jueves, 13 de febrero de 2020

Posesivo - 4

¿Tu papa? Tu no puedes poseer una papa, maestra...
Es una de las criaturas de la madre naturaleza, beerp!!

Estas sabias palabras de Homero Simpson son la punta de lanza del siguiente análisis sociológico que leerán a continuación:

El concepto de poseer es tan antiguo como el concepto de propiedad privada. Habría que remontarse a los perdidos orígenes de las primeras civilizaciones humanas como para rastrear todo aquello.
Lo que sí está claro es que la idea de poseer objetos quizás no preceda tanto a la idea de poseer personas. Allí tenemos la esclavitud, tan antigua como la humanidad. Rastrear las primeras civilizaciones nos hace encontrarnos que los humanos se esclavizan unos a otros desde tiempos inmemoriales. Por supuesto, la construcción de una gran civilización, casi siempre, acarrea la necesidad de subyugar otros pueblos. Lo hicieron los Babilonios, los egipcios, los griegos, los romanos, los chinos y mongoles, los cruzados, los musulmanes, los aztecas, los incas, los europeos en América, los ingleses, los japoneses, los alemanes, los norteamericanos y podríamos seguir dando muchos ejemplos más. Siempre, desde que el humano es lo que es, vemos que guerrea con otros, subyuga, y a fin de cuentas, termina poseyendo al otro.
Pensemos en la esclavitud que hubo en nuestro continente. Siglos de esclavizar a los pueblos originarios de América, hasta el punto de la casi extinción de los mismos. La esclavitud de muchos pueblos africanos, desarraigados, explotados al punto de la denigración más abyecta. Pocas veces, el ser humano fue tan brutalmente tratado como los originarios americanos y los africanos. Y así, mil ejemplos más.
El punto es que con el paso del modelo esclavista al modelo capitalista, los seres humanos nunca dejaron de poseer cosas (sino todo lo contrario), y no dejaron de poseerse a sí mismo. Solo que las cadenas de hierro se convirtieron en cadenas simbólicas, cadenas emocionales afectivas.
Hoy la posesión del otro no es un sistema de acarreo con fines mercantiles. Nuestros esclavos no se cotizan en el plaza central del pueblo, sino que cotizan dentro nuestro. Son prisioneros de un corazón que necesita, a toda costa, amar y ser amado. Quizás lo que el otro necesite no siempre sea una prioridad. A veces (o siempre), el posesivo solo piensa en sí mismo. Pero no lo hace de malo. Todos poseemos un montón de cosas que cuidamos y celamos con verdadero cuidado. Desde discos libros, ropa, pinturas, herramientas, automóviles, casas o departamentos, pero también animales domésticos, familiares, amistades y relaciones amorosas. Todo lo que amamos nos pertenece. No lo decimos, porque no suena bien. Pero todos lo pensamos, en parte lo pensamos y sentimos con el corazón. Pero muchos sienten que deben ocultar esos sentimientos porque no forma parte del ser evolucionados. Pero todos tenemos esa herencia posesiva que acarreamos irremediablemente desde tiempos remotos. Todos los escoceses del mundo lo hacemos, diría Willy el escocés. Por ende...
Si no puedo poseerte, tampoco pretendas vos poseer una papa. Todo es de todos y nada es de nadie. Si empezamos a comprender eso, vamos a dejar de señalar con el dedo al prójimo, endilgándole los errores que no le perdonamos por no ser lo que queremos que sea, o peor, por devolvernos un reflejo de lo que en realidad somos y detestamos de nosotros al punto de ocultarlo a toda costa. Por eso esa guerra descarnada y sin tregua con aquellos que consideramos en las antípodas de nuestro pensamiento. Quizás haya algo que resolver allí. No lo sé. Pero, el mayor mal que aqueja la humanidad, además de la avaricia o el desinterés, es la hipocresía y ese es un mal que todos padecen y nadie quiere reconocer.


No hay comentarios: