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lunes, 25 de enero de 2021

La literatura y la naturaleza (Un canto "americano")

Existe una parte de la literatura que es ampliamente leída por todos nosotros pero que no es encasillada en ninguna parte de la estantería bibliotecaria en particular, y eso quizás se debe a que suele pensarse en estas obras por su género formal, ya sea poesía, ensayo, novela, etc. 

Las obras a las que me refiero son libros que están fuertemente inspirados en la relación del hombre con la madre naturaleza, y de esta relación tan hétero-erótica han salido algunas de las cosas más hermosas de la historia de la literatura toda, y para empezar con la más clásica y representativa, a saber:

*Naturaleza (1836) de Ralph Waldo Emerson, piedra fundamental del género ya que en ella se describen los paseos del escritor por los bosques y el esbozo de la necesidad que tiene el ser humano de volver a conectar con todo aquello para reencontrarse con sus raíces. Gran influencia para el siguiente autor. 

*Walden: La vida en los bosques (1854) de Henry David Thoreau. Este sujeto, que también escribió un texto más cortito pero igual de importante y complementario con Walden, que es Del Caminar. Que decir de Walden que no se haya dicho. El hombre, en un acto de rebelión y de necesidad interna de cortar con la sociedad, se interna a vivir por un periodo de dos años en una cabaña del bosque aledaño al lago Walden, Massachusetts. Allí experimenta la soledad, la introspección, la lectura y la necesidad de sobrevivir por sus propios medios en un ambiente aislado del resto de los humanos. 

*Hojas de Hierba (1855), de Walt Whitman, y sí... no podía faltar este enorme libro de poemas del gran poeta norteamericano del siglo XIX. Hojas de hierba es un libro seminal, fundacional, imprescindible para todo aquel amante no solo de la buena poesía sino de la naturaleza, de la vida y el amor. Whitman es el gran vitalista de la poesía, vitalista por su postura proyectiva de la vida y naturista por su gran amor a la naturaleza. 

*Mi primer verano en la sierra (1869) de John Muir. Este es un relato más narrativo aún que Walden, donde John Muir, a diferencia del pionero Thoreau, se interna en los bosques aledaños a Yosemite (hoy parque nacional de California). O sea, sería una versión del oeste, veinti pico de años después de Thoreau que era la costa este. La diferencia de Muir es que este muchacho, pasó solo un verano allí, de ahí el título, pero se mantuvo más en movimiento, por lo cual su descripciones de la naturaleza virgen del lugar son un documento único de una época perdida para siempre. Un texto en verdad hermoso. 

En definitiva, estos libros mencionados hasta el momento son los pilares de la literatura naturista (no confundir con el naturalismo). Es casual, o no tanto, que estos sean textos de una Norteamérica temprana, joven y que se perfilaba para liderar el mundo, pero aún estaba verde y en ella se podían oír voces disidentes, de anarquistas, aventureros u homosexuales, sin grandes problemas. Sin embargo, luego de la guerra civil (1860-1865), y esto es una mera suposición, al diagramarse el destino final del país, el conservadurismo iría tomando cada vez más el control del poder. Atrás quedarían los tiempos revolucionarios y sus luchas contra el colonialismo inglés. 

*La llamada de lo salvaje (1903) de Jack London, un novela increíble sobre la vida de un perro (Buck) que pasa de ser casi un perro domestico a convertirse en un perro salvaje que le aúlla a la luna, perdido en los bosques fríos de Alaska. Algo similar a lo que después sería la novela Bailando con lobos (1986) de Michael Blake, donde un "civilizado" hombre blanco, se contacta con una tribu de Sioux para descubrir que esa conexión con la naturaleza (perdida en el mundo de los blancos) lo hace sentirse más conectado, más humano. Ambas novelas podrían decirse que cuentan las mismas historia, pero una desde un animal y otra desde un hombre. 

*En el camino (1957) de Jack Kerouac, aunque esto parezca increíble, no sería hasta esta novela del autor de la generación beat por antonomasia que se volvería a recuperar de alguna manera esa visión entre Emersoniana, Thoreana y Londoniana, solo que en el medio pasaron las guerras, la generación perdida y otros autores como Thomas Wolfe. Lo que hace Kerouac tiene más valor por esa recuperación que en sí por algo de su prosa que quizás tenga el encanto de ser veloz como un BeBop, lo cual moderniza la visión decimonónica de la tradición Naturista. El libro es harto conocido, su alter ego (si es que podemos llamarle así) recorre Estados Unidos a dedo, en tren, a pie, en auto con amigos, en micro y de todas las formas posibles impliquen recorrerlo y no ir de un punto a otro como uno haría hoy en día. Si bien, creo que la conexión con la naturaleza está aún más presente en su novela Los vagabundos del Dharma, bueno esta sería la novela que puso todo aquello en marcha otra vez. 

*El solitario del desierto (1968), de Edward Abbey, es una rara avis dentro del género, ya que su autor nos habla desde uno de los lugares más hostiles de la naturaleza en Norteamérica, el desierto de Utah. Acá ya no hablamos de bosques naturales o hermosas praderas. "En el desierto ves la verdad" cantaba Luis Alberto Spinetta, y es así. El desierto es ese territorio cruel que no perdona a quienes pasan por él. El calor es agobiante, la escasez de agua desesperante, y las noches igualmente crueles de lo frías. Pero lo que transmite el autor es que él es de ahí y de que ama con pasión su cacho reseco de tierra y que no lo cambiaría por ningún otro lugar por más paradisíaco que sea. Abbey encuentra la belleza de un lugar que pocos pueden tolerar y lo hace prosa. Siendo otro de los padres perdidos del movimiento hippie, su postura ecologista ha echo escuela. Porque... como una rosa del desierto, Abbey te enamora.

*Hacia rutas salvajes (1996), de Jon Krakauer, este libro es una especie de ensayo periodístico de investigación, donde el autor (un famoso montañista) sigue los pasos del recordado Chris Mc Candless, quien fuera un joven norteamericano que a principios de los 90s se disparó solo en un viaje hacia rutas salvajes, como dice el título. El muchacho, siguiendo la tradición de todos los mencionados anteriormente, sale en busca de su destino final que parece ser Alaska (algo muy entre Keroaucaiano y Londoniano) con algo de esa filosofía anarco del gran Thoreau. Romper ataduras con la familia, no tener ataduras de ningún tipo durante su viaje y encontrar su final, perdido en la inmensidad devoradora de la naturaleza. Chris fue uno de los últimos aventureros románticos en ese sentido y marcó a generaciones desde los noventas hasta acá, pero sobre todo por la hermosa película de Sean Penn de 2007.

*Un paseo por el bosque (1997) de Bill Bryson, es casi un libro paródico, pero de alguna manera, este libro de Bryson (autor de diversa índole temática), logra colarse en esta lista por propio mérito. Es interesante que aquello como la idea de salir en busca de lo salvaje, el reencuentro con la naturaleza y de la conexión última con lo supremo, sea representada acá por dos (casi) ancianos que sienten que tienen que todavía se deben una "vuelta por el bosque" para demostrarse a si mismos que la vida aún no les pasó por encima. Casi logran su Quijotesco intento de recorrer el sendero de los Apalaches de 3500 km. No lo consiguen pero el haberlo intentando les resulta por demás reconfortante. Un simpática historia con su respectiva película  del 2015.

*Salvaje (2012), de Cheryl Strayed. Aquí finalmente podemos dar cierre a una tradición de casi doscientos años en la literatura norteamericana donde el autor, por lo general de una forma autobiográfica, nos relata ese escape tan necesario hacia lo desconocido, hacia los territorios donde los hombres (o mujeres) no tienen ningún tipo de control o garantía de seguridad, donde un paso en falso puede resultar el final abrupto de tu vida, pero que si se avanza, la recompensa es infinita y te dura para toda la vida. En este relato, la autora hace un viaje en busca de la cicatrización de su alma por los errores del pasado, por sus perdidas y demás miserias. El destino elegido es el otro gran sendero de EEUU, el Sendero Macizo del Pacífico, en este caso en la costa Oeste. Funciona como un anverso perfecto de la historia de Bill Bryson en el Este y también cuenta con su pertinente película llamada Wild (2014).

Así como Mi primer verano en la sierra era algo así como el Walden del Oeste, o El solitario del desierto lo mismo, pero en el desierto, con esto cumplimos con una lista de diez libros impresicindibles para conectar con la naturaleza. Se podrían mencionar muchas mas obras como el cuento casi fundacional de la literatura estadounidense "Rip Van Winkle" de Wasshington Irving de (1819), Nathaniel Hawthorne y sus Cuentos dos veces contados, o el propio Ambrose Bierce, William Faulkner, etc, pero vamos a cerrar acá. Hay mucha literatura para descubrir y redescubrir, así que ea ea! Avanti.

Otro día podría subir el equivalente de la literatura naturista pero de Argentina, donde está menos clara la tradición, pero no por eso menos presente. Salúd!

domingo, 9 de febrero de 2014

El pibe que amaba el mar


Mi relación natural con el mar es casi como la de cualquier otro. Uno empieza amando zambullirse en sus aguas, a sus anchas y luego deviene cierto resquemor.
A mi particularmente me costó superar ese resquemor. Le temí al mar de muy temprano, pero amé siempre estar dentro suyo.
Siempre tuve problemas con las preliminares. Siempre me costó adaptarme. Y casi siempre tuve un proceso de aprendizaje mas lento que la media.
A mi vida las cosas llegaron tarde, un poco por suerte, otro poco por miedo y otro poco mas por decisión propia. Siempre esperé a último momento para tomar las decisiones mas fundamentales de mi vida.
¿Ansiedad? Si, un montón, pero siempre consideré que si uno sabe valorarla, la vida es larga como para querer quemar los cartuchos tan precozmente.
La sola idea de llegar a los cincuenta años y ya no tener nada para hacer me resulta simplemente desoladora. Por eso siempre choque con aquellos y sobre todo aquellas, que me demandaban mas celeridad, mas rapidez, para poder seguirles en el tren de apuro y locura que enferma a gran parte de la sociedad actual que vive en grados enfermizos de aceleración. Eso no es vivir para mi y siempre lo sentí. Aunque sea inconscientemente desde chico, pero lo sentí. Lo percibí y me sigue sucediendo lo mismo.

El mar tiene eso de inmanejable. Tiene ese don que inspira respeto. Cuando te sumergís en las aguas marinas no es lo mismo que una pileta o la bañera, o mismo un lago o río. Uno siente que de alguna manera pierde algún tipo de control. Y a nadie le gusta perder el control de su vida. Por eso el mar es un buen supresor del ego natural.
Me genera el mismo amor y odio que me puede generar vivir en una ciudad. Donde te da placer y comodidad pero en detrimento de cierto grado de neurosis y paranoia. Uno debe pagar el precio de la locura por vivir en lugares que te dan todo. O casi todo.
La relación con el mar, sin embargo, es mas benigna. Me genera cierto miedo y sobre todo frío, sin voy a mis queridas playas del atlántico sur. Pero también me genera un placer enorme. Estar al sol. Jugar con la arena, sin importarme nada lo sucio que esté. Y sobre todo jugar con el mar. Con las olas enormes. Patearlas. Sumergirme en ellas de cabeza, o de espaldas, o solo dejándome golpear por ellas y caerme sin sentido. Lo disfruto. Me río, juego solo. Cada vez que entro es como volver a esa infancia desprejuiciada.
Aunque de chico tuve problemas para poder lidiar con el frío que me generaba las aguas sureñas, y mi debilidad innata en los pulmones que me impedía contener la respiración y bucear o el hecho de no poder relajarme para flotar como un pedazo de telgopor y así dificultarme hasta hoy en día poder decir "sé nadar". El agua de mar es algo que amo. Amo las olas y las puestas o salidas de sol por el mar. Amo la arena y la sal marina que me chupo de mi piel quemada. Amo que el sol me deje hecho un camarón. Amo la playa, su sonido, sus gaviotas, el viento imperecedero. Lo amo todo. Por que amo este planeta y mi buen sino de haber nacido en el mejor lugar de esta inconmensurable galaxia.

jueves, 28 de enero de 2010

Felinos fantásticos

Mi gatita está cada día mas grande y mas hincha pelota.

Creo que en mi gata se da la ecuación.. el tamaño es directamente proporcional con su rompe pelotez!!

Diganme si no se parece a Bagheera ya.. del Libro de la selva.. me falta Baloo.