lunes, 25 de diciembre de 2023

Temporada de birras (19)

Durante buena parte del 2017 la rutina para ambos era clara: por las mañanas se levantaban, desayunaban y luego Nico acompañaba a Male a tomarse el colectivo para ir al trabajo. Luego él volvía a casa, jugaba un poco con la gata, regaba sus plantas, boludeaba un poco por inernet e intentaba escribir algo para el taller de escritura al que se había inscripto en verano. Era un taller de ciencia ficción dictado por un amigo de Marciani, un tal Esteban Lapacho, escritor de algunas novelas conocidas en el circuito under. Lapacho era bien distinto a Marciani, no se colgaba tanto, no era tan doctrinario y fanático con el género, demostrando ser un poco más amplio de gusto. Además el taller era preenccial en el barrio de Villa Devoto, a donde todos los viernes se juntaban a las siete de la tarde con un par de frikis más a charlar sobre género, comer papitas, leer sus textos y tomar mucha cerveza. El cuarto donde Lapacho los atendía era uno de esos cuartuchos que quedan al lado de la terraza. Cuando empezó en verano, Nico se sintió muy contento. Lapacho vivía con su mujer e hijo de un año y de alguna forma esa casa, ese tipo de vida, ese verano, estaba asociado a su nueva vida con Male, a su nueva casa, a su hijo y a su presente. Nicolás comenzó a vivir uno de sus años preferidos. Se daba cuenta que estaba encaminado, viviendo un buen año, y sentía que no lo había forzado, que se había dado por añadidura, como siempre llegan las cosas que valen la pena. 

Nico comenzó además uno de sus años más productivos en lo que a su escritura respecta. Escibía todas las semanas un cuento nuevo, a veces inspirado, otras basado en una consigna de Lapacho. Estaba contento porque disponía del tiempo (por las mañanas) para poder dedicarse a eso y además, se sentía inspirado, con muchas ganas de escribir y sobre todo, muchas ideas en la cabeza. Nico intentaba darle cauce a todo ese caudal imaginativo, pero a veces no llegaba a poder abordar todo lo que quería escribir. Lapacho al entender un poco el modus operandi de Nicolás, comenzó a reprenderlo suave, para que trabajara un cuento el tiempo que fuera necesario. Pero Nicolás, simplemente no podía hacer eso, cuando terminaba un cuento rápidamente pasaba al siguiente y así hasta el infinito. Al principio eran sólo dos, el otro muchacho era un flaco serio, de mirada poco amistosa hacia Nicolás quien creía que Bondo no se lo bancaba por alguna oscura razón quizás inconfesable. Pero a Nicolás no le importaba, seguía para adelante. En lo que más se divertían y compartía era en la primera hora del taller que la dedicaban a hablar sobre algún cuento de ciencia ficcíon previamente leído o alguna novela que se ponían de acuerdo para leer. Bondo y Nico disfrutaban mucho esta parte del taller ya que coincidían aún más que con Lapacho, quien a veces parecía odiar el género y preferir hablar de Literatura en términos Generales. Pero cuando comenzaban a leer sus escritos Nicolás creía que pasaba siempre lo mismo. Bondo leía y él estaba disperso, debido a que no podía concentrarse en las lecturas orales, simplemente se perdía y le pasaba desde los dictados de la maestra en primer grado. Pero temúa que su actitud inquieta en ese momento fuera tomado como una falta de interés o respeto, como un creerse mejor que el otro y de hecho todo lo contrario. Nico era muy inseguro de sí, temía estar haciendo el ridículo con sus escritos que parecían historias de un pibe de secundaria, o eso sentía. Bondo tenía o intentaba una escritura estética,  muy influído por la literatura japonesa y la ciencia ficción de Scott-Card. Cuando le tocaba leer a Nico sentía que Bondo le deolvía entonces la gentileza agarrando su celular y no prestando atención. A Nico le molestaba sobre todo por el hecho de sentir que se lo hacía de puro vengativo. Al final eran pocas las devoluciones que se hacían entre ambos. Y todo recaía en Lapacho que parecía no enterarse de esta aparente falta de interés entre sus únicos alumnos. De los cuentos de Bondo solía decirle que estaban muy bien acabados. Con los de Nico solía intervenir más, decirle dos o tres consejos, pedirle más trabajo. En lo que a Nicolás respecta no sentía que sus escritos merecieran mucha más atención que los de Bondo, y de a poco aquello comenzó a fastidiarlo. Le resultaba muy difícil aceptar la crítica porque su ego se lo impedía a toda costa. 

