viernes, 28 de febrero de 2020

Posesivo - 12

Cuando el poseedor se convierte en poseído o Cuando es el otro quien te posee

Claro, uno puede pensar que una persona que se relaciona con los demás poseyéndolos, es un ser perdido sin remedio. Un ente maligno venido de todo lo que está mal en el mundo y es necesario aislarlo de la sociedad y condenarlo. Pero no nos adelantemos.
¿Qué pasa cuando esa persona posesiva es víctima de sus propias atrocidades? ¿Se lo defiende? ¿Se justifica? o ¿no pasa absolutamente nada?
Yo creo que lo tercero. No le interesa a nadie. Es un poco como el violador que después es violado en la cárcel o el asesino que es colgado de un árbol. Solo que a otra escala. Nadie lo quiere admitir, pero la sociedad en la que vivimos (además de ser extremadamente hipócrita, es vengativa y revanchista).
A todos los villanos, en el fondo los queremos ver destruidos, o mínimo... tomar de su propia medicina. A la gente, cuando pasa eso, (sobre todo los progres berretas), no les importa porque para ellos el mundo está dividido en dos bandos, los buenos y los malos. Y los malos tienen que ser castigados y se acabó. Pero el mundo es un poco más complejo que buenos y malos. Todo ser humano es bueno y malo, nadie zafa de la imperfección y todos dañamos al otro. A veces de forma directa (que es la única manera donde se recibe condena social), pero muchas veces con la marginación, con el aislamiento y con la misma condena social intolerante hacia aquellos que no nos portamos bien. Todas esas actitudes generan nuevos resentimientos y enconos que se retroalimentan en un círculo vicioso sin fin. Siempre, como sociedad, estamos señalando con el dedo a los "malos" y nos encanta estar del otro lado de la grieta, donde supuestamente está "todo lo que está bien".



Hace unos años, Bautista era el típico chabón posesivo. Vigilaba a sus novias con ojo avizor, les seguía sus pasos. No paraba de controlarlas y siempre quería que estuvieran con él. Básicamente, no las dejaba en paz. Así perdió a cada una de ellas, obvio, porque nadie se banca que no lo dejen en paz y libertad. Después de todo, la esclavitud se abolió hace más o menos doscientos años ¿o no?.
Bueno, éste muchacho, andaba así por la vida, preocupado. Se sentía incomprendido. Hasta que un día decidió dejar de sufrir por lo que decía que le hacían las mujeres y decidió salir a conocer gente y simplemente disfrutar del momento.
Así, apareció en su vida Salomé. Una bella muchacha judía, de pelo largo y negro y una flamante estrella de David sobre el pecho. Entre Bautista y Salomé creció el deseo y rápido se perdieron en un amor pasional entre las sábanas. Ella gemía tanto de placer que no sabía si estaba exagerando o qué pasaba. Pero le parecía raro. De a poco, él fue perdiendo el interés y fue en busca de nuevos horizontes, porque después de todo con Salomé solo había un romance sin mayores ligaduras.
Aparecieron otras chicas en la vida de Bauti, pero Salomé no se daba por vencido. Lo llamaba, le escribía, le decía de irse de viaje y hasta fantaseaba con la idea de que Bauti le hiciera un hijo. Pero todo esto a él le daba cada vez más miedo. No era que Salomé no le resultara atractiva, era solo el hecho de que se obsesionaba con él y eso le asustaba. Hasta ahí, nunca le había pasado eso. Siempre había sido él quien se obsesionaba con las mujeres y nunca al revés. Todo el asunto le empezó a parecer un fastidio, sobre todo cuando empezaron las escenas de celos de ella (muchas veces injustificadas y otras no). Los reclamos de verse y del tiempo que le exigía casi como si fuera una obligación.
En determinado momento, Bauti conoció una chica no menos lunática que Salomé, pero que tenía otros rollos y Bauti se sintió cautivado. Casi enamorado. Empezó a verse con aquella, y durante una semana no le escribió a Saló. De repente, se dio cuenta que había sido eliminado de todas las redes sociales por ella. Cuando le escribió para saber que pasaba, SALOMÉ estalló en ira. Le dijo de todo. Él respondió que no comprendía porqué tanto enojo si ellos nunca habían sido novios. Pero no hubo caso. Ella lo odió para siempre. Entonces Bauti decidió dejarla ir y que se arregle.
A los pocos meses, cayó una condena social por parte de sus amistades ligadas a SALOMÉ por lo que le había hecho.
Un día, al volver de la casa de su nuevo amor con quien ya había formalizado, se encontró con una pintada en la pared, donde se veía una caricatura de su cabeza cortada sobre un gran cuenco.

¿Conclusión?
No hagas lo que yo hago ergo Hace lo que yo digo.

jueves, 27 de febrero de 2020

Posesivo - 11

El final de la batalla (Última historia de amor)



"Es mucho más fácil hablar de las cosas tristes, que de las alegres..."
La Maga. Rayuela. Julio Cortázar. 1963.


La Maga y Oliveira da Figheira (Un amor libreril)

Cuando Oliveira estaba penando por su alma, apareció La Maga. Así, de la nada... simplemente, se cruzó en su camino como por generación espontánea. Nunca supo Oliveira de donde ella había venido, ni tampoco le interesaba. Sabía por rumores que era uruguaya, o marplatense. Vaya uno a saber. La realidad, es que se materializó y vaya uno a saber porqué, pero Oliveira no la quiso dejar ir. Desde que le habló por primera vez, se sintió hechizado. Ella, una muchacha de aspecto oscuro, rostro triste y labios carnosos, despertaron en él un deseo irremediable.
Se cruzaban en la misma librería porteña una y otra vez. No había caso, se buscaban sin buscarse ¿no?, y ahí se encontraban. No había escapatoria. Al principio ella rechazaba a Oliveira, quizás sujeta todavía a un viejo amor. La Maga era de pasiones poderosas.
Sin embargo, con el correr de los meses, la resistencia fue cediendo, hasta que al final salieron a comer y esa noche terminaron en la casa de ella. Que volvió a rechazarlo. Pero Oliveira se impuso como santo varón porteño que era. Ella por fin cedió y se entregó a sus propios suspiros de goce.
Desde esa noche, que durmieron de la mano, Oliveira sintió que nunca más la dejaría ir.


