Corría el año noventa. Hacía poco, el equipo de Bilardo
había perdido la final del mundo contra Alemania. Ante aquella derrota, como
sucede en estos casos, la vida volvió a su curso normal. Yo estaba en primer
grado de la primaria, era invierno, y uno de nuestros mayores pasatiempos
familiares era ir a alquilar películas (VHS). En aquel tiempo los videoclubs
vivían su mayor apogeo. A veces era complicado conseguir algunas películas
durante varios días. Además, había al menos tres o cuatro videoclubs en la zona
cercana a mi casa, pero nuestro preferido era el videoclub “Reflejos”…
En este video club, atendido por su dueña e hijos, había de
todo. Los ochentas acababan de terminar y en verdad había sido una década
dorada para el cine blockbuster o
como se dice peyorativamente pochoclero.
Para colmo, había venido mi tía Lili de Mar del plata a pasar las vacaciones de
invierno con nosotros. La hermana de mi vieja era tan o más cinéfila que
nosotros, pero había algo que no me gustaba de sus preferencias cinéfilas. El
fanatismo por el cine de terror. De chico, y aún hoy en día lo pienso dos
veces, el cine de terror me daba bueno… miedo. Obvio. Pero no era algo que
disfrutase. Mi tía que era diez años más joven que mi madre, era una digna
representante de la generación x, a diferencias de mis padres que eran unos
Boomers tardíos. Parece una tontería pero no, hay muchas diferencias. La
Generación X parece ser más amistosa al género de terror, sobre todo al cine
bizarro de los ochentas, que fue su década por excelencia. (La de los Boomers
fue los sesentas).
Siempre que íbamos a alquilar algo, miraba las
cajitas de las tapas de las películas. Mis preferidas entonces eran Los
Goonies, Doc Hollywood, Las 12 pruebas de Asterix, etc. Pero a veces pasaba por
el sector de películas de terror y recuerdo ver por ejemplo la tapa de La cosa
(Carpenter, 1982) donde se veía la silueta de un ser con rayos de luz blanca
saliendo de su cara. Me daba mucho miedo. Lo mismo la tapa de Scanners (Cronenberg,
1981), pero la que se llevaba todo los premios era La hora del espanto (Holland,
1985). Una película de vampiros bizarra y clase b, donde en el afiche se veía
una casa con una luz prendida y una silueta. De fondo el cielo nocturno y unas
nubes que formaban la cara de la vampira que reía de forma siniestra y
desencajada. Realmente, me ponía muy nervioso ver esa imagen. Y la tía Lili no
tuvo mejor idea que alquilar esa película. Claro que esto era por lo general
para ver a la tarde, cuando mi viejo, poco devoto a esas películas, estaba en
su trabajo. Mi vieja creo que tampoco estaba. Quedábamos mi hermano mayor que
sí le hacía la segunda a la tía Lili y yo. Por supuesto, una vez que pusieron
la cinta en la casetera me quedé. No sé porque. No me gustaba, no lo
disfrutaba, sufría con cada escena, sin embargo ahí me quedaba presenciando las
imágenes de esa película bizarra de los ochentas. Realmente, la cinta no tenía
un gran valor narrativo, había una vampiresa que atacaba el cuello de jóvenes
ilusos y su boca se abría de una manera bastante asquerosa, más de lo normal.
Para la época el efecto era efectivo.
Hoy, puedo ver imágenes en google y me
parece todo bastante malo. Pero en su momento, fue del más puro efecto
terrorífico para mí. Por momentos me tapaba los ojos, a veces me iba a mi
cuarto a jugar con los rastris, o me iba al baño a mear. Entonces pasaba por el
living para echar un vistazo a la peli y por donde iban. Después tocaba el
turno de ver la peli que habíamos alquilado para mí. Pero los ojos de ella me
miraban fijo ahora. La sonrisa me indicaba que pasaba algo raro. Mi hermano
estaba dormido, reclinado en sofá. Ese día supe que el terror es real, te busca donde estés y donde vayas, te encontrará.
2 comentarios:
Una de las cosas que más me impresionaron de los años '90, eran las peliculas de Terror. La primera vez que vi It, o la serie Viernes 13 (en la cual, uno de los capitulos, seria la que daría inicio al personaje conocido como Freddy Krueger), dejaron un recuerdo imborrable respecto a este género. Más que nada, Alien: El Octavo Pasajero. Las otras eran sobrenaturales pero Alien sobresalía no sólo porque era ciencia ficción sino porque me fascinaban las historias de ciencia ficción, robots y demás...lo terrorífico era que fuera de ET (personaje tierno si los hay), Alien planteó aquello que no me imaginaba: el terror hacia un ser de otro planeta, los colmillos, lo oculto, peligroso. Pero a pesar del terror de ese bicho monstruoso pero a la vez fascinante por la producción artística, lo más fascinante era la valentía de esa mujer sola en el espacio infinito. Tuve el privilegio de ver la peli en la casa de quien, hoy en día, sigue siendo mi amigo de la infancia, quien me invitaba a jugar con los muñequitos de transformers y los Halcones Galácticos, me compartía sus figuritas Basuritas y nos pasabamos tardes imaginando como serían los robots del futuro, el fin del mundo y los guerreros que protegerían la tierra ante un inminente ataque alienígena, todo eso, acompañados de chocolatada y galletitas en una fortaleza humilde de Parque Patricios, que oficiaba de base de operaciones espaciales. Gracias por el relato.
Que buenísimo tu relato. Tenes que hacerte tu propio blog y volcar todo ese mundo interior porque se nota que tenes mucha sensibilidad cósmica.
Espero poder leer tus historias próximamente ;)
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