lunes, 27 de noviembre de 2023

Temporada de birras (8)

El haber tenido que dejar los estudios a la fuerza el año anterior le dio a Nicolás una relativa libertad y limitada libertad que no desaprovechó del todo, siendo la lectura y pasar tiempo con su novia lo que más hacía. ¿Qué es la felicidad para ti David? David sonreía con su dentadura de modelo Parodontax y no decía nada. Para Nicolás, la felicidad era simple: estar tirado con Male en la cama, cada uno leyendo un libro. Ella, posiblemente alguno de Levrero o El segundo sexo de Beauvoir, y él quizás El club de la pelea de Chuck Palanhiuk o Eramos unos niños de Patti Smith, en fin... cada quien con lo suyo. Si ahy algo que que le gustaba a Nico era que todos seamos felices con los que nos gusta. Cuando intentamos imponer nuestros gustos, todo se desvalancea y se termina cayendo. 

El cambio de barrio norte a Corrientes significó el adiós a titanes como Pancho hot y Pizza way por los mega titanes de Guerrin (que estaba prácticamente en la misma cuadra), Los inmortales, como también la heladería Cadore... Nico creería mucho después que este fue el inicio clave del crecimiento de su panza o busarda. Pero ¿Quién le quitaba lo bailado? Lo que más difrutaba de trabajar ahí era que la librería parecía una librería y no una "bookstore" de 24 hs. Guardaba el mejor de los recuerdos de su escuela de aprendizaje, pero lo de Corrientes era otra cosa. No pasó mucho tiempo para que se diera cuenta que por aquella avenida pasaban los personajes más variopintos y eso fué siempre así. De día y aún más de noche, podían aparecer seres venidos de otra dimensión, escapados de Arkham assylum o de la enfebrecida mente de un Moebius detonado. Gente cubierta con bolsas de plástico y botellas vacías como adornando todo el cuerpo. O el hombre que entró cubierto con una frazada enorme de colores, un tipo en verdad muy robusto que se tambaleaba. De su improvisado chaleco de lana sacó un libro bien grande y gordo. Preguntó si teníamos el libro... Gaguchi, un jovencito ex compañero de barrio norte y que era muy buena onda, le preguntó con toda paciencia ¿cual libro? Pero el gañapan no se contentaba con ofender la decencia sino que encima se hartó de la conversación y le increpó fiero a Gagu... El libroooo!! Pero cual? Insistía un inocente Gaguchi. Nico mantuvo cierta distancia ya que conociendo su temperamento prefería no lidiar con gente alocada que pudieran alocarlo a él también. Pero acá se divirtió con cierta culpa. El hombre insistía con el libro y Gaguchi quería saber cuál. Hay sólo un libro, dijo el hombrón mientras se tambaleaba más borracho que ruso en invierno. Gagu insistía en tratar de llevar la conversación a los parámetros de la realidad, pero la conversación se manejaba por fuera de los mismos, a los que el jóven libro estaba tan aferrado. Gaguchi era casi un niño recién destetado salido de la secundaria que le gustaba leer un poco de todo, teniendo un affaire importante con Paulo Cohelo que nadie le perdonaba. Pero él se mantenía firme a sus gustos. Nico le había sugerido que leyera otras cosas, que elevara la apuesta, que pasara a un Hesse, después a un Castaneda y así... Gaguchi le hizo caso en cuanto a Hesse, pero a Castaneda le tenía idea. Sin embargo era esencial para sortear situaciones como las del gordo que me manejan en otros lenguajes, en realidades alternativas. Gaguchi perdió la paciencia y fue a llamar a la policía que se llevó al indeaseable. Al final el hombrón se refería al Ulises de Joyce...

Nicolás no tardó en conocer a los padres de Malena. Primero había conocido a su madre Carmela en el verano, una mujer encantadora y buena onda, que de entrada lo aceptó rompiendo así con la racha de suegras del infierno que Nicolás venía coleccionando desde su primer noviesita hasta Mariela, siendo la madre de esta última la más harpía de todas. Luego vino Alberto, el padre de Male, un tipo un poco más arisco con Nicolás, que lo miraba de reojo y parecía no confiar en él. Esto a Nicolás lo intimidaba y lo enojaba... Por momentos intentaba congraciarse con Alberto y podían llegar a pegar un poco de onda, por momentos... Pero estaba claro que era el padre quien protagonizaba la mayor resistencia de su familia, que de todos modos, como vivían en Miramar era algo esporádico. Male tenía una hermana que vivía en el norte, con su novio y su hija, muy hippies todos. 

El padre de Malena le había inculcado cierto interés en el Sufismo, y ambos tenía su mantita para brindar sus oraciones matutinas y nocturnas. Nico quería aprender de eso, quería ser parte y su alma curiosa lo llevó a intentar entrar en el círculo de la confianza al mejor estilo Gay Focker. A veces le regalaba libros de cuentos sufíes a ella, o a veces a su padre. Intentaba comprender esa extraña filosofía de vida tan distinta a la cultura occidental. Pero Nicolás, cuando veía a su novia interactuar con su padre, comprendía que tenían una relación de complicidad que lo dejaba afuera y que era inútil intentar entrar ahí. De a poco se iría formando una cierta relación tensa y de recelo con el padre de Male que siempre jugaría a favor de su hija de forma incondicional, aunque ella fuera el problema. Por su lado, sus padres nunca interactuaban mucho con sus parejas, sobre todo su padre que desde que se había separado de su madre intentaba vivir una vida despreocupada de adolescente, saliendo con señoras como si tuvieran 20 años y ya nunca adoptando un rol de padre sino de compinche, como si fuera un amigo más... Esto a Nicolás lo deprimía, porque ese padre que recordaba de la infancia, laburante, sonriente, que jugaba con ellos, contenedor... Se había resquebrajado cuando en los 90s se quedó sin su empleo fijo, para finalmente morir cuando cumplió 50 años y decidió que quería vivir el resto de su vida alejado de su familia, tratando de recuperar una juventud que nunca había disfrutado. Nicolás pensaba bien por él, que haga la suya... Pero sentir que había perdido esa figura paterna lo había dejado desorientado, porque si su padre intentaba vivir una juventud a la par suya, eso le parecía deprimente y desolador... Que frágil parecía la masculinidad en su familia.

Y entonces, en esa batahola de encuentros empezó un mundial que como era costumbre en este país, al principio nadie daba un duro por el mismo. Sin embargo, el equipo de Pachorra comenzó una seguidilla de victorias cada vez más épicas que nos llevarían por primera vez en 24 años a una final del mundo. Toda la experiencia la vivieron por momentos juntos, otras en sus trabajos o con amigos. Pero, en medio de la contienda futbolística mundial, pasó algo que uniría mucho a la joven pareja. Una de esas mañanas en que él se había quedado a dormir en casa de ella, se despertaron como siempre, prestos a tomar un café con leche, cuando Nico comenzó a sentir un dolor in crescendo al costado de su cadera, casi en su espalda. Era difícil definir el dolor pero parecía algo interno, un dolor punzante que comenzaba a elevarse cada vez más. Parado al lado de la cama de pronto, ante la estupefacción de Malena, Nicolás comenzó a quejarse hasta gritar. Ella no sabía si bromeaba o qué, pero pronto comprendió que no había ninguna broma en ciernes. Nicolás sentía como si le estuvieran clavando una daga filosa en un riñón o por ahí. Fueron a las corridas al hospital que le correspondía por su prepaga, pero una vez allí se percató que se había olvidado el dni en casa de su madre. Le pidió a Male que por favor fuera a buscarlo y ella así lo hizo, siendo este el momento en que ella conoció a la madre de Nicolás... Cuando regresó, fue entonces que recién lo pudieron atender y le hicieron los chequeos de rutina. En la radiografía salió que tenía un cálculo insertado en medio del riñón. El dolor que experimentaba era casi único en su especie, quizás comparable a cuando casi diez años antes había tenido apendicitis. Los médicos le pidieron calma y le recordaron que el dolor era equivalente al de un balazo. No sé, nunca me dispararon doc, dijo Nico, pero ninguno de los calmantes que le daban parecían hacerle efecto. Male se quedó a su lado esperando, mirándolo, acompañándolo y faltó a su trabajo para quedarse con él. Una enfermera llegó con oro líquido. Te vamos a tener que dar morfina... Nico se entusiasmó del chutazo ya que se imaginaba algo tipo Trainspotting y así era... Una sensación de liviandad absoluta, sintió desvanecerse suavemente sobre la camilla mientras Male le sotenía la mano y le sonreía. Un rato más tarde, cuando pudo volver a incorporarse, volvieron a casa de ella que le dio cuidados intensivos. Le prestó el piyama de su padre y lo metió en la cama. Nico nunca se había sentido tan cuidado y querido por una novia. Ese acto de amor lo conmovió hasta los cimientos mismos de su ser. 

Al día siguiente, se sintió mejor y cuando volvió al médico, éste le explicó que le iba a dar unas pastillas para dilatar su uretra y así, el cálculo saldría sin mayor capacidad de daño. Quizás en unos días, quizás en una semana, pero saldría mientras hiciera pis, y ni se enteraría. Nico entonces prosigió con su vida normal y Male fue levantada en peso en barrio norte por haber faltado para cuidar a Nico el desertor, pero al final fue valorada su acción por noble y desinterasada. En medio de todo aquello, el mundial más intenso desde 1990 proseguía su curso, y todo el país estaba en vilo por lo que pudiera pasar. Sobre todo al ganar la semifinal a Holanda en un partido bravísimo por penales. Y así llegó ese fatídico 13 de julio, donde casi toda la sucursal de barrio norte se acopló a Nico en la casa de Male que vivía muy cerca y la tensión no se hizo esperar. Con un gol anulado a Igualín, una pulga desdibujada y un chiquito Romero que no podía hacer milagros, se perdió por la mínima diferencia en el tiempo suplementario. Mascherano había sido, según Nicolás, el mejor jugador de Argentina en ese mundial, quien se las había corrido y peleado todas, poniendo huevos por todo el equipo. Pero el milagro vendría por otro lugar, cuando en el entretiempo del suplementario, Nicolás fue al baño a ahcer un pis y de pronto: Plop! se hizo la magia. El pequeño bastardo de ácido úrico salió expelido cayendo en medio del inodoro. Nico observó esa pequeña bolita deforme que acababa de salirle del pene. No había tenido dolor, sólo había salido como quien escupe de un gargajo por aburrimiento. Al salir del baño les contó y todos vitorearon la proeza. Uno disparó le sacaste tarjeta roja al calculo... Todo muy hilarante y aunque se perdió el mundial, Nico recuperó sus dones. Esa noche, cuando todos se fueron, Male le propuso ir a festejar su pequeña victoria en un telo con jacuzzi, y así, peinando la coneja, pudieron sortear ese amargo sinsabor que les había dejado estar tan cerca pero no... 

 

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