Pero, La Maga tenía sus propios fantasmas. Luchaba contra una terrible adicción al Percodan y otras sustancias tóxicas. Por su parte, Oliveira y su hábito de alcohol no ayudaban mucho.
En pocos meses, se daría cuenta que la amaba con una pasión inusitada, pero que todos los vicios que rodeaba a la liberal pareja enturbiaba la misma idea de sanidad física y mental.
A poco ya se había dado cuenta que había caído en una trampa mortal. No podía dejar de amar a La Maga, esa mujer exótica y tristona; pero tampoco podía seguir así, en un círculo vicioso de toxicidad y malestar estomacal.
A todo esto, La Maga era deseada por hombres y mujeres por igual, su estilo oscuro llamaba tanto la atención que para mucho era como cortejar a la princesa de las tinieblas. Además, el exotismo que generaba, sus tendencias homosexuales, hacían de esta bella dama algo totalmente irresistible. Pero también hay que decir, que éste era solo el pensamiento de Oliveira. Un hombre que nunca había sido presa de esas pasiones, ahora se encontraba con que no quería ver a La Maga hablar con ningún otro y cuando esto sucedía, se volvía loco. Perdía completamente la cabeza.
Y entonces, pasaron las cosas que nunca creyó que pasarían. Peleas, discusiones, escenas, ataques de ira y rabia. Nunca llegó a pegarle a La Maga, pero estuvo cerca y la violencia floreció por doquier de otras mil maneras. Una discusión callejera con zarandeos terminó con la aparición de un tipo que apaleó a Oliveira y la siguiente llegada de la policía. Ahí fue que entonces, Oliveira se dio cuenta que había tocado fondo en su propio infierno personal y que había perdido (peligrosamente) la chaveta al entregarse a sus pasiones de forma tan desmedida. Había llegado el momento de cambiar o morir en el intento. Pero las cosas nunca resultan tan fáciles como uno quiere. Ni para Oliveira, ni para Moreira, ni para nadie...
Oliveira y La Maga se separaron más de cinco veces a lo largo de seis años de relación. Estuvieron meses sin verse y otro tanto sin hablarse y después volvieron a estar juntos con la misma pasión descontrolada de siempre. Forcejearon por el piso y luego se fueron a vivir juntos.
Muchas veces, La Maga quedó embarazada, pero decidieron no tenerlos. (Aunque a Oliveira le hubiera encantado tener un hijo con La Maga, esto no lo reconocía). Sabían que eran la pareja más inestable del mundo. Ninguno de los dos podían controlar sus pasiones. Sobre todo Oliveira, que amaba tanto a La Maga que no podía amarla bien. Ella a su vez, demasiado entregada a los conflictos con su propio ser y su falta de voluntad para combatir y desterrar a sus demonios que tanto complicaban a la relación de ambos.
Finalmente, se separaron una última y definitiva vez. Otra vez los celos, otra vez la necesidad de controlar al otro. Donde uno intentaba poseer al otro para siempre. Ella le pedía que él le dijera sos mía mientras lo hacían. Y él sabía que ella era suya. Pero ese jueguito llegó a su fin cuando se dieron cuenta que esa manera tóxica de poseerse no daba para más.
Ella se fue a vivir a su ciudad natal y él volvió a la casa de sus padres, para curar las heridas con Pancutan.
A veces, ella lo llama y le dice que lo extraña. A veces, él le dice que todavía la ama y que todavía sueña con formar una familia con ella. Entonces, ella se escabulle con una excusa para evitar llorar.
Y siempre que Oliveira pasa por la librería donde se conocieron, no puede evitar sentir aquella tristeza insondable que La Maga siempre detentaba. Las lágrimas corren por su mejilla, por el amor triste que tuvieron y perdieron por su propia incapacidad de amar bien.
Los dos siguieron amándose de una manera tan fuerte que nunca pudieron dejar de hacerlo.
Hasta que al final, desaparecieron de la faz de la Tierra, como el polvo que se lleva el viento.
Nunca nadie nunca volvió a verlos o a reconocerlos y con ellos se perdió una gran historia de amor.
Todos vivimos una historia sin final en nuestras vidas. La de La Maga y Oliveira es una de ellas.

miércoles, 26 de febrero de 2020

Posesivo - 10

Algas marinas (Una fábula)

Hace quinientos años, vivía Pedro del monte, un jovencito español de dieciocho años. Un tipo de su tierra. Amante de los bosques y los animales. Una tarde, se encontró en la necesidad de salir al mundo a ganarse la vida. Su suelo natal pasaba por una época de vacas flacas terrible. En ese entonces había pocas opciones laborales y una de ellas era ser marinero. Sin dudarlo mucho, Pedro se embarcó como grumete.
Pero lo que parecía que sería una sencilla y breve misión, se convirtió en su modo de vida.
Cuando quiso acordar, Pedro tenía alrededor treinta años. Había recorrido el mundo, pero siempre como marinero mercante y nunca llegó más que a marino raso. Siquiera contramaestre.
Pero Pedro no tenía historia con su modo de vida, ni con el lugar que ocupaba en el mundo. Mientras tuviera la panza llena y algo que hacer, era feliz.
Sin embargo, las cosas no tardarían en cambiar. Una noche tormentosa, el barco de Pedro se vio inmerso en una tormenta terrible que destruyó la embarcación, en pleno Mediterráneo, naufragando cerca de las costas de Siria. Él fue el único sobreviviente.
Cuando Pedro despertó, sin saber como, se dio cuenta que se encontraba a resguardo en la playa, cubierto de algas y ostras, con apenas algunas magulladuras.
Inclinada sobre él, estaba Semiramis, una sirena mítica, hermosa en su estilo y su forma. Una morena de labios carnosos y pelo negro y abundante que lo observaba con curiosidad. Entonces, ante sus asombrados ojos, la cola de pez se convirtió en piernas y Pedro cayó rendido.
Al recuperar el conocimiento, el muchacho se encontró en una especie de caverna frente al mar. Semiramis cuidaba de él y, aunque no hablaba, pudo entender que ella velaba por él, por que simplemente lo amaba.
Al principio tuvo sus dudas. Ella parecía diez años menor y eso la hacía un poco de ruido. Sin embargo, por fin Pedro se entregó al amor de este ser mitad sirio mitad marítimo, porque el hechizo era muy fuerte, ella muy hermosa y además, hasta parecía graciosa.
Por largas jornadas se dedicaron a entregarse a los placeres carnales más fantásticos que Pedro jamás conociera. Encontraron la forma de comunicarse con la mirada y durante un buen tiempo, Pedro se olvidó del resto del mundo y vivió su idílico amor.
Sin embargo, algo en el fondo le hacía ruido a Pedro. No podía ser que siempre se dedicara a comer frutos del mar y a hacer el amor como nutrias con Semiramis, sin pensar en nada más. Algo tendría que hacer de su vida. Pero al final, decidió dejar de lado aquellos pensamientos que lo deprimían y decidió seguir entregándose a esa despreocupada manera de vivir.
Todo parecía increíble, como una sueño idílico, hasta que... Bueno, hasta que un día, Semiramis le dijo que tenía que volver unos días a las profundidades para visitar a su madre, que al parecer, no aprobaba esta relación. Algo que Pedro pudo deducir de las veces que hablaron al respecto.
Pedro se quedó solo varios días y aprovechó para recorrer la misteriosa isla donde vivía su idilio. El lugar era paradisíaco, como su fuera el Edén perdido. Pensó mucho en su novia sirena y hasta se le cruzó la idea de llevarla a vivir a España y casarse. Pero las cosas no saldrían viento en popa como él creía.