Para mitad de año pasó algo maravilloso. Nico estaba en el summum de su, pongámosle "carrera literaria", cuando ya cansado de escribir relatos breves de dudoso estilo pulp, bizarro o tragicómico, se abocó toda una semana antes de entrar al trabajo (teniendo tres horas completas cada mañana) a escribir lo que sería su cuento m´sa acabado hasta el momento. Cuando llegó al taller del viernes Lapacho estaba asombrado del cambio de Nico en su escritura. Un cuento extenso, redondo, sin mucha corrección para hacerle. Bondo no dijo nada al respecto y Nico dudó de que lo hubiera leído, pero no importaba. Al fin sentía que él también podía llevar un cuento redondo, elaborado y digno de alabanza. Nico entendió que ese producto era el resultado de un contenxto muy particular de su vida, una estabilidad afectiva y económica que le permitía poder enfocarse en su trabajo creativo casi sin ningún problema. Pero como dice el dicho "ningún mal dura cien años", tampoco ningún bien. Nico sentía que su éxito como escritor dependía de un hilo muy fino, el de su estabilidad emocional. Y de alguna manera, al poner algo tan frágil en relación a un otro, convertía aquello en algo demasiado endeble para que dure. Si era por Nicolás todo debía seguir así, sin que nadie tocara nada, vivía un año espectacular y quería que se repitiera por diez (en lo posible). Pero el destino, ese maldito bastardo, no quería darle tregua a Nico, y pronto comenzaron los desbarajustes porque mientras él vivía su año idílico, con trabajo nuevo, taller nuevo, casa nueva, Male parecía no vivirlo de la misma manera. Ella sentía que toda esa felicidad le era ajena, Nico no se la contagiaba y ella era simplemente infeliz. Viviera donde viviera. De hecho, sentir que no podía disfrutar de la misma manera que Nicolás la angustiaba tanto que terminaba odiándolo por reírse de pavadas, por acabar, por disfrutar de su nueva vida con ella y ella... ella no podía. Siempre buscaba la forma de aguarse la existencia, del tipo que si hay alguien que tiene un accidente en Singapur a ella se le amargaba el día. Este humor, que siempre lo había tenido, comenzó a intecificarse cada vez más. Su nuevo trabajo pasó de ser la gloria, a un lugar de mierda, con gente chota y con una rutina imposible de aguantar. Su taller de escritura comenzaba a flaquear, su tallerista se estaba por ir a vivir a Estados unidos y ella sentía que se quedaba sola. Cuando Nico llegaba a las ocho y pico de la noche, Male estaba ahí... borracha y vencida por una vida que odiaba. Las borracheras empastilladas comenzaron a ser más consecutivas, y de a poco volvieron los boicots a Nicolás. Por ejemplo cuando llevaba a su hijo a casa, ella estaba siempre en pedo, a veces encerrada en su cuarto o en la cama grande. A Nico le dolía que se pusiera en ese estado frente a su niñito. Le parecía muy cruel y artero. Male le confesaría que al margende querer a su hijo, le daba bronca tener que compartir su tiempo con otro ( fuera quien fuese). A N icolás se le iba buena parte de su franco y media yendo a buscar a su hijo a provincia para después llevarlo al jardín a la mañana del día siguiente. Male sentía lástima por esa vida sacrificada de Nico que no descansaba nunca, pero en vez de cooperar volvía a su eterna temporada de birras. Para Male siempre era el 2013...

A mitad de año pasó algo fatal que marcaría el futuro de la relación porque todo en ellos era endeble, era liviano, pendía de un hilo. Ante la negación de Male de tener un proyecto común la pareja solo veía pasar los días uno tras otro, con una Male autodestructiva y un Nicolás cada vez más iracundo por ese autoboicot. En una de esas noche de invierno de las que nada se espera, Nicolás estaba en su librería, esperando para irse a su casa después de un día aburrido y con casi nula clientela. En eso recibe un llamado desconocido... al atender por curiosidad, escucha la voz de una mujer que le pregunta si es algo de Malena. Claro, soy su pareja ¿por? Nicolás tuvo en ese microsegundo el peor presentimiento. La encontraron en el piso, gritando... está internada en... Nicolás les dijo a sus aburridos compañeros de trabajo que había pasado algo y que debía irse. Nadie lo detuvo. Nicolás se tomó un taxi y fue al hospital que a Male le correspondía por su obra social. Al llegar, cagado en las patas de encontrarla semi muerta, vió que estaba "retenida" en una camilla en su clásico estado etílico cotidiano. Le preguntó como estaba pero cuando lo vió se echó a reir y luego le gritó que se fuera. Estaba desencajada. Nicolás llamó a la madre de Male y le contó lo que pasaba a lo que la madre de Male se pusó a llorar. Luego el padre de Male lo llamó a Nico y le dijo que le habían dicho que el familiar que había abusado de ella acababa de morir de viejito en un geriátrico. Nico comprendió un poco más la cuestión. Hablo con los doctores y le dijeron que debía quedarse ahí, para su seguridad, hasta que se le pasara. Nicolás preguntó si se le podía hacer un lavaje estomacal, pero los médicos le dijeron que ya era tarde. Todo el alcohol ahora estaba en su sangre, trabajando a lo loco sobre el humor de Male. La llevaron a un pieza y Nico temía hablarle. Cuando lo hacía ella lo insultaba, lo trataba como a un extraño, un desconocido. Luego le dijo que se fuera, que no lo amaba, que todo era su culpa. Nico se sintió profundamente dolido y ella continuó insultándolo. Forcejeó con ella preguntándole por qué lo trataba así, pero ella parecía poseída por otra persona. Nico volvió a llamar a la madre, diciendole todo lo que Male le había dicho. La madre otra vez lloraba y le pedía disculpas en nombre de su hija. Al rato, el padre de Male (después de hablar con la madre) lo llamaba a Nico y le explicaba que le tuviera paciencia, que él sabía que su hija no era una chica fácil. Que no sabía lo que decía. Ambos padres sentían culpa por las acciones de ella y Nico se sintió fatal. Ahora entre culpable, enojado y dolido. Volvió a la habitación de ella y Male ya dormía a los ronquidos. Nico se tiró al frío piso del hospital, velando a su lado. En la madrugada, cuando ya no podía dormir más en el suelo, se levantó todo dolorido y la despertó. ¿Cómo te sentis? Ella estaba echa una seda. Le dijo que volvieran a casa y ella sin hablar asintió. Volvieron en taxi antes que saliera el Sol. mientras ella se sentía culpable, él pensaba que esa relación lo estaba destruyendo. Amaba a Male con toda su alma pero era una persona que no le hacía nada bien. Al día siguiente, Nico le contó todo y ella decía que no recordaba casi nada. Humillada y con un gran sentimiento de culpa, juró no volver a beber. Pero Nico sabía en lo más profundo de su ser que era una promesa que ella no podría cumplir. Al menos en el corto plazo. A los pocos días llegó la madre y se quedó con Male unos días para cuidarla. Como casi siempre sucedía, al final Male era consentida por su madre y todo volvía a ser como antes. Nico sabía que esto no terminaría allí, pero entre los dos trataron de llegar ilesos a fin de año. Nico ya no festejó su cumpleaños y de a poco sentía que tenía que resignar esas pocas cosas que lo hacía feliz, para no hacer sufrir a Male por no poder sentir lo mismo.

 

No hay comentarios: