martes, 18 de abril de 2023

El amigo invisible


-Cuando te llame, venís corriendo hacia mí. Contaré hasta tres y vos te acercás despasito por detrás. Le agarrás la cabeza y lo desnucás... ¿si?

El padre miró a Federico con creciente preocupación. Los juegos de su hijo se estaban convirtiendo cada vez más en algo oscuro y perturbador.

Durante la cena, Federico se mostró taciturno, y a diferencia de como era casi siempre, esa noche no quiso hablar con sus padres. Él sólo miraba la comida con desgano y comía su porción de puré con determinada abulia.

La madre lo increpó descuidada:

-Escuchame Federico. ¿Me escuchás? Para mañana te vamos a llevar a la psicopedagoga. Se llama Esther y básicamente tenes que jugar con ella.

Federico le respondió a su madre con una mirada penetrante que duró casi un minuto. Luego volvió a su apatía y su mirada ausente. Los padres se miraron con creciente preocupación.

***

En la psicopedagoga, Federico hizo todos los juegos que Esther le propuso. No cuestionó nada ni se puso agresivo. Al principio Esther parecía muy conforme, pero luego se notó en su rostro que algo le preocupaba. Cuando habló con sus padres confirmó sus peores temores. 

-Federico tiene una extraña tendencia a la sumisión y a la disciplina. Acepta todo lo que se le pide. Eso en condiciones normales no sería un problema mayor. El tema es que por otro lado también demuestra cierta tendencia a... bueno, podría tener cierto rasgos psicoticos. 

El padre de Federico rompió en llanto mientras la madre sacudía nerviosa sus piernas. 

-No es algo definitivo, pero escuché como hablaba con el que él dice es su amigo invisible. El famoso amigo imaginario que casi todos los chicos tienen en la primera infancia, sobre todo cuando son hijos únicos, o tienen hermanos muy mayores. De hecho es una forma que tienen aquellos que detentan un exceso de imaginación, de poder preservar su psique de una manera mas o menos sana. 

-¿Y que hacemos doctora? - preguntó muy nerviosa la madre, sin poder dejar de morderse las uñas y zapatear como desaforada.

-Bueno, mi observación no es definitiva, pero podrían consultar con un psiquiatra de menores... A veces estos casos suelen tener solución lo que yo creo es que blababalalablablabla... bla

La retahíla de explicaciones perdió importancia para ambos padres. Al salir de la consulta ambos miraban a ese niño que habían engendrado entre los dos. Parecía tan ajeno a todo. Sin mirar a nadie. Perdido en sus propios pensamientos, por momentos al padre le parecía notar que su hijo movía de manera casi imperceptible los labios. Como si rezara en voz baja de una forma inaudible.

Esa noche, los padres hablaron en voz baja la posibilidad de internar a Fede, al menos a modo preventivo. Ambos coincidían que convivir con un psicopata, por más hijo suyo que fuera, no era lo más conveniente. 

***

Cuando ese viernes, el padre regresó de su trabajo, se percató que su mujer no estaba por ningún lado. Federico miraba la televisión, sentado, con la mirada fija. La pantalla estaba en negro, como las pupilas de Fede. 

El padre rebuscó por toda la casa y le preguntó a su hijo donde estaba su madre. Fede respondió:

-Está abajo, en la vereda. 

El padre se quedó mirando a su hijo sin entender una palabra. 

-¿Y que hace ahí? ¿Por qué no está cuidandote a vos?

Fede lo miró pro primera vez con una mueca obsesiva.

-Te está esperando. 

-¿Pero como hijo? No entiendo...- El padre estaba a punto de largarse a llorar cuando Fede dijo las palabras mágicas. 

-Uno... dos... tres!

Entonces llegó mi momento de actuar, me encaminé a toda velocidad hacia su padre, lo agarré por detrás y le arranqué la cabeza de cuajo. Luego lo mandé a parar al estacionamiento de abajo, a hacerle compañía junto con su madre... 

 

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