jueves, 20 de noviembre de 2014

barrock 1972-1982-201?

Dos postales de una época diferente y a la vez contemporánea. Cuando pensamos en los setentas u ochentas, nos encanta pensar que fue hace mucho tiempo, sin embargo en la línea de tiempo de la humanidad (ni que decir del planeta), es muy poca, nada diría. Si por otro lado nos ponemos a pensar que el tiempo es una mera construcción de nuestra psique neurótica que no tiene asidero comprobable, entonces podríamos decir que sucesos como el Barrock del 72 o del 82, están sucediendo en este mismo momento, y que mañana volverán a tocar desde Sui Generis y Pescado rabioso hasta Riff y V8.
Pero nada es nunca lo que parece. La línea temporal con la que la cultura occidental es una mera construcción arbitraria y caprichosa de la que podemos llegar a depender hasta de un modo sintomático. Hasta muchos estarían dispuestos a dar su vida por recuperar tiempos ridículamente considerados perdidos. Proust se equivocó fulero. El tiempo no se pierde jamás, simplemente porque no existe. Lo que pasó pasa y pasará y nada importa en realidad. No hay que recuperar un carajo! diría el tuerto Willy.
Nada es tan importante como uno piensa. Empezando por uno mismo. Hay que vivir haciendo payasadas para meterle la solemnidad en el hoyo al reloj de tu cocina y celular.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Por que leer la blogonovela Cadete

Realmente y a ciencia cierta no lo sé, salió así, del alma, como una necesidad de vaciarme de tanto pasado. Era antes que nada, una mochila que necesitaba sacarme para seguir adelante escribiendo otras cosas, nuevas cosas, cosas que nunca pasaron o que jamás pasarán.
Pido disculpas a los (poco disimulados) personajes de la historia, que en su mayoría existen y quiero, y espero que nadie se haya ofendido o tomado a mal.
Después de eso, creo que "Cadete" es el válido intento de escribir en este formato tan de este siglo, este nuevo género llamado blogonovela, y espero que haya gustado su lectura, sacando que es excesivamente autorreferencial. Pero no había otra manera. Tenía que ser así y en líneas generales estoy conforme con el resultado.
Cadete es un poco la historia laboral de todos, con sus altibajos, estrés, peleas, y cuestiones, un poco aderezada con algunas aventuras románticas poco o mas significativas en la vida de un flaco que vive hace 31 años en Buenos Aires y que labura y ama como mejor puede y le sale.

A continuación una letra del cantante folkie James Taylor que grafica un poco ese sentimiento de leve añoranza por un pasado que, lejos de ser perfecto, no está exento de cierta idealización y cubierto por cierto halo de nostalgia.
Lo indefectible: El pasado que no volverá jamás... por suerte.

Y ahora si, un poco de pop rock suave de contenido.



There are ladies in my life
Lovely ladies in these lazy days 
And though I never took a wife 
May I say that I have loved me one or two 
Of the people in my past
Fading faces in a waking dream
And though they never seemed to last very long 
There are faces I remember 
From the places in my past
I said all the dead head miles 
And the insincere smiles 
Sometimes I can laugh and cry 
And I can't remember why 
But I still love those
Good times gone by 
Hold on to them close or let them go, oh no

https://www.youtube.com/watch?v=mZRdtFD9ei8&spfreload=1

martes, 30 de septiembre de 2014

Cadete XXVII

FINAL ABIERTO O TRES FINALES POSIBLES DE "CADETE":

-La derrota-

Cuando volví de mi viaje por Perú, me encontré con una situación inesperada. Habían despedido a Ferchu por un error que todos parecían endilgarme a mí. Supuestamente, un día que él tuvo que salir mas temprano, yo había armado un pedido para varias sucursales bajo las mas rigurosas instrucciones que Ferchu me había dejado anotado en un papelito. Yo seguí todo al pie de la letra, pero aparentemente no fué tan así, o al menos eso me dio a entender la contadora, que no dejó pasar la oportunidad para hacerme sentir culpable del despido de nuestro querido compañero. Intuí que algo andaba mal cuando volví de mis vacations, pero no pensé que fuera eso. Entonces me comuniqué con Ferchu, lo llamé al celular, y me dijo que estaba todo bien, que no había sido culpa de nadie, simplemente se habían cargado mal los equipos y entonces era como si no se hubieran vendido, o algo así. Realmente no recuerdo muy bien que fue lo que me dijo y cual fue el supuesto problema, él solo estaba agradecido de la situación, según la cual le había permitido juntar una plata que venía ahorrando mas lo de la indemnización y así poder hacer el viaje que siempre quiso hacer. Ir a Marruecos a probar el polvo marrón, en Interzona, siguiendo los pasos de su ídolo William S. Burroughs. Allá él, que le vaya bien. Pero ahora Eugene y González querían que tomara el lugar de mi compañero, me encargara de hacer y mandar a buscar los pedidos, encargarme del stock, etc.
Realmente me sentía una lacra humana aceptando dicho trabajo, pero dada mi precaria situación, y que estaba ya muy cansado de vivir con mi vieja, decidí aceptar la oferta.
Eso significó dejar definitivamente la calle, y hacer lo que había esperado hacer desde que había entrado a trabajar a Comunications of the sun, trabajo de oficina y dejar la puta calle para los pendejos recién salidos de la secundaria.
De a poco fue aprendiendo la labor y no me fué muy difícil llevarla adelante, de hecho hasta llegué a recibir elogios de Eugene que me felicitó por la eficiencia de mi trabajo. Ahora había un pibito flaquito y de anteojos, que estudiaba Psicología y que hacía el trabajo que yo hacía antes. Era muy parecido a mi, algunos años atrás. Yo cada vez estaba mas aburguesado y empecé a denotar una incipiente busarda, pero eso nada me detuvo.
Al año me fui a vivir solo por el barrio de Paternal, donde antes iba todas las mañanas a buscar equipos al depósito de Claro. Me alquilé un dos ambientes bastante amplio e iluminado, con balcón y una cocina con ventana. Estaba cerca del depósito y me había determinado a vigilar de cerca a Joaquín, el nuevo cadete, para que no anduviera perdiendo el tiempo por ahí. Asi que a veces iba a hablar con los empleados de seguridad del depósito y les pedía que me dieran un informe detallado del horario y de lo que hacía mientras esperaba las entregas Joaquín, obviamente cometa de por medio ellos aceptaron el papel de botones que es de hecho lo que mas les gusta hacer, botonear a otros trabajadores.
Luego de medio año me compré un autito usado. Bastante fulero, pero para empezar lo veía bastante bien. Lejos de llevarme mal, cada vez estaba mejor con mis compañeros de trabajo y hasta tuve mas onda con la contadora. De hecho, en una de esas fiestas de fin de año, cuando estábamos llevándonos muy bien y había mucha onda, me ofrecí llevarla en auto hasta su casa y no hace falta decir que pasó después. Solo puedo decir que tanto odio y peleas a lo largo de esos años pasados no era mas que la vieja y querida tensión sexual que tantas veces atormenta a los compañeros de trabajo.
Después de eso, ya había decidido no estudiar nada, solo dedicarme a mi trabajo, hasta terminé dándole órdenes a Pocho que estaba desde mucho antes que yo y era primo de Eugene. De Ferchu nadie supo mas nada. Algunos dicen que se fué a Marruecos y terminó preso, otros que luego se fue a meditar a un ashram en la India, y hasta me llegó el rumor de que solo se fué al Amazonas a tomar Ayahuasca, estuvo loco y perdido un tiempo y después terminó trabajando en un call center de Berazatagui. Pero para mi solo se perdió en el anonimato de la ciudad y punto.
Respecto a mi vida amorosa estaba bastante solo. No pude conocer a nadie especial ni me enamoré durante mucho tiempo, solo relaciones endebles y polvos ocasionales.
Un tarde de domingo decidí llamar a V al número de celular, pero el tono sonaba y sonaba y nadie me atendía. Dejé de insistir. Al poco tiempo le sumé a la gordura la calvicie y poco faltó ya para que tuviera que pagar por sexo. Así, un día como cualquier otro, me di cuenta que me había equivocado de rumbo, que le había pifiado feo y acepté entonces que era un ser infeliz. Pim Pum!

-La rebelión de los cadetes-

Cuando volví de mi viaje por Perú, todo seguía igual. Mi viejo puesto me esperaba reluciente y yo seguía solo, sin compañera, sin ninguna perspectiva de cambio o progreso. No me había animado a renunciar e irme de viaje definitivamente por Sudamérica, vendiendo artesanías, baratijas o tocando las guitarra por un puñado de dolares mas. Entonces todo empezó de nuevo, el hastía, la desazón, el cansancio, las ganas de pegarme un tirito chiquito, todo. Ya estaba podrido otra vez de mi trabajo y mi vida chata y rutinaria. El maltrato empezó de nuevo a poco de haber vuelto, Eugene cada vez me gritaba mas, siempre disconforme con mi labor, González poco gamba, Ferchu sin poder hacer nada y la contadora sonriendo tras bambalinas. Encima me seguían pagando una miseria que no me permitía mudarme siquiera a una pensión. Y encima el viejo dueño, el "mostro", cada vez encontraba mas divertido forrearme adelante de los demás, acusándome de peronista, de cómplice de un gobierno corrupto y hasta de guerrillero y sindicalista cada vez que preguntaba por algo que se nos debía o por cuestiones de abusos respecto a mis horarios de trabajo. "Si fuera por ustedes estaría todo el día trabajando, las 24 horas", les dije una vez a Eugene y el Mostro, y pusieron cara de orto y me mandaron a recorrerme todo el conurbano, de este a oeste y de norte a sur, en una misma jornada.
Para colmo de males renunció la cadeta que estaba y me hicieron volver a hacer mi viejo trabajo de cadetería en el centro, o sea que ahora no solo no avanzaba un casillero, sino que me obligaban a retroceder, aduciendo que no tenían presupuesto para tomar otra persona por el momento.
Me emperré, muchísimo. Una tarde, de esas que tenía mil trámites por hacer y después hacer mil viajes por el conurbano llevando equipos, me crucé por la calle con otro pibe que parecía cadete como yo. Nos chocamos, los dos cargados hasta las pelotas de cajas y bolsas. Nos puteamos y hasta casi nos agarramos a trompadas. Luego comprendimos la situación. De hecho pasó un tercero, que ya era demasiada casualidad. Nunca en mis cinco años de cadete me crucé con otros bichos raros como yo, cargados hasta las pelotas de cosas, haciendo magia en pleno microcentro bajo el radiante sol de verano porteño. Entonces nos miramos, nos acercamos, nos hablamos y seguidamente nos juntamos.
A la salida nos encontramos en un bar los tres. Rata, Gordo y yo. Una especie de tres mosqueteros de la cadetería, buscando un líder, un dirigente, alguien que nos representara y defendiera de tanto abuso y mishiadura. Entonces, fuímos a la casa del rata, que vivía por ahí en el centro con su abuela, y en la compu buscamos a ver si existía algún tipo de representación legal o sindical de los cadetes, pero no había nada. Excepto un raro aviso con un casco que decía, "cascos unidos en busca de representación". Había poca información, pero entonces nos anotamos la dirección y día de las reuniones. Eran los martes a las 20 horas en el barrio de Mataderos. Llegamos los tres con el 180. NO entendíamos nada, pero era una especie de congregación con muy pocas personas, todos hombres, al menos no vi ninguna mujer, y estaban sentados en butacas de plástico esperando que alguien subiera, sin embargo nadie tomaba la palabra. Pasó media hora, una hora, dos, y nos estábamos por ir, sin embargo nadie se movía del estrado, entonces le pregunto a un gordo en la entrada quien va a hablar y me dice el que quiera. Entonces sin pensarlo me subo al estrado y empiezo a larga todo, todo esto que conté, todo lo que se me cruzó por la cabeza, la arenga salió de mi rabia personal, de mi propia necesidad de romper con ese pasado pesado que tantos años me había carcomido y envenenado el alma. Nunca dije que teníamos que hacer ni como hacer. Quedaba claro que agremiarnos era casi una tarea imposible o al menos insostenible, para un grupo de cadetes de no mas de treinta años, con algunos ciclomotores como máxima fuerza de choque.
Entonces lo que decidimos hacer nos cambió la vida para siempre Decidimos hacernos escuchar nuestra voz. Pero yendo a trabajar, haciendo mal nuestro trabajo, chanfleando guita, haciéndoles perder plata a todos los chupasangre que viven a costa del trabajo ajeno sin mover un solo dedo y que les gusta mandar, dar órdenes y forrear a los demás simplemente porque saben que las personas no se vana  levantar, porque necesitan los empleos, en su mayoría por una cuestión de necesidad. Entonces los íbamos a atacar donde mas les doliera, en la billetera.
Así estuvimos poco mas de un mes haciendo mal los trámites y tratando de eludir las represalias escapando para hacer otras tareas. Después empezamos a faltar, y cuando empezaron a caer los despidos de algunos de nuestros compañeros, decidimos darle notoriedad al asunto y salimos a la calle con pancartas y volantes, contando de la explotación que sufríamos los cadetes todos los días del año por un mísero sueldo y mucho maltrato. Y como reacción final, regalamos todos los billetes que teníamos para depositar en pleno centro. Lavalle y Florida. Eso fue una verdadera revolución de codazos, gritos y empujones y luego, cada uno de nosotros salió disparado hacia un correo y mandamos todos, al unísono, nuestro telegrama de renuncia. Eso si los debe haber dejado el culo para arriba, y si no les sirvió de lección, al menos nosotros nos sentimos muchos mejor con nosotros mismos y nunca nadie pudo probar nada de nada.
Yo pude ahorrarme una plata y finalmente me fuí a hacer mi viaje por Sudamérica. Terminé echando raíces en un pueblito de Ecuador, vendiendo pulseras y traficando cucumelo a los turistas hippies. Y eso es todo amigos.

-Final abierto-

Cuando volví de mi viaje por Perú, estaba muy contento. Realmente la había pasado muy bien allá, conocido mucha gente, había tenido mis aventuras y romances de viaje y no faltaron los excesos así como también los momentos de introspección y meditación. Siempre viviendo en el Ying y el Yang.
Sin embargo, ese mismo día que llegué, luego de mi primer experiencia en avión, barbudo, cansado y con la sensación de tener diez años mas encima, pasa por mi casa el capitán. Me había olvidado, pero ese mismo día era el cumpleaños de la colo, mi amiga, su mujer, sin embargo las cosas no eran como yo esperaba. Se habían separado unos pocos días antes, algo totalmente inesperado para mi. Mi amigo estaba devastado, entonces lo abracé fuerte y nos fuímos a dar una vuelta y fumarnos uno. Le dije que si quería nos quedábamos, pero él insistió en que fuéramos al cumpleaños al cual estábamos invitados ambos. Fue una situación confusa. Yo estaba recién llegado de otro mundo mas o menos, todavía no me aclimataba a la ciudad y al bullicio característico. Por otro lado, el flaco había muerto mientras yo estaba de viaje, volver a la ciudad y que él no estuviera fue otro golpe inesperado y devastador.
Pero volviendo a aquella noche, entre vasos y besos, botellas y cigarros, todos terminamos muy borrachos y tristes.
Al otro día volví a mi trabajo luego de casi tres semanas de ausencia. Lejos había quedado aquella noche en que estaba varado en Martínez, por una tormenta eléctrica imposible de franquear. Ahora había sol y algunas caras serias.
Lo primero que me sorprendió es que había un nuevo empleado. Un colombiano medio cretino que a simple vista parecía estar haciendo el mismo trabajo que venía haciendo yo. Le pregunté a Ferchu si sabía algo y me dijo que no, que le había preguntado a Eugene y que éste la había dicho que íbamos a trabajar los tres, codo a codo. Aunque no quedaba muy en claro quienes eran esos tres. Como el colombiano ya se había ido a hacer las nobles tareas que solía hacer yo, Ferchu me dijo que si quería llevara algunos equipos a liberar, ahí a pocas cuadras. Cuando volví me puse a activar algunas cuantas líneas, mientras Ferchu musicalizaba con algún reggae de ocasión. A eso del mediodía se acerca la contadora y me dice que Leandro me llama desde la oficina del onceavo piso. Siento algo extraño, nunca me había llamado para hablar los dos solos. Mientras subo por el ascensor presiento que se viene un desenlace definitivo, pero por otro lado siempre había tenido amagues y nunca había pasado nada. Sin embargo y mas allá de todo, estaba tranquilo. Una vez me abre la puerta, Eugene me invita a tomar asiento gentilmente. Sin mediar mucho preámbulo va directo al grano.
-Bueno, sin vueltas, como quizás te puedas imaginar, hemos decidido prescindir de tus servicios. La verdad es que la relación laboral estaba ya muy deteriorada y por un lado esperábamos que vos renunciaras, pero como veíamos que no lo hacías decidimos tomar finalmente la decisión nosotros.
Quizás te sorprenda, pero por otro lado veíamos que vos no estabas bien, te veíamos mal en tu vida, como desganado, deprimido, y no queremos sumarte ningún malestar, además no nos estabas cumpliendo con el trabajo, no nos rendías, rehuías de tus obligaciones y te peleabas mucho con tus compañeros de los cuales recibimos muchas quejas. Entonces me parece que lo mejor es que terminemos rescindiendo el contrato y vos puedas hacer lo que vos quieras o necesites.
Yo me quede callado, en algún momento del monólogo casi sentí ganas de llorar. Por un lado sentía que me estaba sacando un gran peso de encima y me sentía libre otras vez, por otro lado, nunca me habían despedido y no me estaba gustando. Me sentía descartado, usado y a la basura una vez que me sacaron todo el jugo. Además había pasado muchas cosas en ese trabajo, muchas cosas en mi vida, muchas personas pasaron por ella mientras trabajé ahí casi cinco años. Y por otro lado sabía que en algún momento tendría que salir a buscar trabajo y que la cosa no estaba fácil. Pero en el momento decidí verle solo el lado positivo.
-Ok Leandro, se que por ahí no cumplí mucho con mis tareas en este último tiempo, pero bueno...
Esperaba buscar alguna justificación, pero la verdad es que no había ninguna. Odié ese trabajo desde el día cero, cuando casi me sentí obligado a tomarlo para demostrarle a A que no era ningún mantenido, pero luego, eso se volvió en mi contra. Me quedé sin A, ni V, ni D, ni ninguna letra del abecedario y en cambio si me quedé atado a un trabajo que me hacía mal, que odiaba que me angustiaba cada mañana cuando me levantaba para ir.
Entonces Eugene me acompañó a la puerta, aclarándome que contara con mi indemnización y que hablara con la contadora, y cerró con un...
-¿Quien sabe? Quizás en un tiempo puedas volver, esto es un empresa familiar y siempre tenemos en cuenta a los empleados fieles que quieren una segunda oportunidad.
En ese momento me dieron ganas de vomitar. Pensé, "jamás Eugene, jamás me verás volver arrodillado, pidiendo clemencia, nunca, nunca te voy a dar el gusto de volver con el rabo entre las patas, antes muerto". Y salí con una extraña mezcla de alegría y confusión.
Muchos cambios me esperaban en Buenos Aires desde que volví de mi viaje, y todavía faltaba. Me despedí sin muchas efusiones de mis compañeros, agarré mi morral y bajé a la calle. Estaba en plena avenida Córdoba y en eso aparece Ferchu. Le digo y me dice que se lo acababa de cruzar a Eugene y que le había contado. Ferchu parecía muy serio, pero a la vez poco sorprendido. Nos dimos la mano efusivamente pero no nos prometimos nada, ni vernos ni nada. Habíamos sido buenos compañeros mientras trabajamos juntos pero eso era todo, cada uno seguiría su camino. Después me fuí caminando hasta Lavalle y me tomé el 26 de regreso a mi casa. Nunca mas volví a ver al Ferchu love.
Por otro lado, libre de ataduras laborales, me dediqué a rendir los exámenes de ingreso para guion en el ISER y para mi grata sorpresa logré entrar. Estaba preparado para una nueva etapa en mi vida, donde el trabajo no fuera una obligación y donde me amigaba con una carrera nuevamente, espiando así un futuro menos dependiente de negreros e hijueputas. Como decía un amigo "las peores palabras se condensan en trabajo en relación de dependencia, trabajo, relación y dependencia". Amén.
Apéndice:
Un día me chatea la flaca con la que me había visto el año anterior, la chinita de encuentros esporádicos y entonces me dice que me quiere ver. Yo no tengo muchas ganas, pero por otro lado pienso bueno, un polvito nunca viene mal. Entonces nos juntamos en mi casa. Mi vieja está de viaje o no se donde, pero no está, estamos solos, yo sin mediar muchas palabras la llevo a mi cama y la empiezo a desnudar. Ella parece nerviosa, muy nerviosa. Tiembla un montón. Yo me detengo y le pregunto que le pasa. Ella me mira muy seria, con cara de sufrimiento, con mucho miedo. Con la voz temblorosa me dice lo menos pensado, lo mas temido, lo mas fuerte.
-Estoy embarazada... es tuyo.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Cadete XXVI

