sábado, 22 de abril de 2023

WOMANSPLAINING o Las mujeres me explican cosas


Hace algún tiempito a esta parte, digamos desde unos 6 o 7 años, he notado que en ciertas mujeres autodenominadas feministas, existe cierta tendencia a denostar la opinión de uno por el mero hecho de tener un pito entre las piernas. 

Ok, es una manera un poco fuerte de empezar un texto y la realidad es que a hoy en día, esta tendencia ha ido perdiendo fuerza y yo la verdad ya ni siquiera tengo problemas con eso. De hecho me da bastante igual que se desvalorice mi opinión. Me pasa en el laburo casi todos los días, porque debería importarme que lo haga determinado sector del sexo opuesto. 

Pero la cosa es que hace un tiempo si me molestaba y me había determinado a escribir al respecto ya que sé que miles de personas en todo el mundo leen este blog tan popular y mis entradas incisivas sé que son demoledoras y levantan una polvareda virtual de la hostia, sobre todo en este formato blog tan vigente ¿no?

Bromas e ironías aparte, la cuestión es que sí, existen o existían, cierta tendencia del feminismo de hacernos un gran shhhh y mandarnos a leer a todos aquellos que disintieramos con alguna cuestión planteada de estas susodichas. Ir en contra de su opinión, ya sea con argumentos sólidos o con meras puteadas a la defensiva, eran tomadas de la misma manera, como un acto de misoginia o machismo rancio y patriarcal que se pasaría a denominar MANSPLAINING, o sea, la necesidad (innecesaria y violenta) del hombre de querer explicarle cosas a las mujeres porque claro, nosotros sabemos y les tenemos que explicar. O sea, un acto de soberbia teórica machista. 

Ok. Bien. Entiendo el punto. En su momento pienso que era necesario romper con cierto cánon arbitrario del conocimiento que muchos varones solían tener. Es cierto que existía cierta tendencia aún arraigada de creer que nosotros la tenemos más clara que ellas y a veces, hablando sin saber, se podía decir algo equivocado pero el hecho de que uno fuera varón podía hacernos creer que no importaba, que de todos modos estábamos en lo correcto. Como si una diferencia anatómica de los sexos pudiese tener alguna importancia en debates intelectuales de toda índole. Pero la verdad es que no. No la tiene bajo ningún concepto. Siempre en todo o casi todo, existe algo que es verdadero y algo que es falso. A veces es difícil determinarlo pero cuando las pruebas o evidencia tangible lo avalan, no hay mucha más vuelta que darle al asunto. 

Ahora bien, dado estos feos sucesos, se adoptó entonces una postura exactamente igual a la de los varones que la ejercían mayoritariamente de forma inconsciente y ahora se adoptaba de forma consciente para luchas o combatir a la contra todo aquel berenjenal. Lo que pasa es que se adoptó de la misma manera una manera insoportablemente soberbia para descalificar la opinión del otro sólo por el mero hecho de ser del signo opuesto. Esto está ligado a la entrada anterior sobre la guerra de los sexos y ya me he explicitado al respecto lo sufuciente. Creo que ya estoy harto de tocar estos temas y con esto cierro todo intento de queja porque me parece improductivo y por demás estéril. Que cada quien se fije lo que dice y hace, sobre todo cuando censuramos al otro, sea del mismo sexo, del opuesto, un negro, un blanco o una ameba marciana traslúcida. No seamos unos forros soretes de mierda. Respetemos todas las opiniones y no caigamos en la canallada de replicar las prácticas abusivas que hemos sufrido en el pasado. Madurar es dialogar con altura, todo lo demás es resentimiento y revanchismo, las cosas que justamente no suman para la evolución y progreso de la humanidad. 

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