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lunes, 11 de octubre de 2010

Dos escritos isleños

El hallazgo de Solís:

Camino de los adosales, martirias noches de barrancos sueltos, lodasales continuos de la abandonada naturaleza, conforman ciénagas en las madrigueras muertas.
Potros y salamancas de la vieja Brasilia, construcciones adoquinadas y ruinas de lo viejo carcelario, se mantienen inermes al indefectible y arrogante paso del tiempo, frente al avance de lo super-natural, lo pornográficamente selvático, la folladora jungla.
Fauna exótica y grotesca que te aislaste del mundo. Dejame atravesarte y penetrarte por entre madre selvas y... muchas nutrias muertas.


Ecos:

De la dicha azarosa del tintinear del tiempo, escucho el susurrar del viento entre los árboles primitivos de la jungla abierta. Vehemencia distante de la inconformidad cotidiana, desdibuja claros sonidos de fragores antiguos de luchas pasadas.
Del sonido del cocotero rescato lejanos murmullos entre las paredes míticas de la intolerancia, viejos quejidos y lamentos de almas en pena, susurrantes entre el llanto melancólico del viejo pantanal selvático post-amazónico.
Ellos aún cantan y nos observan desde la inmortalidad putrefacta.

viernes, 17 de julio de 2009

Corazón de Bolsón

Hay algo imperdonable en este blog y no es el hecho de que venga escribiendo de vez en cuando, sino que en febrero me haya ido de vacaciones al Bolsón y no haya contado nada. Realmente todavía no lo logro entender, pero estoy dispuesto a remediarlo ya!.
Allá, a mediados de febrero de este año, decidí partir rumbo al sur finalmente, después de muchas dudas, ya que estaba indeciso entre ir a Mendoza que no conozco, Córdoba, la costa bonaerense, San Juan, Misiones, o volver al norte.
Como verán no eran pocas las opciones, y el hecho de tener que decidirlo sólo, ya que mi novia no me pudo acompañar por que ella se iba a ir a mitad de año a Europa, hizo que la decisión fuera mas difícil, pero por suerte finalmente decidí irme al sur, cansado del calor húmedo de Buenos Aires.
Mi decisión se basó en el hecho de que había conocido en el verano del año 2000 (cuando tenía tan sólo 16 añitos y era Scout) el sur, pasando por Bariloche y el Bolsón pero parando en El hoyo.
En fin, me había quedado la leche de no haber sacado fotos de ese lugar que me había parecido tan distinto a todo lo que conocía del país, como un lugar de ensueño, de hadas, mágico. El hecho de que en esa época leyera a Tolkien también influyó mucho en que me hubiese quedado ese tipo particular de recuerdo.
Bueno la cosa es que ya casi me había olvidado como era y decidí darle una segunda oportunidad, sobre todo influido por amigos que habían ido hace poco y que me habían hablado de las cosas que se podían hacer allá. Sobre todo de sus potencialidades cósmicas je.
Cuestión que me fui rápido, un sábado, me despidió mi novia, beso, chau, arriba y a disfrutar el viaje. No tanto el primer día ya que salí a la tarde y esa parte fue aburrida, pero si cuando me desperté donde ya había montañas en el horizonte.
Cuando llegué me acuerdo que me dije, ¿esto es el Bolsón?, que lugar feo, pero me bastó caminar un poco e ir descubriendo de a poquito todo un pueblo realmente mágico y muy pintoresco.
Mi primera noche en carpa la verdad no fue lo mejor, justo cuando llegué y terminé de armar la carpa se largó a llover e inmediatamente bajó la temperatura. O sea me cagué de frío.
Pero bue, de a poco los días fueron mejorando, la cosa se puso mejor de a poco, volvió el sol, el calor al mediodía, fresquito a la noche, muy lindo.
