sábado, 31 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



19) Creo que fue el verano del '99. Si, ese fue. Fuimos a Mar del Plata como siempre. Hacía poco me había comprado el cd Cosmo's factory. Discazo, lo fui escuchando todo el viaje en tren en mi Walkman, re moderno... Al llegar a la Feliz me interné en el famoso "cuartito azul" de la casa, llamado así por ser un cuarto abandonado del primer piso donde mi abuela ponía sus "cosas" y tener los marcos de la puerta pintados de azul. Una habitación lúgubre y tenebrosa que sin embargo miraba al norte y tenía la mejor iluminación en toda la casa.
Entonces dibujaba, comics, personajes de comics, caricatura, etc. Y el block se iba terminando y la música ganaba cada vez más importancia en mi vida, relegando al dibujo a un segundo o tercer plano, y después de las chicas claro.
Habiendo agotado mi opciones (más allá de ir a la playa, dar una vuelta, andar en bici, etc), un día me puse a revolver aquellos viejos vinilos. El equipo de música era una locura, tres bandejas de los ochentas, con un sonido cuadrofónico del re carajo. Y encontré de todo, mucho tango (que también escuché), folclore, clásica, ópera y lo que yo buscaba, los discos de mi tía. Vinilos de Queen, Rick Wakeman, Supertramp, Mike Oldfield, los románticos Carpenters, Abba y hasta uno de Billy Bond y la pesada!
Sin embargo, mi preferido era Green river de Creedence. Dis-ca-zo que aún hoy en día me parece excelente. Canciones como la que da nombre al disco y en castellano (bien de vinilo argento de los 70s) otras como "La sombra del Tombstone", "Escribí una canción para todos" o "Propósto siniestro"! However, es Lodi quien se lleva las palmas. Esa canción folkie, veraniega y despreocupada se lleva los laureles del recuerdo. En ella se condensa todo un verano, Ese verano, junto con todo el disco, pero aquella es la favorita en este caso. Perfecta en su estilo, son todos esos rayos de sol de aquel verano de adolescencia incipiente y despreocupada.
PD: ¿No es acaso Creedence una banda para escuchar un día de sol radiante de verano? En lo posible de vacaciones, guarecidos bajo el espeso follaje de un árbol benévolo. Y si hay asado, mejor.
La estoy escuchando ahora de noche y debo confesar que si bien sigue siendo genial, pierde cierto poder que en un día arbolado de sol es mucho más disfrutable.

viernes, 30 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



18) The Universal, Blur. Sin vueltas. Esta canción forma parte de ese repertorio selecto de "canciones prohibidas" o al menos lo fué durante un tiempo, bastante prolongado.
Con canciones prohibidas me refiero a esas canciones que nos hacen acordar a una dolorosa ruptura claro. Muchas veces son canciones que vienen por parte del otro, de la contraparte en cuestión.
The universal es una muy bella canción de la banda inglesa mencionada al principio. Claro, tiene todo para ser La canción que te haga acordar un gran amor, o en mi caso, un amor trunco, un amor que no fué, o que sí fue en su momento, pero luego no, o sea, se fue, para siempre.
Como la susodicha solía escuchar mucho la banda y durante todo el 2008 tuvimos una cuasi convivencia, bueno, era de esperar que pasara algo así.
Al mediar el año siguiente vino la ruptura, el llanto, el dolor, bla bla, etc, etc. Y entonces, por casualidad, no sé si en un taxi o supermercado, o sea, en esos lugares donde te tenes que morfar la música que pasan te guste o no, sonó la canción y la primera vez dolió, mucho. Después en casa, en otra ocasión y escuchando Blur, que realmente es una banda que me gustó por ella y me gusta hasta hoy día (sin ser fan tampoco), la volví a escuchar y otra vez, trajo toda una serie de recuerdos lindos y dolorosos a la vez que no pude soportar. Desde ese momento evite The Universal como a la peste negra. Era un tema prohibido y si alguien lo hacía sonar, quizás no decía nada, pero me generaba un síntoma al mejor estilo Alexander De Large con la novena sinfonía de Beethoven. Pesar y malestar, al unísono.
Claro, son cosas que nos suelen pasar a todos y hay veces en que la herida cierra y otras en las que no. Por suerte para mí, la herida cerró bien y hace ya bastante tiempo que pude volver a disfrutar del tema sin que me traiga recuerdos y sentimientos de culpa y tristeza, pudiendo disfrutar de esta gran canción y de toda la música de la banda sin peligro de choque emocional.


jueves, 29 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



17) Pink Floyd es una banda que, como The Beatles o Queen, me acompañó desde los inicios, por ende es difícil ponerle una fecha exacta a su primer impacto en mí. Sin embargo, hay una canción poco conocida del repertorio Floydiano que me recuerda a un verano, el del 2003. A poco había terminado el colegio secundario y me había ido de vacaciones a la casa que mi abuela tenía en Merlo, San Luis. Con mi hermano y un amigo de cada uno tomamos la casa vacía por asalto. El resultado: Borracheras con damajuana, quesos y fiambre, asados, cervezas y mucho rock al taco. Visto a la distancia y desde afuera; éramos unos porteños rompepelotas de seguro.
Pero la cuestión es que allá empecé la novela de aventuras Ella de Rider Haggard. Su temática exótica en una África profunda, con civilizaciones perdidas y un amor inmortal me cautivó como pocas cosas hasta ese momento. Obviamente que como no estábamos en plan vacaciones de lectura fue poco lo que avancé allí, pero al regresar a Buenos Aires, me encerré durante varios días durante el letal verano porteño para devorarla. La que recuerdo como La banda sonora de aquella lectura juvenil fue el disco Obscured by clouds de Pink Floyd, que curiosamente era la banda sonora de una película que también trataba de un viaje a un país exótico, etc. La peli se llama La Valleé de Barbet Schroeder.
En fin, esas canciones, parte de un disco que siempre me gustó mucho, (más allá de ser considerado un disco menor en la obra Pink-Floydiana), y uno de los temas que mas recuerdo de sentir durante la lectura de Ella fue Stay. Una hermosa canción de Wright y Waters. La cadencia melódica y ese wah-wah de Gilmour que le impone al tema un halo introspectivo setentoso fumón me flasheaba mil.
Aún hoy es una de mis canciones preferidas de la banda y me remite mucho a esa etapa despreocupada de mi vida, llena de lecturas veraniegas y disfrute total del ocio.
Otras canciones del disco como Wot's... uh the deal, Mudmen, Free four o la extraña canción que da nombre al disco, también me remiten a ese momento, pero definitivamente Stay es la frutilla del postre, la canción mimada, la perlita de aquel hermoso y subvalorado disco de PF.
  

miércoles, 28 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



16) En el verano del '93 o '94, no recuerdo exacto, pero alguno de ambos, escuché un casét de Los abuelos de la nada. Estábamos en Mar del plata con mi familia. La casa de mis abuelos quedaba en el barrio de Parque Luro, un barrio de casas y chalets, de calles tranquilas y arboladas. De hecho, la casa de mis abuelos estaba al fondo de una extensa entrada para autos, adornada con baldosas celestes hasta la casa. La lejana entrada estaba custodiada por dos árboles enormes. Dos eucaliptos.
Con mi hermano dormíamos en el piso de arriba, donde además, había otro cuarto donde solía dormir nuestra tía aún soltera. Una de esas tardes noche de verano, que ella había salido con alguno de sus novios del momento, nos escabullimos en su habitación. Observamos consternados los osos de peluche, cubierto de un poco de polvo. Dibujos echos por ella misma. Extraños dibujos de portales interdimensionales. Además su colección de revistas Conozca más o la Muy interesante. Algunos libros como 2001 odisea del espacio de Arthur Clarke o Estudio en escarlata de Conan Doyle. Recuerdo que una foto de Eisntein sacando la lengua me resultaba bastante perturbadora. Era aquel viejo científico de la teoría de la relatividad, y sacaba la lengua. Todo me parecía muy raro.
Entonces descubrimos unos casets y el equipito de música tenía casetera. Mi hermano puso directo un caset recopilatorio de Los Abuelos de la nada. Ahí escuché por primera vez Himno de mi corazón, Sin gamulán, Mil horas, Lunes por la madrugada, etc. Pero fue con Sintonía Americana con la que quedé más impresionado. No sé por qué. Ese aire fresco, de verano, es difícil de explicar. La letra y la melodía tienen algo muy pegajoso y jovial. Para un chico de nueve o diez años que viene de jugar todo el día en la playa o en el jardín de atrás, y después darse una duchita y encerrarse a escuchar música "fuerte" con su hermano en la habitación de su tía, una tarde cualquiera de verano... Y bueno, difícil de olvidar.
Además de que me encantaba la voz de Miguel Abuelo, y esa parte que dice "Mi amor aflora, tomame" yo pensé que decía "Mi amor, a Flora, tomame". Asi que pensaba errado que Abuelo le dedicaba la canción a una chica llamada Flora. Su novia quizás, pensaba.
Después, esos días me hice amigo de unos chicos de la cuadra. Había chicos y chicas por igual. A mi me gustaba una que vivía casi enfrente, pero no era del lugar. Estaba de vacaciones. Casi no recuerdo como era su rostro, pero tenía pelo negro, rulos, pecas y piel muy blanca. Y tuvimos un romance infantil donde en realidad todo lo que pasó fue que hablamos en la puerta de su casa y eso... ella entró a su casa y no la vi nunca más. Si recuerdo que llamaba Julieta (imposible olvidar ese nombre). Y ese verano, siempre que escuchaba Sintonía Americana pensaba en ella, y trataba de corregirme pensando, no se llama Flora, es Julieta.

