domingo, 26 de noviembre de 2023

Temporada de birras (7)

Por momentos las tertulias de ácido lisérgico se convertían en un problema para Nicolás, que había pasado de ser un mero fumador ocasional de hierbas, a un degustador serial de todo tipo de sustancias prohibidas. Sentía que, de alguna manera, con Male había encontrado alguien con quien probar y romper sus propios límites. 

Cuando comenzó en la sucursual de Corrientes y Talcahuano, se puso a prueba todo por primera vez. Male se tomó la noticia de mala manera y lloraba buscando consuelo en sus compañeras. Nico al principio sintió alivio porque salir con una compañera de trabajo le empezaba a resultar contraproducente. Los celos comenzaban a aflorar en él como un mal difícil de extirpar y eran el indicio del porvenir. Pero estar sintiéndose así, todo el tiempo inseguro de que algún compañero nuevo "le birlara" a su chica, le hacía muy mal. Y encima con la partida del cordobés que se había vuelto a su provincia para jamás volver, no le dejaba mucho entusiasmo para continuar en la mítica sucursal de Barrio Norte. Miró el lugar por última vez y se despidió de todos con un abrazo. Había vivido allí los siete meses (probablemente) más intensos de su vida, y como todo lo intenso deja huella, también dejó tras de sí un tendal de recuerdos inolvidables. 

En su último día se compró Walden de Thoreau, Diario de las estrellas de Lem y Yonqui de Burroughs. Casi como si fuera una despedida el mismísimo señor Alex de Large le cobró en caja con su respectivo descuento. Al pasar los libros por la registradora les dedicó una breve pero divertida acotación a cada uno de los autores elegidos: Un comunista, un puto y otro comunista, en fin... Nico sonrió y agradeció la oportunidad, aunque esa no sería la última vez que se vería las caras con el señor Alex, especie de oscuro demiurgo del mundo libreril porteño.

Su primer día de trabajo en Corrientes 1300 fue una cachetada de realidad. Apenas había comenzado su jornada, cuando tuvo un primer enfrentamiento. Una veterana compañera, que venía de un antiguo grupo de estables que habían sido recientemente disueltos hacía poco, le buscó pleito sin razón. Esta mujer, que ya había hecho todo un recorrido en esa empresa y estaba más quemada que empanada chaqueña, le gritó adelante de todos que estaba guardando mal una novela romántica que según ella iba en autoayuda. Nico, tranqui defendió su decisión y siguió haciendo la suya. Ella, indignada ante esta situación, le volvió a gritar adelante de todos, incluyendo al encargado. Éste, que había sido el primer subco de Nico cuando entró nuevito en barrio norte, le habló a la mujer para que se calme pero no había caso. Ella se sentía reemplazada, invadida por una hueste de pendejitos nuevos y añoraba su antiguo grupo de compas y compinches. Al final se decidió cambiarla de sucursal y enviarla a una donde estuviera más tranquila. Nicolás no entendió en el momento pero luego sí. Porque él también era un exiliado, un exiliado político por haber cometido la felonía de cruzar las fronteras de la confianza en el amor romántico con una compañera de trabajo. Alex no toleraba parejas en su sucursal porque entendía que eran una bomba de tiempo. Que los conflictos y rupturas podía estar a la orden del día y generar un mal ambiente en su reinado de terror. El único habilitado para crear caos y conflicto era él, los demás no podían tomarse esa atribución. Según los parámetros del señor Alex, Nicolás había cruzado una línea que no estaba explícita, pero sí implicita. Y todos sus vasallos que oficiaban de espías e informantes del señor oscuro no iban a dejar pasar la oportunidad de recordarle sus propias diatribas del tipo: Alex, acá hay dos que andan noviando... ¿Que vas a hacer?... Y bueno, el señor Alex tiene que estar a la altura de su fama de Lord Sith. Separó a la pareja por lo sano y que sigan su relación por fuera del ámbito laboral. Acá se viene a labural, no a curtir. Y lo bien que hace señor Alex, lo bien que hace. 

