domingo, 6 de agosto de 2023

Por un pelo de rana calva


En las inmediaciones del Gran Chaparral, al oeste de Salta, donde los caminos son de tierra, el viento Zonda convierte a todo habitante en un prisionero del terror que emana de sus fauces lángidas y terribles. Nadie puede escapar a su poder evocador de leyendas y supersticiones. 

Bajo la traza misma de un rancho pobre y desabastecido, se encuentra la familia Cruz. Moradores históricos del rancho oriental de La Olvidada. La historia de la familia Cruz es curiosa porque se remonta a los tiempos de la Colonia. Allí ya estaban asentados y se decía en el pueblo vecino que los Cruz habían llegado con los primeros españoles en visitar la zona. 

No tardarían en mezclarse con la población nativa, pero siempre manteniendo determinado y necesario linaje para perpetuarse en el tiempo. En épocas de las guerras gauchas, Juan Cruz, notable estanciero del rancho La Olvidada primero se abstuvo de participar de la contienda por respeto a sus ancestros, pero cuando el general Guemes no dejó lugar para tibiezas, Cruz tuvo que ajustarse las bombachas, calzarse la faca y salir en su indomable junto con sus peones y otros estancieros para defender las fronteras de las invasiones españolas venidas del Alto Perú. 

Su ayuda terminó siendo clave y lograron repeler a muchos maturrangos de aquellas expediciones punitivas contra el nuevo gobierno libre americano. Y sin embargo, no todo tuvo un final feliz. Al parecer, cuando Cruz y sus hombres volvían de una batalla a su rancho La Olvidada, un grupo de realistas logró perseguirlos hasta pocos metros antes de su morada. La batalla se desató por la arbitrariedad de un chasquido imposible ocasionado por el pisotón imprudente de un soldado español sobre una rana calva colorada. Ésta en vez de morir lanzó una especie de lamento con lo que se dice parecía el lamento moribundo de una parturienta agónica. Los arcabuses no tardaron en sonar y en breve los sables entrechocaban peligrosamente frente a donde la familia de Cruz rezaba a los cuatro puntos cardinales. 

La batalla fue breve pero cruenta y si bien los pocos españoles que lograron sobrevivir huyeron, más adelante serían interceptados por una tropilla de los infernales de Guemes que les mandarían a rendir cuentas al Averno. Por su parte, Cruz fue herido de bala a traición por la espalda y cayó malherido frente a la puerta de su casa. Su esposa e hijas salieron a socorrerlo pero fue inútil, el hombre había encontrado su destino. Bajo estas nuevas circunstancias, la familia Cruz cambió de política y a partir de ese día decidieron que los Cruz ya no servirían a amo alguno. Convirtieron a La Olvidada en un rancho fantasma y huyeron a vivir a los montes lejanos del oeste. Con el tiempo, las guerras contra España terminaron, Guemes murió pero se convirtió en un héroe nacional y a partir de ese entonces empezó la forja de lo que luego sería la Nación Argentina... Pero esa es otra historia. 

El rancho La Olvidada fué pronto ocupado por algunos paisanos que luego a su vez abandonaron el predio al afirmar que la antigua casa de los Cruz estaba embrujada. El tiempo convirtió a la vetusta casa en meras ruinas que apenas podían dar lugar a los visitantes de paso que aquello había sido alguna vez un hogar. La leyenda cubrió a la zona de un halo de tragedia y misterio, donde se decía que el espíritu de la mujer de Cruz vagaba por las noches sin luna con la forma de una cabeza fantasmal, gimiento y agonizante. Clamando por el retorno de su esposo de aquellas cruentas batallas. 

Pero la leyenda no termina ahí. Hacía el año 1885, un grupo de expedicionarios de la zona, mandados por el presidente Roca, encontraron las ruinas y siguieron el rastro que hacía setentas años había llevado a la familia Cruz a huir hacia las montañas. Esta expedición no tardó en encontrar unas señales que los terminaron arrojando hacia una zona demasiado árida, un enclave en las montañas de difícil acceso. Allí, según el único sobreviviente de la expedición, encontraron unas grutas en la montaña donde la familia Cruz había degenerado a los estamentos más elementales, olvidando su origen humano y vueltos casi como trogloditas. Una pequeña sociedad de incesto y canibalismo que era tan infrahumana que costaba mirarlos. Sus facciones se habían deformado y según el informe de Felisberto Gonzales, su  imagen eran aterradora y el hedor a descomposición insoportable. 

El grupo intentó entablar una conversación pero los únicos que podían entender algo eran los ancianos y estos se negaban hablar. O quizás no podían. Según el confuso informe de Gonzales, los viejos vivían en el peor estado, hacinados en una caverna pequeña llena de escrementos. Y los jóvenes del lugar parecían haber tomado el control, entregándose a sus instintos más básicos. El grupo estaba armado pero eran apenas una partida de siete expedicionarios. Su error fue dividirse en grupos de dos para inspeccionar las barracas, quedando sólo Gonzales en su caballo, quien cuando ninguno retornó para la noche pensó lo peor. Cuando poca luz quedaba, Gonzales cuenta que siluetas subhumanas se acercaban a él, aún masticando los brazos de sus compañeros. El susto lo hizo salir a todo galope hasta que su caballo cayó muerto de cansancio y aún así él siguió corriendo hasta el pueblo más cercano que estaba a varios kilómetros. Su relato fue en parte descartado por el estado deplorable de Gonzales y algunos creyeron que se trataba de un alucinación, debido a la larga caminata de dos noches y dos días que hizo para escapar de allí. 

Gonzales volvió a la ciudad de Buenos Aires pero no se supo más de él. Algunos dicen que fue empleado por Holmberg en su flamante nuevo Zoo como cuidador en el área de aves. Otros dicen que terminó internado en un Instituto Psiquiátrico de alta alcurnia y otros dicen que se suicidó, alienado por las imágenes que habían quedado aferradas en su memoria. 

Cada vez que sopla el viento Zonda por la zona de La Olvidada, algunos cuentan hasta hoy en día que llegan los lamentos de la familia de Cruz que degeneró en trogloditas. Quizás ya ahora sean meras almas en pena o una nutrida secta organizada. La realidad es que desde hace más de cien años nunca ningun gobierno quizo mandar una partida para corroborar aquella deleznable historia. 

Y todo quizás por un pelo de rana calva... 

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