martes, 29 de junio de 2021

Y si comenzó el Apocalipsis?

Hoy, como en casi ningún día de nuestras vidas, somos conscientes de que estamos acá. Viviendo el día a día, tratando de develar el gran misterio de nuestro sentido de vida. Nuestro origen cósmico. Y sobre todo, que nos deparará el futuro, ese enemigo de los nervios, generador de angustias y malestares existenciales. 

Podemos con todo eso? La respuesta es simple, sí. 

Vivimos un tiempo muy particular de la historia. Un momento que a ciencia y verdad se suele llamar como un momento "histórico" aunque en realidad, todos los tiempos son históricos. Pero convengamos que de esta situación se hablará en los libros de historia del futuro. 

Habrá futuro? Bueno, respondiendo rápido y pronto, yo diría que sí. Mañana mismo es el futuro, el instante previo es el eterno futuro. Pero sacando esa cuestión meramente semántica, existe una perspectiva de futuro para la humanidad? 

Es cierto que no soy tan viejo. No he vivido las grandes guerras del siglo pasado, y nunca sentí a la humanidad tan cerca de un colapso global como ahora. Y de alguna manera es algo nuevo para la mayoría. Casi todos estamos con miedo y no es para menos. Pero confiamos, siempre confiamos que vamos a salir adelante. Los humanos son seres muy aferrados a la vida y por lo tanto a la esperanza. "Son" o más bien, Somos. Siempre confiamos que alguna mente más evolucionada nos va a salvar, ya sea la de Dios, la de algún político avispado o la de esa gran masa de cerebros conocida como "comunidad científica". Depositamos en científicos, médicos y doctores, la esperanza y por ende toda la presión para que ellos, de alguna manera que no entendemos muy bien, solucionen todos los problemas que se le van presentando a la humanidad. Y si mañana fuera un asteroide el que nos amenazara, lo mismo sería. Esperaríamos que ELLOS (los científicos) resuelvan el problema. Por todos y para todos. 

Y antes como hacíamos? Quizás, cuando los científicos no eran lo que son ahora, o cuando su lugar lo ocupaban los magos y hechiceros, la humanidad de entonces (que en tiempos antiguos el concepto de humanidad se reducía a su nación o mismo a su pueblo o tribu), hacía lo mismo. Esperaban que los más capaces solucionaran todo y si no podían, era porque los dioses así lo querían. 

Hoy a quien le echaremos la culpa? Siempre buscamos un chivo expiatorio. Hoy puede ser todo culpa de China, de Estados Unidos, de los rusos, del Sionismo internacional, de los Masones, de los Iluminati, de Tom Hanks y vaya a saber quien más. Y en medio de estos tiempos caóticos afloran todas las "conspiranoias" más ridículas. Desde Reptilianos hasta Terraplanistas. 

Son tiempos difíciles, de mucha confusión y donde se ve claramente que estamos frente a un desafío. Saldremos airosos? Y si después de vacunar a todos viene algo peor? Si no termina nada? Yo espero que eso no pase, pero si pasa, estamos preparados? Psíquicamente hablando sobre todo. En verdad no lo sé, pero espero que esto no sea el comienzo de una extensa crisis, porque en medio de la generación cristal y la cultura de la cancelación, se ha perdido algo peor que el humor, se ha perdido la capacidad de soportar cualquier cosa que no nos guste. Y eso es un problema serio. O no ???

Aquí termino y voy a parafrasear al CARPO: 

"Hay psicosis masiva es menester que sea rock, si estás a la deriva, la única salida es rock, que sea rock, que sea rock, que sea rock, es menester que sea rock!"

lunes, 21 de junio de 2021

Un Junio inolvidable

Hace exactos veinte años, mi vida dio se cruzó con su primer golpe afectivo. Era el fin de semana largo de junio en el que suelen unirse dos eventos: El feriado por el día de la bandera (Argentina) y el día del padre. ¿Año? El inolvidable 2001. ¿Que se podía hacer en las vísperas del invierno? Yo tenía diecisiete años y estaba por terminar la secundaria. En un par de meses cumpliría dieciocho y ya sería mayor de edad. Mi vieja decidió ir a visitar a su padre para tal importante fecha y yo me sumé al viaje, dejando a mi viejo con mi hermano en Buenos Aires. Así partimos hacia la ciudad de Mar del plata, cuatrocientos y pico de kilómetros hacia el sur. Una ciudad costera que en verano muchos amamos, pero que en invierno 'ssss' es un tanto difícil. Como en casi cualquier ciudad allende al mar, cuando el invierno austral te cubre, más te vale que te abrigues por demás y que, en lo posible, no salgas de casa. 

