martes, 28 de noviembre de 2023

Temporada de birras (9)

Una de esas noches en que Nicolás salió de Corrientes y se fue directo a la casa de Male para esperarla allí, se asustó al ver cruzar el living por una especie de ardilla veloz. Luego miró bien y descubrió que Male había traído un gatito bebé. Era una gatita chiquita y atigrada que rápidamente se le vino al humo y se puso a jugar. Cuando Male llegó los descubrió a los dos ya cómplices, jugando en el sofá. Nico estaba feliz de esta decisión ya que a veces notaba que Male estaba muy sola y era en esos momentos de vacío y soledad que se conectaba con el lado oscuro de la fuerza, por no decir con el Tánatos. Nico le puso Popi y a Male le encantó. Esa noche celebraron los ahora tres miembros la creación de un nuevo hogar. 

Al mes llegó el cumpleaños de Nicolás y decidió juntar a la gente de Corrientes más algunos de barrio norte y otros amigos de toda la vida. Ese cumpleaños de 31 fue mucho más convocante que el anterior de sus 30. Nico se encontraba en el apogeo máximo de su popularidad, su novia Male aún le bancaba la parada y todavía quedaban amigos de lo eterno. Fueron en troupe al Living donde aparecieron sus amigos de la secundaria y los de su trabajo. En el bar boliche todavía era temprano y como si eso de la petisita culona, le puso sal a la fiesta no fuera sólo una frase hecha, Male peló una pepa que invitó a Nico a clavarse en el baño de damas. Se encerraron en uno de los baños y se colaron rápido el cuartito, pero una de las mozas los había visto entrar y veloz como el rayo fué a buchonearlos con uno de los que regenteaban el lugar. Golpearon violentamente la puerta y ellos salieron porque ya habían hecho lo que tenían que hacer. Pero el hombre se ensañó con Nicolás, aduciendo que era un pervertido y que estaba expulsado del lugar. Sus amigos y amigas trataron de explicarle que Nico era cumpleañero y que estaba todo bien, sólo había ido por equivocación. Además el baño de damas estaba vacío, no lo podía acusar de mirón malicioso. Pero el gerentucho quería mostrar poder frente a su moza de preferencia y no escuchó razones. Algunos ya se habían comprado bebidas pero Nico tuvo que excusarse de su torpeza con todos. Siguieron la fiesta en un bar a cinco cuadras de ahí. El bar siguiente estaba más estallado y encima cayeron más invitados. Male se retrajo y quedó rodeada de compañeras de trabajo de Nico que le hablaban sin parar y ella asentía como podía, lidiando con el ácido que comenzaba a subir a su mente. Nicolás, por otro lado, estaba completamente obnubilado, rodeado de amigos y gente que hablaba a los gritos. De lo único que se encaragaba era de invitar rondas de cerveza, una tras otra. Llegó un punto en que ya ni recordaba lo que había pasado ni quienes estaban allí invitados por él o colados. Cuando finalmente salieron a la calle, quedó en un fuego cruzado entre su mejor amigas y su mejor amigo, que habían sido novios tiempo atrás. La situación tensa del saludo y preguntas que no querían ser respondidas le dieron un halo de nerviosismo que hicieron sentir culpable al bueno de Nico. En eso llegó Male, dijo un par de cosas sin sentido y descontracturó el asunto. Ambos temblaban de pies a cabeza como con un caudal de energía cinética. También apareció una ex compañera de trabajo de Nico en barrio norte, Luli, una clásica rubia tarada, venía acompañada de Santi, otro ex compa que curtía mambos escuchando a Clash. Nico no entendía si eran pareja y mucho menos cuando habían llegado. Luli le coqueteaba a Nico descaradamente frente a las narices de Male. Nico se imaginaba haciendo un trío con la rubia y la morocha, porque su mente daba mil vueltas y se enreda en el jardín de los mimos. Male alejó a Luli con un gruñido como diciendo "yo soy más border que vos gata, asi que fuera", a lo que Luli respondió con una sonrisa falsa, mientras Santi tiraba de ella hacia un lado y Nico tiraba de Male hacia el otro. 

