martes, 2 de septiembre de 2014

Cadete XVIII

Antes de que cada uno hiciera su viaje por separado, nos fuimos un domingo a viajar con el velero de su padre por las costas rioplatenses. También estaban su hermana y su novio. Yo era el menos experimentado en cuestiones náuticas, así que me dediqué a obedecer órdenes como un grumetillo cualquiera. Ya sea que estuviera en tierra o mar, mi sino era ser cadete. No podía escaparle. Me zambullí en la inmensidad del Río de la plata y sin darme cuenta me tiré de bomba con los anteojos puestos, que vi como se hundían ante mis ojos, sin poder hacer  nada para recatarlos. Ahora deben descansar en las profundidades mismas del Río "siempreeterno", quizás al lado de algún tesoro pirata de tiempos de la colonia.
Cuando volvimos estaba rojo calamar. Había sido un día nublado, pero evidentemente los rayos solares, hicieron estragos en mi piel blanca mortecina. No quedaba mucho para la réplica, V me había advertido del asunto y tuve que asentir como niño obediente.
A todo esto sobrevino una época de mucho trabajo, un nuevo compañero para hacer mas tareas administrativas, echaba por la borda mis últimas pretenciones de poder zafar del trabajo de cadete y pasar a oficina, como alguna vez, Leandro Díaz me había sugerido como posibilidad, en la entrevista.
Finalmente llegó el día en que V se iba de viaje a Brasil con su amiga diseñadora. Le presté Una realidad aparte de Castaneda y Final de juego de Cortázar, para el viaje. Para que la flasheara. Nos despedimos sin mucha solemnidad, prometiéndonos vernos pronto. Ella me llamó del aeropuerto para avisarme que su vuelo estaba por salir. Le deseé suerte y le dije que la quería. Esta vez, no había formado parte de la comitiva que la había escoltado hasta el sinfín de los hangares portuarios. Lo cual fué lo mejor. De todos modos se fué un día de semana, y a mi me esperaban los bancos y los puestos de venta de mis alegres y movidas jornadas laborales.
Unos días antes que ella se fuera, había conocido finalmente a su padre. A la madre ya la había cruzado y si bien era educadamente correcta conmigo, parecía no darme demasiada importancia. El padre era una especie de cuco que había temido desde que la había conocido a ella, años atrás. Había sido militar y tenía fama de ser poco menos que un ogro, gigante y de mal talante. Por ejemplo, al novio de la hermana, cuando le preguntó que estudiaba y éste le respondió que para abogado, le dijo "ah, para estudiante de garca". Luego de esta anécdota, estaba cagado las patas. Si aquél, que estudiaba una carrera relativamente de renombre había sido vapuleado así, que me esperaba a mí, famélico hippie de veintiseis años, sin una carrera terminada y con un endeble laburo de cadete. Sin embargo, el día que lo conocí, para mi sorpresa, el hombre fué muy amable conmigo y hasta se rió brevemente de algún chiste de esos tontos que suelo hacer.
A partir de ese día supe, o supuse, que a lo sumo su había alguien en la familia que podía llegar a pensar que no estaba a la altura de su hija, era mas bien la madre. Pero no ahondaré en mis propios presupuestos al respecto ya que poco aportan e interesan. Solo puedo decir que nunca me sentí querido por la madre de V y yo solo podía cantarle para mis adentros "Señora" de Serrat.
Mantuvimos el contacto mientras ella estuvo de viaje y me contó que le estaba encantando el de Castaneda. Eso me ponía feliz, ya que ella solo había leído el primero y quería que siguiera leyendo, el menos los cuatro primeros libros, que son un viaje de ida. Luego me contó las playas por las que estuvo paseando con la brasilera y otras cuestiones de índole menor. Todavía no parecía extrañarme, pero ya habría tiempo para eso, pensé. Entonces llegó finalmente la hora de hacer mi viaje y con valijas en mano, me fuí nuevamente al Bolsón, repitiendo así por única vez en mi vida, el mismo destino dos veranos seguidos. Los pormenores de aquel brevísimo viaje pueden encontrarlos en otro texto míoº, solo puedo decir, que los precios, respecto al verano anterior habían subido de tal manera que tuve que acortar mi estadía sureña a una semana, para volverme un poco decepcionado de todo el asunto. Para recordar el lugar, me traje un palo con forma de bastón, que tallé con inscripciones indescifrables hoy día.
Mientras estuve allá charlé con V varias veces por chat y tontamente le hice una escena de celos por no sé que amigo con el cual chateaba al mismo tiempo y bla bla. En mi peor genio, siempre quiero toda la atención para mi, hasta que la gente se cansa y me manda a cagar, como corresponde.
A todo esto, un día me chatea A. Me pregunta como estoy y le digo que en el sur. Ah! como el verano pasado. Me responde. Si, le digo. Tenía ganas de volver. En un acto de debilidad me dice que me extraña y que me quiere, entonces, como suelen hacer las mujeres en estos casos, me agrando y le digo que yo no, que estoy en otra historia y etc. Solo para dañarla, para darle un poco de su propia medicina, pero luego me arrepiento de aquel acto de venganza infantil y trato de pedirles disculpas, pero ella parece realmente dolida y se desconecta. Volví a hablar con V, y traté de pedirles disculpas por la escena del otro día, pero ya es asunto pasado. Luego me compro un libro sobre Castaneda, en el supermercado del lugar, al cual fui con una remera blanca, pintada de rojo por mi que decía, La Patagonia rebelde, como acto de protesta, por la supuesta complicidad de los antepasados de la firma de supermercados en las masacres de 1917 en el sur.
Claramente nada pasó y todo quedó en lo anecdótico. Luego me volví a Buenos Aires en micro, mientras veía los pinos de los cerros sureños, musicalizado todo por el, (nunca mas acorde), Johnny Cash.
Una vez en la ciudad, pasaron pocos días y volvió V. Me ofrecí de ir a buscarla pero me dijo que estaba todo bien, le podía pedir a algún amigo suyo que tuviera auto para que la pasara a buscar, pero todos sus amigos seguían de vacaciones, y a regañadientes aceptó mi oferta de pasarla a buscar en taxi. Cuando llegó el abrazo fue menos efusivo de lo que esperaba, sin embargo todo estuvo genial los días siguientes. Yo todavía estaba de vacaciones asi que podía disponer de un tiempo para nosotros. Ella me trajo cocada y una hamaca paraguaya increíble de Brasil. Yo en cambio le había comprado un caleidoscopio y alguna que otra chuchería de la feria del Bolsón. Pasamos dos días hermosos juntos en su casa, solos, amándonos a toda hora. Pero luego, lamentablemente, ella se fué una semana con sus viejos que estaban en la costa. Mucho tiempo después lamenté no haber podido convencerla de que se quedara conmigo y no se fuera una semana mas. Mucho tiempo me pregunté que fue lo que pasó mientras ella estuvo esa semana allá con su familia. Mucho tiempo me pregunté y le di vueltas a la asunto y nunca pude encontrar una solución. Solo sé que cuando volvió, ella ya no era la misma persona conmigo. Y entonces, otra vez, todo empezó a caer gradualmente.

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