miércoles, 20 de junio de 2012

La noche mas larga del año

La noche estaba húmeda. Hacia un poco de frío. Era la noche mas larga del año. El 21 de junio. El día que empieza el invierno, y yo estaba completamente desvelado. Antes de las 6 de la tarde se ocultaban los últimos rayos del sol. Empezaría en la calle y terminaría en mi cuarto. La noche estaba húmeda, las luces de la calle ya estaban encendidas y el feriado hacía que solo un viejo paseando a un perro ralo, le dieran un halo siniestro de misterio.
Cruzaba la esquina y de pronto se cruzó un patrullero haciendo sonar la bocina. Un gato cruzó corriendo la calle. Mis bolsillos tenían grela, pelusa. Y solo tenía un cigarrillo doblado en el bolsillo del pantalón.
Llegué a la puerta de mi edificio y un tipo se paró atrás mío mientras intentaba abrir la puerta. Lo vi en el reflejo del vidrio. Me di vuelta y el tipo caminaba. Solo caminaba por la calle, como si nunca se hubiese detenido. Entre rápido.
El ascensor subía lentamente. Era como el ascensor al cadalso. Pero sin la música de Miles. No sonaba nada. Solo mi respiración y el silbido en el pecho del bronco espasmo.
Mi puerta, mi cerradura, mi casa. Un paseo rápido por la cocina me hace picar cualquier cosa. La nada misma. La sobra en si.
Me llevé alguna vitualla irrelevante y me metí en mi cuarto. Decidí pasar la noche mas larga del año escribiendo. Hacer de lo intrascendente, lo mas trascendental del invierno.
Una pequeña acción, un pequeño cambio de actitud. Una acción que fuera recordada en mis noches recordables. Se mezclan emociones. Se confunden recuerdos.
Una noche fría de mas de diez años atrás viene hacia mi. Es una salida nocturna con mis amigos por San Telmo. Caminamos mucho, toda la noche de arriba a abajo y de norte a sur en todas direcciones.
Pero la noche se presenta bizarra. Hay una muchedumbre como siempre en las calles Chile y Defensa. Son las dos de la mañana y estamos raros, como locos. Algún huso inapropiado del algún barbitúrico nos hace apreciar una escena surrealista delante de nuestras narices. Una señora toda vestida de blanco con luces alrededor de su cuerpo como si fueran luces rojas de bicicleta, camina por las calles empedradas porteñas como si todos estuviéramos en el mismo sueño.
Nadie se atreve a hablar. La señora pasa rápido y desaparece entre las personas. Nadie se quiere dar vuelta para mirar otra vez. Alguno de nosotros se atreve a decir que la extraña vieja nos echó una maldición.
La calles de Buenos Aires tienen ese no se que, dice el tango. Y las tienen. Tienen una energía fantasma. Tiene fantasmas sobrevolándola. Pueblándola. Por que la ciudad tiene fantasmas desde su primer fundación, cuando los españoles, muertos de miedo y hambre, se volvían locos atrincherados en su pequeño fuerte. Rodeados de indios salvajes. Asediados mas bien por la hambruna, la niebla, la sed, la humedad, el fango y el silencio profundo de la noche donde solo se escuchaba algún perro aislado gritar en medio de la noche. Donde el hombre por el hombre recurría a los mas bajos niveles del canibalismo.
Pero mi realidad me hace darme cuenta que estoy nuevamente en mi cuarto, rodeado de mis libros, mis discos, mis paredes, mis fantasmas personales.
Estoy en frente de mi máquina, las ideas no fluyen. Los minutos pasan y las cenizas se vuelan. Pasan las horas. Las dos. Las 3. Las 4. Miro la tele. La apago. Vuelvo a la heladera. No hay nada. No hay antagonista. Soy mi propio antagonista. No hay conflicto. Soy mi propio conflicto. El gancho? No hay gancho, ni detonante, ni catalizador, ni nada.
Para o mi mamá dispara. Tira a mamá del tren. Y tu mamá también. Danny De Vito se arrepiente y no quiere asesinar a su madre. El Edípo triunfa sobre la dignidad y el espíritu de supervivencia.
Pero la tajada sobre la experiencia es provechosa. Un best seller aguarda en las bateas.
Son los últimos años de ingnotismo. El salvaguarda esta sobre el tejado de zinc.
Asesinatos. Lectura. Historias de canibalismo y algunos escritos sobre el escribir mismo hacen, acompañados de unos buenos cafés, la mejor y mas agradable noche húmeda del año. La noche mas larga de todas. La mas disfrutable. Intrigante.
Pero todo lo que empieza llega a su fin. Y lo inevitable no es menos contrastable con el hecho in situ del buen proceder noctámbulo. Debo dejar de escribir ahora y proseguir con el disfrute de la noche, mientras observo cosas que sólo en la mas larga de las noches pueden pasar.

miércoles, 13 de junio de 2012

La NOUVELLE VAGUE


Títulos.
Música de jazz.
Una calle de París. Tránsito denso.
Una chica mod se pasea por la acera. 
Vende diarios, confunde el amor.
Un muchacho presumido la ve. La ve y fuma mucho, pero sobre todo la ve.
Cinefília. 
Un amor de películas que fracasa.
Se aman. Se pelean. Se odian.

Fundido a negro.

Ritmo veloz de trama.
No hay historias anteriores. 
No hay pasado, solo el presente.
Una chica indie mira Sin aliento.
Se enamora de Belmondo, se enamora de Seberg, de su corte.

À bout de souffle

Vive su propio idilio. Su propia mentira del amor eterno.
Contempla extasiada lo que sabe que no es.
Lo que no puede ser.
Es el amor idealizado, el mundo de las películas.

Fundido a negro.
Títulos.
Fine: