viernes, 22 de septiembre de 2023

En el siglo XXX



Es importante aclarar para los lectores del siglo 21 que, a partir del siglo 22, Argentina es otra cosa.

Como bien saben algunos, nos encontramos en el siglo 30 y Ezcurra nunca pudo estar más equivocado. 

Las concepciones retrofuturistas o vaporwave nos generaron ternura mucho tiempo pero ya no más. 

A mediados del siglo veintidós, Argentina comenzó la colonización o "argentinización" de buena parte del tándem actual sudafricano, refrito luego de la última catástrofe político-militar en la zona. 

Nadie quería volver al África meridional después de la megadestrucción allí sufrida. Y no era poco. 

Pero los Argentinos en la Luna, asociación sin fines de lucro, llevó adelante una tarea de reconstrucción titánica. Allí donde nadie queria hacerse cargo de las consecuencias de dicha catástrofe fueron los rioplatenses. Quizás por cercanía o por oposición. La realidad es que nunca antes se había tendido un puente entre ambas regiones y ellos vieron la oportunidad de saldar viejas deudas. 

Se dice que en los tiempos antiguos se habían llevado esclavos de Angola hacia el Río de la plata pero todo aquello había quedado sepultado en la noche de los tiempos. Sin embargo, algo en esta situación de catástrofe africana despertó viejos sentimientos altruístas en el país del fútbol y el dulce de leche. 

Luego de más de dos siglos batallando y con una estabilidad difícil de conseguir, los argentinos habían logrado hacia fines del siglo 21 llegar a una era dorada de bonanza y estabilidad. Ello, sumado al hecho de ser una población pequeña pero de grandes recursos, los convirtió en una de las 5 potencias de la Nueva América.

La repoblación de Sudáfrica fue tímida al comienzo y de a poco se convirtió en una ola humana de gran pujanza. En las nuevas tierras, los colonos argentinos se cuadruplicaron de una manera y con una velocidad fantástica. 

En pocos siglos, el Africa meridional era una colonia de peso propio que ya empezaba a sentirse libre y soberana, rompiendo de a poco sus lazos con el país sudamericano de origen. Pero en Argentina nunca habían tenido la intención de convertirse en un Imperio como los españoles otrora en el tiempo. Ellos habían lanzado unas semillas y el suelo les había sido propicio. 

La cultura argentina agropecuaria histórica no había tardado en abrirse camino en las viejas sabanas africanas consiguiendo introducir una gran variedad de ganado ovino y vacuno.

Claro que estas colonias argentinas tenían su origen en el viejo país sudamericano pero de a poco, se fueron independizando política y económicamente de la madre patria albiceleste.

Para el siglo 30, los estados sudaricanos reunidos bajo el nombre de Estados unidos sudafricanos (EUS) detentaban una bandera de tres bandas horizontales, dos rojas y una blanca en el medio. En el centro de la bandera un Baobab, el árbol más característico de la región. 

Los escritores sudafricanos tienen una gran influencia de los escritores clásicos argentinos y han existido varios que los han copiado. Pero hubo un tiempo en que se buscó la ruptura total con las raíces de la madre patria y se han buscado influencias en otros países como Colombia y Brasil. 

Pero luego se volvió al estilo de la gran llanura que plantea toda una mitologización alrededor de la vieja llanura pampeana, epicentro de grandes mitologías que sería traspoladas al ámbito regional autóctono de la sabana africana. 

Ahora bien, para llegar al meollo de la cuestión, es importante que sepan que no todos los sudafricanos sienten algún tipo de ligazón sentimental con el viejo terruño. De hecho, yo soy uno de los que cree que debemos enterrar nuestro pasado argentino de una vez y para siempre. Es la única forma que tenemos a nuestra disposición para crecer y ser definitivamente libres e independientes. Debemos forjar y crear nuestra propia identidad y dejar esas antiguas leyendas gauchescas tan caras a nuestra propia idiosincracia sudafra.

¿Y como lograrlo? He ahí el meollo de la cuestión. 

Hace poco, salió la novela Los buitres de la pradera del autor sudafra Santiago Gonzalez. Cuando se publicó en Argentina, casi todo el mundo dió por hecho de que se trataba de un libro escrito por un argentino. Pero no. Ahí radica la cuestión. Cuando ven el título y el nombre, automáticamente piensan que es algo de ellos. Se lo apropian sin mirar. Pero cuando uno como Fierro por ahí se larga opinando que no, que se trata de un autor de Durazno, en el Cuerno de África, ya vichan la puerta y se alejan reculando. Porque los argentinos sienten ajeno a todo lo que esté por fuera de sus limitaciones. Y los Estados Unidos de Sudáfrica son el doble del tamano de Argentina, pero su soberbia cultural los ha ido haciendo conservadores y cerrados. Como los viejos Europeos hicieron con ellos en tiempos precedentes. 

¿Y entonces? ¿Que nos queda a los sudafras? Queremos romper con nuestro lazo sanguíneo argento, queremos dejar nuestra argentinidad atrás. Mas allá que haya algunos loquitos que andan dando vueltas diciendo que son "Argentinistas" de pura cepa. Que hay que volver a las raíces de un país del que nunca fuimos parte. Pero no señoras y señores, esto no lo vamos a permitir. Destronaremos nuestra idiosincracia argenta para que renazca el sudafrinista de nuestro interior y convirtamos este páramo, mala copia del país sudamericano, en una gran nación, libre y so be ra na...   

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