miércoles, 16 de junio de 2021

El pozo de las almas

"Cuando me invitaron a participar de la expedición tuve miedo. Algo me vibró mal, sobre todo porque consistía en el descenso a una cueva de pequeñas dimensiones y, si bien no sufro de claustrofobia, tampoco es que me agrade mucho eso de andar bajando a pozos profundos. De todos modos acepté ya que es mi trabajo. 

Si, mi trabajo consiste en bajar a pozos, no importa donde o cuando, si necesitan que alguien baje a un pozo me llaman a mí. ¿Que cuál es ese trabajo? Bueno, en realidad he trabajado en minas, pero terminé siendo asistente de geólogos, que básicamente son unos científicos de laboratorio que no tienen la capacidad física adecuada ni el coraje para bajar a los lugares que ellos pretenden estudiar. Y como yo dispongo de agilidad, un cuerpo muy delgado, y la experiencia de haber trabajado en minas y haber salvado la vida de varios mineros cuando había derrumbes, por mi capacidad para meterme y llegar a lugares que nadie más podía. Es así como terminé ayudando a las autoridades gubernamentales. Soy una especie de comodín oficial de toda expedición subterránea que haya. Ahora me pregunto una cosa ¿que pasará el día que yo ya no esté? Bueno, problema de ellos. Yo sólo espero poder jubilarme lo antes posible. La verdad que no me tienta para nada andar bajando a las profundidades del planeta. No se puede esperar nada bueno de todo aquello...

Y así fue como comenzó esta operación de rescate, donde tenía que salvarle la vida a un pobre minero que cayó por una grieta que se abrió bajo sus pies. Me cansé de advertir que era muy probable que no hubiese sobrevivido a esa caída y que de haberlo conseguido ya se debería haber quedado sin aire. Pero me dijeron que de todos modos había que recuperar el cuerpo por una cuestión legal y bla bla. Claro que no era "obligatorio", pero esa invitación a bajar yo ya la conocía. No tenía muchas opciones. 

Al llegar a la zona de catástrofe me di cuenta que me habían engañado. Por empezar, en las cercanías a la costa atlántica no puede haber ninguna mina que yo sepa. Y mi confirmación llegó cuando me encontré frente a una especie de pozo petrolero. Pregunté que había pasado realmente. Me dijeron que necesitaban que alguien (o sea yo) bajara hasta determinado punto y capturara algunas imágenes. Me pareció una petición irregular. Pregunté por qué yo pero la única respuesta que obtuve fue: Porque te lo pide tu país. Esa contestación fue tan inesperada que me dejó en ascuas para elaborar cualquier tipo de retruque. Es muy bajo, sobre todo en estos tiempos difíciles, apelar al patriotismo de un agente del estado. Bien, bien, respondí. Pero quiero saber cuales son los peligros del descenso. Me dijeron que no había tal cosa, y que de hecho bajaría en una cápsula protectora. Claro que no existía ningún minero para rescatar. Todo había sido una farsa para hacerme llegar hasta allí con urgencia, pero nadie me quería dar más datos. Parecía la intriga y misterio de una película surrealista de espionaje arqueológico.

Me puse en modo "no pensar" y decidí dejarme llevar y hacer por los demás. Pero ya lo había decidido, una vez terminada esta misión renunciaría. No importaba cuanto me rogaran o cuanta plata me ofrecieran, o mismo que me amenazaran. De última me iría bien lejos para que no alcancen nunca más, pero se terminó: It's over motherfuckers! En ese momento no supe lo tarde de aquella decisión. Pero en fin... a lo hecho pecho.

Y así me metí en una especie de cápsula de esas que uno se toma para combatir la acidez, encima verde y blanca, igualita. Sólo que tamaño persona. Comenzó el duro descenso, bastante veloz. Era una perforación profunda y profesional, hecha por algún mecanismo a válvula o algo similar, parecido a las perforaciones de las maquinarias petroleras. El espacio era tan acotado que tenía lógica que me hubieran llamado a mí. Casi nadie tiene mi contextura refinada y menos mi experiencia en las perdidas profundidades de la patria. 

Como ya dije, la cápsula era verde hasta la cintura y blanca (casi transparente) de la cintura para arriba. Por dentro había iluminación y algunos pocos controles. Disponía de un headset con cámara y micrófono. Era como uno de esos exploradores de las profundidades que se suelen ver en las películas. En pocos minutos había bajado casi tres kilómetros, como si fuera un ascensor directo al cadalso, y seguía bajando. En tu cara Julio Verne!! 

El calor comenzó a subir, pero la cápsula estaba bien equipada. Disponía de un termostato automático que bajaba la temperatura a medida que ésta se elevaba en las profundidades. Además la consistencia de la cápsula parecía de un material entre metálico y plástico, que me habían asegurado y recontra confirmado que podía soportar las más altas temperaturas.  Hubo algunas paradas en postas mineras en los primeros metros de profundidad pero luego, todo lo que me rodeaba era tierra, granito y oscuridad absoluta.