Ese invierno del 2001 fue un invierno crudo. Eran tiempos aciagos para el país, que venía de más de una década de neo-liberalismo. En este punto de la historia nadie imaginaba los desmadres políticos que nos esperaban en diciembre, o ni siquiera del atentado terrorista a las torres gemelas del 11 de septiembre. No, aún estábamos inmersos en otra realidad paralela. Una especie de coletazo agónico de la década de los noventas que todavía se negaba a terminar de morir. A todo esto, yo vivía una etapa de fuerte confusión adolescente. A principios de año me había cambiado de colegio secundario por tercera vez y creo que era la vencida. Aparte, acarreaba en esos días con una infección urinaria de desconocido origen, que nadie lograba dar con ni con la causa ni con el remedio. Y para sumar un poco más de malestar al asunto, estaba enamorado. Desde hacía unos meses que salíamos un amigo y yo con dos chicas, un par de años más chicas (pero todos menores de edad por suerte). Una de ellas (que tenía novio) era la que me gustaba a mí y al parecer ella no me era indiferente del todo. Pero bueno, su situación era esa y yo no pretendía avanzar por eso mismo. Acepté mi situación con sosiego y estoicismo. Pero había cometido un error fatal, me había cambiado no a cualquier colegio sino al colegio donde ella iba. Por eso, todo el 2001 nos la pasábamos viéndonos en los recreos. Y siempre sentía que estábamos un poco más cerca de estar juntos, pero ella era una chica digamos particular. Extraña, alocada, muy eufórica y hormonal. Cosa que a mi me volvía loco (sobre todo en ese momento de pubertad exaltada). Cuestión que pocos días antes de que me fuera a Mardel a pasar el fin de semana largo a lo de mis abuelos, ella me sentó en un banco del colegio en pleno recreo y me confesó su "amor", su prohibido amor irrefrenable hacia mí. Claro que yo no me quedé callado e hice lo mismo, pero le recordé que estaba de novia y... ¿Que íbamos a hacer? Pero ella se quedó sin respuesta. Esa era la situación, pero al parecer ella no estaba del todo dispuesta a cambiar su condición. Entonces quedamos en la nada y yo me fuí sabiendo algo que sospechaba pero que ahora me pesaba más. Ella quería estar conmigo pero no se podía. O en todo caso si, pero yo no aceptaba una posible condición de segundo o seudo amante. No me cerraba. Aparte conocía al chabón (más grande que ambos) con el que salía y si bien no me caía del todo en gracia tampoco me caía mal. Y sobre todo me congraciaba con él porque uno podría ser ese flaco mañana y ya desde mi adolescencia rechazaba el engaño. Por ende no quería ser cómplice del mismo. Una especie de Humphrey Bogart adolescente y berreta que resigna su deseo por hacer lo que es correcto. En fin...

Con todas estas cuestiones me fui con mi vieja a Mar del plata. Pero más allá de lo bello de cambiar de aire, de viajar (aunque sea a Mardel en invierno), y lo lindo de volver a la casa de mis abuelos, la realidad es que estaba muy triste. Bajoneado y triste como solo un adolescente de esa edad puede estarlo. Lo que ahora me parece un estado de ánimo bastante usual, pero en aquellos tiempos era algo nuevo y por eso mismo, muy doloroso. Para distraerme comencé a escuchar los vinilos de rock que allí estaban que eran de mi tía. Escuché a Yes, Rick Wakeman, descubrí a un chabón que se llama Mike Oldfield y bueno... de todo un poquito. Sin embargo hubo un disco que me quedó marcado ese invierno. A day at the races (1976), el quinto disco de Queen. Una verdadera implosión de rock queenero que me devolvió un poco el ánimo. 

Al día de llegar traté de salir a dar una vuelta en bici pero la que allí estaba necesitaba reparación. Fui a una bicicletería que estaba en la avenida Constitución, a dos cuadras de casa pero estaba cerrada con vistas de seguir así por un buen tiempo. Alguno de mis abuelos me tiró el dato de que en la panadería de Tejedor habría un sorteo para ganarse una bicicleta. Entonces, me emponché de nuevo y otras vez salí a la calle. Era un día nublado (obvio) y frío como él solo. Pero no hubo caso, no gané ni por casualidad. Volví a la casa de la calle Gomara pero se me ocurrió que antes podía llamarla. Me fui hasta avenida Constitución y busqué un locutorio. El teléfono sonó varias veces hasta que ella me contestó. Parecía muy sorprendida de mi llamada. Le pregunté como estaba. Le dije que la extrañaba o que pensaba en ella y no sé que patraña más. Ella se mostraba mucho más cautelosa de lo que esperaba. Como si no pudiera hablar. Pensé que por ahí estaba con su novio pero ella simplemente me dijo que no me gastara guita en llamadas así. Que se escuchaba como pasaban los pulsos. A mi lo que menos me importaba era la plata, sólo quería hablar con ella. Pero entendí la indirecta. Nos vemos en el colegio, le dije y cortamos. Yo quedé peor que antes. Quería que ella estuviera ahí conmigo. O en todo caso sentí que no debería haber ido a Mar del plata, que perdí una posición que debía quedarme a defender. Volví a la casa y escuché el tema "Drowse" del disco de Queen mencionado. Un tema medio raro que canta Roger Taylor. Su melodía melancólica me hizo sentir más triste. Bueno, después leí la letra del tema y todo encajaba. Y mientras levantaba la vista del interior del vinilo donde se los veía a los cuatro Queen sobre un escenario, con un Freddie en calzas, se me cruzó por la cabeza que todo lo que me estaba pasando no iba a terminar en buen puerto. Miré por la ventana esa tarde invernal marplatense, tan fría, gris y melancólica. A "Drowse" le siguió la canción "Teo torriate", tema que cierra el disco. Creo que el efecto fue aún peor. Me hizo sentir más hundido y triste. 

Al día siguiente mi vieja me llevó a ver a un médico brujo famoso de 'La Feliz', un viejo gordo con bastón, que decía que tenía ciento veintipico de años. Cosa que me pareció ridícula y exagerada. Se acercó y me auscultó con una especie de lupa extraña por las pupilas. Le dijo a mi vieja que lo que yo tenía eran simples cálculos renales y que tomara un yuyo que no recuerdo el nombre pero que tenía un olor espantoso y gusto de mil diablos. Sin embargo, cuando volvimos a Buenos Aires me llevaron con un médico homeópata que me había curado el asma de chico y bueno... El tipo con sus famosos globulitos me curó la infección urinaria en un santiamén. Respecto de la chica bueno, como lo había sospechado, nada de eso llegó a buen puerto. Ella siguió con su novio y dos meses después fuimos a bailar y la vi chapándose a otro flaco. Bueno, cosas de la adolescencia ¿no? La historia siguió un tiempo más de hecho. Y poco después de los sucesos del 20 de diciembre me llamó por teléfono e hicimos las paces. Lo que siguió es otra historia pero mi recuerdo más nítido es el que acompaña ese fin de semana de invierno en Mar del plata escuchando A day at the races, mi pis ardoroso y mi amor por la inaccesible Melina. 

miércoles, 16 de junio de 2021

El pozo de las almas

"Cuando me invitaron a participar de la expedición tuve miedo. Algo me vibró mal, sobre todo porque consistía en el descenso a una cueva de pequeñas dimensiones y, si bien no sufro de claustrofobia, tampoco es que me agrade mucho eso de andar bajando a pozos profundos. De todos modos acepté ya que es mi trabajo. 

Si, mi trabajo consiste en bajar a pozos, no importa donde o cuando, si necesitan que alguien baje a un pozo me llaman a mí. ¿Que cuál es ese trabajo? Bueno, en realidad he trabajado en minas, pero terminé siendo asistente de geólogos, que básicamente son unos científicos de laboratorio que no tienen la capacidad física adecuada ni el coraje para bajar a los lugares que ellos pretenden estudiar. Y como yo dispongo de agilidad, un cuerpo muy delgado, y la experiencia de haber trabajado en minas y haber salvado la vida de varios mineros cuando había derrumbes, por mi capacidad para meterme y llegar a lugares que nadie más podía. Es así como terminé ayudando a las autoridades gubernamentales. Soy una especie de comodín oficial de toda expedición subterránea que haya. Ahora me pregunto una cosa ¿que pasará el día que yo ya no esté? Bueno, problema de ellos. Yo sólo espero poder jubilarme lo antes posible. La verdad que no me tienta para nada andar bajando a las profundidades del planeta. No se puede esperar nada bueno de todo aquello...

Y así fue como comenzó esta operación de rescate, donde tenía que salvarle la vida a un pobre minero que cayó por una grieta que se abrió bajo sus pies. Me cansé de advertir que era muy probable que no hubiese sobrevivido a esa caída y que de haberlo conseguido ya se debería haber quedado sin aire. Pero me dijeron que de todos modos había que recuperar el cuerpo por una cuestión legal y bla bla. Claro que no era "obligatorio", pero esa invitación a bajar yo ya la conocía. No tenía muchas opciones. 

Al llegar a la zona de catástrofe me di cuenta que me habían engañado. Por empezar, en las cercanías a la costa atlántica no puede haber ninguna mina que yo sepa. Y mi confirmación llegó cuando me encontré frente a una especie de pozo petrolero. Pregunté que había pasado realmente. Me dijeron que necesitaban que alguien (o sea yo) bajara hasta determinado punto y capturara algunas imágenes. Me pareció una petición irregular. Pregunté por qué yo pero la única respuesta que obtuve fue: Porque te lo pide tu país. Esa contestación fue tan inesperada que me dejó en ascuas para elaborar cualquier tipo de retruque. Es muy bajo, sobre todo en estos tiempos difíciles, apelar al patriotismo de un agente del estado. Bien, bien, respondí. Pero quiero saber cuales son los peligros del descenso. Me dijeron que no había tal cosa, y que de hecho bajaría en una cápsula protectora. Claro que no existía ningún minero para rescatar. Todo había sido una farsa para hacerme llegar hasta allí con urgencia, pero nadie me quería dar más datos. Parecía la intriga y misterio de una película surrealista de espionaje arqueológico.

Me puse en modo "no pensar" y decidí dejarme llevar y hacer por los demás. Pero ya lo había decidido, una vez terminada esta misión renunciaría. No importaba cuanto me rogaran o cuanta plata me ofrecieran, o mismo que me amenazaran. De última me iría bien lejos para que no alcancen nunca más, pero se terminó: It's over motherfuckers! En ese momento no supe lo tarde de aquella decisión. Pero en fin... a lo hecho pecho.

Y así me metí en una especie de cápsula de esas que uno se toma para combatir la acidez, encima verde y blanca, igualita. Sólo que tamaño persona. Comenzó el duro descenso, bastante veloz. Era una perforación profunda y profesional, hecha por algún mecanismo a válvula o algo similar, parecido a las perforaciones de las maquinarias petroleras. El espacio era tan acotado que tenía lógica que me hubieran llamado a mí. Casi nadie tiene mi contextura refinada y menos mi experiencia en las perdidas profundidades de la patria. 

Como ya dije, la cápsula era verde hasta la cintura y blanca (casi transparente) de la cintura para arriba. Por dentro había iluminación y algunos pocos controles. Disponía de un headset con cámara y micrófono. Era como uno de esos exploradores de las profundidades que se suelen ver en las películas. En pocos minutos había bajado casi tres kilómetros, como si fuera un ascensor directo al cadalso, y seguía bajando. En tu cara Julio Verne!! 

El calor comenzó a subir, pero la cápsula estaba bien equipada. Disponía de un termostato automático que bajaba la temperatura a medida que ésta se elevaba en las profundidades. Además la consistencia de la cápsula parecía de un material entre metálico y plástico, que me habían asegurado y recontra confirmado que podía soportar las más altas temperaturas.  Hubo algunas paradas en postas mineras en los primeros metros de profundidad pero luego, todo lo que me rodeaba era tierra, granito y oscuridad absoluta.

