¿Qué somos cuando no podemos ser lo que somos?
Hace meses que por
cuestiones de público conocimiento no puedo salir a hacer mis pesquisas. Soy lo
que vulgarmente se conoce como detective privado. Aunque en realidad soy un
“detective de señoras”. ¡Un verdadero oprobio!!
Ya tengo cuarenta años y
me cansé de ir tras mujeres ricachonas aburridas que se acuestan con sus personal trainers porque sus maridos se
la pasan viajando por el mundo, las engañan, vuelven y después todavía se hacen
los sorprendidos.
Yo soy nocturno como mi
gata y dado que ya me leí todos los libros que tengo, me aboco a inspeccionar
la vida privada de las personas por las redes sociales. No es que antes no lo
hiciera, pero ahora tengo exceso de tiempo libre.
He descubierto que hay
ciertas personas muy pendientes de las cosas que publican, esperando respuesta.
Por lo general es gente poco interesante que necesita llamar la atención.
Después hay otros, los raritos, que suben cosas que solo les gustan o entienden
ellos. Y luego, gente que ni siquiera se sabe de su existencia porque, o
abandonaron el barco hace tiempo, o no tienen interés. En cambio, una pareja de
conocidos llamó mi atención.
Hace años, después de una
ruptura, decidí tomar clases de improvisación teatral, para ganar más dinamismo
y explorar diferentes facetas en mí. Las clases las daba esta pareja. Ella era
una pelirroja muy atrevida que me llamaba por mi apellido de forma provocadora.
Él un muchacho alto, barbudo, de nariz ganchuda y rulitos. Bastante bien para
ser hombre. Al principio no congeniamos, pero al fin la cosa fluyó. La experiencia
duró un año. Luego pasaron a quedar en esa especie de libreta virtual que son
las redes, donde la gente que conociste alguna vez, se transforma en una fotito
y en algunas publicaciones abstractas.
Le tomé cariño a ambos.
Eran buena pareja. De hecho, un par de años después de haberlos conocido, vi
por las redes que se habían casado y la Colo estaba esperando. Me alegró aún
más. Claro, la vida siguió transcurriendo para todos, en el medio me pasaron
mil cosas, y cada año trae sus vicisitudes para todos. Ellos no fueron la
excepción. Vi que llegó el bebé. Un bebé gordo y colorado. El tiempo pasó y el
bebé se convirtió en un niñito y luego en un niño más grande y todo parecía ir
viento en popa en esa familia de actores hasta que las cosas cambiaron.
No sé en qué momento me
di cuenta que pasaba algo raro —yo tengo olfato para estas cosas— pero el
narigón y la Colo parecían haberse separado. Él subió un video de una
publicidad donde salió en la tele. Su gente lo felicitaba pero él se mostraba
evasivo, daba respuestas apagadas. También publicó una vez algo así como se
sentía una porquería, la vida era una mierda, etc. La busqué a ella y nada.
Solo fotos con su hijo. Pero algo no me cerraba. Ya no daban juntos el taller.
Al poco tiempo ella
empezó una comedia de stand up donde
hacía de una estrella rockera que abusaba de los excesos, en fin, la parodia
clásica del rock star. Lo sentí como una necesidad de reafirmación de su yo
egocéntrico. Todo me latía a que ellos ya no estaban juntos, pero no podía
entender el porqué.
Esa pareja de artistas
tan linda y copada, con un hijo en común ¿Qué había pasado? Estaba intrigado.
Una noche, ella subió un
video cantando una canción bastante sugerente a las redes. El tema de Smokey
Robinson & The Miracles “Ooo baby baby”. Traduje como pude lo que decía la
letra. “Te hice mal, mi corazón quiso jugar pero salió mal y en eso te perdí. Ahora
debo pagar ese precio y estoy llorando. He cometido muchos errores, pero soy
humano. Tú también cometiste algunos y ahora estoy llorando.” En fin, una letra
desoladora que me puso muy triste y yo no soy de andar lamentando las rupturas
ajenas… ¿o sí?
Al año… o dos… él ya
estaba con otra mujer, de la cual decía estar enamorado. La Colo en cambio
parece estar sola pero más contenta, rodeada de amigas, su hijo, etc.
Mi conclusión del caso es
la siguiente:
Ella lo engañó, quizás
sin quererlo, él no pudo perdonarla (¿o al revés?). Ambos se quieren demasiado
para perdonar algo así. Quizás hubo competencia de ambas partes, al ser los dos
actores en proceso de abrirse camino. Más la llegada de un hijo. Trastocó un
poco las emociones de estos jóvenes artistas. Puedo haber pifiado algunos
detalles, pero esta es mi resolución acerca del caso de “La pareja de teatro”,
como la llamo en mi archivo imaginario para no aburrirme en estos días aciagos.