Cuando llegaron a casa de Male, Nico se sentía en llamas y no paraba de repetir la frase de García "estaba en llamas cuando me acosté". El calor corporal era en verdad algo desesperante, y para colmo la visión le daba vueltas y no paraba de ver figuras geométricas en la oscuridad. El mal viaje no paraba de agudzarse. Male parecía más tranquila. Pero Nico no paraba de revolear las piernas en la cama como si estuviera corriendo alguna maratón invisible. Y por momentos se imaginaba a Luli encima suyo, susurrándole chanchadas en la oreja a un ritmo pavoroso. Nico no podía más pero tampoco quería coger con Male, ya sabía que esa experiencia en ese estado podía ser muy extrema y no estaba preparado para uno fusión corporal de ese estilo. Male, que se sentía con ganas de bromear, le dijo que se calmara. Apagó la luz y le contó un cuento. Nico siempre decía que los payasos le causan gracia, a diferencia del resto de sus contemporáneos, que les tienen miedo. A Nico le parecían grotescos, absurdos y esa imagen ridícula le hacía reír. Ella le dijo que cerrara los ojos y se imaginara a tres payasos, que estaban en el circo, por salir a la función, y entre ellos discutían que truco podría hacer cada uno. La imagen de tres tipos con los zapatones, las pelucas y y los pantalones grandes cuadriculados, encima hablando en voz baja, planeando cosas, fue demasiado para Nicolas. Estalló en una carcajada en plena noche a las 5 de la madrugada y parecía imposible que se fuera a calmar. Male se rió también de como Nicolás lloraba de la risa, y juntos terminaron la noche imaginando ridículos payasos en estado de complot, hasta que cayeron fulminados de cansancio. 

Male había conocido al hijo pequeño de Nicolás una vez que fue de visita a la casa de su madre. Ella conectó bien con el niño que adoraba jugar con su collar que tenía una bolita. De a poco fue aceptando esa parte de la vida de Nicolás, aunque siempre quedaba el resquemor de que él no fuera cien por ciento para ella y tuviera "otros" amores. Esto era ridículo para Nicolás que no entendía como alguien podía ser celoso del hijo de su pareja, pero más común de lo que sospechaba. De todos modos, congeniaron bien y ella adoraba a esa pequeña criatura de dos años. 

Cuando llegó septiembre, Nicolás tenía la plata requerida para poder alquilarse algo chiquito. Pero previamente se tiró el lance con Male ya que ella también tenía que mudarse. Él insistió porque prefería vivir acompañado a vivir solo, pero ella le insistía que hiciera su experiencia de vivir sólo y que en todo caso, después verían... Nico insistía pero Male le volvía a responder cantando una canción de Julieta Venegas: "Sé, delicado y esperá, dame tiempo para darte, todo lo que tengo"... Nico se enfurruñaba pero al final aceptó. Después de todo, mal no le venía la experiencia de hacer la suya. Sin embargo, implícitamente, habilitó algo en él para la trampa, en principio...

Los dos se fueron a vivir cada uno por su lado, uno en Caballito y la otra por Palermo. Era claro que por lo general, por la cama de dos plazas y la tele grande, terminaban más en la casa de ella que en la suya pero no importaba. El día que Nico se mudó sintió una extraña sensación; sentía que había conseguido un pequeño logro largamente anhelado, y por otro que era una especie de gorrión, enjaulado en un monoambiente apenas más grande que su antigua habitación. Pero algo era seguro, desde que se había mudado, las terribles y cada vez más continuas parálisis de sueño que lo aquejaban se detuvieron de golpe. Algo en el mundo de los Sucúbos detuvo su andar y los elementales leches dejaron de acosarlo por un buen tiempo. 

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