jueves, 18 de septiembre de 2014

Cadete XXIV

A todo esto, recibí noticias de la editorial a la que le había mandado una selección de poemas el año anterior y me avisaron que había sido seleccionado para formar para de la tercera de edición de jóvenes poetas, prestos a ser editados. La presentación de los libritos sería en la librería Purr, donde leeríamos nuestros sonetos y donde se agasajaría a los concurrentes con copas de vino, leche y miel.
Hice de todo para impresionarla y la invité, pero ni hubo caso. Ni ella, ni la otra, ni ninguna de las que hubiera querido que fueran aparecieron. En cambio si fue mi vieja con una amiga suya, mi prima (siempre ahí) y mis amigos Mechi, la Colo y el Capitán. Esa noche estaba muy nervioso, temía leer frente a personas desconocidas, ser interpelado, abucheado, poco aplaudido, temía no gustar, no ser querido, no ser... Me tomé todos los vasos de vino que pude y me fumé todos los puchos que tenía. Mientras, todos iban y venían en una tertulia que me parecía ajena a todo, a mi, a mis poemas, a mi forma de ser. Quería que todo terminara rápido para así poder irme con mis amigos a tomar unas birras, fumarnos un charuto, o comernos una bondiolita en la costanera. Lo que fuera que pintara hacer en esa noche de otoño porteño. Primero pasaron a lees cuatros chicas, las poetisas de la selección. Me gustaba una flaca de pelo corto y borceguíes, que me miraba y se reía. Por ahí estaba nerviosa como yo y se daba cuenta. Parecía mas grande. Como de treinta y tantos. No me importaba, en realidad poco me importaba en general. También fue mi profesora de pintura, Paula, y se sentó junto a Mechi. Su mirada, siempre crítica, parecía mostrar una aprobación siempre un tanto condescendiente con mis habilidades artísticas, pero quizás, por otro lado, todo sea parte de mi paranoia cotidiana y mi falta de confianza y seguridad en mi mismo.
Después del grupo de poetisas "simone de bouveareanas", hubo un intermezzo donde una chica tocó entre otras canciones "Cosmic dancer" de T REX, como anunciando lo que se vendría ese año, esta flaca de corte lésbico e intelectual cantaba con voz freak una versión en castellano del clásico de la banda británica de glam rock de los setentas de Marc Bolan. "Yo a las doce y tu bailar..." O algo así, el summum del snobismo hipster indie de Buenos Aires.
Cuando llegó el turno de los "chochamus" fue todo muy confuso e impreciso. Empezó leyendo un flaco con tanta pinta de poeta como de abogado legalista. Enorme, de casi dos metros de altura y con botas marrones gigantes. Leyó unos poemas de corte humorista, algo que yo tardaría en comprender que es la moda en las lecturas de poesía. Todos van a escuchar poesía porque se sienten muy cool con eso, pero nadie se banca el poema sobre el árbol, el viento, lo diáfano y lo etéreo. Todos esperan pasar un momento ameno, y si en lo posible les hacen reír, diciendo pija, culo, concha, sexo, cojer, cojer, cojer... mucho mejor. Nadie se sincera en aquellos ambientes y dice, la poesía como medio de expresión, no me gusta, me parece una paja y me aburra que el que tengo enfrente abra su corazón, pero soy muy cool como para admitirlo e ir a escuchar stand up o en su defecto a Corona. Que es básicamente lo que quieren escuchar, pero dicho por algún hipster lindo como ellos.
Luego le tocó leer a un colombiano con unas poesías muy visuales y ambientales, casi como salidas de un cuento de Lovecraft. Muy bueno. Y después a mi, con todo el nervio del mundo, leí los poemas que la editorial había seleccionado para publicar y subir a la página. Mientras leía, lo hacía sin gracia, con muchos nervios, y temblaba y mermaba mi voz por momentos. Miraba solo mi papel y ni quería observar por un solo momento la reacción de las caras en los presentes. Sentía que todo era una porquería, una careteada y que yo era el peor payaso en esa funesta función fantoche. El silencio reinaba en la sala, apenas interrumpido por alguien tosiendo o alguna que otra breve conversación furtiva y lejana. Leí unos poemas muy ligados a ciertos recuerdos fuertes de la infancia por ejemplo uno sobre los Thundercats y su relación con el peronismo setentista o un homenaje a Marlene Dietrich. Pero el que pareció tener mas impacto en el público fue un breve poema muy simple, relacionado con Peter Pan y la pérdida de la infancia. Decía algo así...

