miércoles, 30 de abril de 2014

martes, 22 de abril de 2014

Los ismos de maese alperovich


Había una vez un hombrecito pobre. Viajó a la gran ciudad y conoció su destino.
Trabajó como un negro varios años para ganarse un lugar.
Estudió derecho para no ser un asalariado toda su vida.
Para que no le pisen mas la cabeza con una bota.
Entonces militó con el incipiente radicalismo.
Luego se pasó a las filas del socialismo.
Para luego pasar al comunismo.
Pecó con el peronismo.
Murió de capitalismo.
Menemismo.

Pero un día este hombrecito renació.
No quiso saber mas nada de nacionalismo ni fascismo ni marxismo ni troskismo ni maoismo.
El existencialismo solo empeoraría la cosa. Ni que hablar de estructuralismo y pos estructuralismo.
Una breve etapa de anarquismo lo devolvería al apatismo, mas luego nihilismo.

Pintó la onda artística. Pasó por el renacentismo, impresionismo, modernismo, dadaísmo, cubismo, surrealismo, abstraccionismo, minimalismo, pero se perdió en los laberínticos ismos de su torpe confusión.
Tonto se sintió y se fué a vivir al monte.
Buscaría el renacer espiritual perdido del hombre arcaico.

El cristianismo lo llevaría al islamismo, para caer indefectiblemente en el vilipendiado judaísmo. Protestantismo, evangelismo, tampoco lo ayudarían mucho.
Apostaría a las religiones de oriente. Un poco de hinduísmo, budismo, sintoísmo, etc.
Hasta tendría su paso obligado por el satanismo.

Pero un buen día el viejo y cansado hombre se rendiría ante la evidencia que su mas grave padecimiento eran los viejos y olvidados ismos entonces moriría simplemente de Fatalismo.

finale.

Cuarteles de invierno



Se viene el frío, el rudo invierno austral, bipolar, binaural. Por ende) cotejo todo lo necesario para la fuga inminente.
Quizás debamos dejar todo y partir a tu casa en el Sur. Refugiar nuestros amor de toda maldad urbana.
Vivir como dos jubilados, entre libros, películas, guitarras desafinadas, fogones, montañas, lagos, bosques, hijos, comidas ricas.

Hoy me siento mas cerca del escape final
.

Camino por el otoño porteño y ya se fueron todos. Los amigos, los poetas, las musas, la belleza.
Suenan en mi equipo de música Los hijos del Sol haciendo Linda muñequita, una cumbia peruana de los 70s que sonaba cuando torturaban a los amigos perdidos. Como los amigos perdidos de ahora. Ellos tiran tiros, nosotros tiramos la goma. Todo se vuelve huracanado entonces. Dorothy sobrevuela Gonzalez Catan con su perrito, con sus zapatitos rojos. Es la muchachita del oriente que siempre sonriente viene a bailar.

Murió García Márquez.
Cuando me muera quiero, haber nacido antes y que me consuelen con un rock y un charuto.
Quiero que todos salgan corriendo a comprarse mis obras completas. Aunque sean inconseguibles.
Que editen toda mi bibliografía en libros de tapa dura y la gente pida con gran fruición mi libro mas recordado y que se agote rápido en todas las librerías de Buenos Aires. Que tengan que pedirlo de afuera.
Quiero la gloria absoluta y a la vez la total ignominia y olvido total de sus mentes caníbales, sedientas de cerebros fugados y otras cosas.

En estos momentos me surgen los flashes literarios mas recordables del año.
Por eso es cuando me recluyo.
Es cuando hago Cuarteles de invierno.

miércoles, 16 de abril de 2014

Boqueras pintadas


Boqueras pintadas.
Los sinsabores del perfecto imbécil.
Tokio cumbia.
Wasabi flash.
Plata planchada.
Las partículas prescindibles.
El día que Perón lloró.
Crimen y recompensa.
La insoportable levedad de tu vieja.
Lolito.
Cien años de amistad.
El enterado.
Jazzuela.
El libro de las tierras violadas.
El hombre que quería ser rati.
Trópico de escorpio.
Guía del ferretero intergaláctico.
1983.
Un mundo aburrido.
Las enseñanzas de Don Carlos.
20.000 barras de chocolate submarino.

