miércoles, 22 de noviembre de 2023

Temporada de birras (6)

Nicolás tenía miedo. Siempre lo tuvo. Casi podría decirse que el miedo era su estado natural. Cuando era chico tenía problemas respiratorios y ningún médico daba en la tecla con el diagnóstico. Sus pulmones chiflaban, se quedaba sin aire y tosía hasta quedarse morado. Un buen día lo llevaron con un médico homeópata y ahí pudo encontrar estabilidad. A base de una medicina herbácea alternativa, sintetizada en globulitos, Nicolás pudo curarse para siempre de sus bronquios. Aquel médico, un tal Dario, le preguntó si tenía temores. Él le respondió que le tenía miedo a la oscuridad. Darío le dijo que estaba bien tener miedo, que sin miedo no se puede vivir. Aunque quizás le faltó completar que si bien el miedo es algo inherente en el humano, se debe seguir avanzando. No claudicar o quedarse paralizados porque lo peor que nos puede ocasionar el miedo es dejarnos quietos, inmovilizados, sin capacidad de acción o reacción. 

Por las noches, en la casa de Malena, veían películas de terror o escuchaban canciones que les gustaban. A veces se peleaban porque ella no quería escuchar lo que él ponía y viceversa. Entonces Nicolás proponía elegir un tema cada uno. Esto no convencía a Malena pero resultaba lo más justo. La realidad es que ninguno quería ceder en su orgullo y se comportaban como dos niños de jardincito. Sin embargo, eventualmente podían coincidir sus gustos y entonces ahí brotaba la magia entre ambos, generando artistas que marcarían esa relación por siempre. Uno de estos fue Tim Buckley, el acongojado artista norteamericano, que con canciones como Song to a siren, conmovía los cimientos emocionales de esta joven pareja. Ninguno podría volver a escuchar aquella canción sin recordar ese primer verano juntos.

En febrero a Nicolás le tocaba una semana de vacaciones y siguiendo la recomendación de un viejo amigo, decidó mover su esqueleto hacia Claromecó, una playa del sur de la provincia de Buenos Aires. Como a Male aún no le tocaban vacaciones tuvo que irse solo y la experiencia fue buena para poner a prueba un poco a la relación, darle temple. Mientras estuvo allá, Nicolás se dedicó a ir del camping a la playa y de la playa al camping, leyendo Las palmeras salvajes de Faulkner y pensando hasta que punto toda aquella historia triste no sería una premonición. Las pocas veces que habló con Male la notó bajoneada, sin mucho para decir más que confesarle que estaba fumando mucho. Nico lo tomó como un mensaje de su ansiedad, quizás lo extrañaba y era una forma extraña de decirselo. De todos modos, él volvió en pocos días y le llevó de regalo los dvd de Jurassic park, El juego de Ender y El lobo de Wall street que miraron juntos felices por su reencuentro. 

En la librería había habido algunos cambios siendo que habian entrado algunos chicos nuevo y otros que se había ido. Pero sobre todo, el cordobés tendría que haber vuelto de sus vacaciones y sin embargo nadie sabía nada de él. Encima ya se rumoreaba por toda la sucursal acerca del romance entre Male y Nico, y eso generaba una tensión de nervios insoportable. Ellos habían ido a ver Her, la película con Joaquin Phoenix que trata de un escritor de poemas de amor que se enamora de su sistema operativo. Un drama posmoderno con tintes satíricos y un poco de ciencia ficción. En base a esta salida romántica donde Nicolás no haría más que reconfirmar su amor por Male, es donde Matute, el perro cancerbero de Alex, los descubrió y avisó a las autoridades. Matute, el subencargado les hacía preguntas por separado de que habían hecho el fin de semana y ambos daban respuestas similares, entonces ante la sospecha, unía las partes para darle parte al loco Alex y así separar a los alegres tórtolos. 

Pero antes de este trágico desenlace volvió el Cordobés. Completamente alienado. Mucho más de lo que ya estaba antes de irse de vacaciones a su ciudad natal. ¿Y entonces? El loco se había enterado de una posible paternidad pero fue expulsado como perro malo. La crisis interna del cordobés ya no podía ocultarse más, estaba a punto de estallar. Las imbecilidades y desubicaciones del señor Alex tampoco facilitaban las cosas que, fiel a su estilo provocador, ponía en duda adelante de todos la veracidad de su relato. El cordobés no tardaría en renunciar y mandar al diablo a todos, cansado de vivir una situación alienante que ya no soportaba más. Nicolás a veces pensaba que su camada, la del cordobés y él, estaba malparida. Aquella partida abrupta del cordobés fue una estocada fatal para aquella sucursal, quizás la más grande después del Splendid. Todos los que trabajaban ahí sintieron en mayor o menor medida su partida porque el cordobés era un poco como el alma del lugar. Sin él, era una librería más, gris, triste y sin alma. Sólo los nuevitos no captaban la real relevancia de aquella irremediable partida que dejaba un hueco imposible de llenar. Sobre todo para Nico que se había sentido en verdad muy bien recibido por el cordobés y habían forjado una linda amistad. Pero no hubo mucho tiempo para duelos, a poco de haber renunciado el cordobés, Nicolás fué anoticiado por el conde Alex de que sería enviado a otra sucursal.

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