lunes, 18 de marzo de 2024

La mística de La Boca


Nadie sabe a ciencia por qué La Boca conlleva cierta mística que casi ninguno del resto de los barrios porteños detenta. Quizás un poco San Telmo y en menor medida Monserrat, pero ninguno mantiene ese halo mitológico como La Boca. Aclaro que no soy Bostero asi que esto no pretende regodearse en una mera cuestión futbolera. Por supuesto que el hecho de que allí se encuentre la casa de uno de los equipos más importantes del país no es dato menor. Pero más allá del futbol hay otras cuestiones que hacen de La Boca un barrio mitológico. Mas que mitológico creo que La Boca tiene un halo misterioso de magia y sobre todo mística. 

Reconozco que viví allí toda mi infancia y en ese aspecto mi opinión carece de objetividad desde el minuto cero. Pero seamos sinceros, este barrio tiene algo muy especial que lo diferencia del resto porque creo que su mística radica en varios factores que a continuación trataremos de dilucidar...

Primero que nada, el hecho de ser uno de los barrios más antiguos de Buenos Aires le da mucha historia, mucho pasado y ahí radica gran parte de sus mitos. Por ejemplo el hecho de ser uno de los principales barrios que albergaron a gran parte de la inmigración europea de finales del siglo XIX. Una buena parte de los mismos provenientes de Italia, lo que convertiría a La Boca durante mucho tiempo en una especie de Little Italy. No sé si al modo en que pasí en el Bronx (NY) el otro punto cardinal receptor de Inmigración en la misma época. Pero bueno, es innegable que la inmigración italiana se hizo presente en La Boca desde por lo menos 150 años atrás y en verdad los italianos son gente que se hace notar. Esa tendencia al griterío, a la chantada, a la bravuconería y a otros asuntos hizo del barrio un lugar muy pintoresco. Mezclados con la "fauna local" el subproducto de dicha mezcla no podía ser más que explosivo. Los barrios bajos (suburbios) pronto se caracterizaron por sus conventillos coloridos que podrían recordar las chabolas de las afueras de Roma. Además, el idioma italiano se fundiría con el castellano criollo y daría otro subproducto: el lunfardo. Esa especie de slang rioplatense donde la viveza criolla se mezcla con el canyengue de los barrios bajos. En medio de ese caldo de cultivo aparece el tango, una mezcla de musicas de diferentes partes del mundo siendo el folclore, el flamenco español y la tarantella italiana sus mayores influencias, con instrumentos alemanes como el bandoneón y cantantes franceses de estilo romántico. 

De a poco La Boca se iría convirtiendo en esa pequeña Italia, sobre todo por el puerto que funcionaba en el Riachuelo. En la casa del renombrado pintor boquense Benito Quinquela Martin de origen italiano, que dejaría plasmado en sus cuadros la vida portuaria del estibador en aquellos primeros años del siglo XX. Y después la aparición del Club Atlético Boca Juniors, que según la leyenda se eligieron los colores de la camiseta por el primer barco que llegara y al llegar un barco Sueco, bueno... esas cosas del azar ¿no? 

Y la tragedía del tranvia en una madrugada neblinosa de invierno en la que el motor man no pudo comprobar que el puente estaba levantado y allí se fueron aquellos pobres mártires al fondo del Riachuelo. Y la tragedia de la Puerta 12 por la avalancha de gente en la cancha de Boca. La leyenda de La Torre del Fantasma en la avenida Almirante Brown. En fin, mil historias podrían seguir citándose en el barrio de las pizzerías italianas y del azul y oro. La aparición de los barrios Catalinas Sur y Prefectura, con sus colegios Carlos Della Penna y Nuestra Señora de los Inmigrantes. Toda la mística de los inmigrantes italianos recorre todo el barrio, aunque hubieron migrantes de muchos otros lugares, pero ya sabemos que ahí donde van los tanos hacen toda la bullanguería necesaria para hacerse notar los primeros. Pizza, cerveza, vino, fútbol (Boca), pastas y vino los domingos en casa de la mama. Y el mito del barrio que en una época supo ser un barrio de estibadores y barqueros. 

Creo que en gran parte, más allá de todo lo anecdótico que se pueda mencionar, lo notable de este barrio es que pareciera estar detenido en el tiempo. Cuando nos mudamos con mi familia allí a finales de los ochentas el barrio estaba muy poco cambiado a lo que era en los sesentas, o cincuentas, y si uno va hoy en día pasa lo mismo. El barrio mantiene su esencia, aunque mucha gente ya no esté, o se haya mudado. También más allá de aquellos que viven hace muchas generaciones allí, porque el barrio, al margen de las personas que lo habiten, tiene su propia impronta. Es un barrio con su propio espíritu, su ADN, y gracias a Dios nunca se interesaron mucho en construir por eso lares. Su fama de barrio jodido (sobre todo por las noches) mantuvo a raya al chetaje, ya sea este gallina o bostero. Da igual. La Boca, por suerte, no se vende. Porque cuando uno camina por La Boca profunda, ve esa ropa colgando en las sogas de casa en casa, en viejas construcciones casi derruídas, y uno siente que sí, que estamos en el tercer mundo. Que esa es la verdadera Buenos Aires y que todo el resto pareciera ser una fachada falsa, una careteada para decirnos que somos lo que en realidad no somos. Y en La Boca, ese barrio que muchos porteños nunca pisaron ni pretenden hacerlo, nos vemos en el espejo.

sábado, 16 de marzo de 2024

La Casa de la Araña Venenosa 3

A veces Vindor solía actuar para sus esclavos, poniendo en escena una triste historia de vida para así generar culpa en ellos. Se nombraba así mismo como el patrón del mal y por momentos tenía el tupé de escusarse diciendo que si era venenoso no era culpa suya sino que era su naturaleza arácnida. 

Ya nadie le creía una palabra y todos pensaban formas para huir o sacàrselo de encima. Ben Jor estaba por demás deprimido, todos sus sueños de bibliotecario se terminaron yendo al garete al comprobar que era un prisionero sin singún tipo de posibilidad de elección. 

Una noche en que todos dormían desperdigados por los amplios pasillos del castillo-biblioteca, rodeados de telarañas y olor a moho, a Ben Jor se le ocurrió una maravillosa idea. Un envenenamiento prolongado, como Vindor hacía con ellos. Algo que lo matara de a poco pero que no despertara sospechas sobre nadie en particular. Debía ser riguroso en extremo para no delatarse. Comenzó a acercarse a las cocinas donde preparaban los brebajes necesarios para alimentarlos a todos, pero grande fue la sorpresa de Ben Jor cuando el cocinero le confesó que ellos no preparaban nunca la comida de Vindor. De hecho, nadie sabía a ciencia cierta como se alimentaba. Claro, de nosotros, respondió malhumorado Ben Jor, para dar la vuelta y volver por donde había llegado. 

Vindor anunció que pronto se harían grandes reformas y les pedía a todos que trataran de rendir aún más. Un pequeño esfuerzo por el bien de todos. A Ben Jor le parecía el colmo de la hipocresía. Todos vivían semi eslcavizados, nadie podía salir y vivían de las sobras literales de la gran araña negra. Ben Jor dudaba y eso seguía reteniendolo. No se animaba a dar el gran salto porque temía caer por un precipio sin salvación ni redención posible. Sin embargo, eso que vivía no era vida sino más bien una muerte en vida. Un muerto vivo. Todos los días eran iguales, sin novedad, feos grises y pueriles. La rutina les aniquiliba el alma y vivían básicamente en piloto automático. Ben Jor se miró la cara en el espejo, una mañana que despertó en particular muy deprimido y notó que había envejecido mucho desde que había llegado a aquel nefasto lugar. Pero su depresión le impedía siquiera poder poner en palabras su malestar. 

Hasta que un día, Ben Jor se miró extrañas manchas en los brazos. Manchas negras que no vaticinaban nada bueno. Le desgradaron bastante porque de alguna forma le hacían verse parecido a Vindor. Algo de aquel lugar los transformaba cada vez más en extensiones de la gran araña de biblioteca. Tenía que poner punto final a todo el asunto antes que se consumiera y fuera demasiado tarde. Es cierto que sacaba provecho del lugar por todo lo que podía leer y conocer pero si el conocimiento era a costa de su vida, debería poner en la balanza que estimaba más. 

Todo quedó al final planeado para esa noche. Cuando todos se acostaron entre costras, roña y telarañas viejas, Ben Jor mantuvo un ojo abierto. Se mantuvo el tiempo suficiente para cerciorarse de que todos dormían en el gran castillo de viejos libros. Reptando como una serpiente (las enemigas mortales de las arañas), Ben Jor se fue sigiloso hasta la cocina donde los cocineros (dos ancianos chupados), dormían la mona. Allí se acercó hasta donde guardaban los cuchillos y se hizo con uno lo suficientemente grande como para degollar un caballo. Siguió su camino hasta la temible recamara del patrón, el centro del universo de libros del reino, el Gran Vindor. Allí, sobre una colosal telaraña suspendida en medio de un vacio oscuro e insondable, se encontraba él. Vindor. La araña con rostro de hombre. Mas aintigua que el tiempo. Ben Jor tomó el poco coraje que le quedaba y avanzó tranquilo por la cuerda pegajoza. Nadie podría saber como se iba a desencadenar el asunto pero la realidad es que Ben Jor confiaba en su suerte. Pero Vindor, que como araña no tenía una pata de zonzo, abrió uno de sus ojos y se levantó de su reposo. Olía al hombrecito, olía el peligro y la amenaza. Pero sobre todo, olía a Ben Jor. 

Asi que sos vos finalmente...- Dijo en un amargo canturreo- Sabía que algún día me traicionarías. No se puede confiar en los más jóvenes...

La voz era un fino y rasposo siseo. Más animal que humana. 

Acercate más si... Ya vas a ver como te retuerzo el pescuezo y extraigo la poca vida de tu cuepro.

Ben Jor avanzaba inmutable y seguro, derecho a sus cuartos traseros. 

Te voy a exprimir como una naranja vieja. De esas que ya no tienen jugo. Vas a quedar como una momia cuando termine con vos. Y te voy a exibir en el sector de arqueología. Como ejemplo!

Ben Jor sudaba y comenzaban a temblarle tanto las piernas como el estómago. Sólo tenía una chance, atacar antes que lo viera. Cortarle una pata le daría cierta ventaja. Dos sería mejor. Pero si le cortaba tres de un sólo golpe, lo tendría a su merced. 

Ah si que ese es tu plannn ehhh jjjjjj sssss... veremozzz

Ben Jor estaba ya a sólo un metro de su oponente cuando la Araña se dió vuelta y le puso la horrible cara frente a él. Ben Jor ante el pánico se contuvo y sin dudarlo le clavó el cuchillo en medio de sus ojos ovalados. Un chorro de líquido verde y putrefacto saltó hacia todos lados, manchando de cuerpo entero a Ben Jor. El grito fue estridente y ensordecedor, pero no había tiempo, antes que Vindor se repusiera y lo aplastara con su gran cuerpo, Ben Jor se puso bajo y atacó si piedad. 

Ben Jor volvió al hall de entrada embadurnado de una fea materia viscosa, verde oscura. Todos los esclavos de Vindor lo miraban temerosos, aferrándose las manos, sin saber que decir o hacer. Ben Jor apenas los miró, se dirigió hasta la puerta del castillo y de una patada violenta hizo volar por los aires la madera. Buscó la traba y desactivó el mecanismo, que al final cedió dejando entrar la pálida luz nocturna de la calle. Todos dudaban si salir tras él cuando se oyeron gorgoteos y sonidos estentóreos más burbujeantes que se acercaban por el pasillo. Vindor se acercaba arrastrándose, machacado y reducido a una masa informe y sanguinolenta, pero sobre todo maloliente. Ben Jor no se dió vuelta y todos temían que Vindor atacara con su aguijón venenoso a Ben Jor por la espalda. Los pasos de la araña eran cada vez menos acompasados y se veía la agonía final del monstruoso ser. En un gran splash, Vindor se deshizo como un puré descompuesto en medio del salón. El asco fue general. BEn Jor traspasó la puerta sin mirar atrás, saliendo hacia el claro como un caballero iluminado por la Luna. El resto salió tras él gritando de terror. 

El verano siguiente, Ben Jor trabajaba para el Rey como asesor. Pero una vez que tuvo que pasar por el viejo castillo de Vindor. El carruaje se detuvo para cambiar de caballos y Ben Jor aprovechó para darse una vuelta por su antigua prisión. Ahora era un gran almacén de vino. Muchos turistas psaeaban por los pasillos del remodelado lugar. Otro aire, otra impronta. Ben Jor se alegró del final de la pesadilla y se felicitó por haber podido huir de lo que parecía una condena eterna. Al dar la vuelta le pareció ver un empleado de cara verde oliva, que escurridizo le escapó la mirada. En pocos segundos había desaparecido en los oscuros depósitos. ¿Vindor? ¿Quien sabe? Ben Jor lo dejó ser. Sabía que el mal nunca es destruído del todo y era posible que en algún momento resurgiera pero en lo que a él respecta, sentía que ya había hecho su parte. 

Fin.

domingo, 10 de marzo de 2024

La casa de la Araña Venenosa 2


Todos en la biblioteca tendían a deteriorarse, asfixiarse, envejecerse o simplemente ahogarse. Ben Jor pensó mil maneras para escapar de la trampa en la que se había metido. Mil y un maneras para destruir a Vindor y cortar todas sus telarañas pero... ¿Cuantas posibilidades reales tenían?

Ben Jor comprendió más temprano que tarde, que cualquier intento de huir de allí terminaba mal. Los que habían huído se habían encontrado pocos días después, muertos por alguna especie de veneno que les ennegreció el alma. Vindor no soportaba la traición y aquellos que no se quedaban junto a él para alimentarlo diariamente, eran encontrados envenados poco después porque como solía decir: "Conmigo no se la van a llevar de arriba..." Su frase era una de sus preferidas y solía mencionarla en tono jocoso cuando alguien intentaba escabullirse de sus varias patas peludas. Porque el que huye sirve para otra batalla, pero no por mucho tiempo, en lo que a Vindor respecta...

Ben Jor cayó pronto en desgracia con Vindor ya que le demostró su deseo de irse de aquel lugar. Y Vindor tomaba todo comentario al respecto como una muestra de desprecio. Y él no toleraba el desprecio, ni que se lo contradijera, ni que lo pasaran por arriba. Vindor era amo y señor de aquello que él consideraba era puro logro personal. Todo aporte de terceros para Vindor era intrascendente, porque lo que hacían sus correligionarios bien podían hacerlo otros... No había individualidades más que la de él. Y sino... pongánse su propia biblioteca de Babel, a ver como les va... esta es mía, mía, mía y sólo mía! Solía gritar cuando alguien demostraba tener un poco de iniciativa. Vindor era una araña con complejo de aguijón chico o escorpión de cola corta. Sin embargo, más allá de sus tamaños fácticos, Vindor era poseedor de un veneno oscuro muy poderoso. Si no decidía matarte podía tenerte atrapado el tiempo que él quisiera, condenado a una vida de esclavitud eterna porque hasta donde se sabía, Vindor siempre había estado ahí...

Vindor era el primero en anécdotas, el primero en historias, el primero en experiencia y sabiduría. Contradecirlo significaba caer en desgracia con él que podía torturarte con su desprecio o con la carga de una esclavitud malsana. Ben Jor había puesto demasiada buena voluntad al inicio y eso hizo que se ganara el odio de algunos de sus compañeros que ya estaban esclavizados y odiaban sus miserables vidas. Muchos de ellos quedaron en el camino y Vindor se encargó de ellos. Era carne vieja... Ben Jor fue el preferido durante un tiempo, pero su carácter vehemente, intempestivo e indócil le granjeó nuevas enemistades, sobre todo con el propio Vindor que no quería sentirse opacado por ningún jovencito impertinente con delirios de jefecito, como solía zizear Vindor por los pasillos oscuros de la biblioteca. Ben Jor no tardó en darse cuenta que su trabajo no sólo no era valorado, sino que al ser tan eficiente en el mismo, era despreciado por Vindor ya que Ben Jor, de alguna manera o hacía sentir un viejo impotente e inútil. Y no existe peor odio que el que profesan los viejos hacia los jóvenes que los hacen sentir inútiles... 

Ahora Ben Jor era una naipe más, un cuatro de copas para don Vindor. Lo trataba con desprecio y hasta parecía querer que desapareciera lo antes posible de su vista. Sin embargo, no le facilitaba la salida y cada vez que podía le volvía a endulzar la pildora para engatuzarlo, prometerle nuevos placeres literarios, nuevos conocimientos, nuevos proyectos en conjunto. Pero Ben Jor sabía que todo era mentira, era una bicicleta del verso eterno, propiciado por esa especie de actor arácnido de edad indefinida, sólo para retenerlo y seguir chupándole la energía. Vindor lo necesitaba y lo odiaba a la vez... Y Ben Jor necesitaba esa experiencia y por otro lado quería huir de allí cuanto antes, pero no parecía tarea fácil. El contexto del reino tampoco ayudaba, cuando el Rey Loco comenzó con purgas y persecuciones, matando al pueblo con impuestos, cárcel y hambre. Simplemente lo que había afuera era desolador y Ben Jor dudaba, dudaba tanto que el tiempo pasaba y la duda seguía igual. ¿Qué hacer? 

Ben Jor se miraba al espejo y se notaba más avejentado y deteriorado que cuando había entrado hacía tres años atrás. Pensaba y creía con razón que si no huía de la casa de la araña venenosa, Vindor, el oscuro, terminaría por acabar con lo poco que quedaba de él...

miércoles, 28 de febrero de 2024

La casa de la Araña Venenosa


Ben-Jor salió de la sesión con el aspecto de alguien que acaba de recibir una noticia incómoda. E´sabía que en el fondo se pergeñaba aquel asunto. Sabía que el resultado iba a ser irremisiblemente aquel. Pero ¿qué podía hacer Ben-jor para solucionar su mal? Era algo que debería descubrir por sí mismo. 

La depresión era un síntoma más común de lo que pensaba. En Verdes Altas Tierras, era un mal general que se aceptaba como la Miopía o el Hipotiroidismo. Todo se resolvía con una pastillita. Existían variedad de pastillas de diversos colores que se conseguían por todos lados. Sin embargo, Ben-jor prefería una solución creativa: viajar a lugares recónditos, donde nadie lo conociera. Allí podría comenzar una vida nueva y los dolores de su pasado quedaría sepultados. 

Cuando partió rumbo al Sur, se dijo si no sería una tontería haber decidido el destino por un juego de azar. Tirar los dados podía solucionar a priori el problema de elegir, pero al final era lo mismo. Tenía que elegir. Las opciones eran una ilusión que pretendían mitigar luego un posible error en el futuro. ¿Pero acaso no eran suyas sus propias opciones? Al final, todo daba lo mismo. El azar hizo el trabajo sucio. El destino: Mirabell, una antigua ciudad-palacio verdiazulada, donde otrora una reina había burlado las leyes del destino para vencer a la muerte. Sin embargo, la vil picadura de una pequeñísima araña, había puesto fin a su delirante proyecto de inmortalidad. Desde entonces la ciudad estaba abandonada y no parecía haber mucho porvenir por allí. Pero Ben-jor, sin nada que perder y presto a seguir el desatino de su propio destino fué en busca de su propia aventura en pos de vencer el mal familiar de la depresión hereditaria. 

El viaje fue arduo, áspero y complicado. Tormentas, caídas, baches y desatinos. Maleantes y usureros del camino salían a su paso en cada momento. Sin embargo, Ben Jor se mantuvo en sus siete y fue directo a buscar el último premio. Cuando finalmente llegó a la ciudad perdida de Mirabell, descubrió con gran asombro que todo posible destino podía forjarse a su llegada. Sus grandes botas amarillas golpeaban con gran estrépito en los sonoros pasillos de mármol verdeazulados de Palacio. El eco era atronador, a tal punto que asustó a un aver enorme que salió del algún refugio escondido en los altos techos. Graznando con enfado y parsimonioso desdén. Ben Jor siguió y siguió avanzando para descubrir que dentro del palacio-ciudad el cielo se volvía a abrir y un pequeño poblado de campesinos vivía con naturalidad su vida provincial, tenderos, vendedores, panaderos, comerciantes de todo tipo iban y venían en el interior de     Mirabell. Todos eran bastante bajitos y vestían prendas que no se usaban desde hacía cuatro siglos por lo menos. Pero eso a Ben Jor no le importó, él nunca había sido un seguidor férreo de las modas circundantes. Decidió consulttarle a un hombresito que caminaba llevando unos grandes velones acerca del lugar. 

Hola hombresito, me llamno Ben Jor y soy un forastero aquí. Quisiera cruzar una palabras con el regente del lugar y así poder posutalrme a grandes labores.

El hombresito se quedó mirando a ese enorme sujeto vestido de extrañas ropas y pensando como explicarse. 

En realidad nadie rige aquí. Somos una comunidad organizada, se rige el pueblo, todos nos rendimos y vendemos a nosotros y no necesitamos del afuera. 

Ben Jor pensó que el hombresito se la había puesto difícil, pero no se iba a dejar amedrentar así como así. Había venido de muy lejos como para pincharse a la primer negativa. Aunque le tentara hacerlo...

Muy bien hombresito, no sé tu nombre pero...

Josafat.

Muy bien Josafat, yo soy Ben Jor y allá en VAT soy un gran...

¿VAT?

Verdes Altas Tierras... bien, allá, en la gran ciudad soy un conocido bibliotecario y prestidigitador. He trabajado con las librerías más imponentes y fantásticas  y hasta el Gran Emperador ha elogiado un libro que le recomendé por correspondencia... Si usted me mostrara un lugar con libros yo podría enriquecer su alma haciendoles crecer de todas las maneras posibles y Mirabell podría volver a ser famoso, no como una ciudad maldita, sino como un nuevo reino. ¿Que dices?

Josafat se quedó mirandolo incrédulo. Ben Jor le parecía un farsante y sabía bien que hacer con tipos así. 

Aquí tenemos la biblioteca de Labia, está frente al antiguo Colegio. Allí quizás puedas ayudar a su dueño para conseguir un poco de tu estatus perdido... y ahora disculpame, tengo cosas importantes que hacer.