lunes, 26 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



15) Hace un rato pensaba que no tengo muchos recuerdos musicales del 2003, pero en realidad sí. Quizás no en el caudal de 2001 o 2009 por nombrar algunos de los años con más recuerdos musicales.
El otoño había comenzado y ya hacía frío. Había terminado el secundario y empezaba mi duda de que hacer de mi vida (la cual persiste todavía), y entre cosas y cosas, una rosácea en la cara (que persiste hoy día, también). Y bueno, tuve la necesidad de ir al psicólogo a ver si me podían asesorar.
Tenía cita temprano por la mañana y me levanté animado. Disfrutaba mucho viajar a la mañana por la ciudad libre de las ataduras del colegio, ya que así, la ciudad tomaba un tinte diferente. Me sentía libre, adulto y libre. Cosa que los años postreros me demostrarían que difícilmente esas concepciones van juntas. Libertad y adultez.
En fin. En ese momento era jóven y despreocupado y disfrutaba de aquellos paseos en busca de encontrar mi vocación. Al margen de si todo eso funcionó o no, fue una linda época.
Entonces me preparé mi mochila y obvio, no podía faltar mi discman. Para escuchar en el 168. Me llevé dos cd's. Selling England by the pound de Génesis y Nothing like the sun de Sting. Dos discazos. De hecho los mejores discos de sendos artistas (para mí).
Bueno, el disco con el que arranqué fue el de Sting. The Lazarus heart. Ese sonido ochentoso, medio jazzero del tema y el disco en general, fue directo a mi registro de inconsciente colectivo.
Mientras trataba de que los movimientos del colectivo no hicieran saltar mi cd, pensaba en esa hermosa y fría mañana de otoño, mientras todos (o casi) se iban a trabajar. Yo andaba de paseo. Yendo a lo de una psicóloga Gestáltica que apenas me daría consejo. Pero el segundo disco solista (de estudio) de Sting me acompañó como pocos ese día. Y si bien, es un disco del cual guardo recuerdos más viejos aún (mis viejos los tenían en cassette), sería esa mañana la que cobraría significado duradero en mi vida.

domingo, 25 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



14) Creo que la primera vez que descubrí Zeppelin fue cuando estaba en primer año del secundario. 1997. En realidad, el IV era un vinilo que estaba en casa, pero por esas cosas raras de la vida, mucho no sonaba hasta que un día mi hermano lo desempolvó y lo trajo de nuevo a la vida a una casa donde el hard rock de aquellos melenudos no eran moneda corriente.
Una tarde oscura y fría de otoño, empezó a hacerlo girar. Al principio no le dí mucha bola, ya que estaba embalado con los Beatles, pero no pasaron muchas tardes hasta que algo me hizo click. Había algo en el sonido de la banda que me atrapó de inmediato. Por supuesto que Black dog y Rock and roll eran las que te entraban primero, como sopapo de Alí. Y ni hablar del misticismo y la magia de canciones como The battle of evermore o la archi clásica antena filosofal Stairway to heaven. Misty mountain hop y When the leeve breakes, tenían ese power casi grunge y denso al cual nos habían acostumbrado las bandas de los 90s, y Going to California era un mimo folkie (típicamente Plantiano) que nos daba un respiro en el lado b del disco. Pura brisa veraniega y amor libre.
Pero.
Four sticks es el tema quizás más olvidado del disco y sin embargo para mí, ése tema tiene el nosequé famoso que ya mencioné muchas veces. Es pura magia Zeppeliniana. La potencia de la guitarra de Page, la percusión increíble de Bonham y ese pasaje acústico en el medio. Bueno no sé. Esa música era como pegarse un viaje a la Tierra media sin saber siquiera aún que carajo era eso de la Tierra media. Ese misticismo Tolkieniano fantástico y hermoso, de otoño septentrional pero acá, en la Buenos Aires oscurantista de finales de los noventas. Todo encajaba. En breve, Led Zeppelin sería parte del tridente arrasa-todo rockero con el cual encararía la violencia de un mundo hostil que me esperaba afuera cada mañana que salía de mi casa y atravesaba los suburbios, otrora industriales, para llegar al colegio. 

sábado, 24 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



13) El año 2005 fue uno de esos años que algunas personas llaman "época de vacas gordas" o "esos años maravillosos" o simplemente en mi caso un buen año. No importan las vicisitudes en cuestión, no vienen al caso. La cosa es que aquel año, andaba con mucho tiempo libre y decidí dedicarlo a hacer todo tipo de cursos y talleres sobre diversas cosas. Entre otras, talleres de escritura, percusión, además de cursar algunas materias del cbc y por supuesto guión y audiovisuales. Éste último en un centro del partido obrero llamado Ojo obrero. Bien, conocí una chica, blablabla... ¿La cuestión? Que en medio de aquel romance psicobolche me compre, no tan por casualidad, mi único cd de Silvio Rodriguez, del cual ya conocía algunas canciones por un compilado que había en casa. Yo por aquellas épocas vestía una casaca militar verde, sin insignias, típica de las tiendas de rezagos militares. Esa fué mi época mas "troska" si se quiere, aunque para fines de ese año rompería con toda la orga por diferencias coyunturales fuertes que mantengo hasta hoy día. Pero más allá de toda la anécdota, la cosa es que me traje para casa el disco Días y flores (1975), el primero del artista cubano. Bueno, en fin, algunas canciones como Esperando abril o Sueño con serpientes ya las conocía y en parte por ellas había elegido comprarme ese álbum y no otro. Sin embargo, al escuchar el segundo track llamado Playa Giron me quede de cara. Me impactó lo directa de la letra, lo fuerte lisa y llana que era. Silvio cantaba sin tapujos, sin vueltas. Y quizás por que andaba cerca de militar en una agrupación de izquierda o lo que fuera, esa primavera de 2005, el Playa Girón se me quedó grabada como banda sonora del año, quizás junto a Ommadawn de Mike Oldfield y Tea for tillerman de Cat Stevens.
"Que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad" cantaba en Pequeña serenata diurna, otra canción del mismo disco. Igual de impactado por canciones como El mayor, Santiago de Chile, Yo digo que las estrellas y Días y flores. Hermoso disco y si bien no seguí comprando discos de Silvio a ese lo atesoro como uno de mis discos más queridos, asociado a una primavera de amor inolvidable.

viernes, 23 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



12) Ruby tuesday, de Los Rolling Stones, del disco Flowers, creo que es una de las canciones más evocadoras en mi repertorio emotivo musical.
No está ligado a ningún amorío en particular. Es solo el momento de una tarde de verano en la casa de mi abuela en Escobar, por el año '99 o 2000. Mi hermano, el rollinga de la familia, había llevado un cassette que escuchábamos toda la tarde, acovachados en la piesita del fondo de la casa, cruzando el jardín, aplastados por el sol de verano austral. Ruby tuesday es quizás la canción más representativa de aquella época, pero también lo son Lady Jane, Out of time, My girl o Take it or leave it, por mencionar algunas otras. Casi todos los recuerdos suelen venir en forma de discos enteros, pero uno tiene que elegir la principal, esa que por algún extraño motivo caló más hondo en el alma y Ruby, sin ser mi preferida del disco, tiene ese nosequé que me retrotrae a la casa de mi abuela, que fallecería diez años después, y siempre la recordaría cuando sonara este disco.
Además, My girl formaría parte del soundtrack de la serie Okupas que saldría un año después. 

jueves, 22 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



11) Otra vez el 2009 porque, junto con el año '97 y 2001, quizás sea el año del que guardo más recuerdos musicales. En esta ocasión, pienso en el tema Even flow y sobre todo en Black del disco Ten (Pearl jam). Un tema de una carga emocional poderosa. De intenso dramatismo y oscuridad.
Yo vivía momentos previos a una ruptura. Son esos instantes en que sabes que el barco se está hundiendo de forma irreversible, sin posibilidad de salvataje. Mi chica se había ido un mes a Europa y por lo que sabía andaba de casa en casa, de festival en festival. Y yo, acá en Buenos Aires, lidiando con mi mente, bastante enferma y erosionada.
De ella me llegaban las pocas señales de que no todo andaba bien. Se iba a ver con un "amigo" inglés para ir al festival de Glastonbury... La suerte estaba echada. Pero ¿Que podía hacer? Lo único que sabía hacer que fue buscar la salvación en el rock, como en otros momentos difíciles de mi vida. Entonces escuché este disco a todo volumen una tarde de invierno. Cuando sonaba el mencionado Black, ya las lágrimas habían dejado de correr y solo miraba hacia el atardecer frente a mí. Eran cinco pisos, todo iba a ser rápido, instantáneo. La música me alentaba a eso. Ya estaba decidido. No quería sufrir más. La oscuridad de pensamiento me cubría de forma total. Había decido tirar la toalla. Ya no aguantaba más.
Entonces pasó algo raro. Terminó la canción. Empezó Jeremy. Recordé la tragedia del tema. El chico, que harto de bullying de sus compañeritos de escuela, se pegó un corchazo en clase adelante de todos. Onda... no me rompan más las bolas o los dejo a todos con un trauma de por vida.
Recordé que Eddie Vedder también estuvo cerca de terminar como muchos de sus colegas generacionales del grunge, pero que un disco de Los Who (Quadrophenia) lo había salvado. La música esta para salvarnos, no para matarnos. El que no comprende eso no comprende nada. No podía nunca usar el poder de la música para autodestruirme. !Nunca jamás! No podía ser tan Kurt Bobein... Además, nadie vale tanto la pena como para tomar semejante decisión. Nadie...

miércoles, 21 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



10) Llegó el momento de la nota nostálgica (aunque creo que todas lo vienen siendo hasta ahora).
Brillante sobre el mic. Difícilmente esta canción de Fito Paez no le toque alguna fibra sensible a alguien y es que es una canción de bastante carga emotiva. La letra, los coros, esa linea inicial "Hay recuerdos que no voy a olvidar", básicamente toda la idea principal de este "33 canciones" trata sobre eso, de recordar momentos, canciones que nos tocan, gente que está y gente que no. Del ejercicio de mantener vivo todo ese cúmulo de sensaciones y afectos vivo en el recuerdo.
Si bien todo el disco de El amor después del amor es un punto culmine en mi historia familiar, es Brillante sobre el mic, la canción que mejor expresa aquella época.
Era el año 1992. Año de la Expo '92, yo estaba en tercer grado y también año de salida del mencionado álbum (el más vendido de la historia del rock local, ¿aún?) y mi familia no fue ajena a ese fenómeno. El disco, bueno, sigue siendo el aporte más extraordinario del músico rosarino a la cultura nacional. (Gracias por eso Fito), como dirían por ahí, ya solo con eso y más allá de las huevadas que pudo hacer después, se ganó nuestro cariño incondicional para siempre.
Además de que en casa ese disco sonó como pocos, todos bastante fanatizados con el compacto, mi hermano terminó la primaria. Y ¿que sonó en la entrega de diplomas? Si, Brillante...
Demás está decir que todos lloraban mientras los chicos se dirigían al estrado a recibir su diploma. Yo lloré que tenía nueve años. Todos. Hasta el portero del colegio creo que lloró. Imposible no aflojar el llanto mientras sonaba esa canción que hablaba del arte de recordar los momentos maravillosos de nuestras vidas. Aunque fueran cortas como en el caso mío.
Hay que reconocer, que más allá de gustos y preferencias, Fito logró con esta obra (la canción, el disco entero) colarse para siempre en el inconsciente colectivo y educación sentimental de más de una generación. Y eso amigos, es un logro que no cualquiera obtiene...

martes, 20 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



9) Hay canciones que no puedo determinar con precisión a la época que me hacen acordar, aunque sí puedo decir que a determinado radio de la infancia.
Hay algo que me pasa con las canciones de Crosby, Still, Nash & Young. Sobre todo con Helplesly hoping, Teach your children, Helpless y mismo Guinnivere. Son temas que me transportan a mi infancia más primigenia y me dan mucha paz. (No en vano, se los cataloga como la banda más importante o representativa de la contracultura de los '60s). Y todo esto sin saber quienes eran los muchachos de C,S,N&Y. Mucho antes de saber que formaban parte de la época hippie y toda la bola. De niño no asociaba con nadie su música. Solo me trasmitía un sonido de otra época y quizás intuía que había algo medio hippie en toda esa música que sonaba en vinilos en casa.
Alguna vez subí al blog un "Poema hippie" que escribí mientras escuchaba Guinnivere. Podría haber sido Helplesly hoping, no importa. Casi todos los temas del compilado "So far" que estaba en casa generaba esas sensaciones en mí. Como de una tarde de sábado en verano, telas de colores, una mujer, incienso, música de CSNY, marihuana, flojera, amor, brisa suave en la cara, atardecer, paz...
Pero creo que es el tema Our house, un tema de Graham Nash, que desde chico me ponía romántico. Creo que desde chico abracé la posibilidad de enamorarme y dedicarle esa canción a alguien. Hasta ahora, nunca pasó...

domingo, 18 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



8) Muy bien, es hora de volver al pasado. Exactamente veinte años. 1999 el año. El mundo se preparaba para la llega de un nuevo siglo y un nuevo milenio, ni más, ni menos...
Por acá, había elecciones y el gobierno del neoliberal "Nemen" ya había cometido todos les delitos posibles contra el pueblo, destruyendo a la clase trabajadora, haciendo descender a parte de la clase media y enbruteciéndonos a todos con la banalización y degradación de la cultura y sociedad argentina. 
Pero bueno, en medio de todo ese contexto de desigualdad, violencia e inseguridad en la que nos habían sumergidos los adalides del libre mercado, yo un adolescente en ciernes, luchando por encontrar mi lugar en el mundo abrazaba al rock como último bastión de resistencia desde la periferia en los barrios suburbanos a los cuales nos habíamos tenido que mudar. 
El año '99 fue de esos muy importantes (junto con el '97, el 2001 y 2002) en los que descubrí a bandas como The Who. Grupo insigne de la llamada Invasión Británica de los '60s, además protopunks y alocados rockeros de explosivas interpretaciones en vivo. 
A los Who llegué por ver su famosa presentación en la película Woodstock (Que por aquellos años cumplía 30 años y hoy se cumplen 50) y quedé pasmado. El power, la locura del batero (Keith Moon), bueno en fin, The Who mismo. 
Cuestión que quedé obnubilado con estos muchachitos y salí conrriendo a comprarme un cd de ellos para ampliar mi, de a poco, creciente discoteca personal. Ahorrando pesito a pesito de lo que me daban para ir al colegio. Un adolescente puede no comer si es necesario, porque el rock (en aquellas épocas) era mucho más fuertes. Y entonces pasé por algún Musimundo del centro (cuando era disquería) y ante la duda de cual llevarme, opté por The kids are alright, un compilado de 1979, donde se los ve enfundados en una bandera británica. Desde el inicio me pareció una banda muy pero muy británica, y me gustó. Sparks, solo por elegir una, me retrotrae a esas tardes de llegar del colegio en invierno y meterle al disco con ganas. En parte embalado también por películas como la ya mencionada Woodstock o Easy rider (también del '69). Sparks es una canción instrumental, rockera, poderosa. No es que sea la mejor canción del disco, pero ese clima (de hecho la toma del cd que compré es en vivo en Woodstock) es de aquellos mencionados que se me quedaron impregnados a un momento. Siempre recordaré al año '99, no solo como el cual El turco al fin largó la presidencia, sino como el año "Woodstock" el año Who, el año del descubrir que fue todo aquello de la contracultura hippie y demás yerbas (ricardas).  

sábado, 17 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



7) Guilty por Al Bowly, esa especie de Gardel inglés, muerto de un bombazo en la segunda guerra mundial. Esta azucarada canción me retrotrae al año 2009 y recién ahora que escribo esto lo recuerdo todo. Andaba por allí yo, medio perdido y solo en la vida, cuando ella volvió. O volví. La busqué y ella respondió el llamado. Nos vimos, volvimos a desearnos, después de cuatro años. Y entonces, una noche me hizo escuchar esta canción y Django Reinhardt. Y me volví a enamorar de ella. Y recuerdo aquellas noches como una época muy mágica de mi vida y ésta canción es la prueba de que todo eso pasó. Y aunque no siempre todas las historias de amor terminan bien, aquellos fueron tiempos que atesoro en mi memoria como quien guarda una cajita con tu juguete preferido dentro. Y solo en raras ocasiones acudimos a él, porque, aunque es un lindo recuerdo, es justamente eso, un recuerdo y en la vida no queda otra que ir para adelante y soltar a quienes ya no están...


