calles de San Cristóbal, pensando
que Laura ya no volverá jamás, y eso me descompone.
Entro a lo que fuera nuestro depto. y sólo encuentro su
ausencia. Todo me remite a ella, empezando por el empapelado negro. Toda la
habitación está pintada de negro, porque ella decía que así las malas
vibraciones no podrían entrar. Tampoco salir...
Cuando me remito a su vacío, pienso que la frase puede sonar
ambigua. No existe otra manera de pensarlo ya que los hechos están ahí.
Advertida estaba ella que jugar con las fuerzas de la naturaleza podría traer
graves consecuencias. Ahora que pude tomar coraje, luego de meses de no pisar
este non-santo lugar, veo las reminiscencias de aquella noche desgraciada.
Los velones negro ya completamente consumidos sobre el negro
mármol en el centro del living. El pentáculo perfecto, dibujado con gran
artesanía por este servidor. Y lo peor de todo es haber sido cómplice de toda
esa locura. Pero yo le advertí... sí, s elo advertí, pero no hubo caso. Cegada
estaba respecto de lo que debía hacerse, que era la única solución, me solía
decir Laura.
Pero ¿en qué mente cabe tamaño disparate?
Los restos de aquel fatídico rito quedaron plasmados en la
cosmogonía circundante del hogar... Todo apelmazado, todo desmembrado, todo
fagocitado por la gran noche que la devoró y de la que sólo pude salvarme por
estar fuera del pentáculo.
Hacía semanas que ella venía teniendo terribles pesadillas,
donde comenzaba por entrar en unas cavernas gigantescas, enormes palacios
milenarios, abandonados hacía eones en lo más profundo del planeta. Y ella
caminaba por allí, sintiendo el retumbar sempiterno de sus pasos solitarios.
Una sensación de profunda tristeza y desolación la envolvía en aquellos
extraños paseos.
Así fue todo hasta que, luego de reiteradas noches soñando su
avance por partes, logró llegar hasta el corazón del misterioso lugar. Allí se
erigía un mausoleo de fantásticas dimensiones, rodeado de silencio e
inmortalidad.
Al acercarse a lo que parecía el nicho de algún extraño Dios,
olvidado por el mismísimo tiempo, Laura reconoció su rostro reflejado en el
mármol gris. Pero su cara no era su cara, transformándose, mutando en un rostro
intruso, ajeno a su conocimiento. Laura pudo comprender sin entender que aquel
era Galdoroth: amo y señor del planeta. Antes de la llegada de Los Otros, de
Los Antiguos, de Los Esos y de siquiera los inicios de la prehistoria.
Simplemente antes de todo,
Pero eso Dios no estaba muerto sino que operaba sobre la
mente de todo ser vivo que habitara su planeta. Laura pudo comprender todo eso
en una fracción de segundo, y también pudo comprender que este ser era lisa y
llanamente El Mal. Todos los pensamientos dañinos de la humanidad emanaban de
este ser espantoso, bifronte, multifacético. Pero su reinado llegó a su fin por
la intervención de otros que vinieron de lejos. La batalla fue colosal, y al
final Galdoroth quedó encerrado para siempre en el mausoleo.
Laura quería escapar de su influencia ya que quería
comunicarse con ella para que lo liberara y así poder tomar todo lo que le
había sido negado desde antes del mito de la creación.
Ella estaba convencida que llevando a cabo este antiguo
ritual podría bloquear la entrada del Dios cautivo a su mente y evitar así su
posterior liberación trayendo destrucción a todo ser vivo que se atrevió a
reproducirse frente a su ojos. Galdoroth era un Dios celoso de la creación, no
quería otro ser vivo más que el sí mismo. Y ver como la vida se había abierto
camino frente a sus hijos era el súmmum de su desgracia más profunda.
Pero el rito que Laura llevó a cabo no tenía sentido. Estaba
mal hecho, carecía de la información precisa para llevarlo a cabo y sobre todo
del poder personal necesario. En definitiva, conjuró a su alrededor una serie
de fenómenos que resultaron peor que la enfermedad. Los Endos o Entes, elementales
de la noche, que literalmente devoraron a mi Laura, llevándosela a las
profundidades de la sombra...
Yo me quedé ahí, parado como un imbécil... mirando la nada...
como ahora, sólo rodeado por los restos del naufragio que nadie en su sano
juicio podría darle crédito, lo que me deja una sola salida y tiendo a pensar
que no es muy agradable, pero siento que ya no queda otra. Y quizás quien
sabe... sea mi única oportunidad para buscar a Laura.
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