jueves, 20 de febrero de 2020

Posesivo - 8

4) Analogía

Cuando conocí a Ivana, todo fue un enamoramiento desmedido y descontrolado. Con Ivana nunca supe dominar mis pasiones, dominarme. Ella, simplemente, era todo para mí. Mi reina, mi princesa, mi dominatrix, mi prisionera... Dos años más grande que yo, la diferencia más grande entre nosotros radicaba en la experiencia o mi falta de. En cambio, a ella le sobraba.
Para mi fue un romance muy ligado al sexo, muy. No sé si les pasó, pero a mi me daban ganas todo el tiempo. Sin embargo, era claro que yo no estaba a su altura. Me era casi imposible complacerla.
Era una chica que jugaba en otra liga. Cuanto más enganchado estaba con ella, más claro era que lo nuestro no tendría buen fin.
Estuvimos dos años en los cuales, ella se fue a vivir sola y yo me subí como garrapata fulera de alguna de sus notables y modélicas piernas. Piernas largas, muy sensuales. En fin...
No me quiero demorar mucho más en esta sección asi que seré breve.
Cuando promediábamos la relación yo decidí dejar la carrera de Psicología, a la vez que empezar a fumar. Ella ya recibida y emancipada, sintió que yo retrocedía y empezó a planear el escape. De casualidad, un día que se juntó con sus amigos y yo fui, escuché como les comentaba que el año que viene se iría a Europa. Al terminar la reunión armé el escándalo pertinente. Como me enteraba así, como no me dijo nada. Lo sentí como una traición total. Ella se disculpó pero con pocas ganas, como diciendo si, estuve mal, pero las cosas son así. Ahí, me tendría que haber dado cuenta que las cartas ya estaban echadas.
Cuando nos acercamos al dichoso viaje, las cosas empezaron a reventar. Discutíamos, yo estaba muy sensible e irritable. Ella, a la vez, provocadora, de comentarios hirientes (de esos que meten el dedo en la yaga). Los temas podían ser el viaje de ella, mi familia, mi trabajo, mis estudios, mi falta de un proyecto. Es cierto, yo estaba en ascuas. Pero cuando le dije que entonces pensáramos un proyecto juntos, ella me dijo: yo tengo el mío, y espero a alguien que quiera sumarse.
Ok, ahí debí entenderlo todo, pero no lo hice. Me seguí aferrando. Mis enojos empezaron a tomar mayor dimensión. Volé una silla, creo que la rompí. En fin, como dije desde el comienzo, perdí el control. Ella se asustó. Cada día que pasaba, las cosas iban de mal en peor y en franca caída libre.
Cuando se fue, todo pasó lento para mí. Me sumergí en una depresión espantosa, en una condición paranoide horrible y maquiné tanto que de tan convencido estaba que me andaba engañando que casi me tiro del balcón de mi casa. Pero no tuve el valor.

Cuando volvió, todo estaba perdido. Le dije que no me hacia bien la relación y esa misma noche de su regreso cortamos. Pero al día siguiente me arrepentí y le pedí que siguiéramos. Sin embargo, las escenas de celos se triplicaron al punto de que estaba realmente intratable. Ella me fue dejando cada vez con más determinación hasta el último día, un mes después. Recuerdo que durante ese mes que seguimos desde que volvió de su viaje, hablé con mi viejo y me dijo que dada la situación más me convenía cortarle yo a ella antes. Pensé que era buena idea pero no tuve el valor (los huevos) para hacerlo. Dejé que todo llegara al desenlace previsto, que decantara solo y que fuera ella quien pusiera fin a todo. Claro que por ahí hubiese sido bueno para mí terminarle yo a ella antes, pero como estaban las cosas, me iba a arrepentir, no iba a servir para nada. Yo ya intuía desde hacía un año atrás que todo se terminaría pronto y actué en consecuencia, como en una profecía auto cumplida. Hice todos los deberes para que termináramos, o mejor dicho, para que ella terminara conmigo. Era lo que necesitaba y a la vez, no. Era como si encontrara un goce en el sufrimiento que me acarreaba toda esa relación enfermiza y mal habida. Creo que la ruptura ocasionó lo que más temía. Me destruyó en mil pedazos. Perdí el sentido de orientación y las ganas de vivir. Casi no la cuento, pero por suerte, mi psicólogo me ayudó bastante. Muchos amigos y familiares se cerraron alrededor mío y me contuvieron de alguna manera. Pero no fue hasta que yo mismo hice un click y decidí salir al mundo a hacer todas las cosas que tenía ganas de hacer. Me anoté en un taller de escritura con Gabriela Bejerman y en otro de dibujo y pintura con Paula Senderowicz. Algunas lecturas fuertes como El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl o El almuerzo desnudo de William S Burroughs, ayudaron a bajar mi ansiedad y mi estado de derrota total.
Por último y quizás más importante, me volví a contactar con Vane y para mi sorpresa, tuvimos una segunda oportunidad  más prolongada y madura que la del 2005.
Con Ivana nos seguimos hablando un tiempo por teléfono y luego se cortó todo. Dos años después de la ruptura se fue a vivir a Europa donde reside actualmente.

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