jueves, 15 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



6) En este día tan especial (mi cumpleaños número 36) voy a recordar una canción y todo un disco que me acompañó una tarde de cumpleaños pero del tumultuoso año 2001. Poco antes de las torres gemelas, antes del estallido social en Argentina, un poquito antes de todo eso, cumplía dieciocho años.
Me había quedado solo en casa. Mis viejos no estaban, tampoco mi hermano. El día era horrible. Una chica del colegio me tenía loco pero no era correspondido, o sí, pero tenía novio y no lo podía o quería dejar. Encima llegaba a la mayoría de edad, en cuarto año (había repetido segundo año). No sé bien que es lo que me pasaba pero creo que fue mi primera depresión o gran bajón.
Acudí al tocadiscos de casa y me acompañé mi tarde de cumpleaños con música. Pero a esa edad, la música genera cosas muy fuertes. Puede ser un gran subidón pero también puede doler, lastimar mucho.
Llegué al disco de grandes éxitos de Simon and Garfunkel. Ya sé que no es la opción más alegre, pero luego de la divertida Mrs Robinson arrancó For Emily whenever i may find her, y a partir todo fue cuesta abajo. Me sentía solo en el mundo, abandonado, librado al azar, desdichado sin motivo, triste, angustiado, miserable con mi vida y el mundo gris que me rodeaba. Llegó la canción Bridge over troubled water y para entonces ya lloraba, lloraba solo en casa. Y no sabía por qué, solo lloraba.
Luego fueron llegando a casa todos y me sentí acompañado, pero esa sensación de soledad en el día de mi cumpleaños no se borró nunca más, y los amigos de Simon & Garfunkel fueron la banda sonora de aquella tarde de revelaciones, soledad y crecimiento.

miércoles, 14 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



5) Quinta canción. Cinco, el número del hombre. La estrella. Un número mágico y poderoso por donde se lo mire, como la canción de la que voy a hablar. Iniciado del alba de Pescado rabioso.
Segundo tema del segundo disco de la banda, Pescado 2 (1973).
Pescado es la segunda banda que descubrí de Spinetta después de Almendra. Invisible la tercera, asi que casi podríamos decir que las fui descubriendo en orden cronológico, pero todo entre los esplendorosos años de 1997 y 1998.
Cuando mi hermano trajo el cd a casa, quizás a principios del '97, ésta y Poseído del alba en particular se me impregnaron de forma poderosa en mi psique. Lejos de los arreglos más hippies y sesentosos de Almendra (de la cual ya hablaré), Pescado tenía un sonido más sombrío, más setentas justamente. Con esa influencia de Zeppelin y Traffic y algo de los teclados de Purple. Pero Pescado era Pescado. Y yo por entonces iniciaba el colegio secundario, o sea, momento clave en la vida, al menos para mí, porque me habría con toda la sensibilidad a la música y aquella que mis oídos percibíanpor primera vez serían las bandas seminales que me marcarían para siempre y que aún escucho hoy día y no me cansan ni un poco. Más allá de que ahora conozca muchísimas bandas más, en quelos años, con un puñado de bandas podía encarar el mundo que se habría ante mí, por lo general hostil. Eran los años de decadencia del menemato. La sociedad se hundía cada vez más en la desigualdad y por ende en la inseguridad y violencia cotidiana. Y las bandas de rock eran lo que mejor me ayudaban para hacerle frente a toda esa mierda. También a dejar la seguridad de la escuela primaria, mis amigos de la infancia, madrugar para ir a un colegio técnico de doble jornada, viajes diarios en colectivo, y para eso lo mejor eran estar provisto de walkman y cassettes donde grababa las canciones de la música que había en casa. Esas bandas, la mayoría bandas viejas de los 60s, 70s y algo de los 80s me acompañaron, me ayudaron y en ocasiones me salvaron la vida.
Del tema que decir. Es un temazo de la época y me importaba tres carajos que para mis compañeritos que escuchaban Radiohead, Attaque 77, Rancid o Animal yo fue un anticuado que escuchaba de la caja de "viejitos", para mi era y sigue siendo la mejor música rock de todos los tiempos y me bato con cualquiera que me lo discuta.

martes, 13 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



4) Para salir un poco de la infancia traigo la siguiente canción más cercana en el espacio inmaterial del tiempo. Spacelab de Kraftwerk. Era el invierno del 2011, yo me había bajado el disco The man machine (1978) de la mencionada banda alemana y me acompañó durante buena parte de aquel invierno frío y oscuro. Fue el invierno del kraut rock y las historias de terror. Un día en particular iba a una lectura de poesía en la ciudad de La Plata y en el viaje en micro iba escuchando este disco, mientras leía unos cuentos del escritor del terror universal H P Lovecraft y la magia ocurrió. De repente, todas las canciones se amalgamaban con las lecturas. El color que cayó del cielo, Los mitos de Cthuluh y demás. Entonces sentí miedo. Nombro Spacelab, pero también Metropolis, The Robots, The man machine, todo el disco acompañaba la lectura dando un clima más espectral, mientras el cielo plomizo y el frío antártico cubría la ciudad de Buenos Aires. Hoy en día, es casi imposible que escuchando el mencionado disco no recuerde el horror que los textos de Lovecraft me generaron. Y es un disco que suelo escuchando mucho en invierno y si puedo acompañarlo por una lectura de terror mejor. Pero nunca logro las misma sensación que obtuve sin buscar aquella primera vez, hace ya ocho años atrás.

lunes, 12 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



3) Si bien no quería empezar necesariamente por mis canciones de la infancia, el recuerdo se impone y no puedo hacer nada al respecto.
A principios de los noventas, los cds se imponían en las disquerías de Argentina (y supongo del mundo entero), y mi vieja se compró el Greatest hits de Queen, banda que le gustaba en su adolescencia a mediados de los 70s.
El disco me encantaba (a diferencia de mi padre que solo le gustaba Bohemian rapsody). La banda era explosiva, poderosa, en fin, Queen; y algo en sonido de la banda me hechizaba.
Además, poco tiempo después, fue el tributo a Freddie Mercury y recuerdo haberlo visto por el canal Telefé mientras almorzaba. La cuestión es que la banda me enloquecía. Don't stop me now era otra canción que me ponía los pelos de punta. Pero había una en particular que me enloquecía y era Another one bites the dust. Era un tema que ponían de cortina musical en un programa yanqui de lucha libra o de físico culturismo o alguna de esas cosas con hombres inflados de anabólicos.
Entonces iba y ponía el tema, que tiene esa intro de bajo in-cre-íble, y lo buscaba a mi hermano mayor para luchar!! Hilarante. Según recuerdo, tomaba las gotitas que caían de la canilla de la cocina (mal cerrada o con pérdida) que era una especie de poción mágica que me dabas fuerzas y mientras Freddie cantaba ese tema funky-disco-rock yo enardecía y las tardes en mi casa eran más divertidas.
Ahora que lo pienso había algo medio gay reo en esa canción que me hacía buscar a mi hermano para jugar a la pelea. Como sea, es un lindo recuerdo, y el tema ya lo escuché tantas veces que ya no me vuelvo tan loquito, sin embargo, quien sabe...

domingo, 11 de agosto de 2019

33 canciones por minuto



2) Sigo con esta lista loca de canciones para el recuerdo. En esta ocasión, toca recordar una canción de una banda que no me gusto mucho. O nada, para ser preciso, pero que quizás en aquellos años era parte de la banda sonora diaria. Me refiero a Montón de nada de Memphis la blusera. Esta especie de balada o blues sobre el amor perdido, me remite a un cumpleaños mío de vaya a saber que año. Principios de los noventas. En aquellos años, cuando venían los compañeritos de uno a casa, se empezaba a bailar y en mi casa se echaba mano de los discos que había. No abundaba la música moderna, pero entre algunos cds de Charly, Los Pericos o los Red hot chili peppes, estaba este de Memphis que era de mi hermano mayor. Era la hora de los lentos. Todos tendríamos no más de diez años, asi que los lentos era algo bastante distante aún. Pero alguien puso este tema y algunos bailaron. La canción tiene ese sonido ochentero con saxos y melodías pegajosas. La canción garpa aún hoy en día y es uno de los grandes blues de la banda. Pero aquella vez yo lo odié. No sé bien porque, pero supongo que no quería bailar lentos o quería escuchar otra cosa. Me quejé al respecto y una compañera, una especie de la chica rebelde del grado me dijo algo así como que tenía que escuchar la letra. Que no fuera tan básico. Y yo me quedé de cara, sintiéndome un poco avergonzado por no captar "el mensaje". Hoy por hoy, la canción me gusta. Tiene un sonido viejo que indefectiblemente me retrotrae a mi infancia y a veces, también a ese recuerdo. La cosa quedó ahí. Sacamos el disco, pusimos otras cosas y fin de la historia. Sin embargo, por mas vueltas que le doy, nunca entendí el significado de la letra. Para mí es una canción de amor o desamor y nada más. O nada menos...

sábado, 10 de agosto de 2019

33 canciones por minuto

Prólogo:
En este nuevo proyecto o blogonovela (expresión muy 2005), decidí empezar esta especie de bitácora o catálogo de canciones clásicas que marcaron momentos inolvidables de mi vida. Desde mi infancia hasta hace poco tiempo atrás. Un verdadero mix de canciones para la nostalgia o emotional rescue.
Estas canciones no necesariamente son mis favoritas de los artistas mencionados, pero por algún extraño motivo quedaron adosadas a un instante de mi vida. Y bueno, solo por eso, merecen este homenaje. Ya sé, la idea no es novedosa, ya varios hicieron su propio compilado de canciones sentimentales y uno de ellos, quizás el más famoso, Nick Hornby (autor melómano de High Fidelity) lo hizo con su "31 canciones". Bueno, como quedé bastante decepcionado con su elección de temas, a continuación vienen las mías, que lejos de ser mejores que las de Hornby, las amo mucho más.



1) La primera canción con la que voy a empezar no es necesariamente la que más me gusta de ellos, pero sí es una de las que guardo un recuerdo más antiguo en mi memoria. Es Twist and shout, por Los Beatles. No recuerdo exacto el día que la escuché por primera vez, porque en verdad era una canción que solía sonar en casa bastante seguido, más que nada por mi viejo que es fan de la banda. Quizás debido a esa marca de la infancia, los Beatles se convirtieron en mi banda número uno. Imposible olvidar el primer amor, y en el caso de la música, más difícil aún. Pero cuestión, que ésta era la canción para mí en esos años. Quizás fuese por el estallido mismo que tiene el tema. Hoy en día hay canciones que disfruto mucho más del primer disco de los Beatles (Please, please me, 1963), pero de chiquito, era ésa. En realidad, mi viejo tenía la canción en un vinilo de John Lennon llamado "Imagine" pero que en realidad era el soundtrack del documental de Andrew Solt de 1988. Un compilado de canciones famosas de John Lennon solista y con los Beatles.
El tema es una bomba. Explosivo, con fuerza; un rocanrol clásico del re carajo. Cuando sonaba se me despertaba el niño salvaje de adentro, como quien dice 'me salía el indio', y entonces todo era excitación, gritos y delirio. Y la canción va de eso, de gritar y enloquecer y creo que Lennon acá tiene una de las mejores interpretaciones vocales de su carrera. Los gritos pelados le salen del corazón. Es la perfección del arte de enloquecer, y el chabón de veintitrés años, lo hizo. Y yo, entonces, la escuchaba una vez y le pedía a mi viejo que la pusiera de nuevo y así seguía hasta que me generaba esa locura del momento y me ponía a saltar y a gritar y golpear las paredes o roperos. Y entonces, ya está bien, basta, fin. Es hora de cenar querido y clíck se acabó, a la mesa. Sería finales de los ochenta y tendría cuatro o cinco años, más o menos. Pobres mis viejos.


miércoles, 7 de agosto de 2019

Mi carta al padre



Carta al padre, al hijo y al espíritu santo. Como era en un principio, ahora y siempre, amén.
Carta al padre Mario. Al Padre Francisco. Al Papa. Al Pater familias. Pater Noster.

En fin, carta al padre interior, superyoico. Ese que te dice siempre que no podes.
A ese y otros tantos más.

En el '83 nació Kafka. Yo también. Pero un siglo después. En el '19 le escribió la famosa carta al padre. En el '19 yo también hago lo propio. Pero un siglo después, otra vez. No tengo otra alternativa. Estoy supeditado a vivir todo un siglo después. A escribir todo lo que quiero escribir un siglo después. Un siglo tarde. un siglo atrasado.

Me pediste que te escribiera una carta, era el inicio del ejercicio de escritura donde nos hacían escribir una carta. Y esto es así. Kafka amaba a su padre, pero a la vez lo odiaba. Le temía. Le reprochaba que no lo había dejado ser. Que lo había asfixiado y apretado como un padre enorme y todo poderoso. Un padre abusivo y temerario que se aprovechaba de la complexión enclenque y enfermiza del pobre Franz. Lejos de haber vivido una situación semejante, puedo decir que mi padre es la antítesis total de todo aquel rollo Kafkiano.

Mi padre es un hombre de semblante tranquilo. Pero de esporádicos estallidos iracundos. De un carácter conservador pero bondadoso. Alentador y paranoico. Sensible e irascible. Bromista y calentón. Artista temeroso. De poca ambición o poco temerario, pero de notable gusto estético y buen oído musical. Mi padre sabe disfrutar de una buena comida, así como de un buen libro, una buena pintura, una buena meditación o buen disco. De un buen discurso político también. Me padre descubrió el peronismo de forma tardía, como muchos de su generación que provenían de familias radicales.

Mi padre estuvo ahí para mí, y no estuvo. Fue un buen ejemplo y no lo fue. Me alentó pero no fue lo suficientemente severo como para ponerme en la buena senda. A mi padre le faltó rigurosidad y exigencia, esa de la cual al padre de Kafka le sobraba. Tuve un buen modelo masculino y a la vez no. Quizás un poco endeble. Hippie. Sensible. Demasiado metafísico y espiritual. Pero de un carácter explosivo, fueguino, ariano. Mi padre, un tipo lleno de contradicciones morales y filosóficas. De una gran confusión neurótica. Pero buena persona. Solapado. Tímido. antisocial. Poco amistoso. Alérgico a los lugares con gente, dependiendo el día. Inseguro en su talento. Futbolero en su juventud. Cuervo. Gran número ocho. Pintor expresivo a lo Van Gogh y un diseñador de moderado gusto estético (estilo 70s, 80s). Un hombre celoso, prisionero de sus inseguridades. Buscador. Ambiguo. Extraño. Musical y colorido. New age. Aventurero. Susceptible. Compañero. Cariñoso. Buen padre.

Este es mi ejercicio. No tengo más de setenta hojas para escribir quejándome de mi padre como F Kafka sí tuvo. Quizás por eso, a la misma edad que el autor checo, mi vida no sea tan interesante, lo mismo que mi escritura. Pero valía la pena hacer una especie de marcador en este punto de mi vida, porque más allá de todo, mi padre es un buen hombre y con sus aciertos y errores, ahí está todavía el viejo.