domingo, 28 de septiembre de 2014

Cadete XXVI

La banda se puso en marcha. Encontramos un nombre, The Pibas and the pibes, bien hipster, a la moda con la nueva ola indie folkie, y así el cuarteto se abrió paso en la escena. Nos juntábamos casi todos los fines de semana. Por una cuestión de decantación o lo que sea que haya sido, D empezó a tirarme onda y de a poco nos fuímos acercando. Una noche, luego de que ella me tirara onda durante todo el ensayo, le "regalé" por chat un tema de los Smith (There's a light that never goes out) a lo que ella me clavó el visto y me respondió luego de un día, "gracias amigo"... Ok, creo que esta chica está jugando conmigo, pensé, y me sentí como un idiota. Esa semana fui una especie de fantasma en mi trabajo. Mi único confidente era Ferchu, que estaba con mal de amores también. Entonces nos fumábamos unos porros en el balcón del trabajo cuando nos teníamos que quedar haciendo horas extras para activar líneas. Hacía poco yo era el dejador, era el mas poronga, o al menos así me venía sintiendo, y ahora ésta minita me hacía flashear y me tenía a la espera como un gil.
Yo estaba casi angustiado, bajón y mas fumanchero que nunca. Sin embargo, un viernes, todo dió un giro inesperado.
Cuando ese viernes nos juntamos a tocar con The Pibas and the pibes, yo estaba distante con D y ella parecía notarlo. Se me acercaba, me preguntaba que me pasaba. Una actitud que entre los pibes de barrio llamamos "cola de paja". Yo me hacía boludo y le decía que estaba todo bien. Entonces ella me avanzaba y yo retrocedía, casi como haciéndome el ofendido. Hacia el final de la noche, luego de haber ensayado, escabiado y fumado todo lo que había, y cuando parecía que mis invitados ya se disponían a retirarse, les pregunté como quien dice algo al aire si querían ver un documental sobre Paul McCartney donde se asevera que murió. Una cosa bizarra que no es mas que otra excusa para fumar. Entonces la feliz pareja negaron, aduciendo que estaban cansados y que se iban a dormir, pero D dudó, dudó breves segundos pero lo pensó. Luego dijo que ella también se iba y se sumaba al taxi. Los acompañé hasta abajo, los despedí y yo volví a mi casa. Me asomé al balcón y los vi a los tres subirse a un taxi. Ya era casi de día. Había bastante luz y el clima era agradable. Los pájaros mañaneros ya hacían de las suyas. Yo me volví a recluir en mi cueva y pensé que de todos modos no era mas que otra oportunidad que se escapaba. Ya me disponía a meterme en la cama y hacerme una paja, cuando me llegó un mensaje de texto. Era ella. Me decía que bien podría haberla invitado a ver la peli. Claramente se siguió una seguidilla de mensajes de que si, que no, que vos bla bla, etc... La cuestión es que ella se tomó un taxi y llegó a mi puerta. Una vez solos, por primera vez solos. Nos miramos tensos. Sabíamos que teníamos que hacer pero era incómodo mandarse de una. Hice la pantomima de poner la peli en la compu, pero ni apareció el menu que ya estábamos a los besos en mi cama. Estaba demasiado oscuro para mi gusto, pero de a poco la fuí desvistiendo y me gustó su cuerpo esbelto, delgado, moreno, hipster. Sus tetitas eran hermosas, equilibradas, suaves. Entonces, de una forma casi desconfiada, cojimos. Estuvo bien. Pero tranqui. Luego nos dormimos. Al otro día ella estaba un poco incómoda y parecía querer irse rápido de mi casa. En cambio yo ya me sentía enamorado. Planeaba hasta irme de vacaciones con ella, pero D parecía tener otros planes. Luego de acariciarme dulcemente las patillas me confesó que todavía se veía con su ex novio y que no tenía nada claro. La acompañé a la boca del subte. Le pregunté si quería que nos volviéramos a ver. Ella me dijo que nos veríamos claro, pero entonces yo le dije, "ya sabés a que me refiero" y ella entonces se puso seria y me dijo que nos hablábamos, que "todo bien". Para mayor confusión mía nos despedimos con un pico y yo volví muy perdido a mi casa.
A la semana siguiente no nos juntamos a tocar porque nadie podía. A la otra nos juntamos pero no paso nada. Ella estuve indiferente y fría, como si ya se hubiera sacado las ganas, pero al otro día, el sábado, nos volvimos a juntar y esta vez fue en lo de la colo. Todos terminamos muy borrachos esa noche. El fin de semana siguiente era la noche de la gran tocata y ya estábamos un poco podridos todos de tocar siempre los mismos temas y demás. Se notaba en el aire una necesidad de cambiar un poco de caras, de volver a nuestras viejas amistades a las que habíamos relegado su espacio durante ese mes y así volver a encauzar todo en sus vías normales. Solo la colo y yo parecíamos disfrutar de los encuentros musicales y de hecho, luego de muchos años, seguimos tocando entre nosotros dos. Como una costumbre que quedó arraigada, vinculada quizás a los amores perdidos. Pero eso es adelantarse mucho...
Aquella noche terminamos tan borrachos que D ni siquiera se podía mantener en pie. Me encargué de llevarla a un taxi. Cuando subimos, ella se reclinó sobre mi hombro y cuando estábamos llegando a su casa me preguntó si podía ir a dormir a la mía. Claro que acepté y una vez en mi casa hicimos el amor despreocupadamente, borrachos, mojados, sucios, cansados.
Al otro día ella parecía mas buena onda que la otra vez y me agradeció haberla cuidado. Yo me sentía cada vez mas a full con D pero a las claras me daba cuenta que ahí no había futuro. Yo parecía ser una especie de tapón para ella. Una especie de venganza o al menos de vino del olvido. En el momento que me sentí usado no estuvo bueno, pero a los pocos días decidí cambiar de estrategia y aceptar ese lugar sin esperar nada mas. Si ella solo quería cojer conmigo no había nada de malo, eso haríamos.
Cuando llegó la noche de la tocada, estábamos todos muy nerviosos. Fuímos hasta Lanús con el capitán y D, allá ya nos esperaba la colo. Nos pusimos a ensayar desde la tardecita y nos fuímos calentando la garganta con un licor de ajenjo que llevó D. Cuando llegó el momento de tocar, rodeados de velas, no faltaron los errores a causa de los nervios, pero dentro de todo fue un lindo show y las cincuenta personas que había, en su gran mayoría amigos, nos aplaudieron y nos felicitaron, mientras de fondo se proyectaba Fantasía de Disney. Todo era en un ambiente muy cálido, muy ameno y cultural. Muy amiguero. Yo estaba muy exaltado y hasta me equivoqué en la letra mientras tocaba Lotta love de Neil Young, pero el capitán parecía no haber disfrutado, de hecho entrada la noche, cuando estaban todos muy borrachos, nos pidieron que volviéramos a tocar, aunque se los mismos temas, pero mi amigo y D se opusieron, solo la colo y yo parecíamos dispuestos ante tal ridiculez.
En determinado momento, D se me acercó y me preguntó si ya me iba, le dije que si y me dijo entonces ¿vamos?. Sin dudarlo agarré mis bártulos y me fui con D. Nos tomamos el 37 y de camino a capital le tiré un par de besos. Luego se puso tensa. Me dijo que había vuelto con su novio y que no quería bardearla mas. Que me quería seguir viendo, pero bueno, etc... Entonces me dijo que quería pasar esa noche conmigo, una especie de despedida. Luego de decirme que quería seguir viéndome pero que no podía, yo le dije que bueno, había sido lindo mientras duró el affaire, y ella me dijo ¿que affaire? Lo nuestro fue un garche y nada mas. Ok, bueno, para mi se juegan las dos cosas. Para mi no, me dijo ella y yo me quedé aturdido. Una vez en la puerta de su casa, dudé si subir o no. Yo quería, pero sentía que no debía, que iba a salir lastimado, sin embargo primó el animal salvaje en mi y subi con ella. Una vez en su cama me la cogí tan fuerte como me dieron mis fuerzas. Muy salvaje. Ella parecía disfrutar, pero siempre tímidamente, como si le costara llegar por mas que uno fuera un toro en celo. En determinado momento de intensa fricción me susurró al oído... "que fuerte... me encanta" y eso fue todo. A la mañana me la volví a garchar intenso y me fuí a mi casa. Antes de irme me aclaró que todo había terminado entre nosotros, que así debía ser. Como también había terminado el asunto de la banda y ese amor de primavera salvaje, fueguino, snob.
Luego yo me fuí a Uruguay con amigos un fin de semana y ella me escribió deseándome buen viaje. Estuve todo el tiempo tratando de no pensar en ella, pero no funcionó, sin embargo uno de mis amigos se encontraba aún mas bajón que yo por una mina, asi que decidí no sumar otro depre por mal de amores y me dediqué a hacer lo que mas me gusta en Montevideo, fumar porro todo el día.
Con D nos seguimos chateando y de hecho la volví a ver un mes después, en la casa de unos amigos en común, recordamos buenos momentos, nos divertimos, pero luego todo quedó ahí. Asumí que ella seguía con su top model novio cool, y cuando volvimos en el 8 ella bajó en Congreso y yo seguí hasta Almagro. Sin embargo antes de que ella bajara, charlando de cine y boludeces, le comenté que una vez había hecho un corto, y ella, estudiante de cine, me dijo sorprendida que le gustaría verlo algún día. Como dejando una especie de puerta entornada, sin embargo nunca ninguno de los dos tuvo el coraje de volver a tocar a aquella puerta, ni aún después que ella se separara de su novio definitivamente, pocos meses después, ni yo, que siempre fui muy cagón y rencoroso.
...
En el trabajo todo igual, ahora ya no dependía de la odiosa contadora y me manejaba mas a mis anchas con Ferchu, sin embargo, no tardaría para que ese trabajo netamente de cadete que ahora hacía la chica nueva, fuera reemplazado por otro trabajo, mas tedioso y agotador aún que el anterior. Desde activaciones de líneas, como ya comenté, hasta auditorías, lo que equivale a decir que tenía que ir todos los días y todas las semanas a todos los putos puntos de venta de esta gente y contarles uno por uno todos los estúpidos accesorios de celulares, un control que claramente tendrían que hacer los propios vendedores y sus encargados y que era una ridícula exageración que yo hiciera todos los días, mas teniendo en cuenta que tenía un viaje a todos los puntos. Hacía tiempo que ya no tenían puntos de venta en capital, desde los tiempos en que yo andaba con A. Las cosas habían cambiado sensiblemente en la empresa y yo seguía siendo el che pibe, solo que para colmo de males tenía que serlo lejos de mi casa. Y cada vez que pedía la asistencia de algunos de mis compañeros para hacer menos complicada la operación, todos se recluían en sus propios temores y la contadora con aire sobrador me repetía "donde manda capitán no manda marinero". Y salía cargado de cajas a la calle puteando, nuevamente, puteándolos a todos.
Una tarde de primavera, me crucé nuevamente en la calle con V, que desde principio de año vivía a la vuelta de mi trabajo. Ella iba paseando a Derbake, su caniche, e inmediatamente me reconoció y se me vino encima, muy contento, al punto que lo saludé a él antes que a ella. Pareció sorprendida y nos quedamos charlando. Le dije que habíamos tocado con la colo y ella me dijo que algo le había contado la colo (ahora eran amigas) y nada, que andaba trabajando (siempre de lo mismo) y que le pregunté que contaba ella. Como siempre a full con su marca de ropa, con su nueva casa, etc. Esta vez no cometí el atrevimiento de preguntarle si seguía con aquel flaco que me había contado. Ya se notaba una falta de confianza entre nosotros, como una lejanía, como si fuéramos dos extraños. Entonces sin mucho mas para decir, nos separamos y seguimos nuestros caminos, en aquella hermosa tarde de primavera, sin detenernos a pensar que esa iba a ser la última vez que nos íbamos a ver. Y ahí se iba V, caminando con su perrito, siempre tan petisa, tan hermosa. La que siempre consideré como mi mujer, con la única que me hubiese gustado, casarme, armar una familia, vivir juntos toda la vida. Pero no pudo ser, y se perdió entre la multitud de Buenos Aires.
...
Para final de año tuve un nivel de intensidad potente. Por un lado me preparaba para algunas presentaciones. Por un lado con los del taller de pintura y por otro lado con los de canto. Además planeaba incorporar una voz femenina a mi programa de radio y hacerlo mas comercial, menos nerd y de ghetto y con una chica que hablara de literatura y representara a la platea femenina del programa. Por otro lado estaba preparando todo para mi gran viaje. Finalmente se daban las condiciones para que pudiera cumplir uno de mis mayores sueños que tenía desde la adolescencia, ir a Perú y conocer el Maccu Picchu. Junté plata, me armé un plan de viaje y saqué pasaje de solo de vuelta en avión, aunque no tenía muy en claro si iba a volver aún. La verdad es que ya estaba cansado de todo y de todos. Cansado de vivir en capital, vivir con mi vieja, cansado de un trabajo en el que ya estaba desde hacía cuatros años y en el que poco había ascendido, en cambio si había dejado la carrera de Psicología, había perdido dos novias, conocido otro tanto de chicas, tenido varios romances frustrados y otros por mi abandonados, había ido a recitales, había empezado un programa de radio, hecho muchos talleres de cosas que siempre había querido hacer, me había peleado fulero con compañeros de trabajo, había empezado terapia, y aprendí a irme de vacaciones solo. Pero todo había llegado ya a un nivel de agotamiento extremo, cansado del mismo trabajo, de la misma rutina, las mismas caras, el mismo subte, colectivo, edificio, portero, vendedores, jefes... no, estaba realmente muy podrido y cansado de todo, de ese achatamiento que me acarreaba ese laburo, ese malestar en lo mas profundo de mi alma y ya estaba por ceder en la pulseada de ver si ellos me echaban, especulando con la indemnización, o si renunciaba yo y mandaba todo a la mierda, con ganas de agarrar la mochila e irme de viaje, hacer artesanías, o quizás volver a estudiar. Esta vez hice las cosas mejor y mas prolijamente y me anoté en guion para radio y TV en el ISER, así que ya planeaba volver a retomar mis estudios el año siguiente y dedicarme a full a la radio y esas cuestiones.
Hacia fin de año retomé el contacto con la indiesita de zona oeste, la piba siete años mas chica que yo y volvimos a nuestros encuentros furtivos. Nos vimos dos o tres veces mas y luego ella se iría en enero a Misiones y yo en febrero a Bolivia y Perú, así que para mi eran unas canas al aire y chau.
Una noche, nos fuímos a un bar por Congreso y nos tomamos unos vinos picantes y luego algunas cervezas. Después, casi sin hablarnos nos fuimos a un telo que hay a un par de cuadras de ahí y garchamos como si fuéramos Adán y Eva en el paraíso perdido, sin hojas, sin pudor, sin amor, sin nada, solamente garchamos inocentemente. Luego ella se fue a lo de una amiga y yo me volví zigzagueando a mi casa y descubrí casi con terror que tenía una llamada perdida de D. Poco me importó ya y cuando llegué a mi casa me tumbé muy borracho para entender nada de lo que había pasado aquella noche.
...
Poco antes de irme de viaje tuve alguna secuencias graciosas. Por un lado me retó Leandro Díaz (alías Eugene) porque no estaba haciendo las auditorías, le dije que Pocho (su primo) me había dicho que dejara de hacerlas por no se que cuestión de stock y luego de cagar a pedos a Pocho adelante mío, que me hizo sentir como un buchón, me trató para la mierda, gritándome de arriba a abajo, rojo de ira, leonino, como yo le hubiera gritado a él si hubiera tenido oportunidad.
Luego me saqué el pasaporte y el DNI nuevo. Mi vieja se fue como de costumbre a Mar del plata y yo me quedé solo, a base de fideos y puñetas, preparándome para mi gran odisea. Sin imaginar nada de lo que pudiera pasar.
Fuímos con el capitán a la casa en Luján de una amiga de la colo. Éramos un hermoso grupo de machos y hembras, con un poco de celo, tomando vino en una casa de verano con pileta, esperando poder ponerla, pero sin embargo todo quedó en la borrachera, la zapada y la música de los Beach boys de fondo.
Finalmente, llegó mi último día de trabajo antes de irme de vacaciones. Era viernes. Yo estaba muy nervioso. Fui a trabajar comúnmente y todo parecía indicar que iba a ser un día tranquilo, sin embargo estaba muy equivocado. Cuando luego de hacer algunos trámites y cuestiones de rutina parecía que en tres o cuatro horas podría irme a casa tranquilo, Eugene me dió su estocada final mandándome a hacer una auditoría de último momento a las sucursales de zona norte. No me importó, salí rápido, casi sin despedirme de mis compañeros de trabajo a los cuales no vería en casi tres semanas. Hice todo a tiempo veloz y el transporte público pareció acompañarme en esta odisea, hasta el 15 fue mas veloz que una bala. Sin embargo, una vez en el último punto de venta, el Unicenter de Martínez, y una vez que terminé de contar el último puto accesorio de teléfono y me aprestaba a ir volando a mi casa, loco de alegría, una tormenta se desató tan violentamente, que creo que pocas veces volví a ver algo así. Llovía tan fuerte que no se veía mas allá de diez metros, y yo encima, con ropa de verano, en remera, no veía fácil volver a mi casa. En eso me llama mi vieja, para preguntarme si me estaba preparando para el viaje, le conté de mi situación, enojado con al vida, puteando al cielo, al trabajo, a todos. Y entonces en esa aparece mi otro jefe, González, y le cuento mi situación, le digo que temo haber dejado las ventanas abiertas de mi casa que no hay nadie, que está la gata, que mañana me voy de viaje y le sigo llorando un poco mas, esperando conmover ese corazón que tan endurecido está por tanto empleado con problemas, por tanta rutina, tanta frustración. González me mira y me dice, "ok, te acerco hasta capital, pero solo hasta la General Paz, después te arreglás solito", si si, le digo, y le agradezco. Pero la situación no parece fácil. Las calles, la Panamericana, todos los caminos están anegados. Un colectivo sobresale de un plano líquido compacto, abandonado por sus ocupantes, nos da la postal mas desoladora que me llevaría de aquel recuerdo. Sin embargo, luego de idas y vueltas, y después de dos o tres horas, consigo que me deje por Saavedra, y una vez ahí me tomé el 71. A mi casa llegué poco antes de que den las diez.
Agradecí al cielo haberlo conseguido y después de ordenar un poco mis cosas y comprobar que no había entrado una sola gota de agua a mi casa, me fui a dormir sabiendo que al otro día empezaba mi gran sueño, mi gran viaje a Perú y que quizás empezaba una nueva etapa en mi vida. Lo que no sabía es hasta que punto tenía tanta razón respecto a esto último.
Mecachis!

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