El Bolsón te genera muchas cosas, por la buena onda de la gente, del lugar, lo lindo, lo tranquilo, lo tan distinto que es y lejos de todo el ruido, que dan ganas de quedarse a vivir ahí. Cosa que cuando uno está allá habla con los demás mochileros como uno que se quieren quedar ahí. Pero lamentablemente el clima nos vuelve a todos a casa de una cachetada. A algunos mas temprano que otros, pero la gran mayoría vuelve cuando en marzo empieza el frío.
Conocí a muchos chicos como yo y parejitas todos así muy hippies, como yo jeje, que hablaban de quedarse y vivir de lo que sea, vendiendo artesanías, cosechando la tierra, o laburando de lo primero que alguien de allá les ofrezca. La realidad es mas dura y muchas veces pega feo. La gente del lugar por un lado no quiere que se quede gente a vivir ya que prefieren que no se superpoble su pueblo, por otro lado no tienen mucho que ofrecer ya que a duras penas tienen trabajo para ellos.
Además de que si bien la población estable del Bolsón es conocida por estar habitada desde los sesentas por hippies, hoy devenidos viejos artesanos, también están los oriundos del lugar con sus casas quintas, como los nativos del lugar con sus casas humildes.
Y si señores, hay pobreza en El Bolsón también, no todo es color de rosa. Podría decirse que hay un mini conurbano bolsorense. Pero bueno es también la realidad insoslayable de un país que no se puede negar. De todos modos dista mucho de ser un lugar peligroso, si bien miran con un poco de recelo a todo el movimiento hippie punk freak que llega en verano, son gente laburadora y hace la suya. El del Bolsón es un ambiente super tranquilo, donde es casi imposible que haya un atraco, digo casi por que no vivo allá, pero es lo que dicen los que si viven ahí. Y es lo que parece.
La verdad, para no extenderme mas, es que viví diez días mágicos en el Bolsón, yendo a Lago Puelo (donde me persiguieron Chaquetas, las abejas gigantes del Bolsón), en la plaza de los artesanos, fumando naturaleza, o escalando la montaña para ir al refugio de don Atilio donde viví una experiencia única que me gustaría repetir.
Me quedaron muchos lugares por conocer como el refugio de Hielo azul (algo según algunos inigualable), el bosque tallado, o buzear en el Puelo donde se dice hay un bosque marino que te deja obnuvilado de por vida, pero bueno, el hecho de estar solo me paralizaba para las excursiones mas atrevidas, pero si voy de nuevo, y estoy seguro de eso, lo haré, sólo o acompañado joder. De todos modos por la onda del lugar uno se hace amigos de todos si uno esta dispuesto y mas allá de yo ser un tipo huraño y poco sociable a veces, he conocido mucha gente para lo que es yo, y hasta hablé con turistas, que no suelen caerme bien (por cuestiones netamente chauvinistas obvio).
Desde que llegué no veo la hora de volver y hasta me cruce con dos pibes que conocí en el refugio y que son del barrio y mas allá de que no me saludaron estuvo bueno cruzarme con gente que conocí allá. En cambio el sábado pasado en el parque Rivadavia me crucé con un loco que estaba en el camping y que es artesano. Re piola, el pibe vendiendo ahora en el parque, me contaba que aguantó hasta abril o mayo, pero que el frío y la distancia de sus viejos lo hicieron volver. Un montón de tiempo para alguien de solo 23 años. Admirable.
En fin, eso fue, muy resumidamente, aunque ustedes no lo crean, mi viaje al sur.

miércoles, 30 de enero de 2008

310 fotos.


POR FACUNDO C.

El buque arriba 22:30. Es un día idéntico a cualquier otro. Hay que hacer algunos trámites, esperar los bolsos en la cinta mécanica y tratar de conseguir un taxi. En lo posible uno en el cual el chofer no tenga cara de facineroso. Hace calor, está promediando el verano, aunque Buenos Aires sigue semi desertica. Subimos al auto y ella se duerme automáticamente. Los edificios de Catalinas tienen las luces apagadas.
En la mochila la cámara, y en la cámara 310 fotos. 310 fotos ordenadas cronológicamente: con flash, sin flash, de un dedo, del mar, de un negrito, de un edificio encantador, de un mate, de un bandera, de ella, de mí. 310 fotos; algunas anecdóticas, de esas que uno pone en la repisa; otras con una mirada más “profunda”: las cuales uno atesora como muestra de su virtuoso ojo avisor.
Una semana, una quincena o un mes. No importa. Ellas están ahí para atestiguar nuestras vacaciones y celebraciones; y también nuestros accidentes, auditorias, seguros, etcétera. Mera reproductividad técnica al servicio de la memoria. El taxi avanza por Av. Córdoba, el tachero me dice algo sobre el clima, no lo escucho. La cámara me requiere. El tipo intenta un nuevo embate, pero desiste. Sigo mirando fotografías. 310 fotos y ninguna historia. Las fotos zumban por la pantalla LCD y no aflora el relato. Me acuerdo de Aira: “la fotografía no dio un artista que pueda ponerse a la altura de un Picasso o de un Stravinsky o de un Eisenstein. Y no es cuestión de esperar, porque el pasaje (de un simple medio a la expresión) se da en un momento temprano, o no se da nunca”.
También me acuerdo del Walsh de “Fotos” y de las palabras de un profesor sobre la fotografía, la cultura popular y el arte. Lo de siempre. El coche, es uno de esos diminutos e incómodos modelos 2007, se llena de aire de lluvia. El clima se pone un poco más denso, suena un trueno a mi derecha, sobre Palermo. Falta poco, unas seis cuadras. Pienso en Walsh, en la mentada sombra de Borges y el atino de sumergirse en la no fiction. También en las balas y en la pasta de héroe. Todos tienen sus héroes, hasta los intelectuales “comprometidos”.
Sin embargo la fotografía carece de su Walsh. No puede salir del mero periodismo, de la crónica, como tampoco de la publicidad y la anécdota. Acumulación de datos muertos: la nena y el helado, un globo tomado en contra picado y recortado sobre un cielo marmolado (obvio, en blanco y negro), fotos de niños ricos paseando por las ruinas de un ciudad del Oriente. Nuestras vivencias cotidianas retratadas, petrificadas en 10x15, pero jamás narradas.
Llegamos. Pago y le digo al chofer, tendrá unos cuarenta y cinco años, algo sobre el aumento de los servicios. El tipo me sonríe y me contesta una boludez, sobre los negros y la policía. Subimos presurosos, tiramos las cosas en el suelo. Pido una pizza, prendo la compu y me pongo a bajar fotos.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Paisajes y visiones del NOA.


Osado viajero de lejanas tierras húmedas y llanas,
aventúrate primero en el seco calor colonial.
Intérnate en la espesa jungla setentista
que alguna vez fue Vietnam.
Conoce el verde valle encantado
plagado de extrañas luces nocturnas.
Visita el pueblo de los indios y descubre
las ruinas de su civilización milenaria.
Después viaja hasta el gran pueblo en
continuo crecimiento y de lluvias intensas.
Luego llega al pueblo donde sus bosques
están plagados de extraños duendes
quechuas y montañas llenas de pachamamas.
Pasarás por montañas de ensueño.
Visita la gran ciudad de viejos
amores y de momias nuevas.
Continúa por el camino hasta la ciudad
mas pequeña pero mas rústica, de húmedas montañas.
Sube hasta el pueblo donde las montañas
fueron pintadas por el gran artista y la vida
convive con la muerte de la forma mas natural.
Después llegarás a un pueblo mas grande,
con atractivos colores, donde el indio,
el cacto y la llama aún saludan, pero donde
cierta decadencia blanca, citadina, hizo su marca.
Luego sigue yendo mas al norte, cruzarás mas montañas,
desiertos áridos y curiosas formaciones de cactos.
Llegarás a un pueblo mas grande, el del indio guerrero,
verás allí la hermosura de la raza colla y … llamas.
Agradecerás haber hecho este viaje, extenuado viajero.
Retorna a la comodidad del hogar
y a la salvaje rutina cotidiana.
Pero recuerda siempre el viaje,
recuerda siempre el color del norte.

1/06

(Diario de viaje sobre la visita al norte argentino,
escrito en Humahuaca el 25 de enero del 2006).