miércoles, 27 de diciembre de 2023

Temporada de birras (21)

Como ya había sucedido antes, cuando el padre de Male aparecía en Buenos Aires de visita, Nicolás quedaba relegado a un segundo plano. Aunque muchas veces Male se peleaba con el padre porque le parecía un interesado que usaba la casa de ella como aguantadero para poder verse él con sus amigos de la secundaria. O porque le parecía un viejo hucha, una rata que nunca le compraba nada diciéndole "pedile a tu mamá", cosa que a ella le parecía injusto. Además de que lo veía como un eterno adolescente que todavía fumaba porro y escuchaba rock progresivo y... leía ciencia ficción. En esto último Nicolás congeniaba bien con el viejo de Male, y cuando se cabreaba con su padre siempre trataba de poner paños fríos y tratar de relativizar sus quejas. Nicolás no quería que hubiera mal rollo y menos ahora que vivían juntos. Pero si un día Nicolás criticaba algo del padre, Male saltaba a defenderlo. Era claro que para Nico lo que ella quería era un padre presente, gauchito, que le enseñara cosas. Lo mismo que a Nicolás le había pasado con su propio padre hasta que un día se cansó del egoísmo de este y dejó de interesarse en él. Para Nicolás su padre era un cretino que sólo le interesaba recuperar la juventud que el nacimiento de sus dos hijos le impidió disfrutar. Vivir solo, tener sus novias y no hacerse cargo de todo el tendal de destrucción familiar que dejó atrás al separarse de una forma traumática de su madre. Nicolás, para la foto, lo perdonó, pero en el fondo sabe que a su viejo le chupa un huevo su familia, él la quiere como se le antoja y nunca se interesa en estar presente. Nicolás dejó de quererlo como lo quería cuando era más chico, y ahora persistía un afecto nominal por el mero hecho de ser su progenitor. A Male le pasaba algo parecido pero ella sí seguía queriendo a su padre, por eso se ponía mal ante la falta de afecto, de interés o por su mera ausencia (y habilidad para rehuir de los compromisos paternales). El tipo se hacía cargo, pero no de la manera en que Male quería. Nico podía estar horas poniendo Tubular bells u otros discos de prog rock mientras Malena jugaba al ajedrez con su padre y eso estaba bien. 
El transcurrir del 2018 fue un constante cuesta abajo. Cada vez salían menos y cuando salían lo hacían con pocas ganas, tratando de evitar discutir. Para el mes de abril Male renunció a su trabajo porque ya no le daba más el cuero para seguir en un lugar donde no se la valoraba mucho. Además, su situación psicológica le impedía estar de un modo pasable para atender al público. Nico, como antes en la otra librería, la alentó a que dejara ese laburo si la hacía mal. Pero en el interior de Male se cocinaba dejar todo, absolutamente todo. Cuando fue a presentar su renuncia los Woodhunter se sorprendieron y trataron de convencerla de que se quedara. Pero ante su negativa le pidieron que al menos hiciera la feria del libro. Ella, que amaba los libros y era muy culpógena aceptó porque sí. Pero su deterioro psíquico estaba en uno de sus peores momentos. La Fería se le hizo larga y exigida, y no fueron pocas las veces que tuvo que faltar por falta de fuerzas o por decaimiento. Male estana mal medicada, abrumada por su propia adicción al alcohol y los psicofármacos. Un día que se había quedado sin medicación se brotó contra Nico que absurdamente trataba de dialogar y razonar, pero ella era otra persona. Había perdido los cabales absolutamente y tenía ganas de dinamitar todo. Lo acusó de ser el culpable de su situación, caminaron por la calle, le pidió plata, el se negó por miedo a que se comprara más cerveza, ella le dijo que no lo amaba, que se iban a separar. Todo en una situación caótica en plena semana, previo a irse a la Feria. Nico se asustó pero finalmente dejó que se fuera así. Cuando a la noche volvió a la casa Male aún no había llegado hasta que le tocaron el portero eléctrico. Era una pareja ex compañeros suyos de la librería, Luli y Gaby. Ambos detestaban a Nicolás desde lo más profundo de su ser, pero esa noche le llevaron a Male en taxi desde la Feria ya que había colapsado. Al bajar Nico vio la secuencia y se sintió horrible. Luli le dijo que, urgente le fuera a comprar los medicamentos, que la cuidara y que se tomara vacaciones. Nico la subió y la edjó en la cama y fue por su medicación. Male se fue calmando hasta quedar dormida. Su madre llegó a los pocos días y luego se la llevó unos días a la costa sin poder terminar la Feria. En el fondo Nicolás sabía que se cocía algo heavy de fondo. En los meses siguientes se acentuó la lejanía de Male para con Nicolás. Ya no había mimos nocturnos de reconciliación, ni