Y sin más, el pequeño Josafat se fué caminando sacando pecho, como si el mundo le debiera. Ben Jor pensó en seguirlo y pedirle más especificaciones pero no hizo falta. De solo mirar en su dirección se encontró con la austera fachada del Gran Colegio de Mirabell y justo enfrente, en una esquina de màrmol verdiazulada (como todo) un extraño lugar que se llamaba La guarida de Labia. Ben Jor sintió estremecerse el corazón ante tal maquiavélico lugar. Al entrar notó el aire viciado de libro viejo, la humedad, la cantidad de libros como de telarañas. Aunque nada era tan desolador como la propia oscuridad. Allí adentro, aunque afuera hubiera un Sol que raja la tierra, la luz se perdía y no avanzaba más de un metro. Luego oscuridad y más oscuridad... Ben Jor tuvo un mal presentimiento porque eso parecía una trampa mortal. Pero no se amilanó porque recordó que venía de una mala situación, triste y sin trabajo, no podía ser quisquilloso, aquel era su lugar. Caminó unos pasos hasta que en el centro del local vio un escritorio muy desordenado y lleno de libros. Un sillón giratorio se volteó y apareció Vingor Labia, un famoso bibliotecario que se decía era de los tiempos del antiguo reino de Mirabell. Ni él recordaba la edad que tenía pero se mostraba risueño y jovial. Ben Jor se presentó de la misma forma aparatosa que había hecho con el diminuto Josafat y mientras Ben Jor desplagaba su mejor arte de alardear, Vingor Labia sonreía. Cuando Be Jor finalmente se calló, Vingor tomó la batuta y comenzó a parlamentar de una forma como nunca antes Ben Jor había visto. Lo de Vingor era puras patadas, brazos, moviminetos espasticos, gritos, voces y risas. Todo un subibaja de emociones desbordadas y para qué... Para contarle la historia del lugar, de la importancia de los libros, del capital y la herencia cultural que los Mirabellianos habían perdido, ocupados en sus pueriles ocupaciones. El aspecto jovial y el estilo teatral de Vindor captaron la atención de Ben Jor que no sólo se sintió bien recibido sino hasta necesitado. Cerraron trato ahí nomás y Vindor dijo una frase que Ben Jor no prestó demasiada atención: Bienvenido y ojalá te quedes por muchos años. 

Al principio, Ben Jor fue exprimido al máximo en trabajo físico y laboral. Los horarios eran los peores ya que los otros empleados de Vindor tenían más antiguedad y mala la paga. Ben Jor notó que muchos de los que trabajaban ahí eran mucho más grandes que él. Todos estaban resentidos con Vindor pero nadie decía por qué o se iba. Simplemente se quedaban, trabajando en piloto automático, odiando sus vidas. Cada vez más deteriorados, más cansados. Ben Jor entendía esto y sabía que era todo bastante desolador, pero confiaba en su suerte y creía que algo lo sacaría de ahí pronto. Pero estaba equivocado, con el transcurrir de los meses Ben Jor se dió cuenta que estaba atrapado en la Guaridad de Labia. Vindor hacía siempre los mismos chistes, contaba las mismas historias y todo se repetía día a día de una manera desesperante. Ben Jor pensó muchas veces en renunciar pero sabía que si se iba podría terminar siendo un mendigo. Los años habían pasado para él como para todo el mundo, y no sentía que tuviera mucha perspectiva de poder cambiar su destino. Así los meses se convirtieron en años y Ben Jor sentía que se había convertido en uno más de los que allí trabajaban, rodeados de libros viejos y de oscuridad. Cada día más gastado, más vencido y viejo. Sin embargo, Vindor parecía cada día más jovial y enorme. Volvía a contarles chistes y anécdotas y Ben Jor creía verle las decenas de ojos, varios brazos negros y peludos, una cola enorme y negra. Vindor era como una gran araña y ellos, atrapados ahí eran como mosquitas, a las que Vindor les iba chupando la energía todos los días. Ben Jor se dió cuenta tarde de todo esto, porque ya no creía poder salir de ahí. Quiso advertirle a sus compañeros pero ya no podía verlos de igual manera. Ellos ya eran parte del fuselaje del lugar y en cambio Vindor se fortalecía cada vez más. Ben Jor pensó en suicidarse pero Vindor lo tenía tan atrapado que ni siquiera podía moverse de su silla. La depresión de Ben Jor se había disparado tanto que ya no tenía voluntad para enfrentarse con nadie o tomar una decisión radical. Había llegado allí en busca de conocimiento y para expandir su experiencia y había quedado atrapado por su propia vanidad. Sin embargo, se aferró a una idea, un dicho... La venganza es un plato que se sirve frío. 

Continuará...

domingo, 25 de febrero de 2024

Conversaciones en el hall para un posible plan de escape que se dilata y no termina de concretarse nunca

Aquí viene la sed... pensó Silvana Dominguez. Su sueño era viajar a las lejanas tierras heladas eternas del Permafrost. Pero había algo que faltaba en ese mundo distante: un fin. El Transiberiano puede dejarte en ruta, como también el Sarmiento te acerca un poco a las fronteras hacia "el interior" pero, ¿quien puede acercarte a destino cuando estas varado en la nada? Nuestro sino se empeña en alejarnos de todo aquello que más deseamos porque de eso se trata, de pelear por lo que uno quiere...

Sil se asoció con una amiga de la infancia, la extrafalaria Melina Vanagloria. Una sacerdotisa de antiguas diosas ya olvidadas. ¿Que podían hacer dos porteñas perdidas en medio de un mundo gigante y devorador? Pensaron que podrían urdir un plan de escape si comensaban por crear una sociedad secreta, en un lugar secreto, donde nadie sospechara nada. Como solían hacer los hombres antes de convertirse en unos cretinos superficiales.

Sus juntadas post laborales comenzaron en la Biblioteca Nacional, pero rápidamente se trasladaron al Museo Etnográfico. Allí, entre lanzas y momias, pudieron planear una salida al Atlántico. Hacía tanto tiempo que no se podía salir de la Ciudad que el mero hecho de pensar en un viaje tan largo les hacía palidecer y dar dolor de barriga. Melina creía que todo debía servir para un fin máximo, algo que sacudiera la consciencia del resto. Silvana creía que el fin podría ser algo más trascendental pero prefería no contradecir a su contraparte. 

Entonces desde un tiempo que nadie recordaba, la ciudad se había vuelto una prisión para todos, incluídos los propios gobernantes. Cuando finalmente pudieron dar con una solución para su escape, se comunicaron con un agente de ventas, importador de remesas financieras. Existía la posibilidad de huir por medio de un barco importador, los únicos transportes que seguían comunicados con el resto del mundo, aunque en un nivel méramente comercial. 

Las conversaciones entre Sil y Meli solían ser demasiado exhasutivas ya que ninguna de las dos quería dejar nada librado al azar. Meticulosas y obsesivas, no querían cometer errores. A veces, cuando el Etnográfico cerraba sus puertas las tenían que echar, y ellas sin poder para de cranear su liberación, seguían las conversaciones en el hall. Y de ahí a la plaza, el parque o cualquier lugar público donde no fueran vistas de una manera sospechosa. Pero finalmente tuvieron que acotar sus juntadas a la casa de Meli, que ahora vivía sola y tenía más tiempo libre. 

Para finiquitar el asunto planear un plan para poder tener todo excatamente planeado como lo querían ambas. Cada una daba una lista detallada de lo que el plan perfecto debía tener. Meli era fan del lenguaje florido y poético. Sil era más concreta, mas terrenal, pero aún así lograban dar una idea exacta de lo que querían. Sus juntadas comenzaron a extenderse a lo largo de todo el año, pasando por el otoño, el invierno, la primavera y el verano, para finalmente desembocar de nuevo en el otoño. Las conversaciones se convirtieron en tertulias y finalmente ceremonias en el hall. Artículos, brevajes, ilustraciones y todo tipo de información que iban recopilando. Un vínculo nació entre ellas, que fue trasponiendo todo tipo de barrera social, económica o sexual. Eran tan cercanas como cualquier pareja de amigos o novios de larga data. Mas bien como un matrimonio. Uno bueno, de esos que duran a base de respeto y comprensión mutua. ¿Y ahora? 

El tiempo, el implacable e imperecedero siguió transcurriendo sin temor a equivocarse, pero ellas ya habían olvidado el fin último de su unión. Compañeras en este viaje de proyectar, olvidaron el por qué y se embarcaron en el cómo. Así como pudieron encontrar un sentido último mucho mejor y absoluto que el mero hecho de huir. 

martes, 13 de febrero de 2024

Don Pedro, míster Garay y Lord Lezama


Hace casi quinientos años, el avanzado Don Pedro de Mendoza, puso su frágil esquife (La Magdalena) rumbo al sudoeste. Luego de larga travesía a través del gran mar, desembarcó en una zona que consideró idónea. Quizás porque el mar había cambiado de color, quizás por la temperatura o la vegetación. La cuestión es que finalmente se asentó donde consideró que el clima era amable, límpidos los vientos y dulces las aguas. 

En nombre del Rey de España Carlos V, tomó posesión de un pequeño terruño llano al que llamó Santa María del Buenayre. Así, i con y griega, como escribían en la España de la baja Edad Media. Se levantó un fuerte como acostumbraban los Romanos. Madera, cal y aceite. En los alrededores se escuchaba el grito aislado de un animal no identificado pero que sonaba a un ave y, con parsimoniosa constancia, el berrido de un grillo eterno. 

De a poco comenzaron a aparecer los locales, hombres semidesnudos de temibles miradas y una ausencia imperdonable de almas. Las conversaciones fueron breves ya que pronto Don Pedro dió muestras de su malhabida intención conquistadora y esclavizante. Los españoles eran pocos, llevaban las de perder y en breve lapso quedó claro que estaban rodeados. Aislados del resto del mundo por unos salvajes insensibles de mal humor. ¿Para que habían atravesado todo el Oceano? ¿Para esto?

En breve los españoles cayeron presa de su propia demencia. El aislamiento fue letal y no quedaron dudas de que los locales llevaban la ventaja... por el momento. Ante miseria, peleas, matanzas e incipiente antropofagia, Don Pedro se aseguró su salida de aquella tierra maldita. Dejando a su cuñado Don Miguel de Àvila a cargo de la incipiente ciudadela del Buenayre, Don Pedro cojió sus petates y mandó todo a paseo. Pero la muerte lo esperaba pocos pasos delante en el mar, rumbo a su añorado hogar.

Casi cincuenta años después, cuando uya habían fundado otras ciudades clave en gran parte del territorio Americano, los españoles volvieron a las mismas coordenadas que sus antecesores medio siglo atrás. Fundaron con mayor ímpetu y productividad, un emplazamiento con toda pompa y circunstancia. Esta vez, don Juan de Garay, no dejaría cabo sin atar. Los hostiles del lugar fueron rápidamente controlados y en breve serían prácticamente aniquilados. Los representantes de Felipe II no dejarían correr la misma suerte que los olvidados avanzados. Y ante la destrucción anterior, los indios serían tratados con el peor rigor.

Pero cuando la nueva Buenos Ayres fue construída y ya estaba todo controlado, Don Juan mandó una expedición por los alrededores para buscar la otra fundación, la primera. Don Carlos de Lezama, junto con don Pedro Telmo de Quesada, fueron los que luego de un exaustivo sondeo, dieron con las ruinas de la antigua fortaleza Santa María del Buenayre. Sólo troncos podridos, barro y excrementos encontraron en primer lugar. Pero en una expedición postrera más a fondo, encontraron los viejos cascos de sus compatriotas, algunas viejas insignias de su Majestad Carlos V, y copas, platos y vajilla.

Aunque era claro que los indios habían destruído el fuerte, probablemente matado a todos los que allí quedaban, e incendiado las pocas ruinas magras en pie, tanto Lezama como Telmo no encontraron ni un solo hueso. Alguno que otro de animales como cerdos y codornices, o roedores de la zona pero poco más. No había ni un rastro de los cuerpos de los antiguos conquistadores del rey anterior. Esto se convirtió en una intriga que Don Lezama intentó en vano resolver. Los pocos indios vivos que quedaban no habían vivido en aquellos tiempos y no quedaban ancianos vivos para resolver el misterio.

Garay dió por finalizado el tema ya que consideraba que aquel oscuro asunto no era clave en ese momento. Lezama protestó porque consideraba que era algo que se debía responder para la posteridad. Pero Garay se sentía menos grandilocuente que su súbdito. Enfatizó que tenían una ciudad que construir por delante y que desesnterrar los despojos de su antecesor era lo que menos importaba. Para que Lezama dejara de reclamar le ofreció a cambio los terrenos donde aquella antigua fundación había existido por tan pocos años. 

Con el tiempo, Lezama convirtió ese terreno áspero y húmedo en una gran finca arbolada, de pasto seco y bien cortado. Su casa se erigió a pocos metros de los pocos restos de la vieja fundación. Lezama no cejó en su empeño por develar que fué lo que había pasado con el contingente de españoles que Mendoza había dejado. Mucho historiadores, ante la falta de información y datos concretos, concluyeron que los pobladores o A) Habían muerto de hambre y sus restos fueron devorados por la fauna local o B) Fueron atacados por los hostiles de la zona, que limpiaron todo y se llevaron los pocos cadáveres que quedaban para devorarlos en maquiavélico festín. Punto. 

Los años pasaron y la finca de don Lezama o "Lord" Lezama, se convirtió en un Parque abierto al publico. Su casa, convertida en museo histórico nacional. El fuerte de Garay sería destruído y convertido y reconvertido reiteradas veces en una casa de gobierno de color rosa. La plaza del pueblo, en una plaza común con una extraña pirámide blanca en el centro. El fuerte de Mendoza, hundido infamemente en el barro de la historia nunca sería rescatado ni se develaría ya nunca más sus oscuros misterios...

 

lunes, 5 de febrero de 2024

Maní con chocolate



Doña Petrona Mártire de los Santos Palotes. Ruega por nosotros. 

Invitada por el procónsul de Moldavia a la presentación de La Bossa nostra, cita en el Teatro Colón. 

Doña Petrona en una señora muy acomodaticia. Asiste a todas la funciones del famoso Teatro desde el 52.

Por esos años ella tenía dieciocho años y no veía la hora de poder recomenzar su vida teatreril.

Siempre en el tercer piso, Paddock, butaca 39. Justo debajo de Ludwig van Beethoven. 

La ancianita no espera nada de nadie en esta vida. Solo le interesa su plaza en el Gran Colón. 

Su vida es una seguidilla sinfín de funciones majestuosas que pretenden revivir aquella primera función. 

Cuando en una cena familiar, los recién llegados le presentaron al Procónsul de Moldavia. 

Esa noche de 1952 fuero en carromato, hasta el asiento de lujo en el palco. 

Vieron La flauta mágica de Mozart. Élla le prestó los binoculares. Él le tomó la mano. 

Mientras Papageno y Papagena flirteaban entre los bosques bávaros, ambos pensaban en el otro. 

Toda aquella función fue de una tensión insportable para ambos. 

Temían que su amor no pudiera concretarse. Ella se juró que si no era con él no sería con nadie. 

El Procónsul ni siquiera imaginó otra opción, otra alternativa, que no fuera estar con aquella argentina.

Cuando volvieron le anunciaron su amor a toda la familia. Sus planes de casamiento. Todo. 

La noticia con fué bien recibida, pero luego de algunos jaleos, se aceptó. 

La criada trajó champagne y maní con chocolate para celebrar la buena nueva. Todos rieron y fueron felices. 

Pero el destino suele tener planes contrarios a la voluntad humana porque cuando el Procónsul marchó a su patria, se encontró allí con la guerra y un disparo directo al corazón terminó con todo. 

Doña Petrona siguió acudiendo religiosamente como aquella fría noche de invierno de 1952 al Teatro Colón, todos los miércoles por la noche. 

 A su lado pasaron actores, músicos, políticos y deportistas de todo calibre, renombre y época, pero ella nunca prestó atención. 

Cuando me senté a su lado, el invierno pasado, que caí ahí de pura casualidad, me contó con una mirada breve pero intensa, toda su triste historia de soledad, conciertos y noche en la ópera... 

lunes, 29 de enero de 2024

Los hijos de las brujas


Reunidos en sórdido mitín, los escolapios se presentan unos a otros. Son un grupo variopinto de edad surtida y colorido aspecto. Los más temibles son los más ancianos, con sus largas togas y sus barbas colgando de vaya uno a saber donde. Ellos saben que no son importantes, saben que son hijos de... y su filiación, el único resultado que les brinda con certeza es el de la ignominia. Son seres desheredados de cualquier tipo de riqueza, no sólo material sino también espiritual. Sobre todo espiritual. 

Los varones perdieron el hilo hace eones... se separaron del cordón de plata y quedaron flotando en el éter, boyando por ahí sin saber mirar, ni ver, observar. Porque los hombres huyeron del mundo superior, escaparon para abrazar el mundo material y así se desconectaron de los trascendental.

Ahora entienden que debieron pagar muy cara aquella felonía. Desconectados de los poderes inmateriales se convirtieron en seres inofensivos, carentes de fuerza e intuición. Los Magos de antaño llorarían lágrimas de plomo si los vieran. Si vieran a sus descendientes convertidos en meros empleados del sistema. 

Pero sus madres, son las madres de la invención, muchas de ellas mantuvieron la conexión con la tumbadora, el magma perpetuo que genera redes, el sauna de lava eléctrica que rige las mentes y las almas de los espíritus más poderosos. 

Ellas pueden ver el pasado y el futuro, pueden ver lo incorpóreo, lo que ya no pertenece al mundo de lo material. Y pueden convertir la plata en plomo y el plomo en oro. Pueden torcer los designios del destino inmutable y cruel. Pueden cambiar la plataforma marítima de todos sus anhelos. 

Y sus hijos, pobres diablos, sólopueden ser testigos del poder incomprensible de sus madres. Sin embargo, quizás todavía quede un resto de esperanza para ellos. Porque si en verdad quieren ver verán, y al ver verás que todo se fusiona de una manera especial. 

No odien, porque serán odiados. No teman, porque serán temidos. No destruyan, porque serán destruídos. Los hijos de las brujas pueden revertir la historia de los hombres sin poder, que hace miles de años sólo se dedican a cultivar el metal y olvidaron sus raíces brujeriles, sus muérdagos, belladonas y mandrágoras... Ahora sólo sus madres conocen los poderes elementales de la naturaleza. 

Los hombres sólo intentaron dominarla, y cuando no lo consiguieron, de destruírla. Pero ahora pagan cara su aspereza. El mundo les dió la espalda. El sistema de los hombres se derrumba, se cae desmigajado en mil pedazos. ¿Y para que? Y no les queda más que un mundo en ruinas que no funciona y un mundo pretérito que ya olvidaron. 

Sólo resta volver a conectar con la matríz, la raíz de todo. Volver al Sol y regresar como los brujos que retornan del más allá, para poner orden en el más acá...

lunes, 22 de enero de 2024

El Tata que se fugó



Recordaba los días en que, siendo un niño, caminaba por la Rambla, deseoso de llegar a la playa. Cuando por las tardes volvían a la casa de veraneo y su abuela le preparaba unos ricos Scons. Comía con gran placer mientras la vida relajada le sonreía. Pero por fuera de eso, su vida era difícil. Tartamudo de nacimiento, su padre solía rechazarlo por no poder hablar de forma correcta. En cambio su hermana mayor era la preferida. Todo podía quedar en la mera anécdota, pero él sabía que para ganarse el respeto deseado debería esforzarse el doble. Así es como llegó a la Universidad cuando en esos tiempos aún era arancelada. El pensamiento de los conservadores era que si quería conocimiento debías pagar por ello. Pero los Radicales habían logrado grandes avances en materia de educación, aunque les faltó la universitaria. Sin embargo, él estaróa por siempre agradecido por eso, ya que sin la educación primaria y secundaria gratuita nunca hubiera llegado tan lejos. Llevó su título de Arquitecto ante su azorado padre y le dijo ahí tienen, el bo bo ludo, se recibió... Y huyó a convertirse en uno de los mejores de su tiempo. 

A ver Ernesto, la cucharita...

Poco después, con Perón al poder, él seguiría leal a los radicales, aunque no podría negar las veleidades del nuevo gobierno. Sería parte de importantes proyectos como el de Ciudad Evita y Ciudad deportiva, pero su negativa a afiliarse al partido lo dejaría relegado de aquellas grandes obras. Sin embargo, poco o nada se arrepentiría de sus decisiones. Vendrían ofertas para radicarse en California, Estados Unidos pero tampoco sería de su agrado. Con su flamante matrimonio y su recién nacida hija, lo último que quería era ise a vivir a la tierra de los gringos, que no eran santos de su devoción. 

Muy bien Ernesto, a ver la cabecita, subimos los piecitos...

Con los años vendrían las estafas de algún amigo/socio, y la caída libre. Una hija más. Y finalmente el sueño de una merecida jubilación. No sin antes pasar por la amargura de ver a su hija mayor quedar embarazada y tener que casarse. Aunque su yerno le caía bien, después de todo era diseñador y ambos Arianos, crecieron entre lápices y el desdén paterno. 

A ver el abuelito como se sienta...

Pero luego de aquella boda, trabajaría unos pocos años más y cumpliría su sueño de poder irse a vivir a su ciudad añorada de la infancia. Comprando una casa en Parque Luro, MDP, el buen anciano lograría vivir su retiro ahí donde de niño fue feliz. Con su mujer y su hija menor, comenzaría una nueva vida, viviendo casi los últimos treinta años de vida allí. Claro que después vendría de visita cada santo verano su hija mayor con su marido e hijito. Y luego de algunos años iría con otro niño a cuestas, y así, casi todos los veranos que pudieran ir. 

¿Como se siente abuelito hoy?

Y los nietos crecerían, le romperían alguna que otra planta, algún que otro vidrio, alguna que otra maceta, pero él se entretenía con ellos. Les contaría sus andanzas, su relación tensa con su padre conservador, sus puteadas con los peronistas... Los llevaría de paseo en su Renault 12, ellos lo amarían y el viejo viviría unos años felices, o relativamente felices. Hasta que sus nietos ya crecidos fueran cada vez menos seguido a visitarlo y entonces... ¿que? ¿Terminaría sus últimos años en un geriátrico?

La puta que lo parió, ca ca caraaajoooo...

Ni hablar! Una tarde se levantaría del espacio común y se iría caminando como pancho por su casa. Caminaría tantas cuadras como le permitieran sus piernas porque él quería ver la playa otra vez, ver el mar antes de morir... Y lo conseguiría. Se armaría un revuelo bárbaro en el asilo de ancianos, porque Ernestito... el Tata de sus nietos... había escapado. No por la ventana, porque no es una película de Hollywood, pero si por la puerta. Porque no estaba dispuesto, un hombre de su temple, que había logrado todo lo que había conseguido, dejarse morir de forma ignominosa de esa manera. Lo haría pero a su modo, de una forma digna... 

El caminó por la rambla como cuando era chico, el Sol de la tarde le quemó la piel, se pudo sentir vivo. Recordó a sus padres y hermana, cuando Mar del plata tenía un gran rosedal frente a la playa. Y pudo sentirse completo.

Pocas horas después lo encontraron sentado mirando el mar, todo rojo y con una sonrisa inigualable. Lo llevaron de vuelta al asilo, y le notificaron a su hija menor de lo sucedido. Ella sonrió y se alegró (más allá de la reprimenda del geriatrico) por su padre y por haber tenido las agallas para hacer una cosa así. Un mes después moriría plácidamente en su cama por una insuficiencia renal pero... ¿quién le quitaría lo bailado?

domingo, 31 de diciembre de 2023

Temporada de birras (24)

Final en tres partes

Durante la semana previa y posterior a Navidad, Nico estuvo de maravilla viviendo su nuevo romance con Jazmín, que le llenaba los rincos más oscuros del alma. Hacía tiempo que Nico no se sentía tan renovado con una relación. Y que no vivía todas aquellas cosas que vivían los amantes noveles. Alegría, ansiedad, afecto desmedido. En Navidad Jazmín se fue a Bariloche a pasarlo con unas amigas. Durante esos días, se escribían casi constantemente, como necesitados del amor del otro. Ella le mandaba fotos de galletitas navideñas y él le ponía corazoncitos. Eran dos pavotes avainillados al máximo y lo sabían y disfrutaban sin culpa. No había peleas, no había cinismo ni relaciones neuróticas, todo era puro devenir. Male había desaparecido. Jazmín apenas volvió de su viaje fue a su casa a dormir y se pusieron a tocar la guitarra. Luego Nico hizo unos fideitos, hicieron el amor y durmieron plácidamente. Al día siguiente, llovió y bajó la temperatura. Nico le regaló un buzo y la acompañó a tomarse el colectivo. Estaba todo bien, eran felices pero ¿las cosas pretendían seguir así? A dos días del fin de año Male lo llamó. Ese día él se mudaba pero una poderosa tormenta atrasó los planes para el 31. Nico le dijo que era su última noche ahí ya que al haberse quedado sin trabajo debería volver a la casa materna. Male le dijo que lo quería ver. Nico no pudo decirle que no. Male llegó y fueron al kiosco a comprar forros. Una vez en la casa cogieron mecánicamente y por un momento se sintieron compenetrados nuevamente. Había algo en Male que parecía inextinguible respecto algo que los unía. A la mañana siguiente llegó el camión de mudanza y al bajarles a abrir, Male se alejó no sn antes besarlo fuertemente. Parecía que de eso se trataba la novela El largo adiós, una historia de amor que terminó y en donde los amantes no terminan de despedirse nunca. Nico volvió a sus asuntos al tratar de dirigir a los changarines que pocas ganas tenían de laburar un 31 de diciembre. A uno se le cayó la cpu a la que se le rompió el reproductor de cd´s. Chau los seiscientos cincuenta cd´s, que la fuerza los acompañe. Cuando todo estuvo embalado, Nico tomó su bici y encaró a la vieja casa materna de Almagro. Su madre ya se había ido el día anterior a Mar del plata para pasar año nuevo con su hermana. Nico se instaló otra vez ahí, donde después de seis años de la "Odisea Male" volvía un poco con el rabo entre las patas. Pero no tenía tiempo de sentir verguenza, aún no. Todavía le quedaba un changuí del verano con aquella casa solo para él. Esa noche Jazmín pasaba año nuevo con sus padres, Male le dijo algo así como que lo pasaba con una amiga, y Nico tenía una invitación para pasarlo en la casa del novio de su amiga La Rula. El Colo se preparó nomás para una noche con grandes expectativas, nunca se sabe que le podía deparar el futuro. La vida es una fábrica de chocolates ¿no? Nico llevó un pionono (marca registrada) que casi nadie probó, pero que fue un éxito para él mismo. Esa noche hubo baile, fiesta, rock, porro y cerveza a mansalva. A las doce fueron a brindar y ver los fuegos artificiales a la terraza de aquella casona de Colegiales. Mientras bebía su champagne pensó en sus chicas. Le mandó un saludo a Jazmín que se lo correspondió amigablemente. Luego a Male que tardó en responder y cuando lo hizo fuecon una voz de ultratumba. Nico dijo ok, que la fuerza te acompañe querida ex novia. Y miró al cielo y las estrellas, confiado en que aquel 2020 encontraría finalmente el éxito tanto tiempo postergado. 

El 2 de enero, escuchó la canción clásica del flaco que habla de ese día. A la tarde se juntó con Jazmín para andar en bici y luego de chapar en el pasto del parque centenario hasta el anochecer, se fueron a la casa de Nico. Jazmín parecía cada día más enamorada de Nicolás, lo notaba por las lágrimas que vertía y su mirada al hacer el amor. Nico también se estaba enamorando, pero bastaba que pensara en eso para que el destino lo volviera a poner contra las cuerdas. En medio de aquella noche en que veían que cocinarse, Male llamó a Nico, poniéndolo en una situación incómoda. Ella lo llamó en modo Male, pasada de rosca. Nico no estaba para eso y un poco la descartó ahí nomás. Pero todo eso lo dejaba intranquilo. Jazmín, que era de esas mujeres intuitivas, le preguntó quién era y él, para no guardar secretos le dijo que su ex. Le dijo que andaba mal y necesitaba hablar con él. ¿Y no tiene a alguien más? Fue la ruda respuesta de Jazz... A Nico le molestó eso y le dijo que no, sólo lo tiene a él. Hubo un momento de incomodidad que finalmente pudieron sortear. Después de que Jazmín se fué a su casa el día siguiente, Nico sintiéndose culpable llamó a Male para preguntarle como estaba. Male le enrostró su sentimiento de culpa. Nico aceptó la observación y le dijo que podía repararlo. Male le pidió que fuera a la casa y le ayudara a preparar sus cosas ya que estaba a punto de la gran mudanza que la depositaría de una vez y por todas fuera de su alcance. Nico lo dudó, porque eso sabía a donde llevaba y la verdad no le hacía bien andar jugando a dos puntas. Era divertido verse con dos chicas hasta que empezaban los nervios y la ansiedad, más la culpa de engañarlas a ambas. Pero Nico no podía evitar sentirse muy bien teniendo algo así como "dos novias", le hacía sentirse amado y deseado, algo irresistible. Además, sabía que eran los últimos días de Male en CABA y que ahora sí, habían llegado a la despedida final. Nico sentía la necesidad de terminar bien esos seis años de relación más intensa que había tenido en su vida. Cuando llegó a la casa de Male, muchas cosas estaban mal embaladas y era todo bastante caótico. Nico, un poco más disciplinado y organizado se puso a poner las cosas en orden, embalar espejos y demás cosas sensibles. Dentro de pocos días, de todos modos, llegaría el padre de Male para ayudarla con la mudanza y apartarla para siempre de Baires y Nicolás... No les quedaba mucho tiempo. Esa tarde se pusieron a tratar de organizar todo y dejar las cosas mas o menos en orden. Luego ella fué a su cama y se levantó la pollera sin bombacha para que Nicolás la poseyera ahí nomás. Se pusieron a coger fuerte y a él se le quedó el forro dentro de ella. Casi como si fuera la frutilla del postre de toda su relación. Embarazos no buscados no tan no buscados. Salieron rápidamente a compar la pastilla del día después a una farmacia. Luego, ya vueltos al depto, Nico comenzó a mensajes de Jazz, que le preguntaba en que andaba. Nico se puso absurdamente nervioso y trató de dilatar la contestación pero Jazmín estaba insistente. Casi como si sospechara algo. Nico le dijo que estaba intentando dormir la siesta. Male le clavaba los ojos y le preguntaba que con quién se escribía. Nico escurrió el bulto de que se escribía con Fede, su viejo amigo de la primaria. Niguna creyó las mentiras mal armadas de Nicolás que comenzaba a entender lo difícil de mantener un engaño de ese tipo. Nico dejó de contestar el celu y se abocó a estar con Male. Pasaron la noche juntos y el día siguiente también. Se fueron a comer al barrio chino y Male, fingiendo demencia, le decía que algún día se lo llevaría a recorrer el mundo con ella. La fantasía de la pareja de eternos enamorados seguía latente, en la cabeza de los dos. Compraron algunas tonterías, unas latas de jugos raros, un sombrero de paja chino, y comieron en un restaurante como último almuerzo. Después se fueron a la casa de él y pasaron la última (accidentada) noche juntos. Se pelearon por qué es lo que iban a ver (para recordar viejas épocas) y ella le dijo a Nicolás que se calmara, que era su últma noche juntos. Nico se rescató e hicieron el amor por última vez. Al día siguiente, se fueron caminando hasta la casa de ella y en la puerta del edificio se despidieron a llanto pelado. Nunca más se volverían a ver...

En los días siguientes Nico intentó olvidar "el asunto Male", trató de abocarse a Jazmín pero pronto se dió cuenta que nada era tan fácil. Como si Jazmín se hubiese enterado de todo, en esos días que Nico anduvo medio desconectado, las sospechas parecían recaer sobre él. Jazmín estaba más distante y desconfiada. Nico trató de convencerla para verse más seguido pero ella anteponía de trabajo (Maestra mayor de obras) ante las ahora ridículas necesidades afectivas de él. Pero le dió una oportunidad: irse un finde a una cabaña en Tigre. A Nico le gustaba la idea, pero luego de ver algunos precios se lo pensó mejor y le dijo que no quería incurrir en grandes gastos estando sin laburo. Además, los fines de semana veía a su hijo y eso no lo iba a cambiar. Para finiquitar el malestar, Nico tenía programado irse con su retoño a Mardel donde su tía y madre los esperaban. Y encima, antes de irse, Nico se fue a un recital en el Konex de homenaje al flaco y le dijo a Jazz pocos días antes de ir. Jazzy se enfadó o al menos se mostró contrariada con él porque sentía que no la incluía en ningún plan. A Nico le costaba ver esto porque venía de un tipo de relación distinta y porque además sentía que era demasiado pronto para que se contrariara así. Pero lo que no sabía Nico es que nunca es muy temprano para nada. Él se había agarrado de la idea de que a ella mucho no le gustaba la música de Luis, entonces no tenía sentido llevarla. Pero le dijo que fuera si quería, que la entrada estaba tanto. Ella no le respondió, esperando tal vez una invitación de su parte. Nico lo pensó pero nuevamente le pareció que no estaba para grandes gastos. No se vieron en esos días antes de irse a La Feliz, y Nico sentía que la relación se enfriaba pero tenía la cabeza en otro lado. Cuando llegaron a Mardel, Nico estaba feliz de haber vuelto a su segundo hogar. En la primera mañana que estuvo ahí le escribió a Male para decirle que había llegado, que si quería verlo. Pero Male le dijo que no, que disfrutara sus vacaciones con su hijo y eso es todo. Male terminó teniendo el último acto de dignidad en la relación y Nico tuvo que aprender la lección. Después se dedicó a disfrutar de sus vacaciones y pasarla bien. De hecho la pasó tan bien que excepto por dos o tres ocasiones, casi no se escribió con Jazz. Al volver a Buenos Aires en el tren le dijo que ya estaba de regreso, que si quería verlo. Pero Jazz le dijo que no, que casi no se habían hablado en sus vacaciones y que sentía que algo se había apagado. Nico se excusó de mil maneras e intentó que lo perdonara, que le diera otra oportunindad. Ella le dijo que se venía sintiendo así desde antes de que él se fuera de viaje. Nico le dijo que para el problema era que habían empezado muy arriba en intensidad y que después bajó porque todo lo que sube, tiene que bajar. Pero que no era por falta de interés en ella. Al final, lo aceptó de vuelta, pero esas semanas siguientes ya no fueron lo mismo. Cada vez que Nico se iba de boca y criticaba la forma de tocar la guitarra de ella, o de alguna canción de la Bertoldi, Jazz parecía anotar en una libretita invisible "un punto menos". Nico apenas se dió cuenta en el momento, pero cuando una vez él le dijo de verse y ella le dijo que no podía porque salía con sus primas, la cosa se puso peor. Y peor aún fué cuando él, insistente le contesto Ok, bueno, ¿y mañana?... Jazmín ya no le contesto más los mensajes. Nico aceptó en el momento que le acababan de cortar de una manera informal o poco tradicional que después se enteraría que se llama Ghosteo (del inglés Ghost= fantasma, o sea Fantasmear) ir desapareciendo de a poco sin dar ninguna explicación. Nico se sintió dolido ante su primer ghosting, le pareció algo sin códigos, muy de estos tiempos. Pero casi no tuvo tiempo para pensar más en eso; a las pocas semanas explotó la pandemia de Covid y comenzó una vida nueva para todos. En ese período, intentó hablarle a Jazz, cuando a finales del 2020 se había levantado la cuarentea, pero le contestó seca y cortante. No le dió cabida. Lo intentó una vez más y otra vez lo mismo. Nico se hartó y la eliminó de su Instagram, cosa que ella nunca había hecho por alguna extraña razón. Con Male la cosa fue diferente. Después de ese contacto donde ella le dijo que prefería no verlo, ella lo llamó en plena pandemia. Lloraron por teléfono, se dijeron que se amaban, él juró ir a su casa a buscarla. Pero ante los casos de desaparición de personas en cuarentena, Nico se quedó en el molde. Ella le hacía video llamadas y a veces hablaban bien y otras no tanto. Había días en que ella volvía a decirle que volvieran a estar juntos, hacían planes con él y se sentía de maravilla. Otras, Male estaba más pesimista, le decía que lo de ellos ya había sido. Le reconoció que le cortó el chorro cuando él fué allá porque sentía que se iban a ver, coger, y luego él se volvería a Bs As y entonces ¿que? Ella seguiría allí, sola... Hablaron algunos meses más hasta que ella le dijo que basta. Que se buscara otra, que ya había sido todo. Que ella haría lo mismo. Durante seis meses no hubo novedades hasta que usando un Facebook random que Nico se preparó para vender libros por su cuenta, ella le apareció. Se volvieron a contactar y hablaron esa noche. Pero después, al día siguiente, cuando él le volvió a escribir, ella le dijo que no podía hablar. Que estaba saliendo con alguien. Nico sintió el aguijonazo más fuerte en toda la relación porque finalmente sus peros miedos se habían hecho realidad, Male estaba con otro. Nico la bloqueó y no quiso saber más nada. Pero a lo largo del 2021, Nico seguiría recibiendo llamadas esporádicas de Male. A veces bien, a veces mal. A mediados del 2022 recibió un último llamado donde ella le pedía que la embarace pero que sólo fuera eso, un donante de esperma. Nico ya no supo que sentir. Pero boludeado era una de las palabras. Definitivamente Male no estaba en sus cabales, al menos no en ese momento que sonaba un poco copeteada. Nico le contestó, Ok, lo voy a pensar, y le cortó. A finales de ese año, Nico fué victima de una estafa telefónica y tuvo que cambiar su número de celular que tenía desde el 2006. Esto le suscitó un cambio de agenda y contactos, donde Male pasó a la historia. Nico nunca supo si Male se volvió a contactar con él, pero tampoco le interesó saberlo. Después de cuatro años de separarse y diez de haberse conocido, Nico pudo finalmente dar vuelta a esa página agridulce de su vida. Se había terminado la extensa temporada de birras... 

Fin. 

sábado, 30 de diciembre de 2023

Temporada de birras (23)

Algunas mañanas Male acompañaba algunas cuadras hasta su trabajo, compraban facturas y vivían los últimos minutos de felicidad. Pero nuevamente, como antes en el 2015 y en el 2018, las cosas se habían vuelto a pudrir. Y esta vez, a un ritmo acelerado. Ambos comenzaron a dirigirse precipitadamente hacia el final de todo el asunto. Se había extendido mucho más de lo necesario y ambos necesitan poner un corte abrupto y final. La excusa podía ser cualquier tontería, no importaba, Male y Nico estaban determinados a finiquitar esa tuca final. 

Para el día del padre, Male se fue unos días a donde su progenitor y Nico se quedó en su casa, cuidándole a la gata. Luego, cuando Male volvió, Nico fué a buscarla a Retiro una fría noche de invierno. En el taxo de vuelta, Male se mostraba seria y contrariada. Dijo que se peleó con una pasajero por una tontería y que ella le contestó con una violencia inusitada. Nico percibió cierto reclamo en la anécdota, como si de alguna manera le estuviera echando la culpa de haberse vuelto una cascarrabias. Nico intentó minimizar el asunto y trató de entender las razones pero no las había. Male cambió de tema y sugirió comprar comida hecha y un vino. Había traído regalos para su hijo y algunas cosas más. Tomaron una botella y él quedó medio planchado. Ella le exigió una sesión de sexo duro pero él, con todo ese alcohol y cansancio acumulado, poco pudo hacer. Ella lo acusó de estar engañándola, de estar acostándose con otra. A Nico este reclamo le pareció absurdo, sobre todo teniendo en cuenta que era ella quien se la pasaba mensajeándose con tipos que Nicolás nunca sabía quienes eran. Se durmieron pero este pensamiento le hizo dormir intranquilo. Cuando a la mañana despertaron y comenzaron a desayunar, ella le preguntó una cosa y él le conmtestó de mala manera, por ese enojo que acumulaba de la noche anterior. La realidad es que ya no se la bancaba más, ni sus problemas psicológicos ni su actitud manipuladora de acusarlo de celoso cuando no paraba de darle motivos. Para ella hablar con otros no era un engaño, para Nico sí. Esa mala contestación desató la furia de Male de una manera por demás desmedida. Le dijo de todo y lo echó de la casa, que era el fin, que se había terminado todo. Casi como si hubiese estado esperando la primera oportunidad para cortarle abruptamente, por más absurdo que fuera el motivo. Como siempre en estos casos, uno tiende a ver sólo el error del otro, pero nunca el propio. Nicolás, muy serio, le dijo que estaba de acuerdo y sacó los regalos en la cama, dejandolos de forma abrupta y enojada al pié de la misma. Mientras, Male lloraba a moco tendido, diciéndole de todo. Nico se fué a trabajar esa mañana en las peores condiciones. Pocas horas después la llamó tratando de arreglar las cosas pero no había caso, ella estaba entre triste y enojada. La mala contestación era claro que había sido una excusa para mandar todo al diablo. En realidad ella estaba cansada de la relación, como él. Hablaron algunos días después pero era cada vez peor. Ella volviendo a llamarlo en estado de ebriedad y desasosiego. Le recriminaba que cuando él la había llamado todo destruído en el 15, ella había vuelto a él. Y ahora, él no respondía de la misma manera. Nicolás no quería ni acercarse a la casa de Male porque sabía que era como entrar en la cueva de la Gorgona. Nada bueno podía salir de todo eso. 

El psicólogo de Nicolás, le había dicho antes estas revelaciones que no se quedara cruzado de brazos y que lo llamara al padre de Male para que la cuiden. Para el psico de Nico, Male corría peligro de suicidarse y le dijo que desde su parte hiciera aquello que le decía. Nico se asustó ante esto y llamó al padre de Male para decirle que su hija estaba muy mal, que la cuidaran, etc. Tal cual le había dicho su psico, pero el padre de Male había terminado por demostrarle de una vez por todas el desdén que sentía hacia Nicolás. Le dijo que ya sabía todo y lo responsabilizaba en parte por todo aquello. Le dijo que no iba a permitir que le revoleara cosas a su hija. Ante esto, Nicolás se defendió diciendo que eso no había sido así, que él no le había revoleado nada a su hija. Pero el padre de Male no quiso saber nada de excusas o de que Nicolás sugiriera que su hija estaba mintiendo. Luego cortaron. Nicolás se sintió un imbécil por haberle hecho caso a su psicólogo ya que sabía que de nada iba a servir y simplemente lo iba a poner en una delicada situación de confrontación con el padre de Male. 

En la cena de cumpleaños de Nico, mientras comía con su familia en un restaurante, Male le mandó un mensaje diciéndole lo mucho que lo quería. Al mes siguiente, mientras Nico volvía del cine a su casa, recibió un llamado de ella. Él, con la guardia más baja, le dijo que la extarñaba y que le gustaría verla. Ella se sorprendió y le dijo que le encantaría, pero que tenía que confesarle que había estado "con alguien". Nico se quedó duro ante esta revelación, como si cierta confianza hubiera sido traicionada. Aunque Male estaba siendo honesta por primera vez, Nico en ese momento no pudo lidiar con aquella confesión de parte y le dijo: "ah bueno, dejá mejor no" y le cortó el teléfono. 

Un mes y algo después, mientras Nico se encontraba trabajando en la librería, uno de sus compañeros lo llamó y le dijo que una chica con aspecto extraño lo buscaba. Male estaba en el hall de entrada esperándolo, con una capucha puesta y una cara demacrada de post llanto. Nico conocía bien ese rostro de tristeza crónica, a él no le espantaba como a sus compañeros. Algo conocía del dolor eterno de esa chica que quería amar pero no podía hacerlo de forma sana. Nico la llevó afuera y ella se mostró contenta de verlo después de varios meses. Cruzaron pocas palabras y ella antes de irse le estampó un beso en la boca. Luego se fué contenta, como si sólo hubiera ido para hacer eso. Nico quedó desorientado y pensó que luego lo llamaría para verse pero no fué así. Cuando volvió a entrar en la librería, el compañero ese que le había avisado se burló del aspecto demacrado de su ex novia. A Nico nole causó ni puta gracia pero dejó el asunto ahí nomás. De hecho, este Luisito, era un compa nuevo que desde que había entrado se la pasaba buscdándole pelea a Nicolás quien sospechaba que se lo hacía a propósito. El tal Luisito era un conocido del encargado que ya no se bancaba la inestabilidad emocional de Nicolás que todos estos asuntos personales le estaban ocasionando en los últimos dos años. Nico había sido uno de los libreros inaugurales de la librería del siglo veinte, pero de aquel grupo sólo quedaban el encargado, el subencargado y Nicolás. El resto habían sido despedidos o habían renunciado. Durante todo aquel 2019 Nico se sintió un poco fantasma en la librería. Como ajeno a todo, pero muy sensible a las provocaciones. Aquel compañero nuevo, bravucón y patoteril, no perdía oportunidad de amenazaro con la mirada o directamente. Un domingo de aquellos en que ninguno tenía ganas de estar, Luisito volvió a increparlo con la mirada, de la nada. Nicolás se soltó de la cadena y le preguntó que pasaba, el otro, que esperaba este tipo de contestación aprovechó para luego ir a contarle al encargado que Nicolás lo había patoteado. Nicolás evitó desde ese día mirar o siquiera hablarse con Luisito. Lo evitaba como a la paeste, y el otro, cuanto más lo ignoraba Nicolás más se enfurecía en su interior. Finalmente, em noviembre todo terminó de estallar por los aires y más allá de la buena noticia de que se terminaba el primer gobierno macrista, todos había quedado con los cables pelados. Luisito no paraba de mirar fijo a Nicolás cada vez que psaba cerca. Nicolás le preguntó porqué lo miraba así, y el otro (que tenía serios problemas de adicción a la cocaína) se le fué al humo y le dijo que si perdía ese trabajo por su culpa le iba a romper las bolas. Nicolás, apenás contestó pero Luisito ya había perdido el control y seguía patoteándolo. Nico le dijo al encargado que Luis estaba re agresivo, pero éste en vez de parar la pelea le dijo que Luis decía lo mismo de él y siguió de largo. Nicolás intuyó que ahí había algo raro. Lusito siguió patoteando y Nicolás le dijo que se calmara, que fueran a hablar afuera. El encargado dijo que eso era buscar más pelea pero Nicolás sólo quería que charlaran las cosas sin hacerlo adelante de los clientes. Al final, los gritos de Luisito eran tan altos que El encargado amenazó con despedirlos a ambos e hizo una "llamada telefónica" al de recursos humanos delante de ellos. Nicolás no podía más y escapó de la librería algunos minutos antes de que dieran las seis. No sin antes hacer algo que no podía evitar... al pasar por al lado de Luisito le devolvió la amenaza de que lo iba a cagar a trompadas si se quedaba sin trabajo. Luisito saltó y lo persiguió hasta la calle buscándolo para pelear. Nicolás se detuvo a pocos metros y lo pensó pero decidió seguir de largo. Nada de eso tenía pinta de que fuera a terminar bien.

A las dos semanas, las consecuencias no se hicieron esperar. El día de su medio franco, Nico esperaba hasta las catorce horas para salir a por su franco y medio. Pero cuando al mediodía llegó el encargado, este lo hizo acompañado del tipo de recursos humanos. A los pocos minutos lo llamaron a Nicolás y lo invitaron a sentarse en unos sillones al fondo de la librería. Le contaron de su desvinculación. Pero un día antes de que esto pasara, Male (ese pequeño ángel negro), había vuelto pasarse por la librería a saludar a Nicolás. Esta vez lo había hecho más cerca de su horario de salida y Nico le dijo que ya salía. Fueron a tomar algo a la esquina de la librería. Ella pidió cerveza y le pidió a él que la pague porque se había olvidado la billetera. La misma y vieja Male de siempre. Nico se fastidió con esto pero luego se relajó. Charlaron y él le contó que en su laburo estaba todo mal y que temía que lo rajaran. Ella le dijo que estaba un poco mejor y que había decidido volver a vivir a su ciudad natal. E´estivo de acuerdo, le parecía lo mejor para los dos. Le contó que había ido a una vidente el día anterior que le había dicho un montón de cosas y que Nico estaba roto, que parecía un viudo. Male minimizó el tema de la bruja, o no quizo saber mucho al respecto. Por suerte (o no) para ella, Nicolás no le había pasado sus coordenadas y había quedado afuera del análisis de la notable numeróloga. La misma que le dijo que le "clavara" determinados números cuando viera al compañero hostil de su trabajo, el tal Luisito. Male lo invitó a la casa y cogieron, como siempre con muchas ganas y con felicidad. Pero esta vez, ninguno de los dos se juró amor eterno ni pensaron en volver. Sólo cogieron, pasaron la noche juntos y luego a seguir con sus vidas. Cuando a la mañana, Nicolás fue a trabajar, no sabía que ese mediodía lo despedirían del trabajo. Asi que no tuvo muchas oportunidades de chantarle los números al mal llevado de Luisito. Claro que cuando se lo comunicaron, él preguntó por el motivo (como siempre). Preguntó si era por el asunto de Luisito pero lo negaron enfáticamente. Dijeron que había una reducción de personal necesaria. Aunque el encargado se había "encargado" de llamar por teléfono al de recursos humanos frente a ellos dos semanas antes. Nico sintió que era injusto que lo rajaran sólo a él pero no discutió. Siempre dijo que sobre decisión tomada, mejor irse con la frente bien alta. Se llevó una bolsa con libros que tenía preparada para un caso así y se fue despidiendose de algunos, y de otros claro que no. Cuando salió a la calle, en esa primavera increíble que ya hacía, le contó a Male sobre esto. Male fue en esos días a su casa a visitarlo una vez más. Pero otra vez se mostraba escurridiza y al día siguiente de pasar juntos la noche se iba para volver a no estar presente. Esta vez, el despido de Nico no le había sacado un gran peso de encima ni había logrado que se uniera más con Male como en 2016. Esta vez parecía el final de una etapa y no había forma de que se repitiera la historia. A las pocas semanas, cuando Nico vio que Male no volvería por él, que era claro que ella estaba en una o simplemente evitando reengancharse, él tomó el toro por las hastas y salió en busca de alguien más. Se instaló una app de citas y luego de algunos intentos fallidos hizo match con una arquitecta, una chica guitarrista llamada Jazmín. Pegaron la mejor onda y en poco tiempo conciliaron una cita diurna en el predio de Agronomía. Cuando se encontraron Nico se percató que no iba a aquel lugar desde que estaba en sexto grado de la primaria. Por otra parte Jazmín era hermosa y super copada. Tomaron mate toda la tarde y luego comenzaron a extender la cita. Al atardecer, se fueron a tomar un café a un barsito aledaño y por la noche, terminaron yendo a un bar cercano a la casa de ella a por unas cervezas. Finalmente terminaron en la casa de ella haciendo lo que tenían que hacer. Este nuevo romance había levantado el espíritu de Nico que sentía que todo volvía a renacer con un nuevo amor. Sin embargo, justamente, en el amor, nadie se da por vencido ni aún vencido...

jueves, 28 de diciembre de 2023

Temporada de birras (22)

Para diciembre, Nicolás cometió el error (si es que puede llamarselo así) de mandarle un  audio con saludo de cumpleaños a su ex. Un saludo compartido con su hijo a la que fuera su novia de tantos años hasta hacía muy poco. Habían pasado poco más de dos meses. La respuesta de ella fué alegre y hasta amigable. Nico se olvidó del asunto y volvió a su rutina cuando pocos días después ella lo llamó mientras estaba en el trabajo para decirle que lo extrañaba. Nuevamente, Nico volvió corriendo a los brazos de su eterna Yoko Ono. No había caso, nada podía impedir que volviera a ella si era requerido. Nico sabía que esa relación no le hacía bien, que era posible que siguiera sufriendo eternamente, pero imposible razonar. A las pocas horas ya estaba en la casa de ella haciendole el delicioso y jurándose amor eterno en medio de las llamas de la pasión inextinguible entre ambos. Volvieron como quien vuelve porque cayó en la tentación, como el alcóholico recae en la bebida o el adicto a la heroína. Su relación era adictiva, el regreso de ambos era innecesario, pero en medio de su soledad (ninguno parecía muy consagrado a buscarse un nuevo amor), ellos era el roto para el descosido, el muerto para el degollado y una suma que no llegaba a uno...

Pasaron las fiestas separados, porque ya no sabía como decirle a sus familias que habían vuelto. Nico nunca sintió que fuera un problema para su familia, aunque el tiempo le dmostraría lo contrario. Pero Male tenía el tema de que el padre no lo quería a Nicolás y no había forma de contrarestar aquello. Para Navidad del 2018, Male se fué a pasar las fiestas con sus padres y Nico se quedó con su familia. En un llamado particularmente angustiante para Nicolás, se encontraba hablando con Male a la distancia. Nico no sabía por qué pero se sentía triste y aungustiado sin saber bien la razón. Ella le preguntó su le pasaba algo, pero el hecho de estar sólo en su casa, hablando con su eterno amor fallido le hacían preguntarse en el fondo si no habría cometido una equivocación volviendo con su ex. Porque ya no era la chica con la que había cortado en 2015, ahora sentía que era su ex. Que la última separación, después de estar tres años ininterrumpidos y conviviendo dos, había demostrado que en realidad ella ya no lo elegía. Sentía que lo llamaba para tapar el vacío de la soledad y como "mejor malo que bueno por conocer..." En realidad, Male seguía con una cuadro fuerte de depresión, si incapacidad para hacer nuevos vínculos hablaban de lo rota que estaba por dentro y Nicolás lo sabía, pero negaba todo eso que intuía porque no quería afrontar su soledad y la realidad de que no estaba capacitado para tener una pareja. Al menos no hasta que pudiera controlar su instinto de posesividad asfixiante. 

Esos días Nicolás le dijo que se quería ir de vacaciones y le sugirió ir juntos. Male ya no trabajaba más en librerías, había aceptado un trabajo administrativo para la empresa de su madre que le permitía quedarse en su casa y evitar lidiar con el mundo. Male aceptó, pero cuando Nico sugirió ir a lo de su hermana, ella no pudo evitar dar un resoplido por ir siempre al mismo lugar. Nico creía que era el lugar más idóneo porque era hermoso y el encantaba, porque no tendría que pagar hotel y porque estaría su hermana y no recaería sólo en él cuidar a Male. Al final, el viaje comenzó un poco accidentado porque en ese momento había en la zona una epidemia de Antavirus. Ambos temían tener la mala fortuna de ser víctimas de las heces de un roedor. Cuando llegaron a las cabañas no encontraron a nadie y todo estaba mucho más construído que tres años atrás. Se quedaron en la cama ecuchando Mañana por la noche en modo loop porque era el único tema que se le había descargado a Nico en el spotify. Hicieron bromas con la letra y comenzaron a abrazarse ante el inminente frío de la noche que asomaba. Al rato volvió su hermana con su familia. Todos estaban más grandes, había pasado mucho desde la última vez que se habían visto. Al lado de su cabaña, pegado, había otra exactamente igual que hospedaba a una chica por la que Nico sentía ganas de compartir su cama. (Incluyéndola a Male por supuesto). Había otra familia invitada en casa de la hermana y todo fue muy familiar. Pero en una de esas escapadas al lago, cuando Male y Nico salieron a remar, él notó que ella no hacía esfuerzo y todo dependía de él. Casi como si fuera una ironía o metáfora del destino. Nico se enojó con Male y le dijo de todo, mientras ella callaba. Cuando volvieron Nico seguía enojado y Lolo, la pareja de la hermana de Male se rió diciendo que pro qué se desconocían así. Para ellos les resultaba gracioso las absurdas peleas de aquellos porteños nueróticos, para Male era más de lo mismo y para Nico era el inicio de una nueva etapa de enojos sin saber por qué. En el fondo sabían que esa vuelta inneceasaria estaba condenada al fracaso en corto plazo. Nicolás no creía esa idea de Male de que vivir por separado era mejor. Para él si una pareja tendía a fortalecerse era viviendo juntos y no por separado. Pero había incapacidades mutuas que impedían el gran compromiso. Nicolás volvió a levantar temperatura como la última vez que había ido y lo primero que pensó era que tenía Antavirus. Todos se asustaron ante esta perspectiva excepto Male que sabía que nada le pasaría. Les prestaron una laptop e intetaron mirar Aguas peligrosas, película favorita de la infancia de Nico acerca de un grupo de chicos de ciudad que salen a acampar y todo termina mal. Pero no tenían buena señal y al final no la vieron. Al día siguiente, con Nico ya recuperado salieron a caminar por el bosque y él le contó la película. Male le reconocería que le encantó que le contara la película más que verla en sí. Esas eran las cosas que cuando estaban bien compartían y les hacían sentir amor el uno por el otro. Luego se quedaron leyendo junto a un arroyo del bosque, él a Kobo Abe y ella la novela gótica Jane Eyre. Nico volvía a sentir que eso tan simple era lo que le hacía feliz, y en el fondo no dejaba de fantasear con quedarse con ella a vivir ahí e intentar vivir una vida más simple y rústica. Algo que los conectara con la naturaleza y los hiciera madurar. Después caminaron hasta donde nace el río azul y se sacaron fotos entre el imponente dique natural. Ese atardecer, cuando estaban por volver a la cabaña, Nico miró por última vez ese lugar y presintió que nunca más volvería.

Cuando volvieron a Buenos Aires pasó lo mismo de siempre que volvían de un lugar idílico de relax; comenzaron las peleas. Ella nuevamente a escribirse con hombres fantasma, él atacado de celos y enojo insoportable. Todo a las pocas semanas de haber vuelto. Y una fue en una parrilla cerca de la casa de él donde ella no paraba de tomar vino, y cuando ya había comido ella se pedía otro. Nico quería irse y le insistió pero ella se puso agresiva y comenzó a decirle que quería estar con otros hombres, etc, etc. Nico tuve el feo recuerdo de Mariela diciéndole algo parecido en el ya lejano 2013. Motivo por el cual, Nico había escapado del aguijón de Mariela a los brazos de Male. Para comprobar, casi seis años después que esos brazos también tenían agujas venenosas. En un acto inédito de autovaloración, Nico se levantó y la dejó allí, insultando en el aire. Male lo llamó por teléfono pero el cortó y apagó el celu mientras paraba un taxi para irse a su casa. Por su parte era asunto finiquitado. Al día siguiente ella lo volvió a llamar y le preguntó por qué estaba enojado. Nico le reocrdó toda la zarta de estupideces que le había volcado ella por el mero hecho de intentar que parara de beber. Pero, como en muchas otras ocasiones, decía no recordar nada. Después la perdonó pero en los cuatro meses siguientes todo fue en caída libre y mucho más rápido que el año anterior. Nico continuó escribiendo la novela sobre ciencia ficción y feminismo que había empezado en el día del amigo del año anterior, cuando aún vivían juntos. Se hartó de toda la situación y en el trabajo la cosa no estaba mucho mejor. Un nuevo compañero con problemas de adicción a la cocaína, estaba meta provocar a Nicolás, como si fuera algo orquestado. Todo el asunto de Male lo tenía a mal traer desde el año anterior, pero ahora se había intensificado sobre todo con la llegada de aquel loco violento que parecía querer cagarlo a trompadas apenas cruzaban dos o tres palabras contrariados. En medio de aquella crisis, fueron con su hijo y Male a ver Dumbo al cine para descubrir que la vieja Male había vuelto con todo a lo autodestructivo. Al cuarto de película dijo que se iba al baño y no volvió hasta una hora después, tambaleándose con dos latas de cerveza. Se fue a sentar a otra parte del cine mientras Nicolás la miraba con odio. Para él eso ya era el acabóse. Cuando salieron del cine Nico la despidió mientras ella miraba perdida en la nada la situación. El hijo de Nico serio parecía entender todo más que nadie. Se vovlieron a su casa en taxi mientras veía como Male se encaminaba hacia su edificio dando traspiés en la calle. Nico quería terminar tod cuanto antes pero no se animaba a dejarla. No se animaba a dejar a nadie, nunca. Aunque supiera que eso era lo que tenía que hacerse. Él prefería el modo cobarde, hacer algo que enojara al otro para que lo dejen a él y no cargar con la ruptura. Una verdadera tontería que más tarde comprendería que era fatal...

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Temporada de birras (21)

Como ya había sucedido antes, cuando el padre de Male aparecía en Buenos Aires de visita, Nicolás quedaba relegado a un segundo plano. Aunque muchas veces Male se peleaba con el padre porque le parecía un interesado que usaba la casa de ella como aguantadero para poder verse él con sus amigos de la secundaria. O porque le parecía un viejo hucha, una rata que nunca le compraba nada diciéndole "pedile a tu mamá", cosa que a ella le parecía injusto. Además de que lo veía como un eterno adolescente que todavía fumaba porro y escuchaba rock progresivo y... leía ciencia ficción. En esto último Nicolás congeniaba bien con el viejo de Male, y cuando se cabreaba con su padre siempre trataba de poner paños fríos y tratar de relativizar sus quejas. Nicolás no quería que hubiera mal rollo y menos ahora que vivían juntos. Pero si un día Nicolás criticaba algo del padre, Male saltaba a defenderlo. Era claro que para Nico lo que ella quería era un padre presente, gauchito, que le enseñara cosas. Lo mismo que a Nicolás le había pasado con su propio padre hasta que un día se cansó del egoísmo de este y dejó de interesarse en él. Para Nicolás su padre era un cretino que sólo le interesaba recuperar la juventud que el nacimiento de sus dos hijos le impidió disfrutar. Vivir solo, tener sus novias y no hacerse cargo de todo el tendal de destrucción familiar que dejó atrás al separarse de una forma traumática de su madre. Nicolás, para la foto, lo perdonó, pero en el fondo sabe que a su viejo le chupa un huevo su familia, él la quiere como se le antoja y nunca se interesa en estar presente. Nicolás dejó de quererlo como lo quería cuando era más chico, y ahora persistía un afecto nominal por el mero hecho de ser su progenitor. A Male le pasaba algo parecido pero ella sí seguía queriendo a su padre, por eso se ponía mal ante la falta de afecto, de interés o por su mera ausencia (y habilidad para rehuir de los compromisos paternales). El tipo se hacía cargo, pero no de la manera en que Male quería. Nico podía estar horas poniendo Tubular bells u otros discos de prog rock mientras Malena jugaba al ajedrez con su padre y eso estaba bien. 
El transcurrir del 2018 fue un constante cuesta abajo. Cada vez salían menos y cuando salían lo hacían con pocas ganas, tratando de evitar discutir. Para el mes de abril Male renunció a su trabajo porque ya no le daba más el cuero para seguir en un lugar donde no se la valoraba mucho. Además, su situación psicológica le impedía estar de un modo pasable para atender al público. Nico, como antes en la otra librería, la alentó a que dejara ese laburo si la hacía mal. Pero en el interior de Male se cocinaba dejar todo, absolutamente todo. Cuando fue a presentar su renuncia los Woodhunter se sorprendieron y trataron de convencerla de que se quedara. Pero ante su negativa le pidieron que al menos hiciera la feria del libro. Ella, que amaba los libros y era muy culpógena aceptó porque sí. Pero su deterioro psíquico estaba en uno de sus peores momentos. La Fería se le hizo larga y exigida, y no fueron pocas las veces que tuvo que faltar por falta de fuerzas o por decaimiento. Male estana mal medicada, abrumada por su propia adicción al alcohol y los psicofármacos. Un día que se había quedado sin medicación se brotó contra Nico que absurdamente trataba de dialogar y razonar, pero ella era otra persona. Había perdido los cabales absolutamente y tenía ganas de dinamitar todo. Lo acusó de ser el culpable de su situación, caminaron por la calle, le pidió plata, el se negó por miedo a que se comprara más cerveza, ella le dijo que no lo amaba, que se iban a separar. Todo en una situación caótica en plena semana, previo a irse a la Feria. Nico se asustó pero finalmente dejó que se fuera así. Cuando a la noche volvió a la casa Male aún no había llegado hasta que le tocaron el portero eléctrico. Era una pareja ex compañeros suyos de la librería, Luli y Gaby. Ambos detestaban a Nicolás desde lo más profundo de su ser, pero esa noche le llevaron a Male en taxi desde la Feria ya que había colapsado. Al bajar Nico vio la secuencia y se sintió horrible. Luli le dijo que, urgente le fuera a comprar los medicamentos, que la cuidara y que se tomara vacaciones. Nico la subió y la edjó en la cama y fue por su medicación. Male se fue calmando hasta quedar dormida. Su madre llegó a los pocos días y luego se la llevó unos días a la costa sin poder terminar la Feria. En el fondo Nicolás sabía que se cocía algo heavy de fondo. En los meses siguientes se acentuó la lejanía de Male para con Nicolás. Ya no había mimos nocturnos de reconciliación, ni muchas ganas de planear cosas. Durante el debate por la legalización del aborto estuvieron juntos siguiendo el caso, unidos por una historia común de los últimos cuatro años y medio. Pero cuando se cayó en el Senado, ambos volvieron a sus intereses no compartidos. En julio Male se fue a pasar el día del amigo con unos ex compañeros de ambos de Barrio Norte, pero ella no quiso que él fuera. Nico fue al taller del viernes como siempre y cuando volvió se quedó en la casa, jugando con la gata. Male no volvió hasta la madrugada y Nico no pudo pegar el ojo. Las pocas veces que ella había salido sin él, Nico sentía un malestar imposible de manejar. Miedo a que se embriagara, a que lo engañara o a que no volviera. También si había un cumpleaños Nico sentía que tenía que cuidar que Male no se pasara con la bebida para no terminar dada vuelta. Pero era imposible, si ella quería embriagarse lo haría, quisiera o no, Nicolás quien terminaba sintiéndo verguenza cuando ella hbalaba a los gritos, se tambaleaba o abrazaba cariñosamente a una amiga. Todo le traía malos recuerdos a Nicolás y sentía que ya no quería vivir eso. Cuando en agosto fue el cumpleaños de él, ella se fue a la costa a estar con sus padres y le dejó un lindo tocadiscos de regalo. Nico pasó su cumple con sus compañeros de trabajo y luego volvió bajo la llovizna caminando semi borracho a su casa. Cuando se acostó en la cama de dos plazas, miró la oscuridad y entendió que Male ya lo había dejado. 
Unas pocas semanas después, Nico le dijo a Male de ir a La Tolva, el histórico café donde muchas veces habían ido a desayunar a lo largo de su relación. Male estaba seria, inquieta, como si algo le atravesara su corazón. Nico, ni lento ni tonto, intuía por donde venía la mano y la encaró. ¿En un mes se termina el contrato de alquiler, seguimos juntos o no? Ella lo pensó muy poco y le dijo que no. Que quería volver a vivir sola. Nicolás confirmó sus sospechas que venía teniendo desde que habían vuelto desde Brasil, pero que en realidad siempre había tenido. La separación fue dura porque nunca dijeron si seguir juntos o no, pero dieron por sentado que al irse cada por su cuenta estaban eligiendo no seguir con el otro. Todo el nido de amor que habían construido dos años atrás, se desmoronaba porque no habían podido cuidarse ni respetarse. Nicolás estaba devastado pero trataba de disimularlo, autoconvenciendose que esa relación le hacía mal. En cierta medida era así, pero también la necesitaba como el día necesita la noche y viceversa. La madre de Male ayudó a Nico a entrar a un monoambiente por Paternal y Nico ayudó a Male a buscarse un dos ambientes por Palermo. En ese último mes lo único que habían compartido era armar un rompecabezas de mil piezas de Bambi que compraron para el hijo de Nico en el día del niño. Una vez terminado, había llegado la hora de que Nico dejara la casa conjunta con Male. Le dijo que se quedara con el Bambi pero ella no quiso. Él tampoco. La madre de Male llegó en esos días para que no quedara sola y ayudarla a mudarse también. Se dieron un abrazo en su antiguo depto compartido y se dejaron. 
En su nueva morada Nico armó todo como pudo, estaba cansado y la separación lo había dejado sin fuerzas. Cuando pudo terminar de acomodar sus cosas, descubrió una tuca perdidad en un cajón de su escritorio. Recuerdo de alguna noche de pelis con Male. Nico intentó por todos los medios no derrumbarse pero a la semana de mudarse le agarró una fiebre bien alta. La llamó a Male pero ésta le dijo que llamara su madre. Nico le cortó enojado, sintiéndose abandonado, descartado. No la volvió a llamar durante aquella primavera ni quiso saber nada de ella. Pero ella se mudó a cinco cuadras de donde trabajaba él y un mediodía, mientras se había ido a comprar un sánguche al Coto de la zona, vio a Male que estaba haciendo las compras con su padre. Pensó en saludarla pero al final los dejó tranquilos a ambos. Nico intentó (además de la terapia) probar alguna cosa alternativa que lo ayudara. Se contactó con un muchacho para ir a tomar ayahuasca pero al final, Nicolás se asustó. En una casona de Palermo vio como un grupo de gente de diverso rango etario entraban a convulsionar y Nicolás salió disparando leches. Había días en los que estaba bien y otros en los que no. Una vez que viajaba en taxi con su hijo, éste le dijo que extrañaba a Male y Nico diciendo que él también, trató de ocultar sus lágrimas ante su niño. Finalmente, la herida fue cerrando y Nico fue entendiendo que había sido lo mejor para los dos, porque estaban pasándola mal y ninguno merecía hacerle mal al otro.