"Guillermina! Guillermina! Escuché que decían por el intercomunicador. ¿Cómo estas? ¿Como viene el descenso?" Les contesté que bien. Sin novedad por el momento. Me aseguraron que en breve llegaría al punto crítico de observación, estaría cinco minutos, y luego sería extraída de allí a gran velocidad. Me advirtieron que estuviera super atenta y concentrada en todo. Esto último me puso tensa y empecé a tener mucha ansiedad. Y en el fondo sentí que me mandaban al muere, porque no tenía familia, porque era una mujer rara y en definitiva, según ellos, reemplazable. Pero traté de concentrarme, no podía hacerme el coco en ese momento de alta intensidad. 

Cuando empezaba a cabecear debido a un repentino sueño que se precipitó sobre mí de manera repentina y sin previo aviso, la cápsula se detuvo. ¿Había tocado fondo? No podía saberlo, pero esto parecía el fondo del intestino grueso, el apéndice del asunto. Intenté comunicarme con la superficie, pero solo obtuve sonidos entrecortados y poco claros CRRR TSS MMMBOP. 

Ahora me rodeaba un silencio de expectativa. Realmente no entendía cual era mi función de bajar hasta ahí, pero estaba claro que algo necesitaban confirmar o chequear, porque era obvio que algo había pasado. Ya habían llegado hasta allí pero sólo una sonda. Necesitaban la confirmación directa de un humano, y ahí estaba yo. Pero ¿confirmación de que? 

No tardé mucho en saberlo. Miré mi reloj. Había pasado casi un minuto desde que la píldora gigante se había detenido y salió en mi pantalla un aviso de ponerme la mascarilla de oxígeno. Obedecí y de inmediato la cápsula iluminó el entorno. Pero entonces, una vibración muy fuerte de la tierra hizo tambalearse a la cápsula que cayó de costado sobre la tierra. Sentí pánico. ¿Cómo iba a ser extraída del lugar si la píldora que me cobijaba se había salido de su lugar? Entonces fue que vi a menos de un metro un resplandor rojo. Al principio no le presté mucha atención, pero es resplandor parecía intermitente. Por momentos se elevaba y luego disminuía. Hice un movimiento para que la cápsula rodara algunos centímetros y me acercara a ese pozo del cual parecía provenir ese fulgor rojizo. Pero por más que lo intentara no conseguía acercarme mucho. Sin embargo, lo había conseguido lo suficiente para poder ver algo extraño. Alcanzaba a ver una pared de aquella caverna. Entonces usé la cámara teléscópica de mi headset, tratando de acercarme y tener una mejor visual de aquello, pero era imposible. De lo único que estaba segura es de que era muy factible de estar arriba de un pozo de lava. Un sauna de lava eléctrico. El calor por fuera era impresionante, imposible. Un calor solar. Pero entonces fue que vi como las agujas de audio captaban sonidos lejanos. Busqué los controles de audio y traté de subirle al máximo y haciendo el mayor de mis esfuerzos por tratar de concentrarme en aquellos sonidos indescifrables. Por momentos pensé que parecían máquinas fabriles rechinando hasta que de todos los sonidos confusos que se entremezclaban, pude distinguir algo que me erizó el vello corporal todo. Un grito espeluznante salió de toda esa marea de sonidos, que de pronto cobraron sentido. Era como escuchar una muchedumbre de colosales dimensiones emitiendo sonidos de sufrimiento. Como si juntaras miles de estadios de fútbol con gente gritando pero de manera agónica, dolorosa. No podía ser. Intenté mover más la píldora para quedar apoyada sobre el agujero del cual provenía el color. La cápsula marcaba trece kilómetros de profundidad. No existía las más remota posibilidad de que pudiesen haber humanos allí. El calor, que superaba los cien grados, simplemente los destruiría. Me balanceé lo más que pude, hasta que la cápsula de repente giró y se colocó sobre el pozo, pero quedé de espaldas a la luz roja. Traté de darme vuelta, pero la cápsula no deja lugar para la maniobra, lo que sentí es que empezaba a recalentarse el interior por primera vez. El calor que emanaba de ese pozo era impresionante, como estar en la salida de una pava a presión. Los gritos ahora eran más claros. Eran gritos de suplicio. Hice lo imposible por girar mi cabeza y ver que pasaba a mis espaldas. Entonces fue cuando sentí la tracción. Habían pasado los cinco minutos y la cápsula volvía a su posición original para emprender el rápido retorno a la superficie. Antes de desaparecer a toda velocidad por el tubo, pude obtener una visión rápido del pozo y eso es todo. Nunca me voy a poder recuperar de esa visión. Ahora, la imagen circula por todos lados y ya sabemos lo que nos espera en las profundidades del magma eterno, en el pozo de las almas..."

Última declaración de Guillermina Barone a los servicios de inteligencia. Las Toninas. 17 de enero de 2074.

Nota: El pozo fue sellado y no se supo nada más de Guillermina, que desapareció sin dejar huella ni rastro de su paradero. 

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