Corría el año 1996, y Diego estaba jugando en Boca de nuevo.
No recuerdo el mes pero calculo que fue a mediados de año. No importa, yo
estaba en séptimo grado, me había ido de campamento con los Scouts (sí, Boy scout)
a un predio en Ezeiza, que si mal no recuerdo era el del SEC (Sindicato de
Empleados de Comercio), gremio del cual después sería parte durante tantos años.
En fin, Diego se encontraba en el predio aledaño, entrenando con Boca Juniors. Se
corrió la bola y todos salimos corriendo hacia donde estaba, cruzamos un
alambrado e invadimos la cancha como un grupo de pendejos enajenados. Yo no
sabía bien que pasaba pero seguí al resto, hasta que veo que todos rodeaban a
algunos jugadores, ahí, entrenando con su ropa deportiva, con sus caras de
culo. Recuerdo que había varios jugadores importantes, entre ellos, la brujita
Verón… A mí solo me interesaba Diego que era, por lejos, el más rodeado de
todos. No recuerdo si le pedí el autógrafo a otro jugador, pero la realidad es
que a mí, en ese momento, con trece años y siendo hincha de San Lorenzo, solo
me interesaba el autógrafo del Diez, ese jugador que era una especie de semi
dios como los de la antigua Grecia, algo así como un Hércules o Aquiles, un
guerrero que estaba por encima del resto de los mortales y sobre todo que
trascendía la limitada visión de los cuadros de fútbol. Maradona era el jugador
nacional y albiceleste por antonomasia. Así lo veía entonces y así lo sigo
viendo ahora, fuera de todo fanatismo, es lo que pienso. Pero bueno, como todo
ídolo o semi dios greco latino, Maradona también era humano y se hinchaba las
pelotas. Un tipo que en ese año, cumplía veinte años de carrera profesional,
por ende no me quiero imaginar la cantidad de autógrafos que habrá firmado en
su vida. La cuestión es que el Diego estaba con cara de orto, contrariado,
podrido, roto los huevos, y ante la algarabía y emoción de todos nosotros,
pendejos gritones extasiados ante su presencia nos tiró una frase que se me
quedó grabada en la cabeza para toda la vida:
“Bueno, tranquilitos eh, tranquilitos o no les firmo nada”.
Por dentro me reí por esa manera espontánea de contestar, mostrándose
como era, como estaba en ese momento, era una mañana y de seguro ya estaba
harto de todo eso. Me firmó un papelito, con el famoso Diego (10), creo que ni me miró, nos firmaba y pasaba al otro y así…
para mí fue un momento increíble. En breve, todo se cortó y nos vinieron a
sacar. Todo fue muy breve, pero la experiencia está ahí. Lamentablemente he
perdido en ese mismo campamento, el papel con la firma de Diego. Sé que es algo
imperdonable. Quizás por eso no cuento mucho la anécdota, porque Diego estaba
medio cabreado, mi ídolo futbolístico absoluto desde los seis años hasta la
fecha. Y porque yo perdí esa firma. Eso fue todo. Sé que mucha gente tiene
historias mucho mejores para contar, pero esa fue mi experiencia y si bien no
me quedó registro, llevo en mi recuerdo como único testigo aquel momento mágico
frente a mi héroe, frente a ese héroe mundial, entre divino y completamente
terrenal. Lo amo por eso. Me consuela entre tanto dolor por la pérdida que
Diego nunca dejó de ser mi ídolo. Quizás después vendrían otros argentinos a
quienes también amo y admiro muchísimo como Charly, el flaco Spinetta o Favio,
pero lamentablemente nunca pude conocerlos (ya no creo que llegue a conocer a
Charly), pero a Diego que fue uno de mis primeros héroes, si no es que fue el primero,
siempre lo banqué, siempre, aunque el tipo se mostrara así, como era, a veces
con un carácter brutal, pero fiel a sus sentimientos, lo menos careta que vi en
mi vida, y quizás sea esa forma de ser de aquel petiso escorpiano loco lo que
también me marcó para siempre, esa forma de ser directa, sin chupamedismos,
frontal hasta la médula, hasta cuando hay que ser un poco más “diplomático”. Él
era así y siempre me pareció perfecto. Claro que también viví momentos de
amor-odio con el astro pero era esa condición de ser imperfecto la que lo
redime por completo. Bah, en realidad, él no necesita que nada ni nadie lo
redima, menos yo que soy pelusa de ombligo al lado suyo. Pero en este momento
tengo que parar. Porque ya dije todo y a la vez podría seguir de forma
interminable. Chau Diego, ojalá te reencuentre en otro plano.
Creo en
D10s, en el Diego jugador todo terreno, que le puso el pecho y la garra a cada
enfrentamiento que se tomó con la seriedad que solo los grandes se toman, todo
a vida o muerte. Maradona no era Dios, no era Él dios de la tradición judeo
cristiana, no era Ese dios, Maradona era un Dios más terrenal, más humano, mal
falible, como los dioses griegos del Olimpo, era como una especie de Zeus, dios
patriarca, padre de muchos hijos extramatrimoniales, con sus enojos, enconos y
falencias, pero definitivamente un Dios popular, un Dios humano, un ser
increíble y único en la historia de la Humanidad, así, con mayúscula. ¡Te amo Diego
Armando Maradona, hasta siempre!