martes, 12 de julio de 2011

Una situación perruna extravagante

Estaba haciendo la cola, de pronto, ante mi asombro en tal pulcro lugar, una fragancia que me remitía directamente a la baba perruna clásica invadió el insólito lugar.
Mis dubitaciones giraron en el imposible hecho que hubiera un perro dando vueltas por el lugar, pero un examen exhaustivo y rápido, dada la pequeñez del lugar hecharon por tierra tal posibilidad.
La otra, que fuera alguien que me rodeara, que tuviera esa fragancia extravagante en su atuendo, pero no parecía ser el caso de tan pintorescos compañeros de cola dada su alto perfil ejecutivo.
Me olí las partes, pero no me parecía estar imbuido en olores perrunos, quizás felinos podría tener pero perrunos,.. era una posibilidad sin chances, ya que una sola vez tuve perro a la tierna edad de nueve años y solo duró un día ya que los celos de mi gata hicieron desistir a mi padres del hecho de tener dos mascotas de tan disímil raza y reino.
Por mas que insistiera en olerme no lograba aunar el olor imperante con algo de mi cuerpo, pero como siempre tuve problemas de olfato, siendo este definitavemente mi sentido mas flojo, me dejé atrapar por un torrente de posibilidades increíbles.
Sentí que como muchacho lobo, me estaba empezando a convertir en un can de metro setenta y tres, y la gente ya se daba vuelta para mirar tan repulsivo espectáculo.
Pensé que estas cosas sólo le podían pasar Gregor Samsa. Ok, mi transformación era mas benévola quizás que la del pobre checo, pero aún así no era agradable.
Nunca me sentí un tipo lindo, pero no llegué al punto de creer que convertirme en una especie de perro salvaje de las praderas en dos patas y con campera arreglaría un ápice el asunto.
Ni tantito así!
Pero la transmutación se convirtió ahora en algo incomprensible, dolorosa y salvaje, ya que sentía dolores agudos en todas las partes de mi cuerpo, sobre todo en la espalda, estómago y en donde supongo tengo un cerebro.
La gente corría espantada a mi alrededor y el olor que anunció el maleficio se hizo cada vez mas intenso hasta convertirse en algo familiar y hasta agradable.
Era mi olorcito!
Morí para la sociedad como ser humano libre, adulto responsable, hombre blanco, y ciudadano clase media de segunda... peronista.
A continuación lo que siguió fue una larga travesía perseguido, condenado y solo por la ciudad hasta encontrar la forma de salir de todo eso.
Mis ahora cuatro patas me llevaron todo lo lejos que pudieron, hasta las inmediaciones donde el campo se funde con la ciudad.
Allí viví largo tiempo, pero un buen día, mientras dormía panza arriba y las moscas revoloteaban todo mi peludo ser, una emboscada humana, traicionera, me metió en una especie de caja que a su vez introdujeron en un camión.
Allí comí algo que me tiraron un par de veces mientras en la oscuridad total solo me restaba dormir.
No se cuanto tiempo pasó, solo se que cada vez sentía mas y mas frío, hasta que un buen día abrieron las compuertas, retiraron la jaula que me condenaba y fui depositado en lo que vendría a ser un muelle de un lugar remoto, desconocido para mi y ventoso y frió como los bigotes de mi difunto abuelo.
Parecía una bahía, donde habían muchos barcos atracados. Algunos llegaban, otros zarpaban, y me pareció ver algún que otro dogo en mi situación.
No pensé mas, era obvio que me secuestraban para trabajar en algún lugar apartado y frío como perro de carga. Habia leído The call of the wild de Jack London y sabía como terminaba la historia. Hice desesperados esfuerzos por salirme pero fueron vanos. La cárcel impedía mis movimientos mas naturales.
Me embarcaron y no me sacaron nunca de la jaula. Reiteradas veces tuve que ir al baño ahí mismito, una situación deplorable, si aún fuera humano. Pero, acaso no tenía derechos aún siendo un ser vivo? Evidentemente no para esta gente.
El viaje fue largo y terminó cruzando un mar congeladísimo.
Las compuertas se abrieron, mi jaula se abrió y un hombre con una tricota roja me esperaba del otro lado con un gran garrote, pero me dije que no soportaría una golpiza del mismo modo que el infortunado protagonista de London.
Salí mansito, y cuando el colorado se dio cuenta que no pensaba atacar se descuidó, ahí mismo le mordí las bolas y rajé a mejores destinos.
Me tiraron de todos, pero lo último humano que escuché a los lejos fue un "sooo paisano! no gastes pólvora en chimangos, ya se va a morir de hambre y frío ese hijo de puta!"
Me chupó un soberano huevo el comentario, pero siempre odié esa frase. Todo, en alguna medida u otra vale la pena. Todos somos merecedores de una bala. Es demasiado económica como para que escatimen en ella con uno.
Mi situación no haría mas que darme la razón. En las breves horas que siguieron me di cuenta que estaba en un páramo totalmente congelado e inhóspito, sin ninguna posibilidad de comer o refugiarse en algún lugar.
Moriría de inanición como Chris McCandless pero de mi seguro nadie haría una película. Hubiese preferido un balazo que termine con tan desdichada suerte pero oh!... mi turno, el personaje que tanto lucía un atuendo ejecutivo salió de mis narices y el olor se fue. Así que después de todo era ese croto el que emanaba un olor a perro podrido de los mil diablos, y yo que me fui a morir miserablemente a la Antártida. Que perra idea!

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