"
Último poema del Capitán Garfio, cuando Peter Pan finalmente creció y no le dio mas bola:

Un día los huerfanitos no vinieron más, no sonó más el timbre en casa, y dejaron todos sus juguetes tirados en su cueva.
La pelota de fútbol se fue desinflando de a poco, y el oso de Wendy se llenó de polvo y olor a tufo.
En la isla no queda nadie con quien jugar. Las hadas no aparecieron más, ya que no había
nadie para aplaudir, ni que creyera en ellas. El barco se encalló y le entró agua por todas partes,
armas y cañones se oxidaron por la falta de uso y hasta los piratas se fueron a vender
su fuerza de trabajo al mejor postor.
Smee se jubiló, y ni las sirenas ni ninguno de los pequeños mocosos apareció más.
Aquel engreído niño volador creció, se casó y consiguió trabajo en una multinacional.
Si al menos estuviera mi madre todavía para que me sirva la chocolatada, a las 4 de la tarde, con galletitas, mi soledad sería mas sostenible.       
                                                                                                                                                              "

La gente aplaudió, sinceramente aplaudió, no sé si fuí el mas aplaudido en aquella jornada, pero al menos tuve el aliento del público que algo encontró en mi poesía. Algo, chiquito, algo del orden de la pérdida, del orden de la nostalgia y la melancolía, de ese tiempo perdido que no vuelve. En fin, cosas que todos añoramos en algún momento de nuestras vidas, cuando todo era agasajo y despreocupación.
Luego me fuí con mis amigos a mi casa y comimos algo, Mechi y la Colo se pusieron a dibujar y yo me quedé con el Capitán poniendo discos y fumando. Nadie me había dicho mucho al respecto de la presentación que había terminado. Sin embargo todos estaban muy tranquilos, en la suya y yo esperaba alguna devolución. El capitán, poco afín a dar piropos me dijo, cuando sin poder mas le pregunté si le había gustado. Me dijo serio, "Si, me gustó. De hecho lo único que me gustó fueron los poemas del colombiano y después los tuyos". Me sentí aliviado. Su sinceridad era ajustada y hacía honor a la justicia. Claramente los poemas aquel extraño colombiano habían sido lo mejor de la jornada, y los míos, por la cercanía y lo nostálgico, tan característico de esta parte del globo, lo mas identificable para él. Le agradecí su sinceridad y seguimos escuchando música, divagando, ya mas tranquilo por pasar ese momento de tensión. Tocamos la guitarra y después cada uno se fue a su casa.
Los meses que siguieron trajeron poca novedad. Yo estaba solo. No me estaba viendo con nadie después de mucho tiempo y si bien me mataba a pajas, estaba relativamente tranquilo. En el laburo estaba un poco mejor al trabajar codo a codo solo con el Ferchu y ya libre de las garras infernales de la contadora. De a poco iba instruyendo a la nueva cadeta para que hicera los trámites pertinentes. Con V no había vuelto a hablar ni tenía intenciones de hacerlo. Me abocaba pura y exclusivamente al trabajo y al programa de radio, que cada día crecía un poco mas. El librito de poesía "Poemas, cefaleas y otras monsergas" se vendió todo (la poca tirada que había) y solo se vendía por internet. Además se vendió en el puesto de Cultura emergente de ARTE BA 2011 y le fué muy bien. Me llamó la chica de la editorial y me avisó que iba a haber una pequeña gira de lecturas con la editorial y me invitó a ir. Yo me entusiasmé mucho. La primer parada era en La Plata, luego Rosario y quizás Córdoba y Mendoza. Sin embargo luego de la lectura en La Plata todo se calló. Pero no importaba, yo estaba mas que satisfecho. En aquella ocasión, la segunda vez que iba a La Plata, iba a vivir una muy linda experiencia, conociendo a escritores de talla mayor a la mía, pibes mas grandes, de una editorial independiente mas grande, con los cuales pegaría onda y que me inspirarían para dar el salto de la poesía a la narrativa.
Cuando llegué a La Plata, ya entrado junio, era de noche y yo iba leyendo Lovecraft en el camino. Todo me daba un invierno mas tenebroso que el anterior y estaba realmente excitado de ser parte de una gira poética. Hacía pocos meses había conocido la ciudad estudiantil platense por primera vez y me resultaba difícil aún ubicarme en sus calles numeradas con sus laberínticas diagonales.
Cuando llegué al lugar no había casi nadie, apenas unas pocas personas en la puerta. Me prendí un pucho en la puerta y esperé la llegada de alguien de un momento a otro. Apareció Paula, la de la editorial, y me saludó diciéndome algo así como que no esperaba encontrarme. Yo me rasqué la nariz y no supe que decirle, pero ella se dió cuenta e inmediatamente demostró ser mas cordial. Me dijo que esperaba que viniera mas gente de un momento a otro, y entre charla que va y viene, me preguntó por el programa de radio. Le conté algunas cosas muy por encima y le dije el nombre del programa y la radio. Luego se fue a charlar con otra gente que iba llegando. Un grupito de flacos que estaba cerca fumando me miraba y de pronto se me acerca uno y me pregunta si yo estaba en la radio que había mencionado. Asentí. Entonces me dijo que él también. Me dijo el nombre de su programa pero era nuevo y no me sonaba. En cambio él si había oído hablar del mío, que era uno de los mas viejos de aquella radio novel. Entonces me presentó al resto y de inmediato pegamos buena onda. Ellos eran escritores de narrativa, que estaban por publicar sus primeras novelas en una editorial independiente de una compañera de la radio. Eran mas grandes que yo, como de la edad de mi hermano. Nacidos a finales de los setentas. La generación anterior. Yo me sentí muy cómodo con ellos y ellos parecieron aceptarme y hasta darme un lugar en su grupo de muy buena manera. Yo me sentía muy bien. Hablamos de música, literatura, cine, de los 90s, etc. Había uno que era el mas paternal conmigo que era guitarrista en una banda de rock, y otro, uno mas gordito y de rulos elevados casi al estilo surrealista, que estaba escribiendo desde hacía muchos años, una novela en su blog sobre la década del noventa. Me hablaba de Los brujos y de otras bandas que a mi me gustaban pero por una cuestión de alcance y edad no había podido ver en vivo. Ellos eran a la vez amigos y un poco apadrinados por Tierranueva, un escritor de relativo renombre en el mundillo literario contemporáneo.
Entonces me subí al tren de los compañeros e iniciamos así una buena onda de camaradería.
Entramos a la casa, donde había una pequeña muestra de dibujos un tanto infantiles y naif. La chica que organizaba era una pendeja de tetitas puntiagudas y de corte alternativo adolescente, con risita histérica. Era altamente garchable, pero al lado suyo estaba una especie de soso novio aletargado, que la seguía a todas partes y asentía en todo. Una verdadera pareja de randoms. Antes de las lecturas tocó un flaco, muy creepy y freak, con una guitarra desafinada. Tocaba covers de Blur y Leonard Cohen. Tenía un aire a Daniel Johnston y una leve reminiscencia a Nick Drake, mezclado con lo mas podrido de Tanguito. El pibe elevaba y bajaba su voz caprichosamente y decía cosas inentendibles. Lejos de tener talento o ser bueno, el flaco era un showman muy divertido y gracioso. En todo casi menos talentoso que la lesbiana de la lectura anterior, pero si mas original y entretenido. Luego de su performance lo invité a que viniera a un programa de radio. Por toda respuesta recibí un erupto en plena cara y me dijo que no salía de La Plata. Acto seguido desapareció entre la gente.
