miércoles, 8 de noviembre de 2023

Temporada de birras (4)

Enero era caluroso, extremadamente caluroso. Aquellas tardes en que Nicolás iba desde el Abasto a Barrio Norte, caminaba por avenida Las Heras y curioseaba la vidriera de una librería muy top. De esas que tienen cosas importadas muy chéveres y mononas. Nico se entusiasmó con ese lugar porque un compañero (mal llamado y conocido como "el héroe") le había soplado la presencia de libros del señor Ballard y Nico estaba viviendo un metejón con el autor inglés oriundo de Shangai. Se compró El mundo sumergido, la primera novela (al menos de relevante importancia) de dicho autor. En pocos días se la devoró toda, como corresponde a un machito violento como era él... según las malas lenguas, claro.

Nicolás siempre odió las lenguas viperinas. La gente víbora, las serpientes de cascabel, y todo el subgénero de reptilianos siempre le causaron asco y rechazo. Lo de Nico era lo caliente, lo mamífero, lo felino... La gente fría y reptil eran las antípodas de su cosmovisión general. Ese verano también se leyó El juego de Ender de Scott Card, lo mismo que El monje que vendió su Ferrari, Estrella distante, El gran Gatsby, Los vecinos mueren en las novelas, Las partículas elementales y muchos más. De hecho, ese 2014 sería uno de los años que más libros leería en su vida hasta ese momento al menos, llegando casi a 53 ejemplares y comenzando así una vorágine lectora que dificilmente se detendría en los próximos seis años al menos.

Pero eso no era lo importante. Ese enero, como dijimos, hacía mucho calor. Con Malena se la pasaban escapándose de la librería para darse besos furtivos. Por las noches se enredaban en un sinfín de gemidos traspirados. Todo siempre acompañado por latas de cerveza, por vasos de cerveza, por botellas de cerveza y no había nada que no se pudiera hacer sin cerveza. Nicolás nunca había sido muy bebedor de cerveza ni de nada. Tomaba sí cuando se veía con sus amigos, cosa cada vez más esporádica. Desde que había entrado en esa vorágine de pasión y dependencia mutua, todo el resto de sus vínculos había pasado a un segundo o tercer plano. En pocos meses perdería a una parte de sus amistades de la primaria, y con el tiempo perdería la otra parte que restaba. Nada ni nadie le servía en ese momento, nadie lo congraciaba, sólo Male, que nunca le exigía nada. Ni que estudiara una carrera, ni que fuera "alguien" en la vida porque ¿que había hecho en esos treinta años al pedo? como le había acicateado Mariela. Nicolás respondió muy fino: Hacerme la paja mirando una foto de tu vieja en tanga, eso hice. De hecho, nací pajeándome, por eso costó tanto salir del útero, tenía las manos en la masa... 

Para Mariela (que en pocos años se convertiría en una especie de influencer psicóloga feminista) sólo quedaría la ignominia en el recuerdo de Nicolás. Un ser aplastado por sus propias contradicciones que seguramente terminaría votando a algún desquisiado derechista empastillado, o se iría a vivir al paraíso fiscal pedorro que es Uruguay, refugio de la ralea más merza y nefasta de la Argentina. Pero Male era otra cosa. Ella no le metía consecutivamente el dedo en la llaga o en el orto, a menos que él se lo pidiera claro. Podía ser una chica brava, muy difícil de comprender, a veces era irritante en su derrota y desconsuelo de vivir. Pero es que Male era una mujer rota, como las mujeres rotas de las que hablaba Simone de Beauvoir, aquellas que sufrieron algo terrible en su vida y les resulta difícil o casi imposible volver a reconstruirse, volver a ser una. Quedan fracrturadas como un espejo roto que se vuelve a pegar pero que ya no es el mismo. Y a veces, dependiendo la personalidad de cada uno, la fuerza, los intereses, hasta los genes, podemos hacer algo con la tragedia o apenas podemos seguir vivos y ya... Nico fue entendiendo todo eso lo mejor que pudo, pero no podía estar en sus zapatos. Notaba la inmensa fragilidad de esa muchacha menudita y narigona, de pelo cortito y mirada escurridiza. Que le mostraba un bandoneón que le habían regalado y que parecía tan o más grande que ella. Hacía movimientos como queriendo sacarle un sonido a tremendo instrumento de complejidad, y las cucarachas revoloteaban por las paredes y Nicolás la observaba con la intriga de quien tiene frente a sí un misterio insondable, más allá del que de por sí son las mujeres en general. Male era algo muy oscuro, nunca había conocida a una chica igual, y toda esa pesadez, esa densa negritud de su alma, le hacían ver que más allá de la nebulosa de confusión y autoflagelación, había un alma luminosa, un diamante en bruto, un corazón de oro puro. Pero esos momentos eran como destellos breves que en pocos minutos podían convertirse en el peor de los infiernos. Nicolás entendía todo eso pero no estaba resignado a soltar tan pronto. El dolor por Mariela había desaparecido ya hacía meses pero él elegía seguir adentrándose en una relación que no prometía mas que sinsabores.

Una de aquellas noches veraniegas, el cordobés le dijo que la sucursal estba embrujada, que la proximidad del Cementerio era una influencia nefasta y que no eran pocos quienes habían visto gente taciturna caminando por los pasillos, gente que no salía en las cámaras de seguridad. Nicolás leía Gilgamesh, aquel poema épico que se dice es el más antiguo de la humanidad. Nicolás siempre entendió que la humanidad es un suspiro en la historia del universo, pero que en nuestra propia escala, la humanidad era vieja, la humanidad tenía su historia, su camino recorrido, y que muchas cosas habían sucedido desde lo de Gilgamesh, el héroe que afronta el temor a la muerte. Y antes de él ¿que? Quizás haya mucha más historia perdida en el silencio de los tiempos idos... A Nicolás le generaba una extraña obsesión todo aquel pasado olvidado del ser humano. Algo le decía que en esos tiempos perdidos habían pasado cosas clave que marcarían todos los sucesos posteriores. Pero para la historia oficial, la humanidad apenas tiene algunos cuantos milenios de civilización. Nada podía afirmarse en un mundo que adoptó el metodo científico de las pruebas y de la evidencia exacta. Esta bien, pero para Nicolás, todo lo que nos pasa, sobretodo aquello que no logramos resolver, se encuentra perdido en el polvo de la noche de los tiempos.   

No hay comentarios: