domingo, 10 de marzo de 2024

La casa de la Araña Venenosa 2


Todos en la biblioteca tendían a deteriorarse, asfixiarse, envejecerse o simplemente ahogarse. Ben Jor pensó mil maneras para escapar de la trampa en la que se había metido. Mil y un maneras para destruir a Vindor y cortar todas sus telarañas pero... ¿Cuantas posibilidades reales tenían?

Ben Jor comprendió más temprano que tarde, que cualquier intento de huir de allí terminaba mal. Los que habían huído se habían encontrado pocos días después, muertos por alguna especie de veneno que les ennegreció el alma. Vindor no soportaba la traición y aquellos que no se quedaban junto a él para alimentarlo diariamente, eran encontrados envenados poco después porque como solía decir: "Conmigo no se la van a llevar de arriba..." Su frase era una de sus preferidas y solía mencionarla en tono jocoso cuando alguien intentaba escabullirse de sus varias patas peludas. Porque el que huye sirve para otra batalla, pero no por mucho tiempo, en lo que a Vindor respecta...

Ben Jor cayó pronto en desgracia con Vindor ya que le demostró su deseo de irse de aquel lugar. Y Vindor tomaba todo comentario al respecto como una muestra de desprecio. Y él no toleraba el desprecio, ni que se lo contradijera, ni que lo pasaran por arriba. Vindor era amo y señor de aquello que él consideraba era puro logro personal. Todo aporte de terceros para Vindor era intrascendente, porque lo que hacían sus correligionarios bien podían hacerlo otros... No había individualidades más que la de él. Y sino... pongánse su propia biblioteca de Babel, a ver como les va... esta es mía, mía, mía y sólo mía! Solía gritar cuando alguien demostraba tener un poco de iniciativa. Vindor era una araña con complejo de aguijón chico o escorpión de cola corta. Sin embargo, más allá de sus tamaños fácticos, Vindor era poseedor de un veneno oscuro muy poderoso. Si no decidía matarte podía tenerte atrapado el tiempo que él quisiera, condenado a una vida de esclavitud eterna porque hasta donde se sabía, Vindor siempre había estado ahí...

Vindor era el primero en anécdotas, el primero en historias, el primero en experiencia y sabiduría. Contradecirlo significaba caer en desgracia con él que podía torturarte con su desprecio o con la carga de una esclavitud malsana. Ben Jor había puesto demasiada buena voluntad al inicio y eso hizo que se ganara el odio de algunos de sus compañeros que ya estaban esclavizados y odiaban sus miserables vidas. Muchos de ellos quedaron en el camino y Vindor se encargó de ellos. Era carne vieja... Ben Jor fue el preferido durante un tiempo, pero su carácter vehemente, intempestivo e indócil le granjeó nuevas enemistades, sobre todo con el propio Vindor que no quería sentirse opacado por ningún jovencito impertinente con delirios de jefecito, como solía zizear Vindor por los pasillos oscuros de la biblioteca. Ben Jor no tardó en darse cuenta que su trabajo no sólo no era valorado, sino que al ser tan eficiente en el mismo, era despreciado por Vindor ya que Ben Jor, de alguna manera o hacía sentir un viejo impotente e inútil. Y no existe peor odio que el que profesan los viejos hacia los jóvenes que los hacen sentir inútiles... 

Ahora Ben Jor era una naipe más, un cuatro de copas para don Vindor. Lo trataba con desprecio y hasta parecía querer que desapareciera lo antes posible de su vista. Sin embargo, no le facilitaba la salida y cada vez que podía le volvía a endulzar la pildora para engatuzarlo, prometerle nuevos placeres literarios, nuevos conocimientos, nuevos proyectos en conjunto. Pero Ben Jor sabía que todo era mentira, era una bicicleta del verso eterno, propiciado por esa especie de actor arácnido de edad indefinida, sólo para retenerlo y seguir chupándole la energía. Vindor lo necesitaba y lo odiaba a la vez... Y Ben Jor necesitaba esa experiencia y por otro lado quería huir de allí cuanto antes, pero no parecía tarea fácil. El contexto del reino tampoco ayudaba, cuando el Rey Loco comenzó con purgas y persecuciones, matando al pueblo con impuestos, cárcel y hambre. Simplemente lo que había afuera era desolador y Ben Jor dudaba, dudaba tanto que el tiempo pasaba y la duda seguía igual. ¿Qué hacer? 

Ben Jor se miraba al espejo y se notaba más avejentado y deteriorado que cuando había entrado hacía tres años atrás. Pensaba y creía con razón que si no huía de la casa de la araña venenosa, Vindor, el oscuro, terminaría por acabar con lo poco que quedaba de él...

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