miércoles, 13 de julio de 2011

Un sueño con cierto dejo de sci-fi

Era una cálida y estrellada noche de verano. Estábamos todos reunidos en la terraza, con los amigos, con otros, con gente.
Ya mediaba la mitad de la noche, era esa hora mágica en que cada uno esta en la suya, muchos callados, muchos intimando y alguna discusión sin importancia a lo lejos.
Ella se había sentado al lado mío luego de una noche de largas miradas. Sin mas preámbulo apoyó su cabeza en mi regazo arguyendo estar cansada, pero un comentario sin remitente, como quien exhala una palabra al pasar sin mas motivo que el de expresar un estado.
La chica era petisa y flaquita, de pelo corto y ojos claros. Decididamente atractiva para mi. Tomé la iniciativa ya que ella había servido la mesa, y suavemente la tome por la nuca y la eleve un tanto. Acerque su cara a la mía y la bese.
Fue un lindo momento, todo parecía haberse desvanecido alrededor, sentía una atracción, sentía "una piel" que hacia tiempo no me pasaba.
A todo esto ni siquiera sabia aun su nombre, pero era lo que menos importaba y lo que a la vez mas me asustaba.
Luego del prolongado beso húmedo, nuestros ojos se encontraron. No pude pensar mas que en decirle lo bellos que se veían, a esa hora de la mañana, con esa luz, en ese momento exacto.
Me devolvió el piropo como si hiciera falta. Ella, quien quiera que fuese, no necesitaba caer en halagos.
Todo fue de ensueño pero termino breve... Al instante, como sacudidos de un cuento de hadas, todos los presentes escuchamos de pronto un lejano ruido como de explosiones continuas, repetidas.
Nos paramos, fuimos de la mano con mi recién conocida, y todos miramos hacia donde provenía el ruido. Mas allá de los edificios se veía muy lejos, en el horizonte, hacia el este donde esta el río, una ráfaga de luces que se elevaba a toda velocidad y que parecía dirigirse hacia el cielo.
Nadie entendía bien que podía significar, pero luego vimos como mas arriba se veía en el cielo como un vapor. Algo que caía lentamente hacia el suelo. Como una nevizca pero en pleno verano. Era una imagen imposible, ya que acá no nieva siquiera en invierno.
Sin embargo así era, y poco a poco avanzaba hacia adentro de la ciudad, todos mirábamos atónitos ese extraño y bizarro espectáculo.
A la vez, lo que nos parecía a todos ser una ráfaga de balas de la fuerza anti aérea que parecía atacar a la nieve, fue decreciendo hasta desaparecer.
A la vez la nieve se acercaba a una velocidad poco común, además el cielo persistía despejado y seguía haciendo un calor tremendo.
Parecía caer de la nada misma, como si se elaborara sola en la estratosfera y cayera así sin ningún motivo o causa aparente.
Esto me genero mucho desconcierto y hasta desconfianza. Los demás estaban entre sorprendidos, eufóricos y borrachos y reían y bromeaban sobre el asunto.
Alguno que otro dijo algo de Oesterheld y el eternauta y se metió adentro despareciendo entre las habitaciones. Yo decidí imitarlo, me parecía que por las dudas era mejor esperar adentro y no tener contacto directo con ese raro fenómeno.
Le dije a mi reciente enamorada que entrara, pero me dijo que se quería quedar a ver la nieve, que ya estaba a pocos metros, escuche un choque que seguro provino de la calle, me puse nervioso e insistente, pero ella me soltó la mano y se fue con sus amigas a recibir "la nieve".
Yo la mire pocos segundos y no supe como llamarla, pero no lo pensé mas, me metí rápidamente justo cuando los primeros copos caían en los congregados.
Lo que siguió fue propio de un cuento de Lovecraft, en pocos segundos empezaron los gritos, vi retorcerse a los congregados y ninguno que intento entrar a la casa lo logro. De a poco vi como se empezaban a desfigurar mientras pegaban aullidos y no pude tolerarlo mas.
Había pasado del cielo al infierno en breves minutos y estaba a punto de perder la cordura.
Me fui directo al pasillo del edificio que era cerrado tomándome la cabeza en un estado de pánico y desolación como nunca tuve.
O al menos casi nunca.
De inmediato fui transportado al año 1994, yo tenia 11 años y estaba caminando con mi padre por mi antiguo barrio de Catalinas sur, cuando unos rayos rojos e intermitentes empezaron a caer del cielo, dejando a la gente paralizada para luego ir cayendo rígidos al suelo.
Corrimos con mi padre, pero a mi se me cayó al piso un juguete que reclame y mi padre tras ocultarme bajo un árbol frondoso fue a buscar. A poco de recuperarlo un rayo lo alcanzo y el dolor que sentí en mi corazón fue como el de una daga atravesándome de lado a lado.
Un grito que no emitió sonido salio de mi y caí en la inconsciencia total.
Lo que vino después son recuerdos borrosos. Una crianza medianamente común, un alumno regular, alguna que otra novia en la juventud, y un trabajo bien pago.
Pero nada había recuperado ese recuerdo primigenio hasta ahora, hasta el momento en que sufrimos la segunda invasión proveniente del espacio exterior, y en la cual, esta vez, no parecen quedar esperanzas.
De momento sigo acá, en las escaleras del edificio, hace horas y horas que espero que pase algo y nada. Solo que de pronto siento mucho frío.

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