lunes, 18 de julio de 2011

Una actitud arrabalera


Siento que fluyo con la ciudad. A veces creo que me mimetizo demasiado con una pedazo de tierra y defiendo una idiosincrasia a raja tabla.
Nada parecerme moverme del lugar que ocupo en mi sociedad.
Un hálito casi primitivo me corroe al pensar que puedo llegar a ser un esquema de un determinado lugar.
Soez, es todo esto que a la vez no ves.
Como si fuera una caricatura, un arquetipo ciudadano sin onda, parezco palpitar, flotar, por esta ciudad puta, por estas calles grises, soledad de mierda que todo lo aniquila.
Trabajo sin sentido por vil metal... metal... como expresión, asqueroso papel moneda con olor a olores infinitos de determinadas gentes infinitas que se tocan y tocan y todo se deja tocar.
Descargo:
Ya no puedo sentir el orgullo cuasi imbécil de decir que soy el porteño típico, y que la melancolía, y que la soledad, la ciudad gris, la vieja, la garúa, el bar, los amigos, la bebida, la mina que me dejó (las minas), la vieja de nuevo, la abuela, el viejo, el tango, el mate, el café, el rock de mi viejo, la facultad, el sexo, la falta de sexo, que si, que no, que odio Buenos Aires, que lo amo, que viajo, que no viajo, que me voy, que no me voy nada, que salgo, que me quedo en casita, que le hablo, que no le hablo un carajo, que hago esto, que no, que la cultura que tiene, que no tiene vida, que los espacios verdes, que la jungla de asfalto, que garcho en casa, que garcho en telo mejor, que me hago una paja, que no me la hago, que busco trabajo nuevo, que me hago artesano y mando a todos a cagar, bueno, y así etc, etc... en fin, eso y demás mierdas que uno puede endilgarle a una ciudad, como si tal cosa, para sentirse mejor con uno mismo?
A preguntas estúpidas, respuestas imbéciles.
La poesía se fué a la...
Mierda.

miércoles, 13 de julio de 2011

Un sueño con cierto dejo de sci-fi

Era una cálida y estrellada noche de verano. Estábamos todos reunidos en la terraza, con los amigos, con otros, con gente.
Ya mediaba la mitad de la noche, era esa hora mágica en que cada uno esta en la suya, muchos callados, muchos intimando y alguna discusión sin importancia a lo lejos.
Ella se había sentado al lado mío luego de una noche de largas miradas. Sin mas preámbulo apoyó su cabeza en mi regazo arguyendo estar cansada, pero un comentario sin remitente, como quien exhala una palabra al pasar sin mas motivo que el de expresar un estado.
La chica era petisa y flaquita, de pelo corto y ojos claros. Decididamente atractiva para mi. Tomé la iniciativa ya que ella había servido la mesa, y suavemente la tome por la nuca y la eleve un tanto. Acerque su cara a la mía y la bese.
Fue un lindo momento, todo parecía haberse desvanecido alrededor, sentía una atracción, sentía "una piel" que hacia tiempo no me pasaba.
A todo esto ni siquiera sabia aun su nombre, pero era lo que menos importaba y lo que a la vez mas me asustaba.
Luego del prolongado beso húmedo, nuestros ojos se encontraron. No pude pensar mas que en decirle lo bellos que se veían, a esa hora de la mañana, con esa luz, en ese momento exacto.
Me devolvió el piropo como si hiciera falta. Ella, quien quiera que fuese, no necesitaba caer en halagos.
Todo fue de ensueño pero termino breve... Al instante, como sacudidos de un cuento de hadas, todos los presentes escuchamos de pronto un lejano ruido como de explosiones continuas, repetidas.
Nos paramos, fuimos de la mano con mi recién conocida, y todos miramos hacia donde provenía el ruido. Mas allá de los edificios se veía muy lejos, en el horizonte, hacia el este donde esta el río, una ráfaga de luces que se elevaba a toda velocidad y que parecía dirigirse hacia el cielo.
Nadie entendía bien que podía significar, pero luego vimos como mas arriba se veía en el cielo como un vapor. Algo que caía lentamente hacia el suelo. Como una nevizca pero en pleno verano. Era una imagen imposible, ya que acá no nieva siquiera en invierno.
Sin embargo así era, y poco a poco avanzaba hacia adentro de la ciudad, todos mirábamos atónitos ese extraño y bizarro espectáculo.
A la vez, lo que nos parecía a todos ser una ráfaga de balas de la fuerza anti aérea que parecía atacar a la nieve, fue decreciendo hasta desaparecer.
A la vez la nieve se acercaba a una velocidad poco común, además el cielo persistía despejado y seguía haciendo un calor tremendo.
Parecía caer de la nada misma, como si se elaborara sola en la estratosfera y cayera así sin ningún motivo o causa aparente.
Esto me genero mucho desconcierto y hasta desconfianza. Los demás estaban entre sorprendidos, eufóricos y borrachos y reían y bromeaban sobre el asunto.
Alguno que otro dijo algo de Oesterheld y el eternauta y se metió adentro despareciendo entre las habitaciones. Yo decidí imitarlo, me parecía que por las dudas era mejor esperar adentro y no tener contacto directo con ese raro fenómeno.
Le dije a mi reciente enamorada que entrara, pero me dijo que se quería quedar a ver la nieve, que ya estaba a pocos metros, escuche un choque que seguro provino de la calle, me puse nervioso e insistente, pero ella me soltó la mano y se fue con sus amigas a recibir "la nieve".
Yo la mire pocos segundos y no supe como llamarla, pero no lo pensé mas, me metí rápidamente justo cuando los primeros copos caían en los congregados.
Lo que siguió fue propio de un cuento de Lovecraft, en pocos segundos empezaron los gritos, vi retorcerse a los congregados y ninguno que intento entrar a la casa lo logro. De a poco vi como se empezaban a desfigurar mientras pegaban aullidos y no pude tolerarlo mas.
Había pasado del cielo al infierno en breves minutos y estaba a punto de perder la cordura.
Me fui directo al pasillo del edificio que era cerrado tomándome la cabeza en un estado de pánico y desolación como nunca tuve.
O al menos casi nunca.
De inmediato fui transportado al año 1994, yo tenia 11 años y estaba caminando con mi padre por mi antiguo barrio de Catalinas sur, cuando unos rayos rojos e intermitentes empezaron a caer del cielo, dejando a la gente paralizada para luego ir cayendo rígidos al suelo.
Corrimos con mi padre, pero a mi se me cayó al piso un juguete que reclame y mi padre tras ocultarme bajo un árbol frondoso fue a buscar. A poco de recuperarlo un rayo lo alcanzo y el dolor que sentí en mi corazón fue como el de una daga atravesándome de lado a lado.
Un grito que no emitió sonido salio de mi y caí en la inconsciencia total.
Lo que vino después son recuerdos borrosos. Una crianza medianamente común, un alumno regular, alguna que otra novia en la juventud, y un trabajo bien pago.
Pero nada había recuperado ese recuerdo primigenio hasta ahora, hasta el momento en que sufrimos la segunda invasión proveniente del espacio exterior, y en la cual, esta vez, no parecen quedar esperanzas.
De momento sigo acá, en las escaleras del edificio, hace horas y horas que espero que pase algo y nada. Solo que de pronto siento mucho frío.

martes, 12 de julio de 2011

Una situación perruna extravagante

Estaba haciendo la cola, de pronto, ante mi asombro en tal pulcro lugar, una fragancia que me remitía directamente a la baba perruna clásica invadió el insólito lugar.
Mis dubitaciones giraron en el imposible hecho que hubiera un perro dando vueltas por el lugar, pero un examen exhaustivo y rápido, dada la pequeñez del lugar hecharon por tierra tal posibilidad.
La otra, que fuera alguien que me rodeara, que tuviera esa fragancia extravagante en su atuendo, pero no parecía ser el caso de tan pintorescos compañeros de cola dada su alto perfil ejecutivo.
Me olí las partes, pero no me parecía estar imbuido en olores perrunos, quizás felinos podría tener pero perrunos,.. era una posibilidad sin chances, ya que una sola vez tuve perro a la tierna edad de nueve años y solo duró un día ya que los celos de mi gata hicieron desistir a mi padres del hecho de tener dos mascotas de tan disímil raza y reino.
Por mas que insistiera en olerme no lograba aunar el olor imperante con algo de mi cuerpo, pero como siempre tuve problemas de olfato, siendo este definitavemente mi sentido mas flojo, me dejé atrapar por un torrente de posibilidades increíbles.
Sentí que como muchacho lobo, me estaba empezando a convertir en un can de metro setenta y tres, y la gente ya se daba vuelta para mirar tan repulsivo espectáculo.
Pensé que estas cosas sólo le podían pasar Gregor Samsa. Ok, mi transformación era mas benévola quizás que la del pobre checo, pero aún así no era agradable.
Nunca me sentí un tipo lindo, pero no llegué al punto de creer que convertirme en una especie de perro salvaje de las praderas en dos patas y con campera arreglaría un ápice el asunto.
Ni tantito así!
Pero la transmutación se convirtió ahora en algo incomprensible, dolorosa y salvaje, ya que sentía dolores agudos en todas las partes de mi cuerpo, sobre todo en la espalda, estómago y en donde supongo tengo un cerebro.
La gente corría espantada a mi alrededor y el olor que anunció el maleficio se hizo cada vez mas intenso hasta convertirse en algo familiar y hasta agradable.
Era mi olorcito!
Morí para la sociedad como ser humano libre, adulto responsable, hombre blanco, y ciudadano clase media de segunda... peronista.
A continuación lo que siguió fue una larga travesía perseguido, condenado y solo por la ciudad hasta encontrar la forma de salir de todo eso.
Mis ahora cuatro patas me llevaron todo lo lejos que pudieron, hasta las inmediaciones donde el campo se funde con la ciudad.
Allí viví largo tiempo, pero un buen día, mientras dormía panza arriba y las moscas revoloteaban todo mi peludo ser, una emboscada humana, traicionera, me metió en una especie de caja que a su vez introdujeron en un camión.
Allí comí algo que me tiraron un par de veces mientras en la oscuridad total solo me restaba dormir.
No se cuanto tiempo pasó, solo se que cada vez sentía mas y mas frío, hasta que un buen día abrieron las compuertas, retiraron la jaula que me condenaba y fui depositado en lo que vendría a ser un muelle de un lugar remoto, desconocido para mi y ventoso y frió como los bigotes de mi difunto abuelo.
Parecía una bahía, donde habían muchos barcos atracados. Algunos llegaban, otros zarpaban, y me pareció ver algún que otro dogo en mi situación.
No pensé mas, era obvio que me secuestraban para trabajar en algún lugar apartado y frío como perro de carga. Habia leído The call of the wild de Jack London y sabía como terminaba la historia. Hice desesperados esfuerzos por salirme pero fueron vanos. La cárcel impedía mis movimientos mas naturales.
Me embarcaron y no me sacaron nunca de la jaula. Reiteradas veces tuve que ir al baño ahí mismito, una situación deplorable, si aún fuera humano. Pero, acaso no tenía derechos aún siendo un ser vivo? Evidentemente no para esta gente.
El viaje fue largo y terminó cruzando un mar congeladísimo.
Las compuertas se abrieron, mi jaula se abrió y un hombre con una tricota roja me esperaba del otro lado con un gran garrote, pero me dije que no soportaría una golpiza del mismo modo que el infortunado protagonista de London.
Salí mansito, y cuando el colorado se dio cuenta que no pensaba atacar se descuidó, ahí mismo le mordí las bolas y rajé a mejores destinos.
Me tiraron de todos, pero lo último humano que escuché a los lejos fue un "sooo paisano! no gastes pólvora en chimangos, ya se va a morir de hambre y frío ese hijo de puta!"
Me chupó un soberano huevo el comentario, pero siempre odié esa frase. Todo, en alguna medida u otra vale la pena. Todos somos merecedores de una bala. Es demasiado económica como para que escatimen en ella con uno.
Mi situación no haría mas que darme la razón. En las breves horas que siguieron me di cuenta que estaba en un páramo totalmente congelado e inhóspito, sin ninguna posibilidad de comer o refugiarse en algún lugar.
Moriría de inanición como Chris McCandless pero de mi seguro nadie haría una película. Hubiese preferido un balazo que termine con tan desdichada suerte pero oh!... mi turno, el personaje que tanto lucía un atuendo ejecutivo salió de mis narices y el olor se fue. Así que después de todo era ese croto el que emanaba un olor a perro podrido de los mil diablos, y yo que me fui a morir miserablemente a la Antártida. Que perra idea!

sábado, 9 de julio de 2011

Un sentido de atracción

Mucho se dijo sobre la verdadera muerte de Pablo Picasso en su casa de Moulins, Francia, en el año 1973 por un edema pulmonar. Nada de cierto hay en esa estúpida versión oficial.
Un sueño revelador nos contó las verdaderas causas del deceso del gran pintor español.
Pablo despertó esa mañana del 8 de abril medio dormido, poco lúcido y se calzó su toga y las botas puntiagudas que usaba por aquel entonces.
Se disponía a salir de su alcoba y dirigirse al taller, su genio no podía esperar ni dos segundos, cuando vio un halo iridiscente que provenía del patio exterior que daba a su cuarto. Veía una luz y una gran figura recortada parada afuera a través de su persiana baja.
Pensó que sería algún periodista, cartero o algo similar así que se dispuso a subirla, con una cara de resignación y pocos amigos, ya que esa mañana no tenía ganas de lidiar con nadie.
Para su sorpresa, una vez levantada la persiana, lo que encontró lo llenó de asombro, no era ni un cartero, ni periodista ni siquiera una admiradora, no. Era una inmensa mole de granito con forma humana, como una estatua de un guerrero quieto, mirándolo fijo.
Pablo quedó muy sorprendido por como habría llegado algo así hasta su casa en Francia, pero no pudo pensar mas, ya que fue presa del horror al ver que esta inmensa mole de piedra se movía lentamente, como despertada de su gran sueño mitológico.
Antes que Picasso pudiera retroceder y escapar ante el avance del coloso, llegó a escuchar que éste le decía... -"soy Chac Mool, el guerrero maya que contempla tu destino, vengo a cobrar tu deuda para aplast"... Pablo no terminó de escuchar el monólogo, salió corriendo espantado con toda la velocidad que un hombre de 91 años puede tener.
Una vez en el living estaba poniéndose un piloto, cuando ve que por debajo de la puerta principal, dos sombras tapaban la luz, como los pies de una persona.
Pablo se acercó corriendo para ver que era Paulo, su primogénito, éste venía en son de guerra, cansado de que su padre lo ninguneara, pero el pintor le dijo que no había tiempo para esas tonterías... -Claro! nunca hay tiempo, son todas tonterías siempre las que traigo.. le dijo su hijo.
Pablo no se inmutó. Le hizo chissst! callar y esperó como expectante.
Su hijo se impacientó y empezó a gritar, arguyendo estar cansado de las excentricidades de su famoso padre, Pablo se puso rojo de ira y le dio un cachetazo a lo que su hijo prorrumpió en llanto y se fue entre sollozos hacia afuera.
Pablo ni se inmutó pero quedó nervioso ya que sentía una presencia, la del coloso Chac Mool, que no se había ido, lo vigilaba.
Entonces Pablo se acercó a su habitación, abrió la puerta y ahí estaba el coloso parado, esperándolo, no le dio tiempo a escapar esta vez y lo agarró por el cuello con dos dedos pero sin apretar mucho, el pintor luchaba desesperado insultando en todos los idiomas conocidos.
Lo llevó al living, donde vio que esperaba otro Chac mool un poco mas pequeño y de aspecto mas juvenil, con su hijo agarrado del cuello también como él.
Los tiraron a ambos al piso y hablaron con una voz pausada y rocosa, como profunda, antigua y cavernal, que venía del mas allá, de otros tiempos, de tiempos mitológicos... -Somos los guardianes de sus destinos, estamos acá para reclamar la deuda que tienen con sus ancestros, ustedes le hicieron una promesa a Chac Mool que los ayudaría a tener gloria y fama y esa deuda se cobra a toda costa, con el precio a pagar para todo el mundo... y ese precio es ser aplastado por nosotros y bebida su sangre como un vino.
-Nooooo!, dijo Pablo, yo no hice ninguna promesa, de hecho nunca fui a México...
Su hijo sin entender nada preguntó ingenuo... - Y como sabes que estas estatuas son de México?
Pablo rojo de ira lo miró y les habló a los dos míticos seres salidos de alguna mala pesadilla... -Yo no se nada, yo tuve una vida miserable, sufrí mucho en mi vida, no tuve gloria, solo dolores de cabeza proporcionados por gente como esta, que vivieron de mi sin darme nada a cambio... Yo no soy a quien buscan.. él (por su hijo) es quien tiene toda la fama y éxito!
Los Chac Mooles se miraron y levantaron sus grandes pies apuntando a Pablo Picasso, quien lloraba frenéticamente como un viejito patético, mientras su hijo lo miraba espantado, no pudiendo creer que le endosara vaya a saber quien, una deuda imposible con seres imposibles.
Los pies cayeron haciendo estallar en mil pedazos el cuerpo del hijo de Pablo, fue como aplastar un bicho del cual sale todo el jugo.
Ante esto Pablo miró de reojo entre lágrimas y completamente aterrado como luego estos colosos se agachaban y disponían a sorber toda la sangre, líquidos y demás esencias y restos del cuerpo de su desaparecido hijo.
-Ahora ya sabes lo que le espera a los tramposos como vos, dijo el Chac mas chico y se le acercó poniendo su enorme rostro inexpresivo y pálido de granito, erosionado, contra la pequeña, en comparación, cabeza del pintor.
Éste entonces empezó a los gritos exclamando -no me beban, no me beban!
Así lo encontraron sus allegados al mediodía, gritando aún en el suelo, que no lo bebieran.
Lo llevaron a su cama y llamaron al médico.
Pablo preguntó si vieron los restos de su hijo Paulo, pero nadie entendió que quiso decir con eso...
Hacia la tarde dio un respingo en su cama y alcanzó a decir -"bebanme, beban por mi, beban a mi salud!" y falleció así entonces el creador del Guernica, del cubismo y de tantas obras de arte, un genio indiscutido, que pagó así su deuda de vida con el destino.
Cuentan algunos que su hijo Paulo, al enterarse de lo sucedido, y que su padre preguntaba por su cadáver, cayó en una profunda depresión, y su complejo de no ser querido ni reconocido por su padre explotó en un brote psicótico que lo llevó en 1975, a suicidarse bebiendo grandes cantidades de lavandina que quemaron todo su cuerpo por dentro. Dicen que lo hizo a la salud de su padre.

domingo, 3 de julio de 2011

Psycho Killer Qu'est-ce que c'est


Cayetano Santos Godino, mas conocido como el Petiso orejudo, fue un personaje que existió a principios del siglo 20, convirtiéndose en el asesino serial mas famoso del país.
Muchos asesinos seriales aparecerían luego en el transcurso del siglo que superarían su nivel de matanzas como Robledo Puch "el ángel de la muerte" o el "vengador" Barreda, entre otros.
Pero ninguno logró la mística que tuvo este pequeño engendro del mal conocido como el Petiso orejudo.
Este hijo de inmigrantes italianos, petiso, de orejas desproporcionadamente grandes, se dedicó a sembrar el terror y el miedo entre los niños y madres de los barrios bajos de Buenos Aires, cuando la ciudad recién esteba creciendo, y los andurriales periféricos eran casi como pequeños pueblos, con calles de tierra y con carretas tiradas a caballo.
Este pequeño ser tenía serios problemas mentales y se divertía llevando niños mas chicos que él con engaños y promesas de nuevos juguetes o golosinas a lugares descampados donde luego los sometía a tormentos como clavos en la sien o ahorcamiento con cuerdas.
Se decía que andaba por lo que hoy es el barrio de Parque Patricios y que mató seis niños comprobados sin contar gatos y otras alimañas.
Terminó en prisión y tuvo el triste destino de la cárcel de máxima seguridad del "fin del mundo", ubicada en Tierra del fuego, Ushuaia, la ciudad mas austral del mundo.
Allí fue vejado consecutivamente por los reclusos, donde se encontraban los mas peligrosos asesinos, delincuentes y presos políticos de la época.
Luego de varios años, cuando ya mediaba los cincuenta años, un episodio confuso donde mató al gato que era la mascota de otros presos, fue brutalmente golpeado por estos, dejándolo destruido, sin dientes, ni ojos, sus orejas fueron arrancadas de cuajo y su huesos triturados.
En 1944, en el frío polar de la cárcel de Ushuaia, El Petiso orejudo murió en una camilla sin sábanas ni colchas, desnudo, desangrado, quizás pagando en vida todo el dolor que infligió a sus inocentes víctimas.
Quizás no, quizás fue una simple víctima de las circunstancias del medio hostil donde se crió, del entorno, de sus amistades, o simplemente de su retardo mental o alienación. o quizás una mala jugada del destino que lo puso en ese terrible lugar de asesino serial, sin remordimientos, sin saber bien que hacía daño, que es lo que hacía o por que lo hacía.
Nunca lo sabrán aquellos puristas de la vida, nosotros tampoco.
Su espíritu dicen que vaga por los pasillos fríos de la abandonada cárcel del extremo sur de la Patagonia, llorando, gritando, y poniendo de muy mal tono y vibra a los visitantes que van a conocer aquel tétrico lugar donde se dieron muertes y torturas indiscriminadas durante muchos años.