domingo, 25 de febrero de 2024

Conversaciones en el hall para un posible plan de escape que se dilata y no termina de concretarse nunca

Aquí viene la sed... pensó Silvana Dominguez. Su sueño era viajar a las lejanas tierras heladas eternas del Permafrost. Pero había algo que faltaba en ese mundo distante: un fin. El Transiberiano puede dejarte en ruta, como también el Sarmiento te acerca un poco a las fronteras hacia "el interior" pero, ¿quien puede acercarte a destino cuando estas varado en la nada? Nuestro sino se empeña en alejarnos de todo aquello que más deseamos porque de eso se trata, de pelear por lo que uno quiere...

Sil se asoció con una amiga de la infancia, la extrafalaria Melina Vanagloria. Una sacerdotisa de antiguas diosas ya olvidadas. ¿Que podían hacer dos porteñas perdidas en medio de un mundo gigante y devorador? Pensaron que podrían urdir un plan de escape si comensaban por crear una sociedad secreta, en un lugar secreto, donde nadie sospechara nada. Como solían hacer los hombres antes de convertirse en unos cretinos superficiales.

Sus juntadas post laborales comenzaron en la Biblioteca Nacional, pero rápidamente se trasladaron al Museo Etnográfico. Allí, entre lanzas y momias, pudieron planear una salida al Atlántico. Hacía tanto tiempo que no se podía salir de la Ciudad que el mero hecho de pensar en un viaje tan largo les hacía palidecer y dar dolor de barriga. Melina creía que todo debía servir para un fin máximo, algo que sacudiera la consciencia del resto. Silvana creía que el fin podría ser algo más trascendental pero prefería no contradecir a su contraparte. 

Entonces desde un tiempo que nadie recordaba, la ciudad se había vuelto una prisión para todos, incluídos los propios gobernantes. Cuando finalmente pudieron dar con una solución para su escape, se comunicaron con un agente de ventas, importador de remesas financieras. Existía la posibilidad de huir por medio de un barco importador, los únicos transportes que seguían comunicados con el resto del mundo, aunque en un nivel méramente comercial. 

Las conversaciones entre Sil y Meli solían ser demasiado exhasutivas ya que ninguna de las dos quería dejar nada librado al azar. Meticulosas y obsesivas, no querían cometer errores. A veces, cuando el Etnográfico cerraba sus puertas las tenían que echar, y ellas sin poder para de cranear su liberación, seguían las conversaciones en el hall. Y de ahí a la plaza, el parque o cualquier lugar público donde no fueran vistas de una manera sospechosa. Pero finalmente tuvieron que acotar sus juntadas a la casa de Meli, que ahora vivía sola y tenía más tiempo libre. 

Para finiquitar el asunto planear un plan para poder tener todo excatamente planeado como lo querían ambas. Cada una daba una lista detallada de lo que el plan perfecto debía tener. Meli era fan del lenguaje florido y poético. Sil era más concreta, mas terrenal, pero aún así lograban dar una idea exacta de lo que querían. Sus juntadas comenzaron a extenderse a lo largo de todo el año, pasando por el otoño, el invierno, la primavera y el verano, para finalmente desembocar de nuevo en el otoño. Las conversaciones se convirtieron en tertulias y finalmente ceremonias en el hall. Artículos, brevajes, ilustraciones y todo tipo de información que iban recopilando. Un vínculo nació entre ellas, que fue trasponiendo todo tipo de barrera social, económica o sexual. Eran tan cercanas como cualquier pareja de amigos o novios de larga data. Mas bien como un matrimonio. Uno bueno, de esos que duran a base de respeto y comprensión mutua. ¿Y ahora? 

El tiempo, el implacable e imperecedero siguió transcurriendo sin temor a equivocarse, pero ellas ya habían olvidado el fin último de su unión. Compañeras en este viaje de proyectar, olvidaron el por qué y se embarcaron en el cómo. Así como pudieron encontrar un sentido último mucho mejor y absoluto que el mero hecho de huir. 

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