viernes, 22 de diciembre de 2023

Temporada de birras (18)

Si hay algo que adoraba Nicolás era poder disponer de tiempo y dinero. No sabía cuanto podía durar aquella situación, probablemente poco, pero tenía confianza en su victoria final. De alguna manera, la intuición le indicaba que se relajara, que no tendría que volverse a la casa de sus padres. Que la rueda de la fortuna fallaría a su favor. Y como la intuición solía funcionarle para todo, excepto quizás con las mujeres, Nicolás se dedicó a disfrutar de aquellas tardes invernales de paseos por librerías y restaurantes como si no hubiera un mañana. En su pequeño departamento, una afición irresistible a literatura de ciencia ficción lo llevó a recorrer a Bradbury, Clarke, Asimov, Ballard, Sturgeon, Dick, Le Guin y hasta autores franceses, rusos y argentinos del género. Esto lo levó a pensar que había un campo poco explorado del género en el país, históricamente más abocado al policial que a la ciencia ficción. Reanudó entonces su faceta creativa y comenzó unos nuevos relatos (muchas veces de blog) que en ocasiones podían llegar a gustarle. Pero Nicolás necesitaba un ojo crítico que lo ayudara a pulir sus historias. Encontró a Marciani, un tallerista entrerriano que daba clases online desde su terruño. Nico se lo había cruzado algunas veces en presentaciones de libros y entonces decidió contactarlo. La experiencia al principio fue satisfactoria para Nicolás, ya que las devoluciones ayudaban a que aprendiera un poco más de reglas elementales del oficio de escritor que Nicolás apenas conocía o le daba importancia. Pero cierta predisposición de Marciani a colgarse en encuentros o devoluciones hizo que Nicolás se desinflara. Apenás duraron dos meses aquellas clases online muy fructíferas, cuando el loco Marciani le dijo que no podía continuar con las clases porque estaba atiborrado de trabajo. Nico se sintió desvalorizado, y en todo caso abandonado. Era lo que menos necesitaba, pero trató de seguir solo, aunque el efecto de avance no fuera el mismo. En medio de aquella batahola artístico-literaria, Male le pasó el dato de que en Siglo XX buscaban personal para abrir una nueva librería y como todas las entrevistas con el resto de las cadenas habían quedado en la nada, Nico se imprimió un buen curriculum y sin perder tiempo les dejó un c.v. en mesa de entrada. Después de esto, siguió buscando trabajo, escribiendo historias y pensando que hacer de su vida. 
Con Male se habló de la posibilidad de irse a vivir juntos. Al principio hubo algunas dudas de ella, pero al final, el "dame tiempo y esperá todo lo que tengo..." de la canción se había agotado. Era ahora o nunca. Ella le había dicho que era el elegido, entonces esperaba que se hiciera cargo de sus dichos y se la jugara por él. Ambos se la jugaron. Comenzaron (sin tener trabajo) a buscar departamentos de 3 o a veces 4 ambientes, para que tuvieran lugar de sobra y no hubiera excusas para los choques. La búsqueda fue ardua y por momentos feliz, por momentos áspera. Un depa en avenida Corrientes y Malabia, en un piso trece, trajo toda la mala suerte. El departamento tenía tres habitaciones y era lo que buscaban, pero no aceptaban mascotas. Además, Nicolás cometió la imprudencia de pedir con impaciencia inédita, un cuartito para él chiquito que estaba al lado de la cocina. Imaginaba que era perfecto como el cuarto secreto del escritor, se imaginaba allí escribiendo una memorable novela. Pero Male, ante este pedido casi de "canté pri", se enojó y le dijo que lo quería para ella ese cuarto. O había tenido las mismas visualizaciones que Nicolás, o le parecía cómodo tener un cuarto alejado del resto de la casa hubicado al lado de la cocina. O simplemente se lo disputaba por el hecho de que Nicolás lo había pedido con tanta vehemencia. Al final esto generó una discusión de horas en las calles de Villa Crespo, donde se replantearon realmente si seguir juntos o no. Todo siempre era un desborde emocional muy intenso de parte de los dos que al final terminaba en insultos hirientes, lágrimas, birras a cualquier hora del día, más discusiones y al final, una reconciliación por cansancio de las partes. Nicolás cedió con el cuarto, después de haber pasado una pésima tarde, pero encontró una excusa perfecta para boicotear el depto: la prohibición de mascotas. La dueña no quizo ceder respecto a ese tema y Nicolás se convirtió en el más férreo defensor de animales en su vida. Que la pobre gata, que ya nos quiere, que va a sufrir, y bla bla. Al final, Male, que estaba dispuesta a relgar a la gata por el depto, aceptó que quizás podían seguir buscando casas ya que todavía les quedaba un poco de tiempo. Y como la victoria es de los pacientes, a los pocos días apareció un departamento igual o más grande que el otro. Con balcón, con terraza y dos cuartos de servicio, aparte de los cuartos principales, y mucho más bello. El único problema, el mini ascensor y que era un décimo piso, dejó la bicicleta de Nicolás fuera de uso. Nico se quedó con una parte del living para su compu, libros y discos, y Male se quedó con un cuarto de servicio al lado de la cocina. Pocos meses después cambiaría su espacio privado por uno de los cuartos principales. Los padres de Male los ayudaron para entrar y se ganaron una casa amplia en CABA para venir cuando quisieran. Nico tomó esto como algo justo, teniendo en cuanta todo lo que habían hecho por ellos. Y como sus padres casi no venían nunca, no encontró objeción alguna. 
La mudanza fue un poco ruidosa y complicada ya que Nico terminó su contrato y se fué a toda máquina con sus cosas a mudarse al dos ambientes de Male. Allí estaba ella esperando con su madre, y todos sus vártulos semi empacados. Pocos días después mudarían todo junto al gran departamento. La cantidad de cosas que puede acumular una persona jóven, por más minimalista y desaprendida que fuera, era increíble. Nico arrastraba muchas cosas innecesarias como discos, ropa que no usaba, cuadros pintados por él, aparatos musicales, guitarras que nunca tocaba y un escritorio de roble antiguo. ¿Valía la pena? Seguramente que no, pero como era novato en todo el asunto, todabía no había entendido que menos es más. Ni en las mudanzas, ni en la escritura, ni en la vida misma... Male, probablemente tampoco. 
Una vez mudados, se fueron a una marcha feminista en pleno octubre del 2016. Caundo volvieron hicieron el amor y se juraron amor eterno. Nicolás le propuso casamiento pero Male se tomó el pedido en broma y lo desestimó. A los pocos días se pelearon por una tontería de roces cotidianos y Male se fué a dormir a su cuarto de escritura. Nico intentó recomponer el vínculo pero ella estaba tan empacada que no le hablaba y ni siquiera tenía ganas de tomar cerveza. Algunos días después pudieron destrabar el conflicto pero ella le aclaró, mientras estaban sentados en la terraza bajo ua noche de luna llena, que ella había apostado a la relación, que se lo tomara en serio o agarría sus cosas y se iría. Nicolás asintió y juró no volver a importunarla. A la semana a Nicolás lo llamaron para tener una entrevista para trabajar en la nueva librería de Siglo XX que estaba a diez cuadras de donde se acababan de mudar. El encargado pareció conforme con su compromiso laboral y finalmente lo llamó para confirmarle que había quedado. Nico quedó a la espera para hacerse el preocupacional pero nadie lo llamaba. Comenzó a comerse la cabeza de que lo habían reemplazado o se había caído por algo lo de la librería. La ansiedad lo estaba matando. Mientras la primavera comenzaba en una Buenos Aires renacida después de un largo invierno. En eso a Nicolás se le ocurre chequear su casilla de mail, porque a aún estar sin internet, no había visto sus correos. Efectivamente, le habían mandado el día y la hora para hacerse el preocupacional y se lo había perdido. Llamó desesperado y pidió otra oportunidad, la cual se la dieron un poco a regañadientes. Su padre le dijo que era un despistado, que no podía estar así en la luna de Valencia. Probablemente fumando marihuana todo el día y bebiendo de la entrepierna de tu compañera... Nicolás se ofendió tantísimo, porque era verdad y porque no era forma de decirle las cosas. Él quería más que nadie conseguir ese trabajo ya que además de ser perfecto, con las mudanzas y la entrada a la nueva casa se había quedado casi sin guita. Pero las cosas se normalizaron, se encauzaron y Dios mediante, todo salió viento en pompa. A la semana cmoenzó el armado de la nueva librería y allí estaba Nicolás, aportando su experiencia de librería de cadenas. Por su parte, Male consiguió por un soplo de Nico, una entrevista para una nueva Librería que abriría en un mes. Para los dos funcionaba perfecto el cuerno de la abundancia, sobre todo cuando estaban en sintonía y se apoyaban mutuamente. En esos momentos eran una pareja sólida e invencible, a la que todo se les daba fácil y por añadidura. 
Para finales de ese año tan ajetreado se irían como siempre a la casa de la costa de la madre de Male y allí, juntos y muy enamorados vivirían un hermoso verano. Nico leería ua de sus novelas preferidas "El rumor del oleaje" de Yukio Mishima, comprada en su flamante nueva librería. Y pensaría que al fin, la vida le sonreía, le daba lo que quería y agradecía a todos los dioses por eso...  

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