Estas y otras novedades en nuestra flamante librería "La concha de tu hermana gemela"
Pasaje San Lorenzo, entre ésta (que es bastante ancha) y la otra, (que es bastante larga).
Imposible confundirse.

jueves, 3 de abril de 2014

La infancia de Elías


Noviembre de 1982. Dos veinteañeros dejan su hijo de tres años a su abuela y van al festival BAROCK, como el Woodstock argentino. Luego de escuchar a David Lebon, Rubén Rada, Spinetta, Virus, V8, Pappo, León Gieco, La torre. Litto Nebbia y otros, vuelven fascinados por la música y hacen el amor. En esas vueltas de la vida, el espermatozoide se une al óvulo y de aquella rara unión se crea un huevo cigota que empieza a multiplicarse por millones. Nueve meses después nazco yo.
Un bebé de 4 kilos 200, redondo, pelirrojo, con cara de galleta, básicamente un monstruo. Nacido en el recoleto sanatorio Quintana. Viviendo en el judío barrio de Villa Crespo o Villa Kreplaj. Su llegada al mundo generaría cierto recelo en su hermano mayor, ahora de cuatro años y contando. Lo agarraría en plena etapa narcisista. Cambiaría su humor. La torta de su primer "cumple-año" sería de chocolate con símil rocklets. El chocolate no lo abandonaría jamás.
Sus padres laburarían. Sería un niño rubio y rozagante. Mas criado con sus abuelas, tías abuelas y demases familiares. A los dos años tendría un pijama amarillo y la vecina de al lado, Porota!, le bautizaría "mi pollito". Su hermano lo odiaría mas. Después vendría el jardín de infantes y la maldita adaptación. En este caso sería mas benévola. El niño no tendría problemas en interactuar con otros de su edad. El juego y la imaginación serían su fuerte por el resto de sus días venideros.
Sus vacaciones serían a la ciudad balnearia de Mar del plata, donde residen sus abuelos maternos.Esta ciudad generaría los mas hermosos recuerdos que pudiera tener. Jugaría con su hermano, pero también empezarían las peleas de a poco. Peleas por espacio, por juguetes, por mas atención. Nada fuera de lo común. Su abuela retaría a ambos por destrozar su jardín y su abuelo lo cagaría a patadas en el culo cada vez que no quisiera comer la comida o empezara con algún capricho por el estilo.
En su ambiente de juego sonaría música. Rock de los 70s mas que nada, que el padre pondría en vinilos. Llegaría la primer mudanza de su vida, a un barrio menos cheto pero mas lindo, Barracas. La raíz.
En el jardín tendría su primer amor, una compañerita, Lucía, con la que se escaparía gateando cada vez que pudieran, cuando el juego dejaba paso a historias aburridas y al tedioso "a guardar, a guardar".
Su abuela paterna lo iría a buscar casi siempre y le haría a él y a su hermano ricas comidas con ricos olores, imposibles de olvidar. Con esta abuela también vendría su enseñanza religiosa. El temor a Dios, el amor de Jesús y la compasión de la virgen. Aprendería los primeros rezos y reglas morales.
A la noche, su madre, en la onda del yoga, le cantaría en vez de canciones de cuna, canciones de Yogananda. A él se le quedarían impregnadas para siempre.
Cuando eran retados por algún destrozo, él y su hermano unirían fuerzas contra el opresor común y escaparían del castigo huyendo por la ventana al patio trasero. Sus padres hippies irían perdiendo autoridad de a poco, como si fueran otros tiempos, diferentes al de sus padres con sus abuelos.