Al regresar Semiramis de su visita familiar, Pedro notó cambios en las actitudes de ella hacia él. Parecía tensa, muy nerviosa y angustiada. Una noche que ella le preguntó que había de cenar, él le contestó que no había pensado (aún) en eso. Ella se fastidió de una manera que él jamás había visto. Entonces, de a poco, empezaron los reclamos y recriminaciones que la sirena le hacía, por tal o cual cosa respecto de su flojera en la isla. Al parecer ella hacía todo y el no proponía nada. Pedro reflexionó en esto, una tarde que salió a caminar por la playa. Al ocultarse el sol tras el horizonte tuvo una revelación. Al regresar, le propuso a ella ir a vivir a España, pero Semiramis se fastidió con esto. No quería abandonar a su familia y sin bien, al principio de la relación ella no solo quería vivir con él sino darle hasta un hijo, de repente parecía que ya nada de eso le interesaba.
Al poco tiempo, la sirena empezó a salir cada vez más de la caverna, dejando a Pedro solo. Ella le decía que necesitaba pensar y salir con sus amigas sirenas. A veces, Pedro la veía nadando a lo lejos con sus amigas, y otras, con jóvenes y fornidos tritones de mar, con largas cabelleras negras y tatuajes en todo el cuerpo, excepto en las escamas claro.
Pedro se miraba en el estanque de la isla y se veía más arrugado, un poco más gordo y cansado. Al volver Semiramis, él le dijo como se sentía, pero ella se fastidió y le achacó la culpa por no hacer nada y dejarse estar. Le preguntó que había hecho de valor en los últimos diez años. Él solo atinó a responder: vivir. Pero para la joven ninfa del mar, eso no era suficiente.
A poco, ella volvió a escabullirse. Demás está decir que ya casi no hacían el amor, y si lo hacían, era con pocas ganas. Ella mirando para otro lado, él, llorando.
Pedro entendía que el romance con el fantástico ser, después de un año, había llegado a su fin. Sabía que tenía que escapar de ahí, pero no lograba reunir el coraje. Hasta que un día, encontró unos dibujos de ella en la cueva, donde se veía a Semiramis rodeada de tritones jóvenes y fornidos en posiciones cuasi sexuales. Se corazón se partió al medio.
A su regreso le mostró los dibujos y ella minimizó la situación, acusándolo de ser celoso y posesivo. Pero Pedro, lejos de terminar todo y escapar, se hundió más en su miseria. Lloró y le rogó que no lo abandonara por aquellos tritones jóvenes, perdiendo así, el último resto de dignidad que le quedaba.
Semiramis, de lástima, prometió no engañarlo ni abandonarlo. Sin embargo, a los pocos días, después de que al volver de sus escapadas Pedro le preguntara si se había visto con tritones, ella respondiera furiosa que estaba harta de él y de sus escenas de celos y que quería separarse.
Pedro, se mostró comprensivo, entonces ella lloró. Luego Semiramis se despidió y se fue con su madre. Pedro pensó que iría a noticiarla con la buena nueva. Después, él buscó la manera de volver a su casa y esperó que pasara algún barco. Pero a poco de irse ella, se sintió fatal e intentó comunicarse con el pensamiento, como a veces hacían, pero se dio cuenta que ella le contestó de mala gana, con el ruido de la madre detrás, riendo por haber ganado la guerra. La madre sirena conservó a su hija y la salvó de estar con un simple humano, de posible poco futuro.
Pedro lloró como un condenado, y odió su vida y su suerte. Al final, pocos meses después, fue rescatado por un barco que lo encontró al borde de la muerte. Allí, conoció a la hija del capitán, una rusa de la que se enamoró, fue correspondido y al poco tiempo vivieron felices, pudiendo olvidar el dolor que le acarreó aquella sirena del mar que lo engaño con sus encantos, para descartarlo apenas se aburrió de él. Y por mandato materno.

viernes, 21 de febrero de 2020

Posesivo - 9

A mal paso, darle prisa.
A continuación, un resumen de algunos otros casos que vienen al caso, pero que no es mi intención detallar tanto. 

5) Volver - Rock - See Emily play

Como conté en el capítulo anterior, salvé mi vida de la caída, gracias en gran medida a mi reconexión con Vane. Si bien, los primeros meses traté de ocultar que aún lloraba la pérdida de mi ex Ivana, con el transcurrir del resto del año pude volver a recomponerme y hasta volver a enamorarme así de rápido con la que había sido mi primer amor concretado. 
Los primeros seis meses fueron casi idílicos y hasta me atrevo a decir que fueron (algunos) de los mejores momentos de mi vida. Pero después, ella se fue de vacaciones con una amiga a Brasil, yo tuve que volver a irme solo como el verano anterior (cuando aún estaba con Ivana) y quizás, esa falta de concreción, de poder irme de vacaciones con mi novia se volvió frustración de nuevo. 
Cuando volvió, yo la esperé con expectación, pero no tardaría muchos días en darme cuenta que Vane había vuelto cambiada. De repente, como si el espíritu de Ivana la hubiera poseído, empezó a preguntarme de cosas que nunca antes había hecho, como por ejemplo: si iba a cambiar de trabajo, si iba a retomar la carrera, que iba a hacer de mi vida. Un sudor frío (literal) corrió tras desde mi nuca hasta mi cadera. La maldición de la novia que me veía como poca cosa había regresado. Volví a sentirme una porquería. Hasta ese momento no me había planteado bien a que quería dedicarme. Seguía en ascuas, pero no pensé que tan pronto Vane se pusiera así. Muy cambiada de la adolescente despreocupada que había conocido en el 2005, un lustro después, ella se estaba convirtiendo en toda una empresaria con su propia marca de ropa, etc. Otra vez me había quedado atrás. Además se quejaba que siempre estaba queriendo verla y ella también quería estar con sus amigos. ¿No tenes amigos?- Me preguntó. Ante mi insistencia con escenitas me dijo que parecía una minita. Nuestra relación empezó a enfriarse los siguientes seis meses hasta el invierno, donde se congeló y quebró. Ella ya no quería hacerlo conmigo. Percibí el final de todo y una noche me fui enojado de su casa. Le dije que lo pensara, pero que así yo no quería seguir. Dos semanas después, me llamó y me dijo que ella tampoco quería seguir. Todo había terminado de nuevo. Pero esa vez me prometí no sufrir, no podía dejar que rompieran mi corazón por segunda vez en menos de un año, así que me contuve, me lo guarde todo y salí al mundo a divertirme con todo.

Cuando digo rock, me refiero a rock. A poco de ser dejado por segunda vez por Vane, busqué todo tipo de diversión. Busqué la compañía de mujeres pero solo en plan diversión. A veces podían ser varios y esporádicos encuentros a lo largo de un año, o ser algunos o solo uno. 
Repasé los cuerpos de varias mujeres hermosas y ellas lo mismo conmigo. A algunas que se empezaban a enganchar las ahuyentaba diciéndoles que me había vuelto loco con mi ex, por los celos y la posesividad. En ese momento yo creía que les mentía, que las engañaba para espantarlas, pero con el tiempo entendí que lo que les decía era la pura verdad, aunque yo intentara convencerme de que era un verso o exageración. Todas las que quise espantar se espantaron. Cuando uno dice esas cosas no causan ni pizca de gracia. Lo sé. Pero en ese momento, a los fines de cambiar de chica o evitar tener algo serio, me resultaba útil la "artimaña".  
Durante el año que siguió a la ruptura con Vane la pasé bomba, yendo de cuerpo en cuerpo, hasta que entonces, al invierno siguiente, apareció una chica que invité a tocar la guitarra a casa. Era una amiga de una amiga de una amiga. Entonces, armamos una banda, junto con una pareja amiga. (Éramos como una especie de Mamas and the Papas del submundo). Comenzamos a tener onda y bueno... me terminé enganchando. Dejé que me cautivara, que fuera ella quien tomara la iniciativa y me engatusara. Caí como el mejor. Empezamos un breve pero fogoso romance sexual, que terminé después de apenas tres encuentros. Ella después me dijo que volvía con su ex. Yo quedé dolido en mi orgullo. Después vinieron una serie de acciones mías con otras chicas en un estado de despecho total. Toda aquella vorágine de descontrol trajo sus inevitables consecuencias. Sexo, drogas y rock and roll, traen cosas, cosos y rock and roll. No sé si he sido claro...

Cuando comenzó el nuevo año, después de la vorágine descontrolada, me fui de viaje por Sudamérica. Tuve algunos tórridos romances durante la travesía y, a mi regreso, me vi con una chica que hacía tiempo le tiraba onda por La red social. Una pelirroja de pecas muy macanuda parecida a Vilma de Scooby Doo. (Yo siempre fui medio Shaggy). Empezamos a salir en modo normal, después nos seguimos viendo, y luego un poco más; tomábamos mate amargo, íbamos al cine, escuchábamos la misma música, hacíamos el amorsito muy lindo, en fin. Todo bárbaro e ideal. Yo había empezado a enamorarme de ella hasta que todo se terminó de golpe ¿Que sucedió? No lo sé. 
A pocos meses de empezar, una día ella me mandó un mail explicándome porque no podíamos seguir. Al parecer, seguía enganchada con su ex que había cortado hacía más de un año. O al menos, eso es lo que adujo. Yo me sentí muy mal y traté de pensar que había hecho mal. Sin embargo, al parecer, ella vio que yo me estaba enganchando y ella no quería empezar nada serio. Eso me dijo. 
Yo pensé lo siguiente. Poco antes de empezar a salir con ella, yo me había quedado sin trabajo. Quizás, como antes, esa falta de algo concreto me jugó en contra. Por otro lado, cometí el error de decirle que la amaba, un día que lo hacíamos, cosa que ella me dijo que odiaba. Por último, creo que una semana antes que me cortara (reitero,por mail si), creo que yo le había hecho una escenita de porque no nos veíamos, o algo así que ya no recuerdo. Pensé que quizás esto era mi error más fatal. Tal vez, la piba era muy perceptiva y reconociendo a los de mi calaña, abrió el paraguas y prefirió evitarse problemas futuros. Esto es algo que nunca pude chequear o comprobar, pero no sería ni la primera ni la última vez que me quedaría con la duda de cuales habían sido mis errores y faltas hacia con ella. Tan graves como para cortarme a los dos meses, cuando la cosa se estaba encaminando para un noviazgo o algo por el estilo. 
También, podría darle una estocada a mi narcisismo y pensar que quizás, tan solo la piba no estaba muy enganchada conmigo y no quería nada serio, como yo no quería nada serio con otras chicas u año atrás. A veces estamos de un lado, a veces del otro. La rueda de la fortuna me había dejado patas para arriba otra vez.  


jueves, 20 de febrero de 2020

Posesivo - 8

4) Analogía

Cuando conocí a Ivana, todo fue un enamoramiento desmedido y descontrolado. Con Ivana nunca supe dominar mis pasiones, dominarme. Ella, simplemente, era todo para mí. Mi reina, mi princesa, mi dominatrix, mi prisionera... Dos años más grande que yo, la diferencia más grande entre nosotros radicaba en la experiencia o mi falta de. En cambio, a ella le sobraba.
Para mi fue un romance muy ligado al sexo, muy. No sé si les pasó, pero a mi me daban ganas todo el tiempo. Sin embargo, era claro que yo no estaba a su altura. Me era casi imposible complacerla.
Era una chica que jugaba en otra liga. Cuanto más enganchado estaba con ella, más claro era que lo nuestro no tendría buen fin.
Estuvimos dos años en los cuales, ella se fue a vivir sola y yo me subí como garrapata fulera de alguna de sus notables y modélicas piernas. Piernas largas, muy sensuales. En fin...
No me quiero demorar mucho más en esta sección asi que seré breve.
Cuando promediábamos la relación yo decidí dejar la carrera de Psicología, a la vez que empezar a fumar. Ella ya recibida y emancipada, sintió que yo retrocedía y empezó a planear el escape. De casualidad, un día que se juntó con sus amigos y yo fui, escuché como les comentaba que el año que viene se iría a Europa. Al terminar la reunión armé el escándalo pertinente. Como me enteraba así, como no me dijo nada. Lo sentí como una traición total. Ella se disculpó pero con pocas ganas, como diciendo si, estuve mal, pero las cosas son así. Ahí, me tendría que haber dado cuenta que las cartas ya estaban echadas.
Cuando nos acercamos al dichoso viaje, las cosas empezaron a reventar. Discutíamos, yo estaba muy sensible e irritable. Ella, a la vez, provocadora, de comentarios hirientes (de esos que meten el dedo en la yaga). Los temas podían ser el viaje de ella, mi familia, mi trabajo, mis estudios, mi falta de un proyecto. Es cierto, yo estaba en ascuas. Pero cuando le dije que entonces pensáramos un proyecto juntos, ella me dijo: yo tengo el mío, y espero a alguien que quiera sumarse.
Ok, ahí debí entenderlo todo, pero no lo hice. Me seguí aferrando. Mis enojos empezaron a tomar mayor dimensión. Volé una silla, creo que la rompí. En fin, como dije desde el comienzo, perdí el control. Ella se asustó. Cada día que pasaba, las cosas iban de mal en peor y en franca caída libre.
Cuando se fue, todo pasó lento para mí. Me sumergí en una depresión espantosa, en una condición paranoide horrible y maquiné tanto que de tan convencido estaba que me andaba engañando que casi me tiro del balcón de mi casa. Pero no tuve el valor.

Cuando volvió, todo estaba perdido. Le dije que no me hacia bien la relación y esa misma noche de su regreso cortamos. Pero al día siguiente me arrepentí y le pedí que siguiéramos. Sin embargo, las escenas de celos se triplicaron al punto de que estaba realmente intratable. Ella me fue dejando cada vez con más determinación hasta el último día, un mes después. Recuerdo que durante ese mes que seguimos desde que volvió de su viaje, hablé con mi viejo y me dijo que dada la situación más me convenía cortarle yo a ella antes. Pensé que era buena idea pero no tuve el valor (los huevos) para hacerlo. Dejé que todo llegara al desenlace previsto, que decantara solo y que fuera ella quien pusiera fin a todo. Claro que por ahí hubiese sido bueno para mí terminarle yo a ella antes, pero como estaban las cosas, me iba a arrepentir, no iba a servir para nada. Yo ya intuía desde hacía un año atrás que todo se terminaría pronto y actué en consecuencia, como en una profecía auto cumplida. Hice todos los deberes para que termináramos, o mejor dicho, para que ella terminara conmigo. Era lo que necesitaba y a la vez, no. Era como si encontrara un goce en el sufrimiento que me acarreaba toda esa relación enfermiza y mal habida. Creo que la ruptura ocasionó lo que más temía. Me destruyó en mil pedazos. Perdí el sentido de orientación y las ganas de vivir. Casi no la cuento, pero por suerte, mi psicólogo me ayudó bastante. Muchos amigos y familiares se cerraron alrededor mío y me contuvieron de alguna manera. Pero no fue hasta que yo mismo hice un click y decidí salir al mundo a hacer todas las cosas que tenía ganas de hacer. Me anoté en un taller de escritura con Gabriela Bejerman y en otro de dibujo y pintura con Paula Senderowicz. Algunas lecturas fuertes como El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl o El almuerzo desnudo de William S Burroughs, ayudaron a bajar mi ansiedad y mi estado de derrota total.
Por último y quizás más importante, me volví a contactar con Vane y para mi sorpresa, tuvimos una segunda oportunidad  más prolongada y madura que la del 2005.
Con Ivana nos seguimos hablando un tiempo por teléfono y luego se cortó todo. Dos años después de la ruptura se fue a vivir a Europa donde reside actualmente.

miércoles, 19 de febrero de 2020

Posesivo - 7

3) 2005, el año que hicimos contacto

Claro, después del episodio con Melimelum, quedé varios años sufriendo el coletazo de aquel amor frustrado. Pero en 2004 ya estaba listo para un nuevo amor, como cantaba Moura. Sin embargo, el destino tenía otros planes para mí. Aquel, fue un año de sequía afectiva y frustración pedagógica.
Pero como ninguna hambruna dura para siempre, a principios del 2005 conocí en un viaje a una muchacha punk. Tuvimos un breve romance de unos pocos meses hasta que la cosa explotó por diferencias irreconciliables, las cuales ella me detalló por teléfono con sabiduría. Yo me enojé y corté el teléfono de golpazo. Me agarró una breve rabieta que no supe controlar. Después me fui a buscarla al teatro Colón (donde estudiaba), pero ya estaba haciendo frío. El verano había terminado y mientras la esperaba acovachado en un resquicio del inmenso teatro, pensé que todo aquello que estaba haciendo era ridículo, porque hay batallas que de perdidas ni valen la pena liberarlas.
Volví a casa como soldado vencido, pensando que soldado que huye sirve para... no sé. Algo.
Después me di cuenta que ella tenía razón, no nos amábamos. Era una relación de conocidos con derecho a roce como me dijo por teléfono y aunque, con el tiempo, ese tipo de relación no tiene nada de malo y hasta es algo más que común en la vida adulta, a esos primigenios veinte años parecía algo poco agradable. Ambos todavía queríamos enamorarnos de alguien y no se ella, pero a mi me pasó al poco tiempo.
Cuando algunos meses después ya ni pensaba en ella, ni en Melimelum ni en ninguna chica, la conocí. Porque las cosas se dan así, aparecen cuando menos las buscas. Por eso, cuando me anoté en unas clases de guión por San Telmo no pensé que conocería a Vane. Nuestro flechazo fue inmediato. no quiero aburrir al lector con los pormenores de este romance que duró años, solo decir que al poco tiempo de conocernos nos dimos cuenta que compartíamos muchas cosas y que nos gustábamos y eso es todo. Empezamos a vernos por fuera del taller. Ella tocaba la guitarra de forma increíble. Lectora voraz, nos pasamos libros e impresiones. A los pocos meses de estar saliendo nos fuimos un finde a Mar del plata. Para mi fue el paraíso. Mi querida ciudad costera se convertía en mi primer viaje solo con una chica. Quizás para ella que tenía mas experiencia no era tan importante, pero para mí lo fue.
Yo estaba enamorado hasta la médula ósea de Vane. Yo a ella le gustaba, pero tranqui.
Todo el viaje en tren lo hicimos escuchando Ommadawn de Mike Oldfield en un viejo discman mío, a lo que ella me dijo en un momento "¿Porqué tenemos que escuchar a este chabón?" Muy gracioso.

Todo terminó a finales de año, cuando después de pasar "2001: Una odisea espacial" en un ciclo de cine que había organizado en el lugar del taller, nos estábamos por ir y otro flaco se quiso sumar a nuestra partida. Yo me puse rabioso por la intromisión del muchacho, que sentía que buscaba protagonismo o robarme a Vane. Lo traté mal adelante de todos y nos fuimos. Después, Vane se enojó mucho conmigo, me dijo lo mal que había estado tratando así al pibe. Yo le reconocí que por ahí se me había ido un poco la mano, pero también que me parecía insoportable el flaco, que se auto invitara fue algo por demás provocador. Así lo vi, como una intromisión total en una noche que tendría que haber sido solo de nosotros dos. Pero me puse celoso y posesivo. Vane olió todo el asunto y una semana después me cortó, aduciendo que se iba a ir varios meses a su provincia norteña de origen y no sabía cuando volvería. Que no tenía sentido mantener la relación a distancia. Esto me lo comunicó café de por medio. Yo me puse fatal. Lloré como niño chiquito que le sacan su juguete favorito. Ella se puso mal pero no cedió. Amenacé suicidarme (aunque no era en serio), pero ella respondió que yo era los bastante grande como para saber lo que hacía. Su madurez me hizo sentir un verdadero idiota. Más idiota de lo que ya me venía sintiendo hacía un tiempo.
Para colmo de males, al otro día me agarró una apendicitis del carajo que me doblaba por la mitad. Esa misma noche me internaron y operaron. Ella se enteró y me vino a visitar al hospital. Todo fue medio de película. Pero por más que me pasó lo que me pasó, no se ablandó y sostuvo la separación de manera estoica. Yo lo interpreté (como siempre lo haría de ahí en más) que si no me quería es porque había alguien más de seguro. Pero no todo siempre es tan simple. Claro, en pocos meses le había demostrado a Vane que yo podía ser celoso, de mal carácter, posesivo y manipulador. Claramente un mal partido para (casi) cualquiera. Por ende, tuve que reconocer mi derrota y dejarla ir también.
El verano del 2006, me fui con mis amigos al norte ¿casualidad? y obviamente nos vimos en su ciudad natal. Pasamos una tarde linda caminando por allí, mientras mis amigos se fueron para otro lado. La llevé a mi hostel e intenté besarla pero se tiró para atrás. Me sentí dolido, pero después acepté que todo había terminado (por el momento) y la acompañé hasta su casa. Nos despedimos con un fuerte abrazo y eso fue todo (por el momento). 

