lunes, 8 de septiembre de 2014

Cadete XXI

Mi trabajo de cadete me tenía cada vez mas agobiado, no veía ninguna chance de que nada cambiara, y la rutina me estaba achatando. Por mas que hiciera talleres de escritura, pintura, teatro, francés, etc, sentía que vivía para un trabajo que me daba nula satisfacción, además, mi relación con mis compañeros cada vez era peor. Con el único que mantenía algo de onda era con el Ferchu love, y a veces la contadora lograba meter cizaña entre ambos, pero no dejaba que eso influyera mucho entre nosotros. Las promesas de poder ascender a un trabajo mas de oficina y dejar atrás la calle siempre eran esquivadas por mis jefes, que solían decir que me necesitaban haciendo el trabajo de cadete ya que era bueno en eso y les daba confianza, un mero chamuyo para dejarme siempre atado a mis quehaceres que yo ya veía mas como un trabajo para un adolescente que para un chabón ya de veintisiete años.
Para mi cumpleaños me llamaron ambas. Primero me llamó A y se puso a llorar, yo la escuché tranquilo, ya estaba cansado de sus llantos y sufrimientos. Diciéndome que me extraña pero que no había chances de volver a estar juntos. De hecho había viajado a Nueva York y me dijo que me había comprado un regalo. Le dije de vernos pero me dijo que no estaba preparada aún y no quise insistir para no parecer un interesado. Luego me llamó V y con toda la buena onda y alegría del mundo me saludó para mi cumpleaños, hasta parecía sonar contenta. Otro día chateamos y le pregunté si andaba con alguien pero me lo negó y de hecho me dijo que andaba en cualquiera. Arreglamos para que un día de estos pasara a buscar mi bici y cuando llegué a la casa ella no estaba. Me atendió sus hermana que estaba con su novio y me dijo que no había vuelto a dormir. Me enojé y le mande un texto diciendo que se fuera a cagar. Me volví con la bici desde Las cañitas hasta Almagro. Un viaje duro y arduo. Después me llamó y me pidió disculpas aduciendo que se quedó en lo de un amigo, pasada de revoluciones. No quise que ahondara en mas detalles y decidí darle un corte a nuestra comunicación por un tiempo.
Por otro lado la rutina de levantarme; (ahora a las ocho de la mañana, ya que finalmente me agregaron una hora mas y terminé siendo un cadete full time), me tenía cansado. Ir temprano a Paternal, luego volver a la oficina del centro, luego llevar equipos a reparar, después hacer trámites administrativos, ya sea bancos, AFIP, abogados, contadores, cuentas a pagar, etc, etc, etc. Después del mediodía me podía tocar la mas variada combinación de puntos de venta como los de zona norte (San Isidro, San Fernando, Pacheco o Martinez) o zona sur (Avellanera, Sarandí) o zona oeste (San Justo, Ramos Mejía, etc). Lo mas horrible de todo era tener que ir a llevar equipos a pequeños clientes de bazares varios de diferentes zonas del conurbano. Nunca me robaron, pero siempre anduve paseándome con cajas llenas de equipos celulares a pie, como un pobre infelíz, cerca de villas y lugares random por el estilo.  Lo único bueno que podía sacar de todo eso era leer mucho en los viajes, escuchar discos en el mp3 que me bajaba rolete y a veces, si estaba inspirado, escribir alguna cosa, si el colectivo no era una carreta y se movía tanto claro.
A continuación transcribo un breve diario de ruta, que hice una vez que viaje a zona norte y que versa sobre mis compañeros vendedores de los puntos de venta, metamorfoseados por su propio afán de vender vender vender hasta saciarse de plata por comisión mientras yo, pobre diablo les llevaba el material de un lado a otro para su fortuna monetaria y seguía cobrando siempre lo mismo. Muy poco. Como un cadete.

"Para exorcizar este mal que me aqueja desde hace dos años y medio, les cuento como empieza el viaje...
Primero, alucinado con la noticia de que vuelvo a despachar "merca" a "north zone" (palabras textuales), empaqueto todo mientras inhalo pegamento sintético "contact". Me genera odio, degradación, pesar y adrenalina, todo junto.
Decido empezar la escalada hacia la constitución de tu hermana (con bronca), un paraje tranquilo peor lejano. El viaje dura una hora y termina.
Para continuar, a lo de Chango, (me fumo un Paco de Lucía), verde, pero bien verde. La perplejidad se convierte en aspereza, apatía y delirio. Cuando llego, después de un incómodo viaje movido y bien chivado por un negro, llego a Pumitas de la ribera (¿?), donde me espera un maldito gordo con sus dientes podridos de coca cola.
El sujeto es risueño, pero un jodido ladrón. Me quiere timar con la merca, porque soy drogau' pero no boludo. Lo dejo cuando veo que se empieza a convertir en en un bicho gordo y verde, cruzado con una línea roja. Salgo corriendo de ahí para encarar mi tercer viaje a San 'Francisco'...
Y me pasé, me pasé, me pasé y me pasé nomás, siempre me paso, se me va la mano. En Frisco ya no queda nada, todo está desmejorado, pero por lo de Fernando (un verdadero cretino), le entrego el pedido y me doy una sobredosis de combo "Mc Namara fest".
Todo se estremece, el mundo da vueltas, la tierra se mueve a mis pies y siento un vértigo que, siento, me va  a hacer salir el estómago del tórax, como una vibración muy fuerte, demoledora y que me hace retorcerme y revolcarme con la panza pegada al suelo, apretándome el abdómen con las manos para que no se me salgan las tripas.
Los veo salirse, escaparse de mi, pero es solo una alucinación, trabajando en conjunto con mi frondosa imaginación.
Después de un par de combinaciones y pases mágicos, me recompongo un poco y planifico la siguiente y última parada.
Auto-stop en Encenitas, un poblado camino de "Pan y Sidra" congress, con el chalaman de turno, conmovido hasta sus oscuros senos de tanto rubor homosexualoide y ante el mismísimo avance de los casamientos gays por iglesia católica, dados por curas sodomitas en tanga, botas largas y aros en los pezones con cera derretida.
En el último destino me espera Gaby y Miliky, una pareja swinger. Él es un consumado falopero y borracho consume pastillas. Ella es seria, pero los serios son los peores.
En tal situación hago entrega del último pedido de la jornada, la merca está un poco aplastada pero intacta.
Ya cansado del extenso viaje me detengo en estación Pedro Páramo, me prendo uno pero la garganta me dice basta. Fumar a esta altura no genera nada, solo un dolor agridulce y carrasposo, como tomar un vaso de lava.
Tiro el cigarro y consecutivamente, el atado. Me armo un parri pancho de novela, es el último me digo, de la jornada... Solo para recobrar fuerzas y energías para volver al hogar.
Después unas tabletas de anfetas y a la mierda, el día se me pasa volando. Vuelvo en tren, totalmente dado vuelta como un guante de goma para lavar los platos, o calcetín de lana de vieja.
Mas luego combino subte, y pié a pié, a pié, hasta por último combinar todo con cama, colchas y almohada. Soñar, soñar. Diría Favio.
Y mañana volver a empezar. Soy un trabajador. Un obrero del "sinte-amor".

Y con esto ya dije casi todo sobre el asunto. Ya falta menos.  

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