"Guillermina! Guillermina! Escuché que decían por el intercomunicador. ¿Cómo estas? ¿Como viene el descenso?" Les contesté que bien. Sin novedad por el momento. Me aseguraron que en breve llegaría al punto crítico de observación, estaría cinco minutos, y luego sería extraída de allí a gran velocidad. Me advirtieron que estuviera super atenta y concentrada en todo. Esto último me puso tensa y empecé a tener mucha ansiedad. Y en el fondo sentí que me mandaban al muere, porque no tenía familia, porque era una mujer rara y en definitiva, según ellos, reemplazable. Pero traté de concentrarme, no podía hacerme el coco en ese momento de alta intensidad. 

Cuando empezaba a cabecear debido a un repentino sueño que se precipitó sobre mí de manera repentina y sin previo aviso, la cápsula se detuvo. ¿Había tocado fondo? No podía saberlo, pero esto parecía el fondo del intestino grueso, el apéndice del asunto. Intenté comunicarme con la superficie, pero solo obtuve sonidos entrecortados y poco claros CRRR TSS MMMBOP. 

Ahora me rodeaba un silencio de expectativa. Realmente no entendía cual era mi función de bajar hasta ahí, pero estaba claro que algo necesitaban confirmar o chequear, porque era obvio que algo había pasado. Ya habían llegado hasta allí pero sólo una sonda. Necesitaban la confirmación directa de un humano, y ahí estaba yo. Pero ¿confirmación de que? 

No tardé mucho en saberlo. Miré mi reloj. Había pasado casi un minuto desde que la píldora gigante se había detenido y salió en mi pantalla un aviso de ponerme la mascarilla de oxígeno. Obedecí y de inmediato la cápsula iluminó el entorno. Pero entonces, una vibración muy fuerte de la tierra hizo tambalearse a la cápsula que cayó de costado sobre la tierra. Sentí pánico. ¿Cómo iba a ser extraída del lugar si la píldora que me cobijaba se había salido de su lugar? Entonces fue que vi a menos de un metro un resplandor rojo. Al principio no le presté mucha atención, pero es resplandor parecía intermitente. Por momentos se elevaba y luego disminuía. Hice un movimiento para que la cápsula rodara algunos centímetros y me acercara a ese pozo del cual parecía provenir ese fulgor rojizo. Pero por más que lo intentara no conseguía acercarme mucho. Sin embargo, lo había conseguido lo suficiente para poder ver algo extraño. Alcanzaba a ver una pared de aquella caverna. Entonces usé la cámara teléscópica de mi headset, tratando de acercarme y tener una mejor visual de aquello, pero era imposible. De lo único que estaba segura es de que era muy factible de estar arriba de un pozo de lava. Un sauna de lava eléctrico. El calor por fuera era impresionante, imposible. Un calor solar. Pero entonces fue que vi como las agujas de audio captaban sonidos lejanos. Busqué los controles de audio y traté de subirle al máximo y haciendo el mayor de mis esfuerzos por tratar de concentrarme en aquellos sonidos indescifrables. Por momentos pensé que parecían máquinas fabriles rechinando hasta que de todos los sonidos confusos que se entremezclaban, pude distinguir algo que me erizó el vello corporal todo. Un grito espeluznante salió de toda esa marea de sonidos, que de pronto cobraron sentido. Era como escuchar una muchedumbre de colosales dimensiones emitiendo sonidos de sufrimiento. Como si juntaras miles de estadios de fútbol con gente gritando pero de manera agónica, dolorosa. No podía ser. Intenté mover más la píldora para quedar apoyada sobre el agujero del cual provenía el color. La cápsula marcaba trece kilómetros de profundidad. No existía las más remota posibilidad de que pudiesen haber humanos allí. El calor, que superaba los cien grados, simplemente los destruiría. Me balanceé lo más que pude, hasta que la cápsula de repente giró y se colocó sobre el pozo, pero quedé de espaldas a la luz roja. Traté de darme vuelta, pero la cápsula no deja lugar para la maniobra, lo que sentí es que empezaba a recalentarse el interior por primera vez. El calor que emanaba de ese pozo era impresionante, como estar en la salida de una pava a presión. Los gritos ahora eran más claros. Eran gritos de suplicio. Hice lo imposible por girar mi cabeza y ver que pasaba a mis espaldas. Entonces fue cuando sentí la tracción. Habían pasado los cinco minutos y la cápsula volvía a su posición original para emprender el rápido retorno a la superficie. Antes de desaparecer a toda velocidad por el tubo, pude obtener una visión rápido del pozo y eso es todo. Nunca me voy a poder recuperar de esa visión. Ahora, la imagen circula por todos lados y ya sabemos lo que nos espera en las profundidades del magma eterno, en el pozo de las almas..."

Última declaración de Guillermina Barone a los servicios de inteligencia. Las Toninas. 17 de enero de 2074.

Nota: El pozo fue sellado y no se supo nada más de Guillermina, que desapareció sin dejar huella ni rastro de su paradero. 

miércoles, 9 de junio de 2021

Le Bateleur (Los Tullidos)

Je suis le bateleur, je suis le magicien, je suis nisman...

Cuando nos damos cuenta que somos unos pobres tullidos del alma, cuando nos cae la ficha que somos discapacitados en lo emocional, entonces entra el juego nuestro amigo el ego. 

Él nos dice que en realidad, los demás son los que están mal. "Si el mundo te da la espalda, lo que tienes que hacer es darle la espalda". Hasta que vemos que todos nos damos la espalda. Que no hay empatía, que no existe la solidaridad y la idea de comunidad. Y lo peor de todo es que somos parte del problema. 

Sufrimos, agobiados por un sistema excluyente del cual todos los partidos políticos forman parte. Y entonces caemos en una espiral sin fondo. ¿La solución? No existen las soluciones mágicas. Solo ser parte integral de la sociedad, comprometernos a mejorar, a mirar al que tenemos al lado. Animarnos a tender una mano para que todos estemos mejor. Hacerle un lugarsito a Jack en la balsa (teléfono para Rose).

Ser un tullido, hoy, no implica algún problema de movilidad, sino más bien un problema de falta de consciencia respecto a las problemáticas de nuestros congéneres. Sean éstos seres queridos, cercanos o perfectos desconocidos. 

Ahora, si me permiten una intromisión, quiero decir que el mago del Tarot tarda en accionar, pero a la larga vendrán lluvias suaves, la siembra rendirá sus frutos, las cosechas serán beneficiosas. Pero de momento, ahora hay que capear la tormenta. 

Es un mensaje de Protección al corazón, Seguridad vidal y Los socios del desierto. 


viernes, 4 de junio de 2021

GAMALEIA


Zvyozdni Gorodok o "Ciudad de las estrellas". URSS.

Centro Gagarin de entrenamiento de Cosmonautas (CGEC).

1º de julio de mil novecientos ochenta y...

Laszlo Kovacs salió del ascensor y una vez afuera de la enorme mole gris de granito y hormigón, buscó refugio del fuerte Sol que azotaba a la Ciudad de las estrellas. Antes de llegar al alerón del edificio donde tenía su residencia, pasó por la gran efigie icónica del lugar. Un Cosmonauta atravesando un aro de fuego, o atravesando el espacio conocido, el universo, saliendo de la galaxia o entrando a un agujero negro. 

Que importaba... la figura alegórica le trasmitía paz y tranquilidad. Sentía que estaba en el momento y lugar indicado. Que ser un cosmonauta soviético era el mayor honor que podía tener. 

Un hombre soviético, de la Tierra a las estrellas, por el pueblo. Ya llegaría el día de alcanzar la gloria en nombre de todos, como antes lo había hecho el gran Yuri Gagarin. 

Pero el verano soviético llegaba a su fin y no quedaba nadie con quien conversar en toda la ciudad. Laszlo se sintió apesadumbrado, desolado, perdido. Porque quizás ser un soltero empedernido era algo ideal para un hombre espacial, pero a veces sentía flaquear, sentía que su parte débil, la más humana de las partes, le susurraba que añoraba el deseo, que añoraba lo que otros tenían, que debía buscarse un amor. Pero Kovacs descartaba de cuajo estos cuestionamientos que surgían de sí. Los tildaba de burgueses, de "occidentales". "Siempre añorando tener, obtener, poseer". Ese es el pensamiento que lleva a la ruina al mundo occidental, a los capitalistas, a los adoradores de la materia.

El calor hizo tambalear a Kovacs y después de horas bajo el entrenamiento acuático, su cabeza daba mil vueltas. Necesitaba descansar y no pegaba el ojo desde hacía casi un día. Eran las tres de la tarde y estaba por perder el conocimiento. Se sujetó del soberbio monumento para no derrumbarse al piso ardiente. Elevó la mirada hacia la cara del cosmonauta, rodeado de una especie de halo en la cabeza. Después de todo, los cosmonautas son una especie de ángeles, pero más humanos, más imperfectos, más mortales...

