lunes, 5 de febrero de 2024

Maní con chocolate



Doña Petrona Mártire de los Santos Palotes. Ruega por nosotros. 

Invitada por el procónsul de Moldavia a la presentación de La Bossa nostra, cita en el Teatro Colón. 

Doña Petrona en una señora muy acomodaticia. Asiste a todas la funciones del famoso Teatro desde el 52.

Por esos años ella tenía dieciocho años y no veía la hora de poder recomenzar su vida teatreril.

Siempre en el tercer piso, Paddock, butaca 39. Justo debajo de Ludwig van Beethoven. 

La ancianita no espera nada de nadie en esta vida. Solo le interesa su plaza en el Gran Colón. 

Su vida es una seguidilla sinfín de funciones majestuosas que pretenden revivir aquella primera función. 

Cuando en una cena familiar, los recién llegados le presentaron al Procónsul de Moldavia. 

Esa noche de 1952 fuero en carromato, hasta el asiento de lujo en el palco. 

Vieron La flauta mágica de Mozart. Élla le prestó los binoculares. Él le tomó la mano. 

Mientras Papageno y Papagena flirteaban entre los bosques bávaros, ambos pensaban en el otro. 

Toda aquella función fue de una tensión insportable para ambos. 

Temían que su amor no pudiera concretarse. Ella se juró que si no era con él no sería con nadie. 

El Procónsul ni siquiera imaginó otra opción, otra alternativa, que no fuera estar con aquella argentina.

Cuando volvieron le anunciaron su amor a toda la familia. Sus planes de casamiento. Todo. 

La noticia con fué bien recibida, pero luego de algunos jaleos, se aceptó. 

La criada trajó champagne y maní con chocolate para celebrar la buena nueva. Todos rieron y fueron felices. 

Pero el destino suele tener planes contrarios a la voluntad humana porque cuando el Procónsul marchó a su patria, se encontró allí con la guerra y un disparo directo al corazón terminó con todo. 

Doña Petrona siguió acudiendo religiosamente como aquella fría noche de invierno de 1952 al Teatro Colón, todos los miércoles por la noche. 

 A su lado pasaron actores, músicos, políticos y deportistas de todo calibre, renombre y época, pero ella nunca prestó atención. 

Cuando me senté a su lado, el invierno pasado, que caí ahí de pura casualidad, me contó con una mirada breve pero intensa, toda su triste historia de soledad, conciertos y noche en la ópera... 

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