jueves, 27 de febrero de 2020

Posesivo - 11

El final de la batalla (Última historia de amor)



"Es mucho más fácil hablar de las cosas tristes, que de las alegres..."
La Maga. Rayuela. Julio Cortázar. 1963.


La Maga y Oliveira da Figheira (Un amor libreril)

Cuando Oliveira estaba penando por su alma, apareció La Maga. Así, de la nada... simplemente, se cruzó en su camino como por generación espontánea. Nunca supo Oliveira de donde ella había venido, ni tampoco le interesaba. Sabía por rumores que era uruguaya, o marplatense. Vaya uno a saber. La realidad, es que se materializó y vaya uno a saber porqué, pero Oliveira no la quiso dejar ir. Desde que le habló por primera vez, se sintió hechizado. Ella, una muchacha de aspecto oscuro, rostro triste y labios carnosos, despertaron en él un deseo irremediable.
Se cruzaban en la misma librería porteña una y otra vez. No había caso, se buscaban sin buscarse ¿no?, y ahí se encontraban. No había escapatoria. Al principio ella rechazaba a Oliveira, quizás sujeta todavía a un viejo amor. La Maga era de pasiones poderosas.
Sin embargo, con el correr de los meses, la resistencia fue cediendo, hasta que al final salieron a comer y esa noche terminaron en la casa de ella. Que volvió a rechazarlo. Pero Oliveira se impuso como santo varón porteño que era. Ella por fin cedió y se entregó a sus propios suspiros de goce.
Desde esa noche, que durmieron de la mano, Oliveira sintió que nunca más la dejaría ir.


Pero, La Maga tenía sus propios fantasmas. Luchaba contra una terrible adicción al Percodan y otras sustancias tóxicas. Por su parte, Oliveira y su hábito de alcohol no ayudaban mucho.
En pocos meses, se daría cuenta que la amaba con una pasión inusitada, pero que todos los vicios que rodeaba a la liberal pareja enturbiaba la misma idea de sanidad física y mental.
A poco ya se había dado cuenta que había caído en una trampa mortal. No podía dejar de amar a La Maga, esa mujer exótica y tristona; pero tampoco podía seguir así, en un círculo vicioso de toxicidad y malestar estomacal.
A todo esto, La Maga era deseada por hombres y mujeres por igual, su estilo oscuro llamaba tanto la atención que para mucho era como cortejar a la princesa de las tinieblas. Además, el exotismo que generaba, sus tendencias homosexuales, hacían de esta bella dama algo totalmente irresistible. Pero también hay que decir, que éste era solo el pensamiento de Oliveira. Un hombre que nunca había sido presa de esas pasiones, ahora se encontraba con que no quería ver a La Maga hablar con ningún otro y cuando esto sucedía, se volvía loco. Perdía completamente la cabeza.
Y entonces, pasaron las cosas que nunca creyó que pasarían. Peleas, discusiones, escenas, ataques de ira y rabia. Nunca llegó a pegarle a La Maga, pero estuvo cerca y la violencia floreció por doquier de otras mil maneras. Una discusión callejera con zarandeos terminó con la aparición de un tipo que apaleó a Oliveira y la siguiente llegada de la policía. Ahí fue que entonces, Oliveira se dio cuenta que había tocado fondo en su propio infierno personal y que había perdido (peligrosamente) la chaveta al entregarse a sus pasiones de forma tan desmedida. Había llegado el momento de cambiar o morir en el intento. Pero las cosas nunca resultan tan fáciles como uno quiere. Ni para Oliveira, ni para Moreira, ni para nadie...
Oliveira y La Maga se separaron más de cinco veces a lo largo de seis años de relación. Estuvieron meses sin verse y otro tanto sin hablarse y después volvieron a estar juntos con la misma pasión descontrolada de siempre. Forcejearon por el piso y luego se fueron a vivir juntos.
Muchas veces, La Maga quedó embarazada, pero decidieron no tenerlos. (Aunque a Oliveira le hubiera encantado tener un hijo con La Maga, esto no lo reconocía). Sabían que eran la pareja más inestable del mundo. Ninguno de los dos podían controlar sus pasiones. Sobre todo Oliveira, que amaba tanto a La Maga que no podía amarla bien. Ella a su vez, demasiado entregada a los conflictos con su propio ser y su falta de voluntad para combatir y desterrar a sus demonios que tanto complicaban a la relación de ambos.
Finalmente, se separaron una última y definitiva vez. Otra vez los celos, otra vez la necesidad de controlar al otro. Donde uno intentaba poseer al otro para siempre. Ella le pedía que él le dijera sos mía mientras lo hacían. Y él sabía que ella era suya. Pero ese jueguito llegó a su fin cuando se dieron cuenta que esa manera tóxica de poseerse no daba para más.
Ella se fue a vivir a su ciudad natal y él volvió a la casa de sus padres, para curar las heridas con Pancutan.
A veces, ella lo llama y le dice que lo extraña. A veces, él le dice que todavía la ama y que todavía sueña con formar una familia con ella. Entonces, ella se escabulle con una excusa para evitar llorar.
Y siempre que Oliveira pasa por la librería donde se conocieron, no puede evitar sentir aquella tristeza insondable que La Maga siempre detentaba. Las lágrimas corren por su mejilla, por el amor triste que tuvieron y perdieron por su propia incapacidad de amar bien.
Los dos siguieron amándose de una manera tan fuerte que nunca pudieron dejar de hacerlo.
Hasta que al final, desaparecieron de la faz de la Tierra, como el polvo que se lleva el viento.
Nunca nadie nunca volvió a verlos o a reconocerlos y con ellos se perdió una gran historia de amor.
Todos vivimos una historia sin final en nuestras vidas. La de La Maga y Oliveira es una de ellas.

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