domingo, 3 de julio de 2011

Psycho Killer Qu'est-ce que c'est


Cayetano Santos Godino, mas conocido como el Petiso orejudo, fue un personaje que existió a principios del siglo 20, convirtiéndose en el asesino serial mas famoso del país.
Muchos asesinos seriales aparecerían luego en el transcurso del siglo que superarían su nivel de matanzas como Robledo Puch "el ángel de la muerte" o el "vengador" Barreda, entre otros.
Pero ninguno logró la mística que tuvo este pequeño engendro del mal conocido como el Petiso orejudo.
Este hijo de inmigrantes italianos, petiso, de orejas desproporcionadamente grandes, se dedicó a sembrar el terror y el miedo entre los niños y madres de los barrios bajos de Buenos Aires, cuando la ciudad recién esteba creciendo, y los andurriales periféricos eran casi como pequeños pueblos, con calles de tierra y con carretas tiradas a caballo.
Este pequeño ser tenía serios problemas mentales y se divertía llevando niños mas chicos que él con engaños y promesas de nuevos juguetes o golosinas a lugares descampados donde luego los sometía a tormentos como clavos en la sien o ahorcamiento con cuerdas.
Se decía que andaba por lo que hoy es el barrio de Parque Patricios y que mató seis niños comprobados sin contar gatos y otras alimañas.
Terminó en prisión y tuvo el triste destino de la cárcel de máxima seguridad del "fin del mundo", ubicada en Tierra del fuego, Ushuaia, la ciudad mas austral del mundo.
Allí fue vejado consecutivamente por los reclusos, donde se encontraban los mas peligrosos asesinos, delincuentes y presos políticos de la época.
Luego de varios años, cuando ya mediaba los cincuenta años, un episodio confuso donde mató al gato que era la mascota de otros presos, fue brutalmente golpeado por estos, dejándolo destruido, sin dientes, ni ojos, sus orejas fueron arrancadas de cuajo y su huesos triturados.
En 1944, en el frío polar de la cárcel de Ushuaia, El Petiso orejudo murió en una camilla sin sábanas ni colchas, desnudo, desangrado, quizás pagando en vida todo el dolor que infligió a sus inocentes víctimas.
Quizás no, quizás fue una simple víctima de las circunstancias del medio hostil donde se crió, del entorno, de sus amistades, o simplemente de su retardo mental o alienación. o quizás una mala jugada del destino que lo puso en ese terrible lugar de asesino serial, sin remordimientos, sin saber bien que hacía daño, que es lo que hacía o por que lo hacía.
Nunca lo sabrán aquellos puristas de la vida, nosotros tampoco.
Su espíritu dicen que vaga por los pasillos fríos de la abandonada cárcel del extremo sur de la Patagonia, llorando, gritando, y poniendo de muy mal tono y vibra a los visitantes que van a conocer aquel tétrico lugar donde se dieron muertes y torturas indiscriminadas durante muchos años.

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