La banda se puso en marcha. Encontramos un nombre, The Pibas and the pibes, bien hipster, a la moda con la nueva ola indie folkie, y así el cuarteto se abrió paso en la escena. Nos juntábamos casi todos los fines de semana. Por una cuestión de decantación o lo que sea que haya sido, D empezó a tirarme onda y de a poco nos fuímos acercando. Una noche, luego de que ella me tirara onda durante todo el ensayo, le "regalé" por chat un tema de los Smith (There's a light that never goes out) a lo que ella me clavó el visto y me respondió luego de un día, "gracias amigo"... Ok, creo que esta chica está jugando conmigo, pensé, y me sentí como un idiota. Esa semana fui una especie de fantasma en mi trabajo. Mi único confidente era Ferchu, que estaba con mal de amores también. Entonces nos fumábamos unos porros en el balcón del trabajo cuando nos teníamos que quedar haciendo horas extras para activar líneas. Hacía poco yo era el dejador, era el mas poronga, o al menos así me venía sintiendo, y ahora ésta minita me hacía flashear y me tenía a la espera como un gil.
Yo estaba casi angustiado, bajón y mas fumanchero que nunca. Sin embargo, un viernes, todo dió un giro inesperado.
Cuando ese viernes nos juntamos a tocar con The Pibas and the pibes, yo estaba distante con D y ella parecía notarlo. Se me acercaba, me preguntaba que me pasaba. Una actitud que entre los pibes de barrio llamamos "cola de paja". Yo me hacía boludo y le decía que estaba todo bien. Entonces ella me avanzaba y yo retrocedía, casi como haciéndome el ofendido. Hacia el final de la noche, luego de haber ensayado, escabiado y fumado todo lo que había, y cuando parecía que mis invitados ya se disponían a retirarse, les pregunté como quien dice algo al aire si querían ver un documental sobre Paul McCartney donde se asevera que murió. Una cosa bizarra que no es mas que otra excusa para fumar. Entonces la feliz pareja negaron, aduciendo que estaban cansados y que se iban a dormir, pero D dudó, dudó breves segundos pero lo pensó. Luego dijo que ella también se iba y se sumaba al taxi. Los acompañé hasta abajo, los despedí y yo volví a mi casa. Me asomé al balcón y los vi a los tres subirse a un taxi. Ya era casi de día. Había bastante luz y el clima era agradable. Los pájaros mañaneros ya hacían de las suyas. Yo me volví a recluir en mi cueva y pensé que de todos modos no era mas que otra oportunidad que se escapaba. Ya me disponía a meterme en la cama y hacerme una paja, cuando me llegó un mensaje de texto. Era ella. Me decía que bien podría haberla invitado a ver la peli. Claramente se siguió una seguidilla de mensajes de que si, que no, que vos bla bla, etc... La cuestión es que ella se tomó un taxi y llegó a mi puerta. Una vez solos, por primera vez solos. Nos miramos tensos. Sabíamos que teníamos que hacer pero era incómodo mandarse de una. Hice la pantomima de poner la peli en la compu, pero ni apareció el menu que ya estábamos a los besos en mi cama. Estaba demasiado oscuro para mi gusto, pero de a poco la fuí desvistiendo y me gustó su cuerpo esbelto, delgado, moreno, hipster. Sus tetitas eran hermosas, equilibradas, suaves. Entonces, de una forma casi desconfiada, cojimos. Estuvo bien. Pero tranqui. Luego nos dormimos. Al otro día ella estaba un poco incómoda y parecía querer irse rápido de mi casa. En cambio yo ya me sentía enamorado. Planeaba hasta irme de vacaciones con ella, pero D parecía tener otros planes. Luego de acariciarme dulcemente las patillas me confesó que todavía se veía con su ex novio y que no tenía nada claro. La acompañé a la boca del subte. Le pregunté si quería que nos volviéramos a ver. Ella me dijo que nos veríamos claro, pero entonces yo le dije, "ya sabés a que me refiero" y ella entonces se puso seria y me dijo que nos hablábamos, que "todo bien". Para mayor confusión mía nos despedimos con un pico y yo volví muy perdido a mi casa.
A la semana siguiente no nos juntamos a tocar porque nadie podía. A la otra nos juntamos pero no paso nada. Ella estuve indiferente y fría, como si ya se hubiera sacado las ganas, pero al otro día, el sábado, nos volvimos a juntar y esta vez fue en lo de la colo. Todos terminamos muy borrachos esa noche. El fin de semana siguiente era la noche de la gran tocata y ya estábamos un poco podridos todos de tocar siempre los mismos temas y demás. Se notaba en el aire una necesidad de cambiar un poco de caras, de volver a nuestras viejas amistades a las que habíamos relegado su espacio durante ese mes y así volver a encauzar todo en sus vías normales. Solo la colo y yo parecíamos disfrutar de los encuentros musicales y de hecho, luego de muchos años, seguimos tocando entre nosotros dos. Como una costumbre que quedó arraigada, vinculada quizás a los amores perdidos. Pero eso es adelantarse mucho...
Aquella noche terminamos tan borrachos que D ni siquiera se podía mantener en pie. Me encargué de llevarla a un taxi. Cuando subimos, ella se reclinó sobre mi hombro y cuando estábamos llegando a su casa me preguntó si podía ir a dormir a la mía. Claro que acepté y una vez en mi casa hicimos el amor despreocupadamente, borrachos, mojados, sucios, cansados.
Al otro día ella parecía mas buena onda que la otra vez y me agradeció haberla cuidado. Yo me sentía cada vez mas a full con D pero a las claras me daba cuenta que ahí no había futuro. Yo parecía ser una especie de tapón para ella. Una especie de venganza o al menos de vino del olvido. En el momento que me sentí usado no estuvo bueno, pero a los pocos días decidí cambiar de estrategia y aceptar ese lugar sin esperar nada mas. Si ella solo quería cojer conmigo no había nada de malo, eso haríamos.
Cuando llegó la noche de la tocada, estábamos todos muy nerviosos. Fuímos hasta Lanús con el capitán y D, allá ya nos esperaba la colo. Nos pusimos a ensayar desde la tardecita y nos fuímos calentando la garganta con un licor de ajenjo que llevó D. Cuando llegó el momento de tocar, rodeados de velas, no faltaron los errores a causa de los nervios, pero dentro de todo fue un lindo show y las cincuenta personas que había, en su gran mayoría amigos, nos aplaudieron y nos felicitaron, mientras de fondo se proyectaba Fantasía de Disney. Todo era en un ambiente muy cálido, muy ameno y cultural. Muy amiguero. Yo estaba muy exaltado y hasta me equivoqué en la letra mientras tocaba Lotta love de Neil Young, pero el capitán parecía no haber disfrutado, de hecho entrada la noche, cuando estaban todos muy borrachos, nos pidieron que volviéramos a tocar, aunque se los mismos temas, pero mi amigo y D se opusieron, solo la colo y yo parecíamos dispuestos ante tal ridiculez.
En determinado momento, D se me acercó y me preguntó si ya me iba, le dije que si y me dijo entonces ¿vamos?. Sin dudarlo agarré mis bártulos y me fui con D. Nos tomamos el 37 y de camino a capital le tiré un par de besos. Luego se puso tensa. Me dijo que había vuelto con su novio y que no quería bardearla mas. Que me quería seguir viendo, pero bueno, etc... Entonces me dijo que quería pasar esa noche conmigo, una especie de despedida. Luego de decirme que quería seguir viéndome pero que no podía, yo le dije que bueno, había sido lindo mientras duró el affaire, y ella me dijo ¿que affaire? Lo nuestro fue un garche y nada mas. Ok, bueno, para mi se juegan las dos cosas. Para mi no, me dijo ella y yo me quedé aturdido. Una vez en la puerta de su casa, dudé si subir o no. Yo quería, pero sentía que no debía, que iba a salir lastimado, sin embargo primó el animal salvaje en mi y subi con ella. Una vez en su cama me la cogí tan fuerte como me dieron mis fuerzas. Muy salvaje. Ella parecía disfrutar, pero siempre tímidamente, como si le costara llegar por mas que uno fuera un toro en celo. En determinado momento de intensa fricción me susurró al oído... "que fuerte... me encanta" y eso fue todo. A la mañana me la volví a garchar intenso y me fuí a mi casa. Antes de irme me aclaró que todo había terminado entre nosotros, que así debía ser. Como también había terminado el asunto de la banda y ese amor de primavera salvaje, fueguino, snob.
Luego yo me fuí a Uruguay con amigos un fin de semana y ella me escribió deseándome buen viaje. Estuve todo el tiempo tratando de no pensar en ella, pero no funcionó, sin embargo uno de mis amigos se encontraba aún mas bajón que yo por una mina, asi que decidí no sumar otro depre por mal de amores y me dediqué a hacer lo que mas me gusta en Montevideo, fumar porro todo el día.
Con D nos seguimos chateando y de hecho la volví a ver un mes después, en la casa de unos amigos en común, recordamos buenos momentos, nos divertimos, pero luego todo quedó ahí. Asumí que ella seguía con su top model novio cool, y cuando volvimos en el 8 ella bajó en Congreso y yo seguí hasta Almagro. Sin embargo antes de que ella bajara, charlando de cine y boludeces, le comenté que una vez había hecho un corto, y ella, estudiante de cine, me dijo sorprendida que le gustaría verlo algún día. Como dejando una especie de puerta entornada, sin embargo nunca ninguno de los dos tuvo el coraje de volver a tocar a aquella puerta, ni aún después que ella se separara de su novio definitivamente, pocos meses después, ni yo, que siempre fui muy cagón y rencoroso.
...
En el trabajo todo igual, ahora ya no dependía de la odiosa contadora y me manejaba mas a mis anchas con Ferchu, sin embargo, no tardaría para que ese trabajo netamente de cadete que ahora hacía la chica nueva, fuera reemplazado por otro trabajo, mas tedioso y agotador aún que el anterior. Desde activaciones de líneas, como ya comenté, hasta auditorías, lo que equivale a decir que tenía que ir todos los días y todas las semanas a todos los putos puntos de venta de esta gente y contarles uno por uno todos los estúpidos accesorios de celulares, un control que claramente tendrían que hacer los propios vendedores y sus encargados y que era una ridícula exageración que yo hiciera todos los días, mas teniendo en cuenta que tenía un viaje a todos los puntos. Hacía tiempo que ya no tenían puntos de venta en capital, desde los tiempos en que yo andaba con A. Las cosas habían cambiado sensiblemente en la empresa y yo seguía siendo el che pibe, solo que para colmo de males tenía que serlo lejos de mi casa. Y cada vez que pedía la asistencia de algunos de mis compañeros para hacer menos complicada la operación, todos se recluían en sus propios temores y la contadora con aire sobrador me repetía "donde manda capitán no manda marinero". Y salía cargado de cajas a la calle puteando, nuevamente, puteándolos a todos.
Una tarde de primavera, me crucé nuevamente en la calle con V, que desde principio de año vivía a la vuelta de mi trabajo. Ella iba paseando a Derbake, su caniche, e inmediatamente me reconoció y se me vino encima, muy contento, al punto que lo saludé a él antes que a ella. Pareció sorprendida y nos quedamos charlando. Le dije que habíamos tocado con la colo y ella me dijo que algo le había contado la colo (ahora eran amigas) y nada, que andaba trabajando (siempre de lo mismo) y que le pregunté que contaba ella. Como siempre a full con su marca de ropa, con su nueva casa, etc. Esta vez no cometí el atrevimiento de preguntarle si seguía con aquel flaco que me había contado. Ya se notaba una falta de confianza entre nosotros, como una lejanía, como si fuéramos dos extraños. Entonces sin mucho mas para decir, nos separamos y seguimos nuestros caminos, en aquella hermosa tarde de primavera, sin detenernos a pensar que esa iba a ser la última vez que nos íbamos a ver. Y ahí se iba V, caminando con su perrito, siempre tan petisa, tan hermosa. La que siempre consideré como mi mujer, con la única que me hubiese gustado, casarme, armar una familia, vivir juntos toda la vida. Pero no pudo ser, y se perdió entre la multitud de Buenos Aires.
...
Para final de año tuve un nivel de intensidad potente. Por un lado me preparaba para algunas presentaciones. Por un lado con los del taller de pintura y por otro lado con los de canto. Además planeaba incorporar una voz femenina a mi programa de radio y hacerlo mas comercial, menos nerd y de ghetto y con una chica que hablara de literatura y representara a la platea femenina del programa. Por otro lado estaba preparando todo para mi gran viaje. Finalmente se daban las condiciones para que pudiera cumplir uno de mis mayores sueños que tenía desde la adolescencia, ir a Perú y conocer el Maccu Picchu. Junté plata, me armé un plan de viaje y saqué pasaje de solo de vuelta en avión, aunque no tenía muy en claro si iba a volver aún. La verdad es que ya estaba cansado de todo y de todos. Cansado de vivir en capital, vivir con mi vieja, cansado de un trabajo en el que ya estaba desde hacía cuatros años y en el que poco había ascendido, en cambio si había dejado la carrera de Psicología, había perdido dos novias, conocido otro tanto de chicas, tenido varios romances frustrados y otros por mi abandonados, había ido a recitales, había empezado un programa de radio, hecho muchos talleres de cosas que siempre había querido hacer, me había peleado fulero con compañeros de trabajo, había empezado terapia, y aprendí a irme de vacaciones solo. Pero todo había llegado ya a un nivel de agotamiento extremo, cansado del mismo trabajo, de la misma rutina, las mismas caras, el mismo subte, colectivo, edificio, portero, vendedores, jefes... no, estaba realmente muy podrido y cansado de todo, de ese achatamiento que me acarreaba ese laburo, ese malestar en lo mas profundo de mi alma y ya estaba por ceder en la pulseada de ver si ellos me echaban, especulando con la indemnización, o si renunciaba yo y mandaba todo a la mierda, con ganas de agarrar la mochila e irme de viaje, hacer artesanías, o quizás volver a estudiar. Esta vez hice las cosas mejor y mas prolijamente y me anoté en guion para radio y TV en el ISER, así que ya planeaba volver a retomar mis estudios el año siguiente y dedicarme a full a la radio y esas cuestiones.
Hacia fin de año retomé el contacto con la indiesita de zona oeste, la piba siete años mas chica que yo y volvimos a nuestros encuentros furtivos. Nos vimos dos o tres veces mas y luego ella se iría en enero a Misiones y yo en febrero a Bolivia y Perú, así que para mi eran unas canas al aire y chau.
Una noche, nos fuímos a un bar por Congreso y nos tomamos unos vinos picantes y luego algunas cervezas. Después, casi sin hablarnos nos fuimos a un telo que hay a un par de cuadras de ahí y garchamos como si fuéramos Adán y Eva en el paraíso perdido, sin hojas, sin pudor, sin amor, sin nada, solamente garchamos inocentemente. Luego ella se fue a lo de una amiga y yo me volví zigzagueando a mi casa y descubrí casi con terror que tenía una llamada perdida de D. Poco me importó ya y cuando llegué a mi casa me tumbé muy borracho para entender nada de lo que había pasado aquella noche.
...
Poco antes de irme de viaje tuve alguna secuencias graciosas. Por un lado me retó Leandro Díaz (alías Eugene) porque no estaba haciendo las auditorías, le dije que Pocho (su primo) me había dicho que dejara de hacerlas por no se que cuestión de stock y luego de cagar a pedos a Pocho adelante mío, que me hizo sentir como un buchón, me trató para la mierda, gritándome de arriba a abajo, rojo de ira, leonino, como yo le hubiera gritado a él si hubiera tenido oportunidad.
Luego me saqué el pasaporte y el DNI nuevo. Mi vieja se fue como de costumbre a Mar del plata y yo me quedé solo, a base de fideos y puñetas, preparándome para mi gran odisea. Sin imaginar nada de lo que pudiera pasar.
Fuímos con el capitán a la casa en Luján de una amiga de la colo. Éramos un hermoso grupo de machos y hembras, con un poco de celo, tomando vino en una casa de verano con pileta, esperando poder ponerla, pero sin embargo todo quedó en la borrachera, la zapada y la música de los Beach boys de fondo.
Finalmente, llegó mi último día de trabajo antes de irme de vacaciones. Era viernes. Yo estaba muy nervioso. Fui a trabajar comúnmente y todo parecía indicar que iba a ser un día tranquilo, sin embargo estaba muy equivocado. Cuando luego de hacer algunos trámites y cuestiones de rutina parecía que en tres o cuatro horas podría irme a casa tranquilo, Eugene me dió su estocada final mandándome a hacer una auditoría de último momento a las sucursales de zona norte. No me importó, salí rápido, casi sin despedirme de mis compañeros de trabajo a los cuales no vería en casi tres semanas. Hice todo a tiempo veloz y el transporte público pareció acompañarme en esta odisea, hasta el 15 fue mas veloz que una bala. Sin embargo, una vez en el último punto de venta, el Unicenter de Martínez, y una vez que terminé de contar el último puto accesorio de teléfono y me aprestaba a ir volando a mi casa, loco de alegría, una tormenta se desató tan violentamente, que creo que pocas veces volví a ver algo así. Llovía tan fuerte que no se veía mas allá de diez metros, y yo encima, con ropa de verano, en remera, no veía fácil volver a mi casa. En eso me llama mi vieja, para preguntarme si me estaba preparando para el viaje, le conté de mi situación, enojado con al vida, puteando al cielo, al trabajo, a todos. Y entonces en esa aparece mi otro jefe, González, y le cuento mi situación, le digo que temo haber dejado las ventanas abiertas de mi casa que no hay nadie, que está la gata, que mañana me voy de viaje y le sigo llorando un poco mas, esperando conmover ese corazón que tan endurecido está por tanto empleado con problemas, por tanta rutina, tanta frustración. González me mira y me dice, "ok, te acerco hasta capital, pero solo hasta la General Paz, después te arreglás solito", si si, le digo, y le agradezco. Pero la situación no parece fácil. Las calles, la Panamericana, todos los caminos están anegados. Un colectivo sobresale de un plano líquido compacto, abandonado por sus ocupantes, nos da la postal mas desoladora que me llevaría de aquel recuerdo. Sin embargo, luego de idas y vueltas, y después de dos o tres horas, consigo que me deje por Saavedra, y una vez ahí me tomé el 71. A mi casa llegué poco antes de que den las diez.
Agradecí al cielo haberlo conseguido y después de ordenar un poco mis cosas y comprobar que no había entrado una sola gota de agua a mi casa, me fui a dormir sabiendo que al otro día empezaba mi gran sueño, mi gran viaje a Perú y que quizás empezaba una nueva etapa en mi vida. Lo que no sabía es hasta que punto tenía tanta razón respecto a esto último.
Mecachis!

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Cadete XXV

Por enésima vez, el dueño supremo me retó y avergonzó adelante de todos, haciéndome sentir como un miserable lacayo. Estábamos con Ferchu haciendo un pasamanos de cajas, cuando, ante el enorme peso de la caja que transportaba, la dejo caer un poco por su peso desde la altura de mi cintura. Lo que no sabía es que atrás venía el viejo, el "mostro".
-Dale, hace bien mierda la caja, Que se rompan todos los equipos, dale. !Rompelo todo pelotudo!
Dijo el viejo, con actitud amenazante y se me quedó mirando con bronca, esperando que le contestara. Llegó el ascensor y subió rojo de ira. Yo me quedé callado y lo miré a Ferchu que bajó la mirada. Me sentía como la mierda. Basureado por ese cretino y yo sin poder decir ni mu. Tuve que guardarme toda esa mierda acumulada por mucho tiempo. Hasta ahora al menos.
Esperé en vano algún tipo de represalia, pero solo obtuve el comentario venenoso de la contadora que me dijo que el dueño se había enojado conmigo. A todo esto yo me mantuve callado, sin defenderme ni hacer ningún tipo de alusión al tema. Cuanto antes se olvidara mejor.
Pero la venganza es un plato que se sirve frío. Y no faltó oportunidad para que me mandaran a llevar uno o dos equipos de mierda hasta la loma del orto, en bondi y bien tarde, así volvía a mi casa a las mil quinientas.
Una tarde me sentía mal, realmente mal, me dolía el estómago y tenía algo de febrícula. Entonces, mi amigo Lean, o mas conocido entre sus empleados como "Eugene", me dijo que tenía que llevarle un pedido al local de Pacheco. Eran las cinco de la tarde, estaba oscureciendo y hacía frío. Le pregunté si no podía ir al día siguiente y me dijo que no, ahora, total todavía estaba en mi horario. Pero insistí argumentando que iba a llegar allá pasadas las seis de la tarde. Me dijo que ese no era su problema, pero que todavía me quedaba una hora de trabajo y que ellos podían disponer de mi cuando y como quisieran. En realidad no lo dijo con esas palabras, pero es lo que dió a entender. Entonces hice lo mas bajo que podía hacer. Acudí a la contadora, con el rabo entre las piernas, pidiéndole entre sollozos que intercediera por favor por mi. Que me sentía mal realmente. La contadora sonrió levemente y luego fue a hablar con Eugene, al rato volvió y me dijo que nada podía hacer. Necesitaban mandar ese pedido si o si. Entonces salí enojadísimo, puteando a todos, jurándome que ahora si, iba a renunciar al otro día. Me tenían cansado, podrido, agotado, estropeado, frustrado.
Una vez en la calle, casi me pongo a llorar. El día se estaba yendo y me dolía la panza y la cabeza a groso modo. Sabía que me esperaba un viaje eterno hasta Pacheco. El que alguna vez fue hasta allá con el colectivo 15 sabe que no es algo agradable, ni siquiera aunque logres viajar sentado, y estés leyendo la mejor novela del mundo. El viaje es interminable, de esos que nunca terminan nunca, que el culo te empieza a doler de tanto estar sentado y en los que empezas a sentir náuseas de respirar siempre el mismo aire viciado.
Ya me estaba mentalizando para lo peor. Hacer un viaje interminable, seguramente con un bondi lleno con la gente que vuelve de capital al conurbano, llegar allá extenuado y enfermo y comerme el tremendo garrón de volver a mi casa mucho mas tarde de lo que seguro hubiera imaginado. Viviendo así una jornada laboral de mas de doce horas entre idas y vueltas. Entonces me llamó al celular del trabajo la contadora y me dijo que me podía ir a mi casa si me sentía mal, que mañana a primera hora, antes de hacer cualquier otra cosa o poner un pié en el trabajo, fuera a llevar ese pedido. Yo agradecí, como si realmente fuera un favor y no un derecho. Volví a la oficina a buscar un paraguas que había olvidado y la contadora me preguntó que hacía ahí, que mas vale me fuera antes que me viera el jefe, porque guai si era todo una mentira, ya que groso favor había recibido de su parte y bla bla bla bla bla y mas bla. Entonces, con cabeza gacha, me fuí haciendo reverencias y diciendo que ya me iba, agarré mis cosas y partí a mi hogar. Me tomé un taxi y el tráfico estaba todo trabado. Entonces apoyé la cabeza contra el vidrio y agradecí haberme salvado en esa ocasión de aquella odisea. Claro que no tendría que esperar mucho para volver a vivir la misma suerte y ya no poder zafarla, volviendo a las siete, ocho y hasta nueve de la noche a mi casa. Good-bye for-ever.
...
En otro orden de cosas, un domingo que había que ir a votar para jefatura de gobierno de la ciudad, me escribí con A y acordamos vernos. Luego de que cada uno fuera a hacer derecho de sufragio universal, arreglamos que la pasaría a buscar por la casa de sus padres, donde alguna vez había sido su casa y la había pasado a buscar a la noche para salir a pasear. Entonces, lleno de nervios fuí caminando desde Almagro a Caballito, presto a ver a mi ex, que hacía casi dos años no veía. Para darme ánimos me puse a escuchar Living colour y no pude dejar de poner una y otra vez el tema Glamour boys, un tema tonto y medio popera de la gran banda rockera negra. Pero alguna extraña razón me daba fuerzas y seguridad para afrontar aquel encuentro temido.
Cuando llegué al edificio toque timbre y me atendió el padre. Me dijo que A ya bajaba. Tardó varios minutos en bajar, yo mientras, no dejaba de escuchar Glamour boys. Cuando finalmente apareció, tuve un pequeño estremecimiento en el alma ante esa extraña presencia, otrora tan familiar y cotidiana. Los gajes del amor, pensé.
Ella estaba igual que siempre, sin embargo ella notó un cambio en mi. No recuerdo cual. Creo que me había sacado la barba y dejado los bigotes, o alguna tontería por el estilo. Fuímos a un bar a pocas cuadras de allí. En Moreno y Alberdi. Nos pedimos una lágrima ambos, como en los viejos tiempos. Hablamos de diversas cosas de poca importancia, como por ejemplo el trabajo, etc. Nunca nos preguntamos si el otro estaba con alguien. Eso no era parte de nuestra comunicación. Nunca lo había sido. En determinado momento nos dijimos...
-...bueno las cosas se dieron así... pero quien sabe, a veces la vida da segundas oportunidades.
-¿A que te referís? No vamos a volver. No te invité para eso.
-No ya sé. Pero bueno, nunca digas nunca.
Se quedó pensando, y luego negó con la cabeza. Estábamos tomados de la mano y sutílmente me la soltó.
-No entendés. Yo me voy. Me voy a vivir a Birmingham.
Me quedé helado. Me parecía de locos que se fuera. Entonces le pregunté si era que se iba a vivir con el zoquete aquel de Neil, pero se enojó. Basta! me dijo, no empieces... Ok, ok. Entonces ¿que?
Una beca de estudios. Docencia, etc, etc
Bien, la felicité. Entonces me preguntó en que andaba yo. Le dije que seguía haciendo el programa de radio los domingos y que había publicado unos poemas por una editorial chiquita. Pero que nada, era algo tranqui. Lo hacía porque me hacía bien a mi. No para sacar un rédito monetario. Entonces ella sentenció con todo su rencor guardado, de escorpiana estructuralista y materialista.
-¿Ves? Sos un hippie. Nunca pensando en hacer nada por plata.
No le respondí. Solo me arrepentí de unos minutos antes haberle dicho de volver en algún momento, si la vida nos volvía a cruzar. Sentí que ya nada tenía que hablar con ella. Que esa historia se había terminado para siempre. Sellado como un ángel sella los males en una caja y uno espera que no pasé por allí ninguna Pandora que la abra.
Ella me dijo que tenía que irse ya y yo también tenía que irme. Tenía un programa de radio que preparar y realmente ya no tenía nada que hablar con A. Entonces la acompañé hasta la puerta de su casa. Le desee suerte realmente de corazón y la abracé. Ella se sintió incómoda con el abrazo. Pero no me importó. Ella había sido importante en mi vida y al menos me quería despedir bien. Asi la solté y no la volví a ver nunca mas en mi vida. Sacando algún que otro mail que nos seguimos escribiendo durante un año o poco mas, luego el contacto se cortó y no supe mas de ella, excepto que aparentemente vive  feliz en Suecia con su novio y dando clases de español. Nuevamente... goodbye forever and ever.
...
En cuanto a mi, como si hasta ahora hubiera hablado de otro, pero... como no hablar de mi. Si solo existo yo para mi. Empecé a chatearme con la chica hipster, pongamos que se nombre D. Una chica cuatro años mas chica que yo, muy cool, estilizada, moderna y sofisticada, aunque un tanto infantil y naif, pero un poco esa era su gracia. Empezamos hablando de cine, música y algo de libros. Entonces una noche que estaban por venir a mi casa el capitano y la colo, la invité. Claro que ella conocía a la colo y albergaba la inútil idea de hacerse amiga. Pero entonces, nos juntamos los cuatro en una noche de fernet, porro, cervezas y cigarrillos convertibles, como así también de música de toda índole. Esa noche cantamos los cuatro a capela Bohemian rapsody en el balcón. Después de ficharle bien las piernas (mi punto débil con las mujeres), y ser aprobada por mi fetiche, decidí que costara lo que costara a D le iba a hacer el amorsito, suavesito y lindo. Lo que yo no sabía es que ella quería que se lo hiciera rudo y sin amor.
Ella cantaba como un ángel. Con una voz aniñada y temblorosa, de niña freak, medio putita y calienta pava. Nos juntamos otra noche en lo de la colo. Había otros chicos y chicas. Pero surgió el tema de hacer una banda los cuatro, al mejor estilo Mamas and the papas. Entonces una amiga de la colo nos ofreció tocar a finales de septiembre en la muestra de arte que se iba a realizar en el centro cultural por ella regenteado en Lanús este. Aceptamos y esa misma noche nos pusimos a ensayar canciones, covers para tocar como cuarteto.
El capitán tocaba guitarra y hacía coros. A la vez había elegido que tocáramos Garden of serenity de los Ramones. Era el tema de él, que cantaba él como primera voz, primera guitarra, despuntando un gran talento guitarrístico. La colo elegió Hot rod mama de T Rex. La cantábamos de a pares, mientras yo me lucía tocando el bongó. D eligió Jesus love me de las random CocoRosie. Era donde sacaba toda su dulce voz con todo su esplendor. Yo por mi parte elegí Lotta love de Neil Young. Y hasta empecé clases de canto para perfeccionarme antes de la función. Para finalizar, como quinto tema, todos cantábamos Vienes y te vas de la banda de cumbia noventosa La Base.
Se sucedieron así casi tres meses de juntarnos viernes y/o sábados a la noche en mi casa, lo de la colo o lo de D, pero sobre todo en mi casa para ensayar estos temas, escabiar y mirarnos con deseo D y yo. Así se siguió un periodo de histeriqueo, de tirar dardos, onda, luego irse para atrás, volver sobre los pasos y volver a atacar. Yo ya me estaba angustiando. No podía mas. D cada vez me tenía mas atado a su frontera, como un perrito faldero. Me sentía cada vez mas indefenso y a su merced. Me gustaba mucho y moría de ganas de cojermela.
Un día me dice por chat- tenés un aire a Harry Potter (a ella le gustaba Harry Potter). -Nada que ver, le respondí, a lo que ella me puso... -Si, si, te parecés. ¿Me vas a hechizar con tu varita?
Si, pensé, te voy a hechizar con mi varita, claro que si. La vas a amar a mi varita.
Seguido a esto vino una etapa de que volvió con el novio y dejó de tirarme onda. Llegó mi cumpleaños y decidí festejarlo en un centro del PS al cual había ido antes a una fiesta de no se que. Me pasé y alquilé el lugar. No llegó nadie hasta las dos de la mañana y me la pasé escuchando música al palo solo. Luego fueron cayendo los amigos, luego los conocidos, y mas luego los amigos de los amigos. Vino el Ferchu y el Pocho con sus amigos. Vinieron algunos de la primaria. Vino una chica que había conocido en Entre ríos. También mi amigo el colombiano, los de la primaria, Mechi, y gente de la radio. Claro que también vinieron el capitán y sus amigos ya la colo y sus amigas, lo que significa que D estaba allí. Lamentablemente, lejos de aprovechar, me pasé la noche pasando música desde mi notebook, en su mayoría temas clásicos de rock y mucho ska, sobre todo de Los fabulosos cadillacs. Recibí quejas al respecto, pero poco importó. D me pidió Some velvet morning y mientras la puse ella me bailaba desde la oscuridad mientras me miraba de a ratos y cantaba "look at us but do not touch" y yo me pajeaba en vida. Pero yo estaba demasiado borracho y demasiado fumado como para hacer ninguna cosa. D finalmente se cansó y se fue, cuando me vino a saludar yo estaba bailando estúpidamente Glamour boys, me dijo Chau... nos vemos en estos días y yo me reí, la abracé y la besé impunemente, ella me quito un poco con una sonrisa como diciendo, "estás re loco chabón", y se fue. Yo me quedé bailando sin entender mucho. A todo esto se acerca uno de los amigos del Ferchu love y me dice...
-Che, loco, todo bien. Bien ahí con la morocha eh.
Yo lo miraba sin entender. Entonces él, tan o mas borracho que yo, le da un trago a su cerveza y me apura.
-Ey! Aguante los Living colour. Bien ahí.
Le hago señal de todo ok con el dedo.
-Lastima que pusiste este tema. Es una mierda.
No le contesté y seguí bailando. Para mis adentros me dije... que sabe este borracho boludo. Glamour boys es un temazo y me la re sube. Again, goodbye for everrrrrrrrrrr!

jueves, 18 de septiembre de 2014

Cadete XXIV

A todo esto, recibí noticias de la editorial a la que le había mandado una selección de poemas el año anterior y me avisaron que había sido seleccionado para formar para de la tercera de edición de jóvenes poetas, prestos a ser editados. La presentación de los libritos sería en la librería Purr, donde leeríamos nuestros sonetos y donde se agasajaría a los concurrentes con copas de vino, leche y miel.
Hice de todo para impresionarla y la invité, pero ni hubo caso. Ni ella, ni la otra, ni ninguna de las que hubiera querido que fueran aparecieron. En cambio si fue mi vieja con una amiga suya, mi prima (siempre ahí) y mis amigos Mechi, la Colo y el Capitán. Esa noche estaba muy nervioso, temía leer frente a personas desconocidas, ser interpelado, abucheado, poco aplaudido, temía no gustar, no ser querido, no ser... Me tomé todos los vasos de vino que pude y me fumé todos los puchos que tenía. Mientras, todos iban y venían en una tertulia que me parecía ajena a todo, a mi, a mis poemas, a mi forma de ser. Quería que todo terminara rápido para así poder irme con mis amigos a tomar unas birras, fumarnos un charuto, o comernos una bondiolita en la costanera. Lo que fuera que pintara hacer en esa noche de otoño porteño. Primero pasaron a lees cuatros chicas, las poetisas de la selección. Me gustaba una flaca de pelo corto y borceguíes, que me miraba y se reía. Por ahí estaba nerviosa como yo y se daba cuenta. Parecía mas grande. Como de treinta y tantos. No me importaba, en realidad poco me importaba en general. También fue mi profesora de pintura, Paula, y se sentó junto a Mechi. Su mirada, siempre crítica, parecía mostrar una aprobación siempre un tanto condescendiente con mis habilidades artísticas, pero quizás, por otro lado, todo sea parte de mi paranoia cotidiana y mi falta de confianza y seguridad en mi mismo.
Después del grupo de poetisas "simone de bouveareanas", hubo un intermezzo donde una chica tocó entre otras canciones "Cosmic dancer" de T REX, como anunciando lo que se vendría ese año, esta flaca de corte lésbico e intelectual cantaba con voz freak una versión en castellano del clásico de la banda británica de glam rock de los setentas de Marc Bolan. "Yo a las doce y tu bailar..." O algo así, el summum del snobismo hipster indie de Buenos Aires.
Cuando llegó el turno de los "chochamus" fue todo muy confuso e impreciso. Empezó leyendo un flaco con tanta pinta de poeta como de abogado legalista. Enorme, de casi dos metros de altura y con botas marrones gigantes. Leyó unos poemas de corte humorista, algo que yo tardaría en comprender que es la moda en las lecturas de poesía. Todos van a escuchar poesía porque se sienten muy cool con eso, pero nadie se banca el poema sobre el árbol, el viento, lo diáfano y lo etéreo. Todos esperan pasar un momento ameno, y si en lo posible les hacen reír, diciendo pija, culo, concha, sexo, cojer, cojer, cojer... mucho mejor. Nadie se sincera en aquellos ambientes y dice, la poesía como medio de expresión, no me gusta, me parece una paja y me aburra que el que tengo enfrente abra su corazón, pero soy muy cool como para admitirlo e ir a escuchar stand up o en su defecto a Corona. Que es básicamente lo que quieren escuchar, pero dicho por algún hipster lindo como ellos.
Luego le tocó leer a un colombiano con unas poesías muy visuales y ambientales, casi como salidas de un cuento de Lovecraft. Muy bueno. Y después a mi, con todo el nervio del mundo, leí los poemas que la editorial había seleccionado para publicar y subir a la página. Mientras leía, lo hacía sin gracia, con muchos nervios, y temblaba y mermaba mi voz por momentos. Miraba solo mi papel y ni quería observar por un solo momento la reacción de las caras en los presentes. Sentía que todo era una porquería, una careteada y que yo era el peor payaso en esa funesta función fantoche. El silencio reinaba en la sala, apenas interrumpido por alguien tosiendo o alguna que otra breve conversación furtiva y lejana. Leí unos poemas muy ligados a ciertos recuerdos fuertes de la infancia por ejemplo uno sobre los Thundercats y su relación con el peronismo setentista o un homenaje a Marlene Dietrich. Pero el que pareció tener mas impacto en el público fue un breve poema muy simple, relacionado con Peter Pan y la pérdida de la infancia. Decía algo así...

"
Último poema del Capitán Garfio, cuando Peter Pan finalmente creció y no le dio mas bola:

Un día los huerfanitos no vinieron más, no sonó más el timbre en casa, y dejaron todos sus juguetes tirados en su cueva.
La pelota de fútbol se fue desinflando de a poco, y el oso de Wendy se llenó de polvo y olor a tufo.
En la isla no queda nadie con quien jugar. Las hadas no aparecieron más, ya que no había
nadie para aplaudir, ni que creyera en ellas. El barco se encalló y le entró agua por todas partes,
armas y cañones se oxidaron por la falta de uso y hasta los piratas se fueron a vender
su fuerza de trabajo al mejor postor.
Smee se jubiló, y ni las sirenas ni ninguno de los pequeños mocosos apareció más.
Aquel engreído niño volador creció, se casó y consiguió trabajo en una multinacional.
Si al menos estuviera mi madre todavía para que me sirva la chocolatada, a las 4 de la tarde, con galletitas, mi soledad sería mas sostenible.       
                                                                                                                                                              "