Pero ahora el piso estaba mojada, era otoño (si es que existe el otoño), y la URSS ya no es la URSS, sino la Federación Rusa, la heroica bandera roja con la hoz y el martillo ha sido reemplazada por una bandera convencional de tres colores, blanca, azul y roja. El país ha perdido territorio en el oeste, y nos gobierna un extraño sujeto con super poderes, un ex KGB. Somos amigos de los chinos y los argentinos. Extrañas alianzas... pensó Kovacs. La humanidad está atacada de un mal, una pandemia global azota y aniquila a miles de personas. Rusia es una de las pocas naciones que encontró la cura, o más bien, la vacuna para prevenir este gran mal. EEUU es un gigante en decadencia, hundiéndose en su propia miseria de egoísmos y odio racial. 

Una palabra resuena en su cabeza. Gamaleia, gamaleia, gamaleya, gama, leia...

Es un mensaje de Yuri Gagarin desde el más allá. El final del mundo conocido está cerca, pero gamaleia traerá la solución, vodka y solidaridad para todo el mundo, de Rusia con amor...

Kovacs comprende su función de allí a cuarenta años en el futuro. Una pieza clave en el descubrimiento del compuesto que revolucionará todo y hará, después de la dura caída en diez años, a nuestro pueblo grande y orgulloso otra vez. 

Laszlo abre los ojos y ve la cara del cosmonauta de granito con esa mirada perdida en el infinito y más allá. Y ese halo angelical que ornamenta su cabeza. El sol por detrás. El golpe de calor lo hizo desmayarse. Por allí pasa una de las jóvenes estudiantes de cosmonáutica, joven promesa soviética del futuro. Lo ayuda a levantarse y Laszlo no repara en ella hasta que se da cuenta que la joven, con su delantal blanco lo reconoce. Kovacs es uno de los grandes cosmonautas de la URSS. Ella no puede creer estar parada frente a él. Entonces es cuando Laszlo la mira a esos ojos marrones, esa cabellera negra como el espacio, ese brillo estelar interior que deslumbra. Kovacs se pone incómodo, nervioso, sus palabras se traban y no quieren salir de su boca. Hace un intento de presentación torpe pero ella ya lo reconoció. Ahí es cuando él se anima a preguntarle tartamudeando como se llama. Ella sonríe y le contesta acercándose a su oído, como si fuera una infidencia juvenil

-Gamaleia...

martes, 1 de junio de 2021

El Supermercado como Fin

Benjamín entro al supermercado y me doy cuenta que no traigo la lista de las compras. Pero piensa que de todos modos va a comprar todo lo que vea y piensa que necesito. Soy Benja, amigo de los amigos que ya no están a mi lado. Aquellos que lo dejaron solo y se fueron a construir sus hogares al Sol. Yo estoy solo, por eso Benja se dirige a la góndola de las verduras. Mens sana in corpore sana, pienso que piensa yo. 

Algunas hortalizas para variar. Tomates verdes, para fritar el domingo al mediodía, cuando piensa que debería estar con su señora e hijos preparando un almuerzo en familia. Pero yo no necesito todo eso. Ellos no le necesitan, y no lo quiero. Está bien solo, bien me lamo. NO necesito gente a mi alrededor que me digan que hacer, como vestir, ni como vivir. Porque puede vivir su vida Benjamín, sin que nadie le razón de ser a su existencia. Además, para que tenemos las cosas? Las palabras (que dicto Benjamín ahora) y las cosas. Las cosas que hablan por sí mismas, porque somos esclavos de lo que nos posee y creemos poseer.

Pienso en el final de todo esto, que Benjamín presume que se acabará pronto. Quizás un infarto agudo del miocardio, un accidente en la calle no tan casual, una noche de excesos y barbitúricos... quien sabe. Pero el final se acerca, indefectiblemente, como lluvia discordante o melodía marchita, diría el George. 

Luego pasar al importantísimo consumo de carne. Carne vacuna en todos sus formatos, cassette, cd, vinilo, pasta, dvd, pendrive, o en memoria ram. Carne on demand? Carne digital, carne carne carne. Nunca olvidar al viejo tío Julius que me gritaba de niño frente a todos COMÉ LA CARNE!!! Ahora como toda la carne que quiero viejo de mierda, y a vos te comen los gusanos eh. A mí también, algún día, espero que no muy pronto. Porque el Benjamón no quiere morir. Se hace el romanticista decimonónico que no soporta la vida, no soporta la ausencia de amor, no soporta su pesada existencia carente de sentido. Y sí no soporto que pasa? Cual es el problema? Diría Ben...

Paso al sector de harinas: Pastas en todas sus formas y cortes. Merca, base, merluza, la fafafa, la ricarda, la refinada, la pura, la blanca, el polvo de Dios. Galletas al por mayor. Otras drogas; té, yerba, yuyito del diablo, maría, marimba, fasuli fiesta pop, oeo... Benjamín se quiere sentir un niño otra vez. Por eso...

Se compra juguetes el nene. Discos (de música vieja que nadie escucha), libros (que quizás nunca llegue a leer), telescopios (para no espiar a nadie), carpas (para no ir a ningún lugar), ropajes (para no estrenar nunca porque la verdad es que vivo encerrado, sólo, perdido en mí, ahogado en mi nihilismo narcisista), y pienso que el mundo es una mierda. Me odio y me quiero matar, cantaba Kurco... no? Y lo bien que hizo, el mundo que se venía era una verdadera porquería. Con ese faloperillo de Seattle se murió el rock, y todavía seguimos velando el cajón, no Charly? Bailando en las sombras y el eco de una fiesta que terminó hace más de veinte años. 

Otras adicciones: Chocolates, helados, cigarrillos, cerveza, vino, tartas, chauchas y palitos, osos de peluche, putas bien conchudas que gimen como profesionales, que Benjamín abraza al borde del llanto, porque se siente agónico, falto de amor, perdido, sólo e inmensamente infeliz. 

Pero para que carajo están el dinero? Para que mierda están las cosas si no es para hacernos felices? Para rellenar esos vacíos angustiantes que Benja, ni yo, ni nadie logra tapar ni con quince años de psicoanálisis encima. Porque acaso no son el verde y el amarillo los colores opuestos a la muerte? El verde para la resurrección, y el amarillo para la descomposición y decadencia... dijo Antonin.

Tengo un carrito de supermercado lleno a tope. Yogurts, frascos y frascos de cosas deliciosas, bolsas de manjares únicos, delicias pasteleras y todas las cosas dulces, amargas, ácidas (LSD inclusive), y saladitas habidas y por haber. Aparatos, chucherías tecnológicas, ropa, y todo lo que se puede conseguir en un hiper mega archi supermercado. El dinero no es problema. Tengo de sobra. La frase "tirar manteca al techo" no significa nada para mí, Benja está contento con su mega compra. Nos esperan meses de encierro, disfrutando de todas las cosas. Películas en pantalla gigante, porno y viajes espaciales al por mayor. Pero esto se acaba aquí. Perdón David, que no sea hoy tu estrella la que ilumina.

Cuando salgo de Monstruo mercado me siento realizado, satisfecho. Siento que compré todo lo que quería, lo que necesitaba, lo que no necesitaba pero quería igual, porque soy un pendejo caprichoso y materialista del orto, No Benjamín?? Y entonces encaramos hacia nuestro auto. Una mujer parada al lado de mi coche, arrulla a un recién nacido. Me causa gracia y le dice Benja, pobresito, no sabes la que te espera... Entonces, como si lo hubiera escuchado, el bebé prorrumpe en un llanto agónico, lastimero, y de inmediato, la mujer saca una teta blanca y joven, con un pezón un tanto mordido pero hermoso. Su halo es grande y la tetita está llena de leche tibia. El pibe se prende como si se le fuera la vida en eso. Se calma al instante. Yo miro mi carrito que está lleno de cosas hasta casi mi altura y luego miro a la madre con su vástago. Benjamín se pregunta después porque vivimos una vida de angustia constante. El caso está cerrado, todo está más que claro. Y yo me siento vacío otra vez, toda esa compra inútil la tiraría por un barranco. Necesito llegar a casa y tomar la pastilla porque me hundo. Intento poner la llave para abrir el coche pero es imposible, una catarata nubla la visión de Benjamín.