muchas ganas de planear cosas. Durante el debate por la legalización del aborto estuvieron juntos siguiendo el caso, unidos por una historia común de los últimos cuatro años y medio. Pero cuando se cayó en el Senado, ambos volvieron a sus intereses no compartidos. En julio Male se fue a pasar el día del amigo con unos ex compañeros de ambos de Barrio Norte, pero ella no quiso que él fuera. Nico fue al taller del viernes como siempre y cuando volvió se quedó en la casa, jugando con la gata. Male no volvió hasta la madrugada y Nico no pudo pegar el ojo. Las pocas veces que ella había salido sin él, Nico sentía un malestar imposible de manejar. Miedo a que se embriagara, a que lo engañara o a que no volviera. También si había un cumpleaños Nico sentía que tenía que cuidar que Male no se pasara con la bebida para no terminar dada vuelta. Pero era imposible, si ella quería embriagarse lo haría, quisiera o no, Nicolás quien terminaba sintiéndo verguenza cuando ella hbalaba a los gritos, se tambaleaba o abrazaba cariñosamente a una amiga. Todo le traía malos recuerdos a Nicolás y sentía que ya no quería vivir eso. Cuando en agosto fue el cumpleaños de él, ella se fue a la costa a estar con sus padres y le dejó un lindo tocadiscos de regalo. Nico pasó su cumple con sus compañeros de trabajo y luego volvió bajo la llovizna caminando semi borracho a su casa. Cuando se acostó en la cama de dos plazas, miró la oscuridad y entendió que Male ya lo había dejado. 
Unas pocas semanas después, Nico le dijo a Male de ir a La Tolva, el histórico café donde muchas veces habían ido a desayunar a lo largo de su relación. Male estaba seria, inquieta, como si algo le atravesara su corazón. Nico, ni lento ni tonto, intuía por donde venía la mano y la encaró. ¿En un mes se termina el contrato de alquiler, seguimos juntos o no? Ella lo pensó muy poco y le dijo que no. Que quería volver a vivir sola. Nicolás confirmó sus sospechas que venía teniendo desde que habían vuelto desde Brasil, pero que en realidad siempre había tenido. La separación fue dura porque nunca dijeron si seguir juntos o no, pero dieron por sentado que al irse cada por su cuenta estaban eligiendo no seguir con el otro. Todo el nido de amor que habían construido dos años atrás, se desmoronaba porque no habían podido cuidarse ni respetarse. Nicolás estaba devastado pero trataba de disimularlo, autoconvenciendose que esa relación le hacía mal. En cierta medida era así, pero también la necesitaba como el día necesita la noche y viceversa. La madre de Male ayudó a Nico a entrar a un monoambiente por Paternal y Nico ayudó a Male a buscarse un dos ambientes por Palermo. En ese último mes lo único que habían compartido era armar un rompecabezas de mil piezas de Bambi que compraron para el hijo de Nico en el día del niño. Una vez terminado, había llegado la hora de que Nico dejara la casa conjunta con Male. Le dijo que se quedara con el Bambi pero ella no quiso. Él tampoco. La madre de Male llegó en esos días para que no quedara sola y ayudarla a mudarse también. Se dieron un abrazo en su antiguo depto compartido y se dejaron. 
En su nueva morada Nico armó todo como pudo, estaba cansado y la separación lo había dejado sin fuerzas. Cuando pudo terminar de acomodar sus cosas, descubrió una tuca perdidad en un cajón de su escritorio. Recuerdo de alguna noche de pelis con Male. Nico intentó por todos los medios no derrumbarse pero a la semana de mudarse le agarró una fiebre bien alta. La llamó a Male pero ésta le dijo que llamara su madre. Nico le cortó enojado, sintiéndose abandonado, descartado. No la volvió a llamar durante aquella primavera ni quiso saber nada de ella. Pero ella se mudó a cinco cuadras de donde trabajaba él y un mediodía, mientras se había ido a comprar un sánguche al Coto de la zona, vio a Male que estaba haciendo las compras con su padre. Pensó en saludarla pero al final los dejó tranquilos a ambos. Nico intentó (además de la terapia) probar alguna cosa alternativa que lo ayudara. Se contactó con un muchacho para ir a tomar ayahuasca pero al final, Nicolás se asustó. En una casona de Palermo vio como un grupo de gente de diverso rango etario entraban a convulsionar y Nicolás salió disparando leches. Había días en los que estaba bien y otros en los que no. Una vez que viajaba en taxi con su hijo, éste le dijo que extrañaba a Male y Nico diciendo que él también, trató de ocultar sus lágrimas ante su niño. Finalmente, la herida fue cerrando y Nico fue entendiendo que había sido lo mejor para los dos, porque estaban pasándola mal y ninguno merecía hacerle mal al otro. 

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