martes, 21 de enero de 2020

Sobre la Licantropía



Una bala de plata para usted:

Como todos saben, en mis años mozos, yo fui un hombre lobo. La primer luna llena después de haber cumplido los dieciocho años fue el comienzo de todo. El pelo en abundancia, los caninos filosos, la necesidad de aullar, el deseo de la carne sanguinolenta fluyendo de mi boca, como libertino festín.
Pero un día llego el hombre. El curita Pancho, lo llamaban en mi pueblo. Todos sospechaban de mí, porque si; era el séptimo hijo varón de un séptimo hijo varón. Bautizado o no, para mi alma no había salvación posible. Pero a mí no me importaba, porque ya había probado la carne humana y no podía esperar a probar mi siguiente bocado.
La siguiente luna llena, me encontré vagando por las calles de Solano, pero todos habían tomado la precaución de atrincherarse en sus casas. Peor para ellos. Voy a aprovechar y comerme a sus gallinas y animales domésticos. Y si me quedo manija, les mato a los caballos, de paso cañazo, pensé.
Pero no había comido más de trece gallinas y para mí era el plato de entrada, cuando apareció Panchito. Un hombre sereno y amable que me era absolutamente indiferente. No me apetecía matarlo, pero tampoco quería que me interrumpiera. Cuando escuché sus pasos detrás mío, pude sentir el olor asqueroso de iglesia de su sotana. Se me erizaron los pelos de la espalda y me di vuelta gruñendo, rabiando a morir. Si se me acercaba más, lo degollaba ahí mismo de un zarpazo y después me comía, no sé... su cara. Así la gente empezaría a respetarme y temerme y me dejaría ofrendas todas las lunas llenas. Sin embargo, algo raro pasó. El curita me miraba fijo, sosteniendo una cruz plateada en su mano firme. Y su rostro, no tenía ni una pizca de miedo. Me saludó por mi nombre cristiano. Me dijo que yo pagaba con licantropía debido a los pecados terribles de mis ancestros. Y empezó una larga perorata acerca de mis tatarabuelos que habían vendido su alma al maligno a cambio de tierras fértiles y buena bonanza. Sin embargo mi familia era pobre y bien lo sabía el curita eso. Pero solo atiné a gruñir. Como si hubiera entendido, me dijo que claro; mi familia era pobre porque el maligno nunca concede favores aunque eso parezca al principio, solo nos engaña. Pero el mal ya está hecho, dijo. Cuando pensé que se iba a callar y me aprestaba a saltar encima de suyo y destrozarlo, cuando el curita, con cara de inocente, sacó un revolver con su otra mano. A una velocidad que sólo le conocía a los bandoleros más aceitados. Pero el tipo ahí nomás me apunto con un arma que brillaba en la oscuridad. Y me dijo muy calmo.
-Tengo una bala de plata para usted. Disparo y chau, se terminó el chiste.
Gruñí, pero no tanto de rabia como consternación por haber sido atrapado tan estúpidamente por un asqueroso cura de campo.
-Vos pensás que porque soy un mero curita no te puedo disparar. Pero no creo que a dios le importe lo que te suceda. Tu alma ya está condenada, oh si, bien condenada hermanito.
Miré la Luna y le aullé bien fuerte. Otros lobos me contestaron a lo lejos. El curita sonrió. Me dijo que me ofrecía un trato. Mi alma podría ser salvada si me arrodillaba frente a él y le pedía perdón a dios por todo mi mal y el mal de mi familia. Pero lo hacía sintiéndolo, de corazón. Que le besara la mano, se corrigió, que se la lamiera. Yo estaba cada vez más confundido. Empecé a tenerle miedo de verdad. Me parecía un ser revulsivo, manipulador, un chantajista de la más baja estofa.
Le gruñí con desprecio y comprendió. Dijo no no no no, lo lamento por tu almita condenada y amartilló su revolver apuntándome con certero deseo de lastimarme. Yo esperé el fogonazo, pero antes me dijo que si no lo complacía, a mi familia la iban a perseguir, encerrar, le iban a endosar mis crímenes, iban a quemar nuestra casa con o sin gente, etc. Que un ejercito venía en camino, con rifles de plata y me acribillarían en un segundo. No se me movió ni un pelo del bigote. Entonces amenazó con que matarían a todos los perros del pueblo, luego haría una campaña para matar a todos los perros callejeros de la zona, la provincia, el país... el mundo!
Mis ojos relucieron un brillo rojo y lancé el último aullido antes que la bala me atravesara el gaznate. Después, lo que siguió fue un poco confuso. De dos saltos, salté hacia él y le desgarré el pecho de dos zarpazos mortales. El curita cayó al suelo y le desgarré la ropa, le arranqué su corazón latiendo. Después se me nubló la visión, sentí perder mucha sangre y caí. Antes de perder el conocimiento, vi como apareció toda una manada de lobos salvajes que barrió con el curita en un segundo, del cual apenas si quedaron sus huesos ensangrentados desparramados por allí. Me recobré en una especie de cueva. Estaba rodeado de adolescentes en cuclillas que me observaban. Ya era de día. La voz de una chica que me mostró unos ojos verdes refulgentes me maravilló. Yo estaba tendido, agonizando con mi débil piel humana a cuestas.
-Tranquilo. Ya cumpliste con el todo... tu deuda está saldada con él.
Me dijo la chica, y quise preguntarle de carajo hablaba, pero me desmayé. Morí.