Luego llegó el momento temido por cualquier coordinador de grupos y lectores de poesía. Empezaron los de la editorial de narrativa. Leyeron el guitarrista (amante de Levrero y Vila-Matas) y el noventoso (amante de Stephen King y las series de TV). Como siempre me costó concentrarme en las lecturas ajenas. No sé si por propio narcisismo o por mera falta de capacidad de concentración. Pero algo pude rescatar al vuelo de sus lecturas que no eran otra cosa que fragmentos de sus futuras novelas. Entonces llegó nuestro turno y solo estábamos en representación de la pequeña editorial poética, el flaco con pinta de abogado y sus poe-chistes y yo. Leyó primero él y esta vez, de visitante, no fue tan aplaudido, cosa que si había pasado la vez anterior. Pensé que estaba en el horno, porque si a él que lo habían aplaudido un montón la otra vez ahora recibió poca aceptación, no me quería ni imaginar el rotundo fracaso que significarían mis textos al selecto público platense, tan acostumbrado a tener buenos poetas entre sus filas. Pero no fue tan terrible, ni mejor ni peor que en el caso del poeta-comediante. Quizás el público era mas selecto y menos apasionado. La cuestión es que todo terminó rápido y yo me quedé pululando sin saber que hacer. Mirando libros en exposición de editoriales independientes. Los escritores me saludaron efusivos y se despidieron. Yo me quedé ahí, mirando libritos. De hecho tenía el cumpleaños de mi amigo el uruguayo y tenía que llegar a Flores en dos horas. Se me acercó el poeta chistoso y esta vez me dió charla. Antes me había ignorado por completo. Se ve que tenía que volver a capital también y me preguntó si yo me iba a tomar el colectivo. Le dije que si, poco entusiasmado ante la posibilidad de volver hablando con aquel mequetrefe. Entonces, cuando ya parecía que no había otra opción, apareció el guitarrista escritor de la nada y me preguntó si iba para capital. Le dije que si y me ofreció llevarme, que tenían un poco de lugar. Yo acepté muy contento y me despedí de chistosín que se me quedó mirando desconcertado. Me subí al pequeño auto y apretados, arrancamos de regreso a la capital. En el viaje hablamos de todo. De música, libros, minas, de si se levanta mas por facebook o por twitter o que tan difícil es hoy en día publicar un libro. Se abrió el debate de si Almendra (que había confesado no se a colación de que, escuchar cuando estaba en la secundaria) estaba bueno o no. Y otras cuestiones, mientras a toda velocidad nos abríamos paso por la autopista. En algún momento se me cruzó por la cabeza la posibilidad y el temor de que íbamos muy rápido y que quizás la quedaba en un accidente de autos. La perspectiva de morir así, volanteando con un grupo de escritores, volviendo de La Plata, me pareció interesante, pero luego la descarté por idealizada y superficial. Los dos pibes con los que había pegado onda me confesaron que lo que mas les había gustado era mi poema sobre el Capitán Garfio y Peter Pan. Yo no entendía que veía la gente en ese poema tan simple que escribí una tarde casi sin pensar. Sin embargo era un hecho, era mi poema de mas llegada, mi "one hit wonder" y mas allá de todo, mejor era eso a nada. El violero, en un acto de piedad, me regaló su libro de cuentos publicado por la editorial que estaba por lanzar su primera novela y entonces yo le di el escueto poemario mío y me quedé sin ejemplares para mi. Pero valió la pena. Prefería que lo tuviera alguien mas a que muriera en la ignominia narcisista de mi propia biblioteca. Después de todo, lo que escribe uno es para que lo lean los demás y no para para propio placer onanista. Supongo.
Cuando llegamos a capital me dejaron enfrente de la casa rosada y siguieron camino a Belgrano y zona norte. Eran las once de la noche y tenía que tratar de llegar antes de las doce a lo de mi amigo que cumplía años y el día estaba por terminar. Hice de tripa billetera y me tomé un costoso taxi desde el bajo hasta Flores. Llegué justo a tiempo y eso fue lo de menos. Todo valía la pena, todo se resignificaba. Todavía no sabía que mi breve paso por el mundo literario había llegado a su fin, pero yo como siempre, vivía el momento y lo disfrutaba.

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