La gente aplaudió, sinceramente aplaudió, no sé si fuí el mas aplaudido en aquella jornada, pero al menos tuve el aliento del público que algo encontró en mi poesía. Algo, chiquito, algo del orden de la pérdida, del orden de la nostalgia y la melancolía, de ese tiempo perdido que no vuelve. En fin, cosas que todos añoramos en algún momento de nuestras vidas, cuando todo era agasajo y despreocupación.
Luego me fuí con mis amigos a mi casa y comimos algo, Mechi y la Colo se pusieron a dibujar y yo me quedé con el Capitán poniendo discos y fumando. Nadie me había dicho mucho al respecto de la presentación que había terminado. Sin embargo todos estaban muy tranquilos, en la suya y yo esperaba alguna devolución. El capitán, poco afín a dar piropos me dijo, cuando sin poder mas le pregunté si le había gustado. Me dijo serio, "Si, me gustó. De hecho lo único que me gustó fueron los poemas del colombiano y después los tuyos". Me sentí aliviado. Su sinceridad era ajustada y hacía honor a la justicia. Claramente los poemas aquel extraño colombiano habían sido lo mejor de la jornada, y los míos, por la cercanía y lo nostálgico, tan característico de esta parte del globo, lo mas identificable para él. Le agradecí su sinceridad y seguimos escuchando música, divagando, ya mas tranquilo por pasar ese momento de tensión. Tocamos la guitarra y después cada uno se fue a su casa.
Los meses que siguieron trajeron poca novedad. Yo estaba solo. No me estaba viendo con nadie después de mucho tiempo y si bien me mataba a pajas, estaba relativamente tranquilo. En el laburo estaba un poco mejor al trabajar codo a codo solo con el Ferchu y ya libre de las garras infernales de la contadora. De a poco iba instruyendo a la nueva cadeta para que hicera los trámites pertinentes. Con V no había vuelto a hablar ni tenía intenciones de hacerlo. Me abocaba pura y exclusivamente al trabajo y al programa de radio, que cada día crecía un poco mas. El librito de poesía "Poemas, cefaleas y otras monsergas" se vendió todo (la poca tirada que había) y solo se vendía por internet. Además se vendió en el puesto de Cultura emergente de ARTE BA 2011 y le fué muy bien. Me llamó la chica de la editorial y me avisó que iba a haber una pequeña gira de lecturas con la editorial y me invitó a ir. Yo me entusiasmé mucho. La primer parada era en La Plata, luego Rosario y quizás Córdoba y Mendoza. Sin embargo luego de la lectura en La Plata todo se calló. Pero no importaba, yo estaba mas que satisfecho. En aquella ocasión, la segunda vez que iba a La Plata, iba a vivir una muy linda experiencia, conociendo a escritores de talla mayor a la mía, pibes mas grandes, de una editorial independiente mas grande, con los cuales pegaría onda y que me inspirarían para dar el salto de la poesía a la narrativa.
Cuando llegué a La Plata, ya entrado junio, era de noche y yo iba leyendo Lovecraft en el camino. Todo me daba un invierno mas tenebroso que el anterior y estaba realmente excitado de ser parte de una gira poética. Hacía pocos meses había conocido la ciudad estudiantil platense por primera vez y me resultaba difícil aún ubicarme en sus calles numeradas con sus laberínticas diagonales.
Cuando llegué al lugar no había casi nadie, apenas unas pocas personas en la puerta. Me prendí un pucho en la puerta y esperé la llegada de alguien de un momento a otro. Apareció Paula, la de la editorial, y me saludó diciéndome algo así como que no esperaba encontrarme. Yo me rasqué la nariz y no supe que decirle, pero ella se dió cuenta e inmediatamente demostró ser mas cordial. Me dijo que esperaba que viniera mas gente de un momento a otro, y entre charla que va y viene, me preguntó por el programa de radio. Le conté algunas cosas muy por encima y le dije el nombre del programa y la radio. Luego se fue a charlar con otra gente que iba llegando. Un grupito de flacos que estaba cerca fumando me miraba y de pronto se me acerca uno y me pregunta si yo estaba en la radio que había mencionado. Asentí. Entonces me dijo que él también. Me dijo el nombre de su programa pero era nuevo y no me sonaba. En cambio él si había oído hablar del mío, que era uno de los mas viejos de aquella radio novel. Entonces me presentó al resto y de inmediato pegamos buena onda. Ellos eran escritores de narrativa, que estaban por publicar sus primeras novelas en una editorial independiente de una compañera de la radio. Eran mas grandes que yo, como de la edad de mi hermano. Nacidos a finales de los setentas. La generación anterior. Yo me sentí muy cómodo con ellos y ellos parecieron aceptarme y hasta darme un lugar en su grupo de muy buena manera. Yo me sentía muy bien. Hablamos de música, literatura, cine, de los 90s, etc. Había uno que era el mas paternal conmigo que era guitarrista en una banda de rock, y otro, uno mas gordito y de rulos elevados casi al estilo surrealista, que estaba escribiendo desde hacía muchos años, una novela en su blog sobre la década del noventa. Me hablaba de Los brujos y de otras bandas que a mi me gustaban pero por una cuestión de alcance y edad no había podido ver en vivo. Ellos eran a la vez amigos y un poco apadrinados por Tierranueva, un escritor de relativo renombre en el mundillo literario contemporáneo.
Entonces me subí al tren de los compañeros e iniciamos así una buena onda de camaradería.
Entramos a la casa, donde había una pequeña muestra de dibujos un tanto infantiles y naif. La chica que organizaba era una pendeja de tetitas puntiagudas y de corte alternativo adolescente, con risita histérica. Era altamente garchable, pero al lado suyo estaba una especie de soso novio aletargado, que la seguía a todas partes y asentía en todo. Una verdadera pareja de randoms. Antes de las lecturas tocó un flaco, muy creepy y freak, con una guitarra desafinada. Tocaba covers de Blur y Leonard Cohen. Tenía un aire a Daniel Johnston y una leve reminiscencia a Nick Drake, mezclado con lo mas podrido de Tanguito. El pibe elevaba y bajaba su voz caprichosamente y decía cosas inentendibles. Lejos de tener talento o ser bueno, el flaco era un showman muy divertido y gracioso. En todo casi menos talentoso que la lesbiana de la lectura anterior, pero si mas original y entretenido. Luego de su performance lo invité a que viniera a un programa de radio. Por toda respuesta recibí un erupto en plena cara y me dijo que no salía de La Plata. Acto seguido desapareció entre la gente.
Luego llegó el momento temido por cualquier coordinador de grupos y lectores de poesía. Empezaron los de la editorial de narrativa. Leyeron el guitarrista (amante de Levrero y Vila-Matas) y el noventoso (amante de Stephen King y las series de TV). Como siempre me costó concentrarme en las lecturas ajenas. No sé si por propio narcisismo o por mera falta de capacidad de concentración. Pero algo pude rescatar al vuelo de sus lecturas que no eran otra cosa que fragmentos de sus futuras novelas. Entonces llegó nuestro turno y solo estábamos en representación de la pequeña editorial poética, el flaco con pinta de abogado y sus poe-chistes y yo. Leyó primero él y esta vez, de visitante, no fue tan aplaudido, cosa que si había pasado la vez anterior. Pensé que estaba en el horno, porque si a él que lo habían aplaudido un montón la otra vez ahora recibió poca aceptación, no me quería ni imaginar el rotundo fracaso que significarían mis textos al selecto público platense, tan acostumbrado a tener buenos poetas entre sus filas. Pero no fue tan terrible, ni mejor ni peor que en el caso del poeta-comediante. Quizás el público era mas selecto y menos apasionado. La cuestión es que todo terminó rápido y yo me quedé pululando sin saber que hacer. Mirando libros en exposición de editoriales independientes. Los escritores me saludaron efusivos y se despidieron. Yo me quedé ahí, mirando libritos. De hecho tenía el cumpleaños de mi amigo el uruguayo y tenía que llegar a Flores en dos horas. Se me acercó el poeta chistoso y esta vez me dió charla. Antes me había ignorado por completo. Se ve que tenía que volver a capital también y me preguntó si yo me iba a tomar el colectivo. Le dije que si, poco entusiasmado ante la posibilidad de volver hablando con aquel mequetrefe. Entonces, cuando ya parecía que no había otra opción, apareció el guitarrista escritor de la nada y me preguntó si iba para capital. Le dije que si y me ofreció llevarme, que tenían un poco de lugar. Yo acepté muy contento y me despedí de chistosín que se me quedó mirando desconcertado. Me subí al pequeño auto y apretados, arrancamos de regreso a la capital. En el viaje hablamos de todo. De música, libros, minas, de si se levanta mas por facebook o por twitter o que tan difícil es hoy en día publicar un libro. Se abrió el debate de si Almendra (que había confesado no se a colación de que, escuchar cuando estaba en la secundaria) estaba bueno o no. Y otras cuestiones, mientras a toda velocidad nos abríamos paso por la autopista. En algún momento se me cruzó por la cabeza la posibilidad y el temor de que íbamos muy rápido y que quizás la quedaba en un accidente de autos. La perspectiva de morir así, volanteando con un grupo de escritores, volviendo de La Plata, me pareció interesante, pero luego la descarté por idealizada y superficial. Los dos pibes con los que había pegado onda me confesaron que lo que mas les había gustado era mi poema sobre el Capitán Garfio y Peter Pan. Yo no entendía que veía la gente en ese poema tan simple que escribí una tarde casi sin pensar. Sin embargo era un hecho, era mi poema de mas llegada, mi "one hit wonder" y mas allá de todo, mejor era eso a nada. El violero, en un acto de piedad, me regaló su libro de cuentos publicado por la editorial que estaba por lanzar su primera novela y entonces yo le di el escueto poemario mío y me quedé sin ejemplares para mi. Pero valió la pena. Prefería que lo tuviera alguien mas a que muriera en la ignominia narcisista de mi propia biblioteca. Después de todo, lo que escribe uno es para que lo lean los demás y no para para propio placer onanista. Supongo.
Cuando llegamos a capital me dejaron enfrente de la casa rosada y siguieron camino a Belgrano y zona norte. Eran las once de la noche y tenía que tratar de llegar antes de las doce a lo de mi amigo que cumplía años y el día estaba por terminar. Hice de tripa billetera y me tomé un costoso taxi desde el bajo hasta Flores. Llegué justo a tiempo y eso fue lo de menos. Todo valía la pena, todo se resignificaba. Todavía no sabía que mi breve paso por el mundo literario había llegado a su fin, pero yo como siempre, vivía el momento y lo disfrutaba.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Cadete XXIII

Esas vacaciones fueron un mezcladito de lugares. Pasé por Mar del plata, Pigué, Gualeguay y Montevideo. A la vuelta la llamé a V y acordamos en vernos. Pasé una tarde de sábado por su departamento en Las cañitas. Nuevamente, ella estaba sola, me hizo subir como en los viejos tiempos. Nos miramos extrañados, como si hubieran pasado muchos años. Sin embargo todo estaba ahí, como cuando me fuí la última noche fría de julio. Ahí estaba colgado también mi el dibujito que le había hecho alguna vez de El principito. Nos sentamos a tomar una fresca mientras yo jugaba con su perro. Era una hermosa tarde de verano. Entonces ella me pregunta... -¿Estás con alguien?
Yo me quedo pensando unos segundos que creo, fueron minutos. Dudo. ¿Empezará todo otra vez? Pero esta vez el significado no es el mismo que antes, sin embargo no lo leo. Le respondo que no. ¿Vos? -Yo si.- Me dice. Ah bueno, soy el mas idiota, pienso. Ahora si que la hice buena. Me descubrí como el mas perfecto imbécil. -¿Lo conozco?- Le pregunto, como si eso pudiera cambiar en algo, algo de toda el ridículo que estaba haciendo. Me dice que es el hermano de una socia de trabajo. Creo que recuerdo la cara de un rubio dientón dando vueltas en alguna reunión pasada. Me da bronca. Me siento totalmente expuesto y estúpido. Le digo que yo también me veo con una chica pero que no es nada serio. -Es una pendeja- le digo, como haciéndome el canchero. Como diciendo (la tengo muerta). Ella se muestra un poco molesta ante la posibilidad de que esté con una chica mas jóven que ella, pero al instante se planta de nuevo sobre sí misma. Después de todo, es lo que hacen todos los hombres inmaduros que ya perdieron el tren y quieren aferrarse a su juventud cada vez mas perdida. Empezar a salir con pendejas. Sigue quedando mal parado. Hay un silencio incómodo. Entonces veo una toalla que cuelga del árbol frente a su balcón. La toalla, del algún vecino poco precavido, está casi al alcance de la mano y me sirve para zafar la situación. Le muestro el gracioso suceso de una toalla colgada de la rama de un árbol y trato de rescatarla, pero no llego, entonces busco algo con lo que darle alcance, y le doy vueltas a la casa, hasta que encuentro ahí contra la pared, el palo de hockey de la hermana. Salgo nuevamente al balcón y me estiro lo mas que puedo hacia afuera, so pena de caer al vacío. Igual son dos pisos nomás, a lo sumo me rompo un hueso. Rozo la toalla con la punta del palo y la toalla se balancea. Ella, atrás mío, se ríe de la situación. Por breves segundos nos sentimos juntos de nuevo, reviviendo viejas aventuras y divertimentos, pero el instante se desvanece rápidamente y pronto volvemos a ser lo que somos, no dos extraños, pero si dos ex, que se extrañan en silencio, sin derecho a reconocerlo, sintiendo esa lejanía nuevamente. Y entonces dejo de hacer payasadas, me despido de esa perro chiquito con el que jugué tantas veces y que tantas veces nos interrumpió mientras cogíamos y le dije a V que me iba. Ella dijo bueno, y me bajó a abrir la puerta. Camino de mi casa me sentí triste. Ahora si sabía que la había perdido definitivamente. 
...
Por otro lado, en el laburo, mi relación con la contadora no daba para mas. Ella no dejaba de hacerme la vida imposible, cada vez tratándome con mas desprecio e insolencia. El colmo para mi llegó un día en que ella, en un estado de evidente "mala atención", me empezó a llamar CADETE, olvidándose de mi nombre para siempre, y dando órdenes como una especie de dama de hierro en su peor momento de totalitarismo y cinismo. -Cadete! venga para acá, tiene que llevar esto, haga lo otro, cadete, cadete. ¿Que hace tanto en el baño? ¿Porque tarda tanto? Cadete, haga lo que le digo.- Y entonces me cansé de ser tratado como una porquería. -Esto con el anterior cadete no pasaba, Lloveras era educado y trabajaba bien. Hacía lo que uno le pedía sin chistar ni poner caras de disgusto, como si uno le estuviera pidiendo un favor.- Me dijo esa mañana la contadora, mas belicosa con nunca. Decidí enfrentarla en un último y desesperado combate, donde llevaba todas las de perder. Ya no me importaba si me despedían. -Escucháme, antes que nada a mi me llamás por mi nombre, me llamo Santiago ¿sabés? Mi nombre no es CADETE. A ver si te lo grabás bien en la cabeza. -Sos un maleducado, me dijo. No sé si soy un maleducado, pero a mi me llamás por mi nombre y me pedís bien las cosas. -Cerrá la puerta, me inquirió. Escuchame pendejo, yo acá doy las órdenes, si no te gusta ya sabés lo que tenés que hacer. Y mientras me largaba todo su rollo de mandos y jerarquías, que ella estudió en la universidad, bla bla bla, etc, etc, yo la miraba fijo, llenandome cada vez con un odio que sentía que me iba a hacer explotar. Mientras soportaba que ella me gritara de arriba a abajo y me rebajara a una especie de súbdito o siervo de la gleba, yo miraba a mi alrededor, buscando algún elemento contundente para partírselo bien en la cabeza. Pero primó la cordura por una breve fracción de segundos y solo atiné a decirle que a mi me importaba una reverenda mierda si ella había estudiado la mierda que sea, yo no la iba a llamar contadora como la chupa medias de la empleada de maestranza, que era una especie de fiel escudera suya, y que le iba a exigir el mismo nivel de respeto hacía mi. A mi que me llamara de ahora en mas por mi nombre, o simplemente no le prestaría atención. Luego de aclararme que ella me iba a llamar por el nombre que quisiera, le dije que no, que mas vale que me llamara por mi nombre o si quería por mi apellido y me retiré de su mugrosa oficinita dando un portazo y la dejé hablando sola. Ella pegó gritos de ira desde su cómoda silla y yo salí a hacer trámites que Ferchu tenía preparados ya para mi. Luego me dediqué los días subsiguientes a esperar que me echaran. Ella ya casi no me dirigía la palabra. No me llamaba por mi nombre pero se cuidaba de decirme por el impersonal CADETE. Un día vino Leandro Díaz a hablarme y preguntarme que había pasado con la contadora. Que se había quejado de mi comportamiento y le dije que estaba cansado que me tratara como a un esclavo suyo, con malas maneras y despersonalizándome cada vez que podía y rebajándome al nivel de un simple empleaducho. Le dije que si ella seguía así la iba a denunciar por maltrato laboral. Leandro se quedó serio. Le dije que estaba cansado de hacer lo mismo desde hacía casi cuatro años. Que quería tener otras responsabilidades y hacerme cargo solo de mi trabajo, sin intermediarios. Eso pareció gustarle y luego de unos días me propuso dejar de trabajar bajo las órdenes de la contadora, pero que no podía equivocarme y que tenía que ser mas responsable. Él me dijo que buscarían otro cadete y que aguantara hasta que llegara y le enseñara mi labor, y que entonces trabajaría codo a codo con Ferchu, al cual tendría que obedecer e ir cualquier lugar que él me dijera. Accedí, para mi cualquier cosa era mejor que seguir bajo el dominio de aquella desquiciada de mierda.
Entonces al poco tiempo vino una flaca del interior, que casi no comía, fumaba cigarrillos next y me aseguraba que la cantante que hacía los coros de A great gig in the sky del disco Dark side of the moon, era negra, cuando para mi era archi sabido que eso es lo que parecía, sin embargo era blanca. Poco importaba el debate y no quería discutir con una nueva pendeja testaruda. Le terminé dando la razón como a los locos y le enseñé las veleidades del trabajo administrativo de cadetería. Bancos, trámites en AFIP, pagos a proveedores, contadores, abogados, etc. Me despedía así del centro y me abocaba entonces a buscar pedidos de equipos a Paternal y proveer a los puntos de venta del conurbano. Eso me seguía rompiendo las bolas, pero al menos a la loca de la contadora no tenía que seguir bancándola nunca mas. Las cosas se calmaron momentáneamente.
...
Para marzo, fui al cumpleaños de una amiga de la colo y volví a ver a una flaca hipster que me había gustado mucho una vez que me la había cruzado en un cumpleaños de mi amiga. Bailamos pero hice demasiadas estupideces aquella noche como para que tomara real registro de mi persona. Sin embargo hice todo lo posible por contactarme con ella y hacer lo que mas me gustaba hacer con las minas por aquel entonces, llevármelas a la cama, calladitas y sumisas.
De a poco le fui cortando el chorro a mi filito con la otra piba, la achinada, y de a poco me fui inclinando por tratar de conquistar a esta hipster de exótico aspecto hindú. La agregué al facebook y seguí todos los pasos que hasta ese momento me habían funcionado, pero al parecer y según me informó mi amiga, la piba estaba felizmente de novia hacía algunos años y no parecía dar mucho lugar a un nuevo affaire. Entonces seguí un poco mas con mi china, hasta que ya simplemente me aburrí y en la fiesta por mis cien programas de radio le corté el rostro, al tiempo que esperé en vano a la morochita hipster a que fuera. Entonces me escabié la vida y terminé mas fisura que nunca. La china me vió partir fisurado en taxi a la madrugada y al otro día vi que puso en su facebook el tema del flaco No seas fanática, mientras lo acompañaba con la frase sugerente del tema "huyendo en taxi por el bajo, me doy cuenta los delirios de tu mente fingiendo sentir amor...", y no se por que, pero me sentí tocado y me sentí un poco una mierda. La flaca me cantó la posta y lo hizo con un tema de mi ídolo musical. Doble estocada a mi narcisismo. Golpeado con mis propias armas. Después de eso, claro está no nos hablamos mas y yo pasé a un breve periodo de sequía y estoicismo puro. Bien merecido lo tenía. Sin el pan y sin la torta me llamé a silencio por un tiempito, que mucho no duró.
...
Un mediodía de otoño, me crucé a una cuadra de mi trabajo, mientras me dirigía a hacer una diligencia, con V. Ella estaba en la esquina, esperando cruzar. La vi ahí parada, chiquita, endeble, un poco perdida. Ella no me vio, me acerqué por detrás, la tomé del brazo y le dije "Ey, hola". Ella se dió vuelta de forma violenta y se sorprendió de verme. Nos saludamos y cruzamos la avenida. Yo estaba muy nervioso, no al veía desde varios meses, cuando aquella tarde de verano pasé por su casa. Le pregunté que andaba haciendo por esos lares y me dijo que se había mudado hacía poco, por ahí, de hecho ahora vivía a la vuelta de mi trabajo. No lo podía creer. Me puse un poco mal. Entonces, no pude con mi genio y le pregunté sin filtro si seguí saliendo con ese pibe, hermano de no sé quién. Si, me dijo. Luego de un silencio incómodo, me dijo la dirección al aire y me invitó a que pasara un día si quería, a tomar algo y conocer su flamante casa. Obviamente, orgulloso y ofendido, no retuve ni quise retener su dirección y asentí de puro compromiso. Entonces, sin mucho mas para decirnos, nos despedimos y seguimos cada uno su propio camino. Cuando volví a la oficina, le conté el suceso a Ferchu, era al único al cual le podía contar algo. Sin embargo no me dijo nada y simplemente me advirtió que de ahora en mas, quizás tuviera que ayudarlo a activar líneas de teléfono en carácter de urgencia, de vez en cuando, y que eso implicaba que quizás tuviéramos que ir a la oficina algún que otro fin de semana. La perspectiva de tener que trabajar sábado y domingo no me complacía, pero creo que se agravaba por el hecho de pensar que quizás, mientras yo estuviera un sábado a la tarde activando líneas como un imbécil, otro estaría probablemente revolcándose con mi chica, ahí a pocos metros de donde estaba yo. Y entonces caí nuevamente en un profundo estado de ansia y bajón. 

martes, 9 de septiembre de 2014

Cadete XXII

Dentro del período de desconche abusivo que siguió a mi vida, y en medio de ese mareo insubordinado de comportamiento artero, me topé con varias personas que validaba un poco esa especie de destape pan sexual, esa especie de liberación por la liberación, del arte por el arte, del hacer por hacer, solo porque lo puedo hacer.
Entre curvas y piernas, vías y estaciones, conocí a un chica bastante menor a mi, pero dentro del límite permitido por la legalidad. Fue en una muestra fotografía de un viejo amigo de la primaria. Yo había ido con una amiga que  había vuelto a ver desde mi separación con V, y entre risas y tragos, mientras nos reíamos de los "artistoides" que frecuentaban el lugar, vi a esta especie de belleza exótica, trigueña, flaca, alta, aindiada, con un aire pocahontesco, achinada y excéntrica. De larguísimo pelo lacio y boca nutrida. En el instante que la vi le quise hacer el amor. Simplemente porque sabía que podía, como ya dije. Lo que vino después fue fácil para mi, la busqué por la redes sociales y no fue difícil ubicarla, agregarla, hablarle, caerle simpático, invitarla a salir y en que al segundo encuentro ya estuviera gritando de pasión abajo mío.
Desde el momento que pude obtenerla podría decirse que fue perdiendo interés para mi, pero era una punta a la que podía recurrir cada vez que quería. Ella parecía enganchada conmigo, no se porque, quizás porque era mas grande que ella, no sé. Pero cada vez que estaba de sequía podía recurrir a ella y hacerla mía a gusto y piaccere y eso me hacía sentir el mas pija de todos.
En octubre me fuí un fin de semana a la isla Martín García con un amigo y nos fumamos toda la yerba. En ese momento decidí que mi vida no era vida y mientras miraba un cielo super estrellado, flotando en una isla perdida del río de la plata, me decidí a empezar a buscar trabajo o en su defecto volver a estudiar algo.
Cuando volví, mi tía de Mar del plata, de visita en la ciudad, me recomendó estudiar algo relacionado con la radio que venía haciendo desde el año pasado y me pasó el dato de un par de lugares. Me gustó la carrera de guion en el ISER, que era a la noche, de seis de la tarde a diez de la noche. Me anoté, pero colgué con la inscripción y cuando quise acordar había cerrado el cupo, decidí dejarlo para el año siguiente, sin embargo, quería hacer algo mas productivo el año siguiente, y aunque no estudiara ni nada, al menos lograr algo. Empecé a colaborar con la revista de arte digital Ambar, escribiendo notas sobre música, cine y mandando algunos poemas de pasión y dolor. Mas luego mandé un poemario a una editorial independiente y a los pocos meses me avisaron que "Poemas, cefaleas y otras monsergas" había sido preseleccionado para ser editado en la camada de jóvenes poetas prestos a editarse al año siguiente. Mi alegría de ser elegido de entre casi doscientos poetas fue inmensa y me dió fuerzas y confianza en mi mismo para seguir mas decidido por el camino de la escritura.
Cuando llegó fin de año tuve la siempre mal ponderada fiesta del trabajo, donde como cada fin de año había que caretearla con los jefes, con los cuales vivías cagando aceito y bancandote su maltrato gratuito todo el puto año y en esa ocasión tenías que poner cara de buenos amigos y brindar con ellos como si fueran los tipos mas piolas y gambas del mundo.
Fué un jueves 30 de diciembre en un grasoso Pizza banana de zona oeste. Yo salía de vacaciones el sábado 1º de enero y había logrado que mis jefes me hicieran el inmenso favor de poder faltar el viernes 31 que trabajaban mediodía, así yo podía irme a la mañana con mi vieja a Mar del plata. Con ese favorsito, Leandro Diaz me hacía sentir que poco menos se la tenía que chupar y llamarlo Leandro el magnánimo. Pero por adentro yo pensaba que era un simple cretino con delirios de liderazgo. Mucha lectura de la editorial Empresa activa para mi gusto.
Nos juntamos en la puerta de la oficina a la noche y nos dividimos en dos grupos. Por un lado un remis con la contadora, la Diuri (la vieja densa) y Marlene (la de maestranza) y por otro, yo con el Pocho y Ferchu love. Ambos venían juntos de su barrio Caballito y en el trayecto me confesaron que estaban de pepa. Les pregunté si no les quedaba un cuartito para mi pero se negaron diciéndome que lo que les quedaba era para mitad de la noche, cuando les bajara el efecto y ya sintieran ganas de pegarse un tiro en la nuca. Me sentí un poco dejado de lado y durante toda la noche me sentí igual. Con los únicos que tenía onda estaban de viaje y encerrados en su propia locura y el resto, un pastiche de vendedores creídos, administrativos viejos y jefes garcas, eran un combo verdaderamente vomitivo. Para colmo de males, mientras comíamos, había un animador muy estúpido. Una especie de payaso tonto que cantaba canciones idiotas con una guitarra eléctrica y se hacía el chistoso. Realmente patético. Le hubiera tirado un zapato de tener uno de sobra. Lo único que me complacía era saber que al día siguiente salía de vacaciones, que por primera vez no me tocaba la maldita segunda quincena de febrero, cuando el verano ya estaba muriendo sino la primera de enero y que si tenía un poco de suerte podría disfrutar de unos buenos días de playa en la feliz.
Las horas pasaban y yo me quería escapar, mientras todos, en evidente estado de ebriedad me incitaban a bailar. -A ver como baila el cadete? Que bai le, que bai le.
Los quería matar a todos, pero me la tenía que aguantar, no tenía la menor idea como volver de aquel lugar que no sabía en que lugar alejado estaba de zona oeste, hasta mi casa en Almagro. Entonces esperé estoicamente a que la cosa fuera muriendo por decantación propia y nos empezaran a mandar a nuestras casa en remises. Sin embargo las cosas no se dieron como esperaba. Fernando, el otro jefe, fue despachando a los vendedores y hasta algunos se los llevó el mismo en su auto, ya que todos vivían ahí por provincia, y para el final quedamos solo un dobaldo y ajeno a la realidad Ferchu love y yo que estaba mas careta, mas cansado y mas enculado que nunca. Mi micro a la costa salía por la mañana y yo con sosteniendo a quebrado Ferchu, esperando un remis que nunca llegaba, mientras el sol empezaba a asomar en el frescor del campo del conurbano.
Finalmente llegó un auto semi derruido con un conductor extraño y nos largamos a toda prisa para la capital. En el trayecto el conductor, un gordo pelado con ojeras, me confesó que era ex bombero, que vió la muerte de cerca en mas de una ocasión y que aquel atrabajo le había dejado daños irreversibles. Además de sincerarse diciendo que estaba hace mas de un día sin dormir. No me hizo mucha falta imaginarme como hacía para seguir despierto, y el tipo aceleraba cada vez mas por una autopista cada vez mas concurrida por autos y camiones. Mientras, Ferchu, seguía papando moscas en su nube de lisergia y alcohol. Yo pensé que si la quedábamos sería una gran frustración, ya que después de muchos años, tenía muchos planes para el año que se avecinaba. Ferchu se despertó cuando íbamos por Flores y pidió al chofer que lo bajara ahí nomás. Se iba a seguir con la joda a los de unos amigos. Yo le pregunté si esa mañana no tenía que ir temprano a la oficina y me miró como diciéndome... yo leo Burroughs papá y se bajó tambaleante. Actitud rock no le faltaba y lo aplaudí por eso, pero ahora yo quedaba solo con ese loco de la guerra y todavía me quedaba un tramo hasta mi casa. Me volví católico creyente otras vez por un breve lapso de veinte minutos y recé, recé y recé para que pudiera llegar sano y salvo a mi casa. Lo logré, y por suerte me alcanzó la plata que nos había dado nuestro jefe. El remís se perdió de vista en la mañana porteña y subí agradecido hasta mi casa. Me quedaban tres horas para dormir en mi cama antes de partir e iniciar mis terceras vacaciones pagas.
Una vez instalado en la casa de mis abuelos de Mar del plata, casi sin dormir, salí a caminar esa tarde del 31 de diciembre por las calles de la feliz. Me llevé mi flamante cámara digital y luego de captar algunas instantáneas, senté en la rambla a observar la belleza del mar argentino.
Recordé a V y cuando nos fuimos un fin de semana solos a mardel, cinco años atrás, cuando salimos por primera vez, y entonces decidí mandarle un mensaje de texto saludándola por el año nuevo.
Tardó, pero me contestó, casi maquinalmente, agradeciendo y diciéndome que estaba con su familia viajando en el velero hacia costas uruguayas. Yo ya no esperaba nada de esa relación, pero por algún extraño motivo aún la sentía cercana. Poco faltaría para que me desengañara definitivamente de aquella relación que había durado entre idas y vueltas mas de cinco años.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Cadete XXI

Mi trabajo de cadete me tenía cada vez mas agobiado, no veía ninguna chance de que nada cambiara, y la rutina me estaba achatando. Por mas que hiciera talleres de escritura, pintura, teatro, francés, etc, sentía que vivía para un trabajo que me daba nula satisfacción, además, mi relación con mis compañeros cada vez era peor. Con el único que mantenía algo de onda era con el Ferchu love, y a veces la contadora lograba meter cizaña entre ambos, pero no dejaba que eso influyera mucho entre nosotros. Las promesas de poder ascender a un trabajo mas de oficina y dejar atrás la calle siempre eran esquivadas por mis jefes, que solían decir que me necesitaban haciendo el trabajo de cadete ya que era bueno en eso y les daba confianza, un mero chamuyo para dejarme siempre atado a mis quehaceres que yo ya veía mas como un trabajo para un adolescente que para un chabón ya de veintisiete años.
Para mi cumpleaños me llamaron ambas. Primero me llamó A y se puso a llorar, yo la escuché tranquilo, ya estaba cansado de sus llantos y sufrimientos. Diciéndome que me extraña pero que no había chances de volver a estar juntos. De hecho había viajado a Nueva York y me dijo que me había comprado un regalo. Le dije de vernos pero me dijo que no estaba preparada aún y no quise insistir para no parecer un interesado. Luego me llamó V y con toda la buena onda y alegría del mundo me saludó para mi cumpleaños, hasta parecía sonar contenta. Otro día chateamos y le pregunté si andaba con alguien pero me lo negó y de hecho me dijo que andaba en cualquiera. Arreglamos para que un día de estos pasara a buscar mi bici y cuando llegué a la casa ella no estaba. Me atendió sus hermana que estaba con su novio y me dijo que no había vuelto a dormir. Me enojé y le mande un texto diciendo que se fuera a cagar. Me volví con la bici desde Las cañitas hasta Almagro. Un viaje duro y arduo. Después me llamó y me pidió disculpas aduciendo que se quedó en lo de un amigo, pasada de revoluciones. No quise que ahondara en mas detalles y decidí darle un corte a nuestra comunicación por un tiempo.
Por otro lado la rutina de levantarme; (ahora a las ocho de la mañana, ya que finalmente me agregaron una hora mas y terminé siendo un cadete full time), me tenía cansado. Ir temprano a Paternal, luego volver a la oficina del centro, luego llevar equipos a reparar, después hacer trámites administrativos, ya sea bancos, AFIP, abogados, contadores, cuentas a pagar, etc, etc, etc. Después del mediodía me podía tocar la mas variada combinación de puntos de venta como los de zona norte (San Isidro, San Fernando, Pacheco o Martinez) o zona sur (Avellanera, Sarandí) o zona oeste (San Justo, Ramos Mejía, etc). Lo mas horrible de todo era tener que ir a llevar equipos a pequeños clientes de bazares varios de diferentes zonas del conurbano. Nunca me robaron, pero siempre anduve paseándome con cajas llenas de equipos celulares a pie, como un pobre infelíz, cerca de villas y lugares random por el estilo.  Lo único bueno que podía sacar de todo eso era leer mucho en los viajes, escuchar discos en el mp3 que me bajaba rolete y a veces, si estaba inspirado, escribir alguna cosa, si el colectivo no era una carreta y se movía tanto claro.
A continuación transcribo un breve diario de ruta, que hice una vez que viaje a zona norte y que versa sobre mis compañeros vendedores de los puntos de venta, metamorfoseados por su propio afán de vender vender vender hasta saciarse de plata por comisión mientras yo, pobre diablo les llevaba el material de un lado a otro para su fortuna monetaria y seguía cobrando siempre lo mismo. Muy poco. Como un cadete.

"Para exorcizar este mal que me aqueja desde hace dos años y medio, les cuento como empieza el viaje...
Primero, alucinado con la noticia de que vuelvo a despachar "merca" a "north zone" (palabras textuales), empaqueto todo mientras inhalo pegamento sintético "contact". Me genera odio, degradación, pesar y adrenalina, todo junto.
Decido empezar la escalada hacia la constitución de tu hermana (con bronca), un paraje tranquilo peor lejano. El viaje dura una hora y termina.
Para continuar, a lo de Chango, (me fumo un Paco de Lucía), verde, pero bien verde. La perplejidad se convierte en aspereza, apatía y delirio. Cuando llego, después de un incómodo viaje movido y bien chivado por un negro, llego a Pumitas de la ribera (¿?), donde me espera un maldito gordo con sus dientes podridos de coca cola.
El sujeto es risueño, pero un jodido ladrón. Me quiere timar con la merca, porque soy drogau' pero no boludo. Lo dejo cuando veo que se empieza a convertir en en un bicho gordo y verde, cruzado con una línea roja. Salgo corriendo de ahí para encarar mi tercer viaje a San 'Francisco'...
Y me pasé, me pasé, me pasé y me pasé nomás, siempre me paso, se me va la mano. En Frisco ya no queda nada, todo está desmejorado, pero por lo de Fernando (un verdadero cretino), le entrego el pedido y me doy una sobredosis de combo "Mc Namara fest".
Todo se estremece, el mundo da vueltas, la tierra se mueve a mis pies y siento un vértigo que, siento, me va  a hacer salir el estómago del tórax, como una vibración muy fuerte, demoledora y que me hace retorcerme y revolcarme con la panza pegada al suelo, apretándome el abdómen con las manos para que no se me salgan las tripas.
Los veo salirse, escaparse de mi, pero es solo una alucinación, trabajando en conjunto con mi frondosa imaginación.
Después de un par de combinaciones y pases mágicos, me recompongo un poco y planifico la siguiente y última parada.
Auto-stop en Encenitas, un poblado camino de "Pan y Sidra" congress, con el chalaman de turno, conmovido hasta sus oscuros senos de tanto rubor homosexualoide y ante el mismísimo avance de los casamientos gays por iglesia católica, dados por curas sodomitas en tanga, botas largas y aros en los pezones con cera derretida.
En el último destino me espera Gaby y Miliky, una pareja swinger. Él es un consumado falopero y borracho consume pastillas. Ella es seria, pero los serios son los peores.
En tal situación hago entrega del último pedido de la jornada, la merca está un poco aplastada pero intacta.
Ya cansado del extenso viaje me detengo en estación Pedro Páramo, me prendo uno pero la garganta me dice basta. Fumar a esta altura no genera nada, solo un dolor agridulce y carrasposo, como tomar un vaso de lava.
Tiro el cigarro y consecutivamente, el atado. Me armo un parri pancho de novela, es el último me digo, de la jornada... Solo para recobrar fuerzas y energías para volver al hogar.
Después unas tabletas de anfetas y a la mierda, el día se me pasa volando. Vuelvo en tren, totalmente dado vuelta como un guante de goma para lavar los platos, o calcetín de lana de vieja.
Mas luego combino subte, y pié a pié, a pié, hasta por último combinar todo con cama, colchas y almohada. Soñar, soñar. Diría Favio.
Y mañana volver a empezar. Soy un trabajador. Un obrero del "sinte-amor".

Y con esto ya dije casi todo sobre el asunto. Ya falta menos.