Cuando su hermano empezara primer grado en un colegio progre y "new age", el director observaría al otro y vería su exceso de energía como dar vueltas desaforado alrededor de un árbol y apretarles fuerte la mano a los compañeros de su hermano mayor. Su diagnóstico, problemas a futuro con la autoridad. Su veredicto, no dejarlo inscribirse en ese colegio elitista de buenas almas y civilización. Su hermano correría parecida suerte ya que luego de terminar sus deberes antes que el resto, escaparía del aula para jugar con sus juguetes favoritos, los autitos y eso derivaría en ir a la psicopedagoga. Así los hermanos serían rechazados de la enseñanza progre de la Argentina de los 80s.
Las peleas entre hermanitos terminarían en los primeros cortes, golpes y moretones de su vida. Ambos aprenderían el fino arte del combate y al auto defensa entre ellos.
Otra mudanza. Esta vez, la definitiva para la infancia de ambos. La salida lógica, el barrio de al lado. La Boca. Mas precisamente Catalinas sur. Barrio que los marcaría para siempre.
Cuando llegara al colegio italoamericano del barrio, en pleno jardín, conocería a buena parte de sus amigos actuales. Sobre todo a Rodrigo, un hijo de exiliados uruguayos, que se convertiría en su mejor amigo hasta el día de hoy.
Por las noches, cuando el padre llegaba de su trabajo, había juguetes o golosinas, según la ocasión y según el comportamiento con la madre. La plaza Malvinas sería su nuevo lugar de juegos. Allí se cortaría con un clavo, se rompería la naríz con un tobogán y se agarraría a piñas con un compañerito por primera vez.
Con el inicio de la primaria sobrevendría su primer periodo de crisis existencial. La adaptación no sería tan normal como si lo había sido con el jardín. La diferencia de las aulas, el guardapolvos blanco, su primer némesis en el alumnado y una maestra, esposa de un milico, que lo torturaría psicológicamente, derivarían en su primer enfermedad psicosomática. El asma.
No habría médico en el Argerich, ni en obra social alguna que pudiera aliviar su dolor físico y su pena de cambio de vida. Su hermano ya no estaría jugando con él. Si seguirían las peleas en cambio. Sus padres solo lo cuidarían dentro de sus posibilidades, y sus amigos eran tan inexpertos como él como para sentirse contenido. Su abuela paterna, siempre la consciencia reguladora del mundo, le pasaría a sus padres el dato de un médico homeópata, recién recibido. Un joven judío de familia de médicos, parecido a Cerati y de buen humor. Su primer consultorio se lo habían puesto sus padres en el no tan agradable barrio de Constitución.
Allí lo recibió pro primera vez y obtuvo casi su primer análisis. Confesó tener miedo a la oscuridad, a sus compañeros, y a su maestra. Odiar las matemáticas, las lentejas y las peleas con su hermano mayor.
Recomendó tomar unos graciosos y diminutos globulitos, viajar y tener una mascota.

Tomé los globulitos, al año mi abuela y mi bien ponderado abuelo postizo (como le decía yo) me llevaron a Merlo, San Luis, en invierno, vi la nieve por primera vez en mi vida y conocía el microclima.
Luego me mandarían a los Boy scouts para que me relacione con mas niños y abandone mi constitución enfermiza, y mas luego me traerían una gatita siamesa para que cuidara y jugara. Diana. Mi primer amor real.
Se me curó el asma y fuí menos enfermizo, pero mi tendencia a la somatización continuaría hasta hoy día. Aprendería a llevarme mejor con mi hermano y a dejar de pelearnos, aunque la última pelea la tuvimos a los veintipico de años. Mis padres se separaron y su enseñanza new age poco ayudó en mi auto confianza. Mi abuela falleció hace algunos años víctima de leucemia. El "tordo" Broffman se puso una clínica propia en Recoleta y se llenó de plata con el asunto ese de los globulitos.
Puedo decir que no tuve una infancia dura o difícil, y sacando alguna que otra cosa, hasta puedo decir que tuve una infancia feliz.