Esa noche morí como Hombre Lobo. Perdí mis poderes lobunos.
Desperté en un hospital. Me convertí en un hombre normal.
Nunca más pude correr desnudo por el valle, aullándole a la luna. Nunca más.
Comprendí que en esta ocasión, algo hice mal.
Porque alguien me perdonó la vida por algo que lo benefició.
Y el Otro, me castigó, quintándome mis poderes para siempre. Sigo sin entender bien el quid de la cuestión, pero los hombres lobos somos así. Un poco torpes e impulsivos, pero de gran corazón.
O quizás debería decir, los ex hombres lobos somos así.

domingo, 19 de enero de 2020

Viaje Extracorpóreo

Singularidad. El vuelo se hace en el aire, pero el movimiento resurge como bálsamo incongruente hacia las veleidades del Cosmos.
Cosmos. Maravilla inter espacial del microsentido ultraterreno de todo aquello que viaja pero no está. Porque viajando encontramos el sentido último de nuestro ser.
Maravillas intrauterinas de lo manifiesto. Inconmensurable agonía utópica del fracaso laboral que todos sentimos cuando perdemos la batalla insaciable de lo cotidiano.
Muñecos impávidos, buscando arrebujarse como musarañas perdidas dentro de los últimos recovecos de la falsa algarabía que da Maya, la diosa de la ilusión constante.
¿Cómo fenecer en un mundo que nos da todo, pero nos quita lo más esencial de ser humanos? ¿Que es ser un humano? Nada. Un concepto vacío, con etiquetas caducas de sentido.
Los viajantes no comprenden el final del camino, porque todo lo retienen sin comprender que allí en la inmensidad del espacio, nada puede recobrar nuestra perdida cordura ancestral.
Solo hay vacío.
Pero el vacío carece de códigos. Y entonces comprendemos que al volar, al desplazarnos a la imposible velocidad de la luz, todo carece de la intención primigenia.
Estamos perdidos en el espacio. Como los Robinson. Perdidos en la isla eterna que nos cobija, flotando en un espacio infinito. Padeciendo a cada momento de ser los únicos insectos en este gran palacio lleno de nada.
Porque es la vacuidad insostenible de nuestras almas perdidas, ansias de comprensión, seres a la deriva en el gran todo que es la nada misma, la que nos hace odiarnos entre nosotros, Siempre.
Desde tiempos perdidos en la foto sepia que es nuestro recuerdo más austero de nosotros mismos. Nuestra historia sin fin. Nuestro deleite de ser una especie de cosmonautas angustiados, que sin entender la película, vivimos en la agonía constante de vivir.
El largo día de amar, la (aún) más larga noche de morir.
Comprenderemos que somos el atolón ridículo de nuestra galaxia, cuando dejemos de buscar nuevos mundos allí donde no los hay.
Recargaremos un collar infinito de perlas olvidadas en el rincón más inesperado de una búsqueda que se hace eterna y no por eso, menos tragicómica.
¿Habrá un futuro incierto? ¿Un destino manifiesto?
Solo tenemos arroz, para comer en nuestras cápsulas de cotidiana inconformidad y desasosiego.
Un último adiós al viajero incansable del tornado, torpedeado por nuestro afán de comprenderlo todo y finalmente, confundirlo con nuestra total incomprensión final.

jueves, 16 de enero de 2020

Los Orgones



Estábamos todos cubiertos de musgo. Teníamos sueño. Esa noche la habíamos pasado parados de cabeza esperando el milagro de que nos pasaran a buscar, pero no sucedió. Hace meses esperamos el relevo. Nada. Pareciera que todos se olvidaron de nosotros. Ser un colono espacial tiene sus contras. Ya no soñamos con la Tierra. Todo lo relativo a nuestro planeta se convirtió en un sueño imposible del pasado, una quimera. Estamos agotados de la flora Copernicana. Somos viajeros destruidos por los vaivenes del tiempo y el espacio. Por eso, aquella mañana comprendimos que nuestro error como colonos voluntarios había sido un error garrafal. Ahora, perdidos en la inmensidad de Copernicus 4, nos resultaba algo tedioso e insoportable. Varios de nosotros ya tenemos signos de locura extra planetaria. Cuando decidimos salir a hacer nuestra ronda de reconocimiento habitual, descubrimos que nuestra idea de que no había señales de vida inteligente era un error de cálculo. Al llegar a una especie de laguna verde, de su interior empezaron a emerger varias burbujas plateadas. Una mujer semi desnuda parecía bañarse allí. Nos llamaba con cierta angustia en su voz y aunque no comprendíamos sus palabras, era claro que algo andaba mal. Asustados, decidimos alejarnos de aquel lugar pero la operación fue imposible. Su canto era como el llamado de las sirenas a Ulises. Una especie de melopea o canto monótono y monocorde que nos engatusaba, nos hipnotizaba de una manera que nunca imaginamos. Nos acercamos sin quererlo, hacia donde estaba. La extraña mujer nos hablaba directamente al cerebro. Nos contaba acerca de su raza extinta varios eones atrás, debido a un cambio climático bastante crítico. Su presencia era el resultado de la energía de los orgones, aquellas células míticas que un viejo científico loco había esbozado en el viejo siglo veinte y por la cual había sido arrestado y destruido todo su trabajo. Nosotros no comprendimos al instante lo que nos quería decir, pero nos pedía que nos acercáramos más para poder explicarnos mejor. Entonces pasó lo más inexplicable. Mis dos compañeros de exploración se desnudaron sin más y acometieron la bizarra tarea de inmiscuirse carnalmente con la extraña aparición. Yo no daba crédito a lo que mis ojos veían. Era una escena por demás surrealista y extravagante. Yo no me sentí tentado por la visión porque nunca me gustaron mucho las mujeres en sí. Pero ellos, increíble, se entregaron con extrema devoción a los apetitos sexuales de aquel ser antiguo y alucinado. Seguí inmóvil sin poder tomar ninguna decisión y cuando había recobrado un poco mis funciones cerebrales y encaraba el escape, percibí que mis compañeros cobraban una forma cada vez más evanescente, a la vez que la misteriosa mujer cobraba más brillo y vigor. Era como si toda la materialidad de mis compañeros pasara a la de aquella extraña presencia. Mis amigo cayeron exhaustos al suelo, liquidados. Ella me miró con una sonrisa venenosa. Salí corriendo a toda velocidad de aquel sitio, con el corazón fuera de mi boca. Al llegar al campamento les conté todo a mis superiores y ante su incrédulo silencio comprendí que era tomado por loco. Ahora estoy en una cápsula de máxima seguridad, para los alienados del espacio, rumbo a la Tierra. Quizás me haya vuelto loco, no lo sé. Pero al menos, para nosotros, existe la solución rápida de ser apartados del resto de los no videntes.

martes, 14 de enero de 2020

El abuelo postizo



Cuando lo conocí, no supe que decirle. Me parecía extraño tener un nuevo abuelo. El otro, el original, nunca lo había visto. Murió antes que naciera. Entonces, mi abuela un día apareció con este. Yo tenía cinco o seis años. El sujeto era grandote (casi dos metros). Tenía brazos fornidos y le pregunté si era luchador. Negó con la cabeza. Me dijo que trabajaba en el ferrocarril. Entonces, le pregunté si su trabajo consistía en cambiar vías con sus brazos. Estaba seguro que el hombre hacía un trabajo de fuerza extrema. De hecho, recuerdo que sus manos eran enormes. Mi abuela se mató de risa, pero yo no le encontré la gracia. De chico, que la gente grande no se tomara en serio mis observaciones, me hacía enojar, mucho. Y de hecho, mi enojo, hacía reír más todavía a los adultos. Yo sufría por no ser tomado en serio. En fin, la cuestión es que el viejo me dijo que contaba plata en la ventanilla. Cortaba boletos, etc. Eso era todo. Mi abuela dijo que contar billetes le habían dado esa musculatura. Pero para mi no tenía sentido. El tipo tenía los brazos de un viejo leñador experimentado. No podía ser tan musculoso solo por cortar boletos o contar billetes. Le pregunté a mi abuela si era un gaucho, porque me lo imaginaba domando caballos en medio del campo, tras una tranquera enorme. Mi abuela me dijo que un poco si, porque venía del campo de San Luis, pero que gaucho lo que se dice gaucho, con bombachas y espuelas, no. Di por terminada la conversación y me fui a jugar por ahí.
Otro día, vino una amiga de mi abuela que tenía los ojos bizcos. Yo no entendía nada de diplomacia y le pregunté sin más porque tenía un ojo mirando para un lado y el otro para el otro. El abuelo estalló en risas estruendosas. Mi abuela se santiguó y le pidió perdón a su amiga que se sintió avergonzada. A partir de eso, mi abuelo me adoptó como su nieto preferido. Aunque con el tiempo, las cosas no seguirían así. A mi me gustaba que me contara cosas de su pasado. ¿Se había casado? ¿Tenía hijos o nietos propios? Porque vos no sos mi abuelo, le dije un día muy cruel. Él se quedó mirándome  con cierta tristeza. Y no... dijo el pobre viejo. Vos sos mi abuelo postizo. Entonces sus ojos se iluminaron y hasta lagrimearon, acto seguido, estalló en otra de sus grandes carcajadas. Porque él no se reía tímido, o poquito. Cuando reía, lo hacía con todo su cuerpo, de forma atronadora y gigante. Mi abuela me corrigió diciendo que no se decía así. Postizo... Que no era un diente. ¿Y como se dice? Le pregunté, otra vez ofendido porque se reían de mí. No sé... pero postizo no, me respondió ella. Pero la realidad es que no sabían como decirle. Para mi era mi abuelo postizo. El otro se había ido y ahora, llegaba él para reemplazarlo. Entonces... para mí era mi abuelo postizo.
Después, un día me llevaron a La Rural (la única vez que fui). Me aburrí un montón y hacía mucho calor. También vino mi hermano mayor. Mis abuelos llevaron empanadas de carne en un tupper. Estaban riquísimas, pero en esa época era mañoso con ciertas cosas. No me gustaba el repulgue. Entonces las devoraba por el medio, evitando comer el repulgue. Mi abuelo postizo me miró serio, y luego se mató de risa como solía hacerlo. Mi abuela me corregía con dulzura y mi hermano no entendía nada, pero también se reía. Yo, como siempre que pasaban esas cosas, me ponía en modo pitufo gruñón. Sentía que todos se divertían a costa mía. Yo no le veía nada gracioso al asunto. Pero más de grande comprendí que debía ser de lo más hilarante. Mis respuestas inocentes y luego mis enojos de un nenito que de seguro se ponía rojo de forma ridícula. Ahora si me viera también reiría.
Esos fueron los años con el abuelo postizo. Un hombre que parecía enorme, un coloso. Y yo era muy chiquito a su lado. Pero él cuidaba de mí y yo a él, le hacía reír. Así que nos hacíamos bien el uno al otro. Nunca tuve otro abuelo postizo como él. 

viernes, 10 de enero de 2020

Loving the Alien's (Bowie y Spinetta: Dos posibles agentes del espacio exterior)

Son muchas las casualidades que unen a estos (en apariencia inofensivos) artistas pop. Por ejemplo, los dos nacieron, muy sospechosamente, en enero. Uno el 9, el otro el 23, con solo tres años de diferencia. Son de dos puntos antagónicos del globo terráqueo. Los dos son famosos músicos de rock en sus países. Inglaterra y Argentina. Dos países con una larga trayectoria de guerras entre sí. (Cosa extraña ya que ambos países están como dijimos muy alejados y casi no comparten nada). Es probable que ellos mismos fueran rivales y hayan traído su contienda a nuestro querido planeta. (Lo que podría explicar quizás el Conflicto del Atlántico Sur de 1982). Ninguno habló nunca mal del otro, pero tampoco bien. Se evitaban con cuidadoso recelo. Se medían. Se ninguneaban. Competían por el trono de la genialidad. Pero todo en una silenciosa guerra fría que recién ahora sale a la luz. 
Los dos eran artistas estrafalarios. Uno, tenía ojos de diferente color. El otro, una cara más alargada de lo normal. Ambos pasan por seres humanos excéntricos y si bien, los dos son reconocidos como dos ejemplos de músicos bastante originales y únicos, (cada uno en su estilo), son bastante diferentes y tampoco son los mejores del planeta. Aunque ese es un tema de discusión. El asunto es que hay otros terráqueos de gran talento y de sospechosos comportamientos como Frank Zappa, Bob Dylan, John Lennon o Charly Garcia. Pero hasta ahora no se pudo comprobar que estos sean extra-terráqueos. En cambio, el caso de Bowie y Spinetta es emblemático. Raro es que no hayan sido desenmascarados antes. Los dos jugaron con la idea de ser alienígenas. Ambos tienen demasiadas canciones de temática espacial o apocalíptica. Géneros de predilección que suele tomar la Ciencia Ficción para sus historias o guiones.
¿Más? Los dos murieron en extrañas circunstancias. Cáncer en ambos casos. Sus cuerpos desaparecieron bajo el hermetismo de sus familias, con un sentido de extremo cuidado respecto de sus vidas privadas. Sobre todo en sus últimos años. Ambos se despidieron como en una especie de CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA. El británico; con un disco que es casi un auto réquiem. El sudamericano; con un gran concierto revisitando toda su obra, desde finales de los 60's hasta la fecha (cosa insospechada en él que siempre renegó de volver a tocar cosas de su pasado). Los dos fueron cremados. ¿Coincidencia?
Los dos eran, como se suele decir, "hombres renacentistas", debido a la versatilidad y facilidad que tenían con casi todo el arte en general. La pintura y el dibujo, la actuación, el diseño, la poesía, la composición musical, la instrumentación variada y hasta la gastronomía. Son todas artes manejadas por ellos, de manera casi natural.
Ahora bien, ¿cual es la función de ambos seres en nuestro planeta? Todavía no pudimos develar sus siniestras intenciones. Pero que las hay, las hay. Son dos seres imposibles de nuestro planetas. Su verdadero aspecto físico sea quizás las fotos adjuntadas, aunque pueden ser falsas. No importa, no descansaremos hasta decirle a toda la humanidad que (al menos estos dos) eran unos repugnantes reptiles del espacio (diría Homero Simpson, un gran desenmascarador de fraudes intergalácticos).

jueves, 9 de enero de 2020

La conspiración del ácido



Algunos dicen que todo comenzó en la década del setenta, cuando un grupito reducido de jóvenes aficionados al rock progresivo fue a un recital de Emerson, Lake & Palmer. ¿El año? 1973 ¿El show? La presentación de Brain salad surgery. ¿La consecuencia? Un cambio total en sus sistema de pensamiento. ¿El por qué? La combinación del uso desmedido de LSD, pscilocybe mexicana y otros psicotrópicos del estilo. Más los sonidos consecutivos de contundentes sintetizadores, moog y mini moog. ¿El resultado? Un grupo de hombres que salieron completamente transformados en su interior, con ganas de cambiar el mundo en el que vivían. ¿Cómo? Básicamente, revolucionando el mundo de las computadoras y dando paso al concepto de lo digital.
Sus nombres fueron borrados. Convirtiéndose en conceptos. En las sombras, detrás del cambio de paradigma que revolucionaría al mundo a finales del siglo veinte. A partir de entonces, la historia es ya conocida. Vivimos insertados en pleno auge de la era digital. NO hay escapatoria. Hasta los vínculos humanos, desde lo laboral, familiar o romántico, pasan por las redes sociales, las cuales son un resultado lógico de la revolución digital iniciada a mediados de los setentas. Lo que pasa es que ya nadie recuerda los orígenes. Como en toda mitología, el origen se va difuminando con el paso de los años, los cambios generacionales, la perdida de memoria, el olvido intrínseco en cualquiera de estos casos de construcción de posverdad. No hay manera de recuperar el origen en un mundo que nunca pudo recuperar su origen más primigenio.
Ahora ya está todo en marcha. El poder de los "nerds" de la computadora es absoluto. Algunos de ellos, quizás las caras mas conocidas, le recomiendan a los políticos que los más adinerados son los que deben pagar impuestos más elevados. Pero todo eso, no es más que una pantomima. Un fraude, un espejismo para que nadie apunte sus cañones hacia donde están ellos, que son los verdaderos operadores de un cambio radical que cada vez más nos catapulta hacia la robotización del ser humano, hacia una debacle mundial por la lucha mezquina de recursos naturales y por la incapacidad política de apostar a recursos renovables que no sigan destruyendo el planeta. Aunque, están los que dicen que, llegado el caso, éstos hombres de la oscuridad escaparán en naves que ya tienen preparadas hace años. ¿El destino? Puede ser Marte, pero puede ser otro lugar que ni imaginamos. La información acerca del espacio siempre fue limitada en cuanto a lo que se le comparte al público. Es mejor que todos crean que no hay destino donde escapar. Porque ellos si saben. Pero todo esto no son más que meras elucubraciones y hasta quizás, meros disparates de un viejo blogger paranoico. Como saber si no me estoy convirtiendo en un conspiranoide, como los mismos terraplanistas, que en medio de todo este quilombo, vienen para confundir más a ya demasiado confundido homo sapiens sapiens pos modernus relativistus.
Mientras escribo este cable en las redes para alertar a la población mundial acerca de todos aquellos nerds, hackers, relativistas y seudo cientificistas que están detrás de todo el infortunio de la humanidad de los últimos cuarenta años, mi computadora se tilda, la página de blog me alerta de un error en el sistema. Internet se cae... Todo era mentira. Pero los ñoños desplazados del ayer, son el verdadero poder actual. Es un hecho. La vanguardia de la era digital llegó para quedarse y decirle a los ganadores del ayer, que ellos vencieron, que ellos, son los triunfadores del hoy. Y del mañana...

