Marcelo Gabriel Ramiro Carne de Vebacqua, tiene una sola
cosa en mente, y eso es ser el vendedor más grande del mundo. Marcelo Gabriel
Ramiro Carne de Vebacqua tiene una rutina diaria que ama con verdadera pasión.
Todas las mañanas, Marcelo Gabriel Ramiro Carne de Vebacqua, toma su jugo de
guayaba, se pone su guayabera y sale de su casa bailando al ritmo de Bachata
rosa, el éxito ochentero de Juan Luis Guerra. Un ritmo caliente y sabrosón con
el que sacude su menudo cuerpesillo y baila que te baila toda la mañana porque,
Marcelo Gabriel Ramiro Carne de Vebacqua, es un bato muy feliz, nacido en San
Theodoros, capital del centroamericano país de Los Dópicos, un lugar colorido,
alegre y sabrosón.
Todos en Los Dópicos bailan por las mañanas, bailan y se
saludan aunque no se conozcan y es una sensación de algarabía constante. Es
como vivir dentro de un musical continuo y sin fin. La gente en Los dópicos
baila mientras trabaja, come, camina o hace el amorsico. Los Dópicos es puro
sabor en movimiento.
Sin embargo, no todo es bachata rosa siempre. A veces el
destino, ese malévolo mequetrefe, nos juega una charada. Y así es como nuestro
protagonista, el alegre y vivaz Marcelo Gabriel Ramiro Carne de Vebacqua,
recibió un día una propuesta que le cambiaría su perspectiva del mundo para
siempre.
Al parecer, tenía un tío en Buenos Aires que había fallecido
y le había dejado de herencia, un departamento ahí en pleno centro porteño.
Para el que no lo sepa, Buenos Aires no es el caribe, es Sudamérica y no la
Sudamérica sabrosona de Venezuela, Colombia o Brasil... No, es la otra, la más
austral. Donde los inviernos son fríos y grises, la gente es mal humorada y
escuchan música que no les hace mover el bote para nada. Y sobre todo los
argentinos, y sobre todo, los porteños: la gente más amargada y cabrona del
continente.
Bueno, quizás sea un poco exagerá en mi descripción, pero es
que son unos batos locos, nunca se rien y su única muestra de cordialidad es
cuando te convidan un matesico, brebaje amargo como los son ellos.
Y la música que escuchan… ¡madre santa!
Una vez conocí una chica que me hizo escuchar a un tal
Spinetta ¡por dios! Que cosa más incomprensible y anti bailable. Reconozco que
era un gran artista, pero carente del sabor picantón que tenemos nosotros. Un
producto muy típico de esa ciudad de locos y neuróticos.
Me apena por nuestro querido Marcelo Gabriel Ramiro Carne de
Vebacqua.
Marcelo Gabriel Ramiro Carne de Vebacqua llegó a Buenos
Aires y lo primero que notó es que la gente no solo no bailaba todo el tiempo
sino que había dos taxímetristas a los porrazos limpios, peleando por quien se
llevaba a un turista. Marcelo Gabriel Ramiro Carne de Vebacqua sintió miedo y
quiso volver a su casa lo más pronto posible, pero se lo pensó mejor y enfrentó
su destino con valentía, como corresponde a los dopicanos de ley.
Ay madre querida, cuando este pobresito cristiano llegó al
hotel en un barrio llamado Once o algo así, se encontró atribulado por la
situación desesperante que le esperaba allí, un hotel venido abajo, con exceso
de residentes de todo tipo, color, credo y de los más diversos puntos
cardinales del globo terráqueo.
¡Ay madrecita!
El bueno de Marcelo Gabriel Ramiro Carne de Vebacqua se
dirigió el microcentro, a las oficinas del escribano, pero lo atrapó un
embotellamiento a mitad de camino, por lo que pudo escuchar debido a un
piquete, que sería un cortesico debido a gente que se manifiesta en
disconformidad con algún asunto político y/o gubernamental.
Nosotros los dopicanos tenemos una democracia
representativa, somos aliados de primera línea con el presidente George W.
Biden, y nos manejamos con unos dolaricos muy sabrosones y crujienticos. Pero
aquí todo está cagao...
Antes de llegar a la oficina del escribano Marcelo Gabriel
Ramiro Carne de Vebacqua fue abordado por unos motociclistas rateros, unos
cobardes que intentaron sabotear el bolsico de nuestro querido Marcelo Gabriel
Ramiro Carne de Vebacqua... Por suerte no lo consiguieron los bellacos y
Marcelo Gabriel Ramiro Carne de Vebacqua logró ingresar al presinto del
escribano.
El escribano le dijo que de la venta del departamente de su
finao tío los impuestos, la Afip y no sé qué otro ente del mal, le habían
comido gran parte de la comsión, más su propia comisión y las deudas que su tío
tenía con todo el mundo, si hasta le debía desde a unos narcos rosarinos hasta
el chino del almacén de abajo.
Al pobresico Marcelo Gabriel Ramiro Carne de Vebacqua le
quedaron nomás que 1589 pesos con 50 centavos. Si era para morirse de la rabia.
Pero Marcelo Gabriel Ramiro Carne de Vebacqua tomó los billetes con entereza y
salió de la oficina sabiendo que él no es así, que se habrá hecho un viaje al
pedo hasta la otra punta de continente pero que él no se va a pelear por unos
mugrosos y desvencijados pesos.
Mientras volvía en taxi hacia el aeropuerto para escapar lo
más rápido posible de ese infierno sub-latino, miró el extraño rostro de un
presidente argentino, viejo, pelado y con cara de culo. Se llamaba Domingo,
pero hoy apenas era un día de miércoles…
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