El ser baja por el camino, encomendándose a su sentido del
olfato. Los regueros místicos del sol, desconocen cuál es el sentido del
apocalíptico festín que se avecina. Ellalaraña descuartiza los miembros de los
vanderlogs que se cruzan en su camino.
El "ser en el umbral" retuerce sus tripas disparando jugos
ácidos sobre los ojos de los mamíferos más indefensos del bosque. Sus huevos
son bolas que se pudren al salir de su enorme estomago negro y luego de unos
días estallan a la intemperie, pudriendo todo en derredor.
La tierra empieza a agonizar debido al avance de este cada
vez más inmenso ser. Una bola negra de muerte y destrucción a su alrededor
dispara la alarma en los pueblos más lejanos.
Todos temen la cercanía de la bestia final, la demoledora de
mundos. La muerte ciega. La araña añera. Y aunque en términos estrictos no sea
una araña, el viscoso y desagradable ser bajado de los árboles de los terrenos baldíos
del oeste, es una masa amorfa con varias patas negras, largas, finitas y
negras. Contrastando con su cada vez más voraz estómago sobredimensionado.
El fin parece algo inminente.
Los emperadores del viejo mundo se pelean. No existen
acuerdos para desembarazarse de tan terrible engendro demoledor.
La solución final para prender fuego todo a su alrededor, bajo
pena de destruir sus propias ciudades y países enteros.
En este estado de caos y anarquía social, se acerca un
caballero de verde armadura al último reino en pie. Es recibido, aunque nadie
lo conoce.
Él se inclina y dice una plegaria inentendible para la
corte.
El último rey le pide que se quite el casco como muestra de
respeto y sometimiento.
El caballero verde duda unos segundos y luego accede.
Tras una larga espera y bajo una abundante cabellera castaña
aparece el rostro de una mujer.
Una exclamación de sorpresa se eleva por los aires, ¿cómo
una mujer podía vestir esa noble armadura?
Ella es de aspecto varonil, muy seria, pero hermosa y
femenina a la vez.
Ruge a los cuatro vientos.
El Ser Devorador de Mundos se llama Rag-mar. Es la
reencarnación del mal que cada 10000 años vuelve personificada de alguna manera
espantosa para terminar con todo.
Ella es la única sobreviviente de una raza de guerreros que
la combatieron desde tiempos inmemoriales.
Todos callan porque la esperanza ya no tiene margen.
Nadie sabe quién es ni que es lo que va a hacer. El rey le
pregunta que necesita.
La guerrera calla unos segundos...
Sólo pido la espada del rey.
El silencio se convirtió de incómodo a tenso. El rey contestaba
a esto con nerviosismo. Haciendo tamborilear sus dedos sobre el mango en
cuestión. Él sabía que si le entregaba su espada, el símbolo fálico de poder
por excelencia, y ella salía victoriosa entonces... ¿Que? Probablemente tendría
que abdicar a su favor. La salvadora del mundo no podría tener otra recompensa
más que el poder absoluto. ¿O había otra opción?
El rey entró en conflicto. Si le daba su espada perdería el
poder y a favor de una extraña mujer que nadie conocía pero si por otro lado la
ignoraba, el ser mortífero los aniquilaría de seguro.
No quedaba otra que apostar sus escasas chances con aquella
desconocida.
Él sabía que si ella triunfaba el mundo cambiaría. Una nueva
era acabaría irremediablemente con la anterior. Pero no era momento de ser
mezquinos. A grandes males, grandes remedios y el rey, tenía a su favor ser un
hombre medianamente razonable. No así su reina, quien atrapada por el ego, no
podía permitir que su esposo perdiera todo el poder.
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