lunes, 21 de noviembre de 2022

Yerba Gatera


En el silencio de la casa avanzo, solemne, hacia lo que considero mi banquete personal. 

En el plato, noto que mi sirviente (ausente hoy a razón de algún asunto suyo que no me interesa), me dejó 

un extraño mejunje en reemplazo de las clásicas "piedritas" can sabor a pescado o pollito. 

Huelo aquel extraño mejunje y noto que el olor que detenta no está del todo mal. Es una mezcla de finas 

hierbas, algo medio dulzón que llama mi atención. 

Pienso que mi conviviente se debe haber quedado sin ideas y no tuvo mejor opción que dejarme esta 

especie de extraña ensalada para conformarme. 

No sé quién se piensa que soy, pero yo no soy de esos que se conforman con cualquier cosa, que lo sepa

bien aquel...

Voy a comer esto porque tengo hambre, sólo por eso, y porque no huele del todo mal, pero le haré saber 

que no me va a engatuzar con cualquier cosa siempre. 

Lamiendo el potaje noto que detenta un gusto sabroso, muy sabrozón. Es un mejunje riqui ricón. Está bien

Ricardo el asunto, así que ahora devoro con ganar. 

Ya no lo lamo con curiosidad. Lo muerdo con ganas y gusto. A cada bocado me despierta más y más el 

apetito. Como dije antes, su gusto es goloso, delicioso y quiero más y más.

Cuando me quiero acordar me entero que ya no queda nada y me encuentro lamiendo los restos, 

chupando como un desaforado un plato vacío. Siento que perdí mi dignidad.

Pero como estoy solo y no me ve el otro no hay problema. Me puedo dar el lujo de comportarme así. 

Abandono mi mesa y salgo a pasear, relamiendome los bigotes los restos de potaje que acabo de devorar

y cada momento que pasa me siento extraño, como enferbecido por una sensación de euforia. 

Camino por todos los bordes que encuentro y siento que puedo volar. Pego un salto mortal de la cocina 

hacia la cama. Lo mullido del camastro me recibo con una comodidad difícil de rechazar. 

Me siento en la almohada donde duerme el hombre y doy vueltas y vueltas hasta que me acomodo. 

(Ese trucazo se lo robé a un perro medio idiota que vi una vez en el hospital, pero shhh, chitón).

Observo hacia la ventana y creo distinguir un pájaro que revolotea cerca de la ventana. Tengo ganas de 

saltar y atraparlo en mis fauces. Pero el maldito se mueve muy rápido y yo estoy demasiado relajado. 

Le maullo para que sepa que le perdono la vida sólo porque me agarró sueño después del potaje. 

Mis ojos se cierran de a poco, van cediendo a la resistencia interior que me indica que debo mantener

los ojos abiertos, seguir con mi estado de alerta, pero es imposible...

Los párpados caen pesados. Los párpados internos, luego los externos, y entonces me veo corriendo 

por una pradera al Sol, persiguiendo a ese pichón cantador presumido. 

Lo estoy por atrapar y salto tan alto que caigo lejos, en una oscura y profunda madriguera sin fondo.

Cayendo sin parar, flotando por momentos, con un mundo al revés, mundo invertido que me lleva lejos

hacia otro mundo, donde todos caminan para atrás, dicen cosas incomprensibles y están locos.

Me trepo a un árbol y me doy cuenta que si quiero desaparezco, mi sonrisa es la última testigo.

El mimoseo en este mundo no tiene fin. 

Me encuentro en paz. 

Hasta que una de esas pequeñas molestas se acerca a perturbar mi sueño. Tiene el pelo amarillo y unas 

largas trenzas... Parece perdida.

Decido aparecer sólo para molestarla y confundirla más, pero creo que ésta no me dejará en paz...

El universo es muy confuso realmente. 

No hay comentarios: