Quien sabrá, lo que es volar, sin un amigo a su lado. Una noche de frío espacial lo encontró mas solo que nunca.
Un enemigo intergaláctico lo incitó al combate en un pogo infinito. Sin embargo Beto no cae en esa. Con su anillo de linterna verde, lo derrite como a un Bubaloó.
Inmunizado contra los peligros del cosmos perpetuo, surcó la galaxia del hombre y de la mujer. Su estadía en el infinito manto del éter lo conminó a una vida de soledad, resquicio e incertidumbre.
Un día, extraviado en el mar eterno del espacio interestelar, Beto cayó como un nigromante en las profundidades del agujero negro de Hawkings.
Una sonda de la Nasa dio con él, treinta y seis años después de su partida. Con una carga bi dimensional trajeron a Beto, acarreado por su propia luz.
Al aterrizar en Arizona, la Nasa encontró a un astronauta que hablaba español. Se llamaba Alberto y era argentino. Detentaba unos treinta años como mucho y parecía desorientado. Hablaba poco.
Su nave de fibra, tenía una chapa que decía "hecho en Haedo". Parecía una especie de colectivo con alas.
Dentro de la nave había todo tipo de interruptores y palancas rudimentarias. Todo parecía bastante obsoleto. Y de adorno había un gastado banderín del equipo de fútbol River Plate y una foto de Gardel amarillenta.
También encontraron algo de ropa y un disco de una banda de rock argentina de nombre Invisible, el cual tenía la firma de alguien llamado Luis Alberto, con la fecha '76.
Investigaron a Beto y al parecer era un colectivero de la línea 132, de la ciudad de Buenos Aires, dado por desaparecido en diciembre de 1976 por la dictadura.
Entre algunas de sus pocas pertenencias, Beto llevaba consigo su anillo extraño. Los especialistas lo investigaron. Parecía un anillo común y corriente en sus dedo índice derecho.
Tenía un raro signo inscripto en su interior. Un signo indescifrable. Un signo del alma del propio Beto.
