lunes, 15 de septiembre de 2014

Cadete XXIII

Esas vacaciones fueron un mezcladito de lugares. Pasé por Mar del plata, Pigué, Gualeguay y Montevideo. A la vuelta la llamé a V y acordamos en vernos. Pasé una tarde de sábado por su departamento en Las cañitas. Nuevamente, ella estaba sola, me hizo subir como en los viejos tiempos. Nos miramos extrañados, como si hubieran pasado muchos años. Sin embargo todo estaba ahí, como cuando me fuí la última noche fría de julio. Ahí estaba colgado también mi el dibujito que le había hecho alguna vez de El principito. Nos sentamos a tomar una fresca mientras yo jugaba con su perro. Era una hermosa tarde de verano. Entonces ella me pregunta... -¿Estás con alguien?
Yo me quedo pensando unos segundos que creo, fueron minutos. Dudo. ¿Empezará todo otra vez? Pero esta vez el significado no es el mismo que antes, sin embargo no lo leo. Le respondo que no. ¿Vos? -Yo si.- Me dice. Ah bueno, soy el mas idiota, pienso. Ahora si que la hice buena. Me descubrí como el mas perfecto imbécil. -¿Lo conozco?- Le pregunto, como si eso pudiera cambiar en algo, algo de toda el ridículo que estaba haciendo. Me dice que es el hermano de una socia de trabajo. Creo que recuerdo la cara de un rubio dientón dando vueltas en alguna reunión pasada. Me da bronca. Me siento totalmente expuesto y estúpido. Le digo que yo también me veo con una chica pero que no es nada serio. -Es una pendeja- le digo, como haciéndome el canchero. Como diciendo (la tengo muerta). Ella se muestra un poco molesta ante la posibilidad de que esté con una chica mas jóven que ella, pero al instante se planta de nuevo sobre sí misma. Después de todo, es lo que hacen todos los hombres inmaduros que ya perdieron el tren y quieren aferrarse a su juventud cada vez mas perdida. Empezar a salir con pendejas. Sigue quedando mal parado. Hay un silencio incómodo. Entonces veo una toalla que cuelga del árbol frente a su balcón. La toalla, del algún vecino poco precavido, está casi al alcance de la mano y me sirve para zafar la situación. Le muestro el gracioso suceso de una toalla colgada de la rama de un árbol y trato de rescatarla, pero no llego, entonces busco algo con lo que darle alcance, y le doy vueltas a la casa, hasta que encuentro ahí contra la pared, el palo de hockey de la hermana. Salgo nuevamente al balcón y me estiro lo mas que puedo hacia afuera, so pena de caer al vacío. Igual son dos pisos nomás, a lo sumo me rompo un hueso. Rozo la toalla con la punta del palo y la toalla se balancea. Ella, atrás mío, se ríe de la situación. Por breves segundos nos sentimos juntos de nuevo, reviviendo viejas aventuras y divertimentos, pero el instante se desvanece rápidamente y pronto volvemos a ser lo que somos, no dos extraños, pero si dos ex, que se extrañan en silencio, sin derecho a reconocerlo, sintiendo esa lejanía nuevamente. Y entonces dejo de hacer payasadas, me despido de esa perro chiquito con el que jugué tantas veces y que tantas veces nos interrumpió mientras cogíamos y le dije a V que me iba. Ella dijo bueno, y me bajó a abrir la puerta. Camino de mi casa me sentí triste. Ahora si sabía que la había perdido definitivamente. 
...
Por otro lado, en el laburo, mi relación con la contadora no daba para mas. Ella no dejaba de hacerme la vida imposible, cada vez tratándome con mas desprecio e insolencia. El colmo para mi llegó un día en que ella, en un estado de evidente "mala atención", me empezó a llamar CADETE, olvidándose de mi nombre para siempre, y dando órdenes como una especie de dama de hierro en su peor momento de totalitarismo y cinismo. -Cadete! venga para acá, tiene que llevar esto, haga lo otro, cadete, cadete. ¿Que hace tanto en el baño? ¿Porque tarda tanto? Cadete, haga lo que le digo.- Y entonces me cansé de ser tratado como una porquería. -Esto con el anterior cadete no pasaba, Lloveras era educado y trabajaba bien. Hacía lo que uno le pedía sin chistar ni poner caras de disgusto, como si uno le estuviera pidiendo un favor.- Me dijo esa mañana la contadora, mas belicosa con nunca. Decidí enfrentarla en un último y desesperado combate, donde llevaba todas las de perder. Ya no me importaba si me despedían. -Escucháme, antes que nada a mi me llamás por mi nombre, me llamo Santiago ¿sabés? Mi nombre no es CADETE. A ver si te lo grabás bien en la cabeza. -Sos un maleducado, me dijo. No sé si soy un maleducado, pero a mi me llamás por mi nombre y me pedís bien las cosas. -Cerrá la puerta, me inquirió. Escuchame pendejo, yo acá doy las órdenes, si no te gusta ya sabés lo que tenés que hacer. Y mientras me largaba todo su rollo de mandos y jerarquías, que ella estudió en la universidad, bla bla bla, etc, etc, yo la miraba fijo, llenandome cada vez con un odio que sentía que me iba a hacer explotar. Mientras soportaba que ella me gritara de arriba a abajo y me rebajara a una especie de súbdito o siervo de la gleba, yo miraba a mi alrededor, buscando algún elemento contundente para partírselo bien en la cabeza. Pero primó la cordura por una breve fracción de segundos y solo atiné a decirle que a mi me importaba una reverenda mierda si ella había estudiado la mierda que sea, yo no la iba a llamar contadora como la chupa medias de la empleada de maestranza, que era una especie de fiel escudera suya, y que le iba a exigir el mismo nivel de respeto hacía mi. A mi que me llamara de ahora en mas por mi nombre, o simplemente no le prestaría atención. Luego de aclararme que ella me iba a llamar por el nombre que quisiera, le dije que no, que mas vale que me llamara por mi nombre o si quería por mi apellido y me retiré de su mugrosa oficinita dando un portazo y la dejé hablando sola. Ella pegó gritos de ira desde su cómoda silla y yo salí a hacer trámites que Ferchu tenía preparados ya para mi. Luego me dediqué los días subsiguientes a esperar que me echaran. Ella ya casi no me dirigía la palabra. No me llamaba por mi nombre pero se cuidaba de decirme por el impersonal CADETE. Un día vino Leandro Díaz a hablarme y preguntarme que había pasado con la contadora. Que se había quejado de mi comportamiento y le dije que estaba cansado que me tratara como a un esclavo suyo, con malas maneras y despersonalizándome cada vez que podía y rebajándome al nivel de un simple empleaducho. Le dije que si ella seguía así la iba a denunciar por maltrato laboral. Leandro se quedó serio. Le dije que estaba cansado de hacer lo mismo desde hacía casi cuatro años. Que quería tener otras responsabilidades y hacerme cargo solo de mi trabajo, sin intermediarios. Eso pareció gustarle y luego de unos días me propuso dejar de trabajar bajo las órdenes de la contadora, pero que no podía equivocarme y que tenía que ser mas responsable. Él me dijo que buscarían otro cadete y que aguantara hasta que llegara y le enseñara mi labor, y que entonces trabajaría codo a codo con Ferchu, al cual tendría que obedecer e ir cualquier lugar que él me dijera. Accedí, para mi cualquier cosa era mejor que seguir bajo el dominio de aquella desquiciada de mierda.
Entonces al poco tiempo vino una flaca del interior, que casi no comía, fumaba cigarrillos next y me aseguraba que la cantante que hacía los coros de A great gig in the sky del disco Dark side of the moon, era negra, cuando para mi era archi sabido que eso es lo que parecía, sin embargo era blanca. Poco importaba el debate y no quería discutir con una nueva pendeja testaruda. Le terminé dando la razón como a los locos y le enseñé las veleidades del trabajo administrativo de cadetería. Bancos, trámites en AFIP, pagos a proveedores, contadores, abogados, etc. Me despedía así del centro y me abocaba entonces a buscar pedidos de equipos a Paternal y proveer a los puntos de venta del conurbano. Eso me seguía rompiendo las bolas, pero al menos a la loca de la contadora no tenía que seguir bancándola nunca mas. Las cosas se calmaron momentáneamente.
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Para marzo, fui al cumpleaños de una amiga de la colo y volví a ver a una flaca hipster que me había gustado mucho una vez que me la había cruzado en un cumpleaños de mi amiga. Bailamos pero hice demasiadas estupideces aquella noche como para que tomara real registro de mi persona. Sin embargo hice todo lo posible por contactarme con ella y hacer lo que mas me gustaba hacer con las minas por aquel entonces, llevármelas a la cama, calladitas y sumisas.
De a poco le fui cortando el chorro a mi filito con la otra piba, la achinada, y de a poco me fui inclinando por tratar de conquistar a esta hipster de exótico aspecto hindú. La agregué al facebook y seguí todos los pasos que hasta ese momento me habían funcionado, pero al parecer y según me informó mi amiga, la piba estaba felizmente de novia hacía algunos años y no parecía dar mucho lugar a un nuevo affaire. Entonces seguí un poco mas con mi china, hasta que ya simplemente me aburrí y en la fiesta por mis cien programas de radio le corté el rostro, al tiempo que esperé en vano a la morochita hipster a que fuera. Entonces me escabié la vida y terminé mas fisura que nunca. La china me vió partir fisurado en taxi a la madrugada y al otro día vi que puso en su facebook el tema del flaco No seas fanática, mientras lo acompañaba con la frase sugerente del tema "huyendo en taxi por el bajo, me doy cuenta los delirios de tu mente fingiendo sentir amor...", y no se por que, pero me sentí tocado y me sentí un poco una mierda. La flaca me cantó la posta y lo hizo con un tema de mi ídolo musical. Doble estocada a mi narcisismo. Golpeado con mis propias armas. Después de eso, claro está no nos hablamos mas y yo pasé a un breve periodo de sequía y estoicismo puro. Bien merecido lo tenía. Sin el pan y sin la torta me llamé a silencio por un tiempito, que mucho no duró.
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Un mediodía de otoño, me crucé a una cuadra de mi trabajo, mientras me dirigía a hacer una diligencia, con V. Ella estaba en la esquina, esperando cruzar. La vi ahí parada, chiquita, endeble, un poco perdida. Ella no me vio, me acerqué por detrás, la tomé del brazo y le dije "Ey, hola". Ella se dió vuelta de forma violenta y se sorprendió de verme. Nos saludamos y cruzamos la avenida. Yo estaba muy nervioso, no al veía desde varios meses, cuando aquella tarde de verano pasé por su casa. Le pregunté que andaba haciendo por esos lares y me dijo que se había mudado hacía poco, por ahí, de hecho ahora vivía a la vuelta de mi trabajo. No lo podía creer. Me puse un poco mal. Entonces, no pude con mi genio y le pregunté sin filtro si seguí saliendo con ese pibe, hermano de no sé quién. Si, me dijo. Luego de un silencio incómodo, me dijo la dirección al aire y me invitó a que pasara un día si quería, a tomar algo y conocer su flamante casa. Obviamente, orgulloso y ofendido, no retuve ni quise retener su dirección y asentí de puro compromiso. Entonces, sin mucho mas para decirnos, nos despedimos y seguimos cada uno su propio camino. Cuando volví a la oficina, le conté el suceso a Ferchu, era al único al cual le podía contar algo. Sin embargo no me dijo nada y simplemente me advirtió que de ahora en mas, quizás tuviera que ayudarlo a activar líneas de teléfono en carácter de urgencia, de vez en cuando, y que eso implicaba que quizás tuviéramos que ir a la oficina algún que otro fin de semana. La perspectiva de tener que trabajar sábado y domingo no me complacía, pero creo que se agravaba por el hecho de pensar que quizás, mientras yo estuviera un sábado a la tarde activando líneas como un imbécil, otro estaría probablemente revolcándose con mi chica, ahí a pocos metros de donde estaba yo. Y entonces caí nuevamente en un profundo estado de ansia y bajón. 

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