lunes, 17 de febrero de 2020

Posesivo - 6

2) Del planeta Melmac

Poco más de cuatro años después de Rosarito Vega, conocí a Melisa (Melimelum), en una extraña noche con amigos. No recuerdo bien como apareció, ni quien la trajo, peri ahí estábamos una noche en el barrio, cuando apareció con su amiga (Gabriela Sabatini).
Un narigón de la bandita que frecuentaba dijo "que buen culo" (por Melo) y entonces fue que me fijé en ella, que llevaba unos jeans ajustados. Muy bien, pensé, a esta si le hablo y le hable. Cosa poco usual porque nunca fui del tipo hablador con las mujeres, porque siempre primero y ante todo, temerles a muerte y sobretodo si me gustan.
La Melu fue cortés pero esa noche estaba apagada (después me enteraría que había tenido una discusión con su novio que no quería que saliera y con justa razón, porque esa noche me conoció a mí). El novio, hoy es un reconocido poeta y personaje del under porteño (si es que existe algo así), pero en aquel momento era solo un pibe con ciertos aires de pretensión literarias, mientras todos los demás solo pensábamos en el rock, las chicas (algunos el fútbol) y las cervezas, que se iban cimentando como bebida moderadamente acostumbrada.
Nosotros teníamos dieciséis años y la vida, a principios del siglo XXI parecía una continuada bosta de finales del siglo que acababa de terminar. Los cambios, aún no habían aparecido. Como mote del recuerdo puedo decir que en el año 2000 empecé a usar internet de manera mas o menos cotidiana. Una de las primeras cosas que recuerdo haberme anoticiado por allí fue que iban a hacer las versiones cinematográficas del Señor de los anillos.
Pero volviendo al asunto; con Meli, esa noche pegamos onda pero moderadamente. Sin embargo, lo suficiente para que el amigo que la había invitado al barrio me dijera de organizar otras juntadas en lo que quedaba del primer año del nuevo milenio. Y así fué...
Empezamos a vernos más seguido y la incipiente onda entre nosotros se convirtió en una (casi) verdadera púber tensión sexual irresuelta. Y digo "irresuelta" porque en verdad, nunca se resolvió. Con MeliMelum siempre nos gustamos, pero nunca hicimos nada al respecto.
De hecho en el 2001, una cuestión burocrática como la falta de cupo en Bachiller, hizo que me decantara por cambiar de colegio y el de Meli fue mi primera opción. Al margen de que ella iba un año menos que yo y faltaba bastante, pero bueno... Eso no lo sabía.
Todo el famoso año de 2001 estuve sufriendo por este amor correspondido pero que no se concretaba.

Factores que impedían la concreción eran los siguientes:
1- Ella tenía novio.
2- Lo conocía y no me caía mal. (Por ende me daba culpa que lo cagara conmigo)
3- Mi miedo a dar cualquier paso en falso.
4- Ella tampoco parecía muy dispuesta a dejarlo.
5- Yo quería que ella fuera mi novia, pero no estaba seguro de que fuera una gran idea.

De hecho fue ella quien, en un recreo, me sentó a su lado y me dijo que gustaba de mí blablabla, pero que no podía porque el novio blablabla. Después (muchos AÑOS después) comprendí que ella dio el primer paso de poner en palabras lo que sentíamos y que todos nuestros amigos y entorno ya se daban cuenta. Pero luego, dejo el espacio para que yo diera la siguiente jugada. Pero yo solo atinaba a decirle que la esperaba, que si ella lo dejaba a "Pipa", yo estaría ahí para ella. Pero me parece que esperaba ser rescatada, extraída de ese lugar. Sin embargo, yo no tenía ni la claridad ni experiencia como para ese tipo de acciones. Simplemente me quedé cerca de ella, observándola. Deseándola. Pero nunca tomándola. Como era de esperar, empezó a engañar a su novio con otros y yo seguía esperando que resolviera su situación, pero ella tenía menos clara las cosas que yo. En el mientras tanto, cualquier chica que se me acercara era rechazada por mí, ya que estaba enamorado de Melimelum. Nadie podía entender ese metejón mío, ni mis amigos ni nadie. Era realmente incomprensible que en plena ebullición hormonal adolescente yo me aferrara tanto a alguien cuasi imposible, como si fuera una quimera. Pero no hubo caso. Durante todo ese año y buena parte del siguiente (2002) me dediqué a sufrir por ella, a verla ir de un lado a otro frente a mis narices y mirarme con cierta pena y nostalgia, casi como pidiéndome que la rescatara. De hecho, en una se esas escaramuzas novelescas ella beso en un boliche ya extinto de Puerto Madero, a un pibito mirándome mientras lo hacía. Yo lo se saqué al pibito de encima y luego huí. Ella también, todo fue una confusión. Después la ignoré por mucho tiempo. Ella me escribió una extensa carta pidiéndome perdón y diciendo que no sabía porque había besado a ese borrego, también que esperaba que yo le sacara al pibe de encima, que lo rogaba, en parte que la tomara. Ahhh, la adolescencia. Que intenso es todo allí.
Hoy en día aún guardo esa carta porque es un recuerdo de una época maravillosa, fuerte y única de nuestras vidas que nunca volverá. Como un documento inalterable de una época que hoy me parece casi ridícula, pero que en su momento era tan terrible como la vida y la muerte, como las desventuras del jóven Werther. Hoy no me arrepiento de todo lo vivido. Es muy fácil decir yo hubiera hecho tal cosa o tal otra, pero bueno. Las cosas se dieron así.
Un par de años después que bajó toda la intensidad del asunto nos reencontramos en otra noche con amigos y nos dimos unos buenos besos apasionados como para tener y archivar. Fue un sacarse las ganas. Pero después, de eso la cosa no dio para seguirla o llevarla a terrenos mas "adultos". Después, casi que nos hicimos buenos amigos. Y aunque no nos veíamos mucho, siempre quedó buena onda entre nosotros, siendo uno de los pocos casos donde podría decirse eso. Si, es uno de los pocos romances que sigo manteniendo en mis redes sociales, quizás por haber sido tan intenso todo, tan teenager, creo que los dos nos guardamos un cariño especial.


viernes, 14 de febrero de 2020

Posesivo - 5

ALGUNOS CASOS DE RIGOR:

1) Rosario siempre estuvo cerca

Todas las cosas tienen un origen o, al menos, podemos tratar de jugar a dilucidarlo. Las cosas tienen un origen, también tiene movimiento y las actitudes lo mismo.
Cuando a mediados del '96 apareció Rosarito Vera pensé que había sido amor a primera vista. Una noche en un baile del colegio, se acercó y yo a ella. Pensamos que era una buena idea ser novios o, como se decía en aquella época ¿querés salir conmigo?
Con Rosarito nos dimos los primeros besos. Ella tenía un año menos que yo e iba al turno tarde. Me gustaba porque era de carácter fuerte. Era de aquellas chicas que van al frente y no se quedan esperando que uno de el primer paso. Por suerte para mí, que soy todo lo tímido que puedo llegar a ser.
Con Rosarito éramos como el día y la noche. Ella petisa, de rulos negros y piel achocolatada, vital. Yo, un poco mas alto, esquelético y blanco como la nieve de finales de invierno. Moribunda. Taciturno.
Después de besarnos con pasión en el baile del colegio, seguimos a lo largo de ese invierno dándonos besos en la casa de un amigo. Hablando por teléfono casi todos los días. Mis padres sospechaban algo, mi hermano no se interesaba. Pero yo vivía el romance, cada día que pasaba, con más pasión.
Fuimos buenos amigos mientras todo duró, pero yo no sabía como ser un novio. Había días que no la llamaba, simplemente porque no me surgía hacerlo. Además de que siempre odié hablar por teléfono, para mi Rosarito era como cualquier amigo. Nos veíamos cuando los astros se alineaban. Para mi estaba bien que así fuera, pero para ella quizás no era suficiente. Además del hecho nada despreciable de que vivíamos a dos barrios de distancia, no podíamos tenernos a cualquier momento. Ahora que lo pienso era algo así como el romance de Milhouse con la niña nueva Samantha (aquella de frenos o aparatos en los dientes), solo que en mi caso nosotros no éramos compañeros de aula.
Entonces, un buen día de aquellos, viviendo en mi relajo, noté distancia entre nosotros. Nos besábamos poco o nada. Ya casi no me llamaba. La cosa estaba rara y yo sospechaba que algo malo pasaba. Decidí ir a visitarla a su barrio de sorpresa y en un intento desesperado por reconquistarla le compré en un kiosquito una caja de caramelos con forma de corazón pero, yendo a su domicilio la ví de lejos caminando con un chico del barrio. Corrí en dirección contraria a toda velocidad y cuando pasé por un tacho de basura tiré la caja de caramelos dentro. Después, derrotado me tomé el colectivo a casa. Cuando llegué, me encerré en mi cuarto, y aprovechando que mi hermano estaba ausente, me largué en llanto inconsolable.
No recuerdo si mis padres me dijeron algo, pero creo que no y dejaron que me desahogara con total libertad. Después me dormí sin cenar y mi interior se calmó.
Al día siguiente, todo lo vivido el día anterior parecía una extraña y lejana pesadilla de la cual no quería acordarme.
Claro que poco tiempo después, Rosarito me llamó para vernos y me dijo que estaba saliendo con Fulano de tal. Yo me hice el duro y le dije que no me importaba un comino. Ella se molestó por mi contestación y se alejó llorando de mí. Pensé en seguirla. Pensé que como en las películas, podía agarrarla de un brazo y darle un beso. Pero no lo hice. Me chocaba por primera vez en la vida, con la necesidad de recuperar a alguien y decirle que era mía; sin embargo esa vez, preferí dejarla ir y ya. Comprendí, con mis doce años, que las cosas no eran tan fáciles como en las películas. En esa ocasión me tocó perder y lo comprendí con toda su dolorosa potencia.

jueves, 13 de febrero de 2020

Posesivo - 4

¿Tu papa? Tu no puedes poseer una papa, maestra...
Es una de las criaturas de la madre naturaleza, beerp!!

Estas sabias palabras de Homero Simpson son la punta de lanza del siguiente análisis sociológico que leerán a continuación:

El concepto de poseer es tan antiguo como el concepto de propiedad privada. Habría que remontarse a los perdidos orígenes de las primeras civilizaciones humanas como para rastrear todo aquello.
Lo que sí está claro es que la idea de poseer objetos quizás no preceda tanto a la idea de poseer personas. Allí tenemos la esclavitud, tan antigua como la humanidad. Rastrear las primeras civilizaciones nos hace encontrarnos que los humanos se esclavizan unos a otros desde tiempos inmemoriales. Por supuesto, la construcción de una gran civilización, casi siempre, acarrea la necesidad de subyugar otros pueblos. Lo hicieron los Babilonios, los egipcios, los griegos, los romanos, los chinos y mongoles, los cruzados, los musulmanes, los aztecas, los incas, los europeos en América, los ingleses, los japoneses, los alemanes, los norteamericanos y podríamos seguir dando muchos ejemplos más. Siempre, desde que el humano es lo que es, vemos que guerrea con otros, subyuga, y a fin de cuentas, termina poseyendo al otro.
Pensemos en la esclavitud que hubo en nuestro continente. Siglos de esclavizar a los pueblos originarios de América, hasta el punto de la casi extinción de los mismos. La esclavitud de muchos pueblos africanos, desarraigados, explotados al punto de la denigración más abyecta. Pocas veces, el ser humano fue tan brutalmente tratado como los originarios americanos y los africanos. Y así, mil ejemplos más.
El punto es que con el paso del modelo esclavista al modelo capitalista, los seres humanos nunca dejaron de poseer cosas (sino todo lo contrario), y no dejaron de poseerse a sí mismo. Solo que las cadenas de hierro se convirtieron en cadenas simbólicas, cadenas emocionales afectivas.
Hoy la posesión del otro no es un sistema de acarreo con fines mercantiles. Nuestros esclavos no se cotizan en el plaza central del pueblo, sino que cotizan dentro nuestro. Son prisioneros de un corazón que necesita, a toda costa, amar y ser amado. Quizás lo que el otro necesite no siempre sea una prioridad. A veces (o siempre), el posesivo solo piensa en sí mismo. Pero no lo hace de malo. Todos poseemos un montón de cosas que cuidamos y celamos con verdadero cuidado. Desde discos libros, ropa, pinturas, herramientas, automóviles, casas o departamentos, pero también animales domésticos, familiares, amistades y relaciones amorosas. Todo lo que amamos nos pertenece. No lo decimos, porque no suena bien. Pero todos lo pensamos, en parte lo pensamos y sentimos con el corazón. Pero muchos sienten que deben ocultar esos sentimientos porque no forma parte del ser evolucionados. Pero todos tenemos esa herencia posesiva que acarreamos irremediablemente desde tiempos remotos. Todos los escoceses del mundo lo hacemos, diría Willy el escocés. Por ende...
Si no puedo poseerte, tampoco pretendas vos poseer una papa. Todo es de todos y nada es de nadie. Si empezamos a comprender eso, vamos a dejar de señalar con el dedo al prójimo, endilgándole los errores que no le perdonamos por no ser lo que queremos que sea, o peor, por devolvernos un reflejo de lo que en realidad somos y detestamos de nosotros al punto de ocultarlo a toda costa. Por eso esa guerra descarnada y sin tregua con aquellos que consideramos en las antípodas de nuestro pensamiento. Quizás haya algo que resolver allí. No lo sé. Pero, el mayor mal que aqueja la humanidad, además de la avaricia o el desinterés, es la hipocresía y ese es un mal que todos padecen y nadie quiere reconocer.


miércoles, 12 de febrero de 2020

Posesivo - 3

¿Posesivo o poseído?

Un posesivo es también un poseído. Porque poseer es un acto de locura, en parte. Va en contra de lo normal, de lo moralmente instituido como correcto, como bueno, estable y saludable.
Al querer poseer al otro debemos estar en una situación desesperada porque, cuando vuelve la cordura (que siempre vuelve en algún momento), nos damos cuenta que no está tan piola tener al otro a nuestra entera disposición. A veces, sabemos que hacer con el otro. El otro nos aburre, nos harta. Hasta podemos tener ganas de no verlo más y estar solos. Por eso digo que para querer poseer al otro tenemos que estar poseídos, por el ansia de solo tener al otro atado a nuestro morral de inmundicias. Colgado como un perro faldero, atento para darle murra cuando sea nuestro deseo.
De ahí la cercanía etimológica de las palabras posesivo y poseído. Muchas veces actuamos en relación al otro en un acto total de posesión. Nos perdemos en nuestro deseo desesperado de sumir al otro en el grado más bajo, de sodomizarlo hasta no el cansancio (el nuestro, claro).
Quizás podríamos explicar el origen de la posesión como algo que ya viene inherente en los hombres. La necesidad intrínseca de controlar al otro. De tenerlo a nuestra disposición siempre. No nos interesa otra cosa. Y está bien, así es como debe ser el buen posesivo.

Etimología


Un posesivo es una palabra o construcción gramatical que indica una relación de pertenencia, en sentido amplio. Un término relacionado es el del caso genitivo. La mayoría de los idiomas europeos tienen palabras posesivas asociadas a los pronombres personales. Allí tenemos una definición de manual de lo que es un posesivo en la lengua. Mío, mía, tuyo, tuya, suyo, suya, nuestro, nuestra, vuestro, vuestra, suyos, suyas... etc. La cuestión es que está clarísimo lo que significa ser posesivo. Para algunos de nosotros es toda una forma de vida. Algunos de los que han sido nuestros nos han pedido que les recordemos que son nuestros, cosa que nosotros siempre consideramos innecesario porque siempre lo tenemos más que claro. Pero, a veces, para darles el gusto en su placer sumiso, se los susurramos al oído para que tengan un orgasmo de placer, también. Pero no siempre. Debe quedar súper claro que nosotros somos los que decidimos cuando se dicen ciertas cosas y cuando el otro puede sentir placer en algo. El deseo es suyo, no podemos cambiar eso en la medida que si están con nosotros su deseo ya nos pertenece. Pero su placer; si están con nosotros, es nuestro y solo nosotros podemos administrárselo. Si no sabemos dosificar su placer en pequeñas dosis de vez en cuando, entonces somos unos inútiles y no podemos poseer a nadie. Ni lo merecemos. Ser poseedor es todo un arte, solo apto para gente que sabe manejar su poder de dominación. 
¿Existe el posesivo pasivo? Por supuesto. Es aquel que necesita que lo posean y a la vez tiene poseído al otro. La necesidad es mutua. Pero a la vez es una redundancia. Si bien, el pasivo suele quejarse de su rol y criticar al activo de ser un maldito posesivo, la realidad es que nunca hay pasivo sin activo y viceversa. Por ende, los dos son las caras necesarias de la misma moneda. Los dos son altamente posesivos y súper tóxicos en esa relación de posesividad que si no se administra con sabiduría puede matar a alguno de los dos o quizás a ambos.  

El origen psicológico de la posesividad

Algunos dicen que todo se remonta a la más tierna infancia. Al parecer una falencia por parte de uno de los padres. El niño crece con mucha inseguridad, por eso necesita, a medida que va creciendo, de asegurarse el afecto del otro de una manera desmedida (para el vulgo), y a veces de una forma desaforada. Solo subyugar al otro puede darle cierto nivel de seguridad, para no sentir que lo pierde todo. Si el otro acepta ese juego, entonces está todo bien. Si el otro se rebela, entonces viene la condena social. Pero esto no deja de ser una psicologización de todo el asunto y lo desarrollaremos mejor más adelante.


martes, 11 de febrero de 2020

Posesivo - 2

Decálogo básico del buen posesivo:

1- Un buen posesivo que se digne de serlo, debe sobre todo y más que nada, celar a su objeto de deseo.

2- Un buen posesivo no debe dejar al otro ni un ápice de libertad.

3- El otro debe estar siempre disponible para nosotros.

4- Uno debe hacer sentir al otro que sin nosotros no pueden vivir. Hacerlos dependientes nuestros.

5- No permitir que el otro conozca a otras personas y vínculos. Hay que reducir su espacio vincular solo a nosotros. (Los de afuera son de palo. Y peligrosos)

6- Hay que impedir que el otro se interese en muchas actividades. Solo nosotros somos su único divertimento.

7- El otro es nuestro ahora y siempre. Ni siquiera su familia más cercana tiene derechos.

8- Cuando el otro empieza a demostrar actitudes de independencia hay que atormentarlo con la vieja y querida CULPA.

9- Al otro no hay que darle respiro. No hay que dejar de vigilarlo nunca y celar todos sus movimientos.

10- Al otro hay que sofocarlo hasta el fin. Hasta que no aguante más y se harte de nosotros. Nosotros podemos ser ellos, pero ellos, nunca ser nosotros.



lunes, 10 de febrero de 2020

Posesivo - 1

(Una novela polémica o un Alegato contra la corrección política y/o afectiva)



Prólogo

Una nueva novela de blog se cierne sobre nosotros, o "blogonovela", o como carajos se diga. Es menester sacar las cosas decía un amigo querido, asi que aquí estoy. Quizás por última vez, para abrir la bolsa de los recuerdos, la gorra de las cosas locas, el sombrero de magia fraternal.
Somos conscientes que casi nadie lee este blog. Nadie se toma el trabajo de hacerlo y no nos importa. Hablo en plural porque somos muchos los que escribimos acá, por más que firme uno solo. No soy esquizofrénico, solo tengo culpa. Tengo que extirpar algunos tumores que quedaron mal diseccionados. Nadie está obligado a leer lo que sigue. Hoy todo el mundo es escritor, sobre todo en Facebook, lugar en el cual me sigo negando a publicar. Nací domador de serpientes y así moriré, diría un Moe con los dedos vendados. Yo nací bloguero y así seguiré al menos un tiempito. Es probable que éste sea el último año que escriba por acá. Siempre digo lo mismo y nunca cumplo, pero la realidad es que me es muy cómodo hacerlo. Es un formato donde escribo y sale como pedo por la reja. Volando, directo a primera plana. O no... Pero me gusta esa posibilidad de escritura veloz y explosiva que te da. Ya sé que es todo lo contrario a lo que se entiende como buena escritura. Sé también que todo lo escrito en el blog ( en el mío al menos) es prácticamente in-publicable en una editorial seria que se precie de serlo. Pero la verdad es que no me interesa. Ya está todo saturado por todos lados. El mundo está lleno de gente imaginativa, creativa, escritores veloces y prolijos, con gran capacidad y técnica para escribir bien y rápido. Yo no tengo ese don, lo sé. Ahora (y siempre) sigo escribiendo para mí. Cada vez que intento mostrar mis cosas al mundo, no le interesa a casi nadie, en los talleres me critican duramente por desprolijo, por "errores" de forma y contenido o por imperfecciones de las tramas. Ok. Yo sé que tengo un serio problema para escribir y no me gusta mucho corregir. Necesito escribir, corregir no es una necesidad, pero si queres ser escritor tenés que corregir dicen todos. Puede ser... Hace casi veinte años que "escribo". Los primeros cinco años, solo poesía, y después seguí con los cuentos y en los últimos siete años escribí tres novelas. Nada de lo que hice en estos casi veinte años se publicó. ¿Por que? Quizás no sea bueno lo que escribo. Quizás no sea lo que los lectores medios quieren leer. Quizás en estos casi 20 años no pude terminar de perfeccionar del todo el arte de escribir y siga tropezando con los mismos problemas una y otra vez. Quizás sea demasiado vago para terminar de ser bueno y publicable. Pero en fin, maldita sea, Blogger es una plataforma semi muerta pero no me exige nada.
Vaya pues lo que sigue para quien quiera leer. Y el que no, que no lo haga. No pretendo más intentar encajar en el mundo de los escritores. Me declaro un outsider absoluto. Y para demostrarlo, a continuación, voy a redactar una novela más bien incómoda, un verdadero sincericidio literario. Salida desde el más vulgar "yo", con la que pienso destruir cualquier intento de caretaje y prenderme fuego como un bonzo. Vaya pues, la siguiente historia por entregas, que de tan real, es irreal-mente verídica. Una historia triste y enfermiza sobre las relaciones, la toxicidad y la incapacidad para manejar las relaciones interpersonales de forma sana y equilibrada con casi todo el mundo.