Este es el problema cuando se cruzan los desplazados nerds de la computación con los consumos contraculturales, y se mezclan conceptos de ciencia ficción y tecnología factible. Un combo explosivo y detonante para la humanidad. Y a la vez, maravilloso.

miércoles, 8 de enero de 2020

Pongo Das Mortes



En la India existen diversas castas sociales. La más elevada es la casta Brahamánica. Vendrían a ser una especie de nobleza un poco extraña, mezcla de sacerdotes y maestros, le siguen los políticos y soldados, luego los comerciantes y por último los siervos y el campesinado en general. Fuera de este triángulo del mal, podríamos decir que están los intocables; seres tan despreciados como si fueran perros callejeros. Y hasta existen los Invisibles. Seres que solo pueden salir de noche.
El sistema de castas de la India es una abominación absoluta. Un insulto a los derechos humanos. Un espanto aborrecible que tiene miles de años de existencia. Algo tan despreciable no debería existir. Yo mismo me considero un desclasado. Un ser angustiado, que camina por sobre las brasas ardientes del auto engaño y la mentira diaria. Todo mi ser, atraviesa el sistema de castas Hindú. ¿Por que? Porque tengo algún tipo de elevación y contacto con lo espiritual, de conocimiento extraño, de buscador de lo desconocido. Podría haber nacido en una casta de brahamanes y no tener problemas con eso. Pero, también, tengo consciencia política, pensamiento hiper crítico, posicionamiento ideológico fuerte y marcado. Tengo un alma guerrera que desespera por entrar en combate por una justa causa. Tengo toda mi propia ética del guerrero y creo en ella como en lo más elevado y superior. Sin embargo, también soy un laburante, un trabajador, un comerciante de libros y cultura al por mayor. Y también soy una persona que si tiene que sobrevivir puede trabajar como un asalariado en condiciones casi infrahumanas o de semi esclavitud. Porque a mi, si hay algo que no se me caen, son los anillos. Y por último sí, soy un intocable. Para muchos, mismo en la cultura occidental donde me crié, lo soy. Para mucha gente de elevado nivel social, soy una lacra, una cucaracha, un don nadie, tan vergonzoso e imposible como cualquier otro. Sería imposible para mí tener una pareja de origen noble, patricio, o hasta pequeño burguesa o de origen "nuevos ricos". Y también soy invisible para aquellos que prefieren ignorarme, pueden ser nobles o compañeros de trabajo, porque es mejor ningunear que arriesgarse a que esa persona nos pueda llegar a opacar un ápice. Aún en detrimento del propio beneficio o del bien común. Claro, porque ahí es donde uno se siente parte del todo. Sentir que atravieso a lo largo y ancho del esquema de castas de la India. Un país, donde sería todo y nada a la vez. Porque todos tenemos algo de príncipes y mendigos. En occidente al menos. Todos podemos ser todo y nada a la vez. Por eso, yo digo, de pronto y me parece que... La muerte es la gran reguladora de igualdad universal. La muerte barre con las castas, con las clases sociales, con cualquier diferencia étnica, racial, de género, etc. Ahora la antena de las viejas conexiones cósmicas nos avisa que en breve, todos nos reuniremos en la gran cosmografía universal que nos espera a la puerta de nuestro planeta.