Al poco tiempo de estar en Corrientes, y ya estabilizado con sus compañeros, algunos de los cuales venían del mismo lugar que él, Nico empezó a entender los códigos del lugar. Ambiente más relajado, sin corbata, salida un poco más temprano y un corredor histórico de la noche porteña: librerías, pizzerías y teatros. Ahora, Nico se sentía más cerca de ese mundillo conocido como el de los libreros. Antes, apenas si sentía un vendedor de libros, por no decir un despachante. Porque cuando uno comienza a trabajar en el rubro librero, no importa que hayas leído o trabajado antes, la realidad es que no sabés nada. Y al comienzo uno se contenta con ser un mero despachante de libros. Te piden algo, lo buscás, lo entregás y chau. Pase el quye sigue. En librerías como la de barrio norte, que tienen un contigente de venta superlativo, esto a veces es lo único que se necesita. Pero en Corrientes la cosa no era tan así. El público era más variopinto, con gente golondrina o de paseo como en barrio norte, pero también con reales buscadores de libros, buscadores de rarezas, gente interesado en lo oculto. De todos modos, también al ser una sucursal con mucha gente, la tarea de recomendador no era algo que se diera fácilmente, aunque de a poco se empezaba a perfilar. Sin embargo, acá es donde Nicolás pasaría al siguiente nivel, vendedor de libros. El período de despachante había quedado atrás. Barrio Norte había sido una escuela, quizás la mejor (junto con el Splendid), ya que aprendía los gajes del oficio en un curso acelerado de pocos meses (los tres iniciales de prueba). Después, para un tipo hipersensible como Nicolás, quedarse en ese lugar era asesino. Así que sabía que en el fondo Alex le había hecho un favor, aunque no lo viera tan así. Una de esas tardes se cruzó con el señor Alex en el depósito que había en el subsuelo de Corrientes y le puso cara de perro y tensión cortante a su saludo. Alex que no era ningún tonto se dió cuenta y probablemente no le gustó un carajo, haciéndole la cruz para siempre. Nicolás no controló su reacción porque en ese momento le daba bronca que lo hubiera apartado de sus compañeros y de su chica, pero no tardó en darse cuenta que había sido la mejor decisión. Entonces no pudo contener su furia y le mando esa mirada asesina a su antiguo jefe, un poco para sacarse la bronca de sus abusos laborales que Alex ejercía de forma fría con varios de sus compañeros. En ese momento Nico se sintió zarpado, como si fuera un héroe anónimo de las masas, vengando al pueblo oprimido. Una especie de Guy Fawkes, un vengador silencioso. Pero Alex anotaría esa impertinencia de su parte para vengarse a futuro, porque el que tiene alma de opresor y es un calculador meticuloso como Alex, sabe que la venganza es un plato que se sirve frío. 

A los pocos meses de comenzar, la relación con Male entró un poco en meseta. Se enfrío esa intensidad inicial de los primeros meses y pasaron a verse como cualquier pareja, cuando les daban los tiempos. Igual pudiera congeniar bastante bien eso ya que en principio él salía una hora antes y la pasaba a buscar tranqui cuando ella salía del laburo. Pero esa separación no era gratuíta, porque Nicolás sentía que Malena un poco le achacaba a él la culpa de esa separación de sucursal. De hecho, Nicolás pensaba pedir un cambio de turno en Barrio Norte, cuando Alex le dijo que sí, más que de turno de sucursal. Porque Nico ya entendía en parte que estar juntos todo el día era contraproducente. Pero ahora que estaban en sucursales distintas, ella un poco se lo hizo pagar. La primera gran afrenta llegó un día en que habían quedado en verse a la salida del trabajo y ella le canceló porque iba a salir con La Colombiana, una compañera nueva de Male, que no conocía. El hecho de que le hubiera cancelado a último momento le molestó mucho. Se sintió desplazado, infravalorado, despreciado... O sea, se lo tomó de la peor manera que alguien se puede tomar un hecho irrelevante así. Era cierto que estaban juntos todo el tiempo y ella le reclamaba que necesitaba tener amigas, que tratara de entender. Pero él la entendía y a la vez la añoraba. Sentía que no podía estar una noche sin ella y eso, de alguna manera lo hacía sentir dependiente y débil. Porque la amaba tanto que terminaba odiándola por necesitarla tanto, al punto de no poder respirar si no la veía. Y entonces, ante los primeros asomos de libertad e independencia, él se sentía vacío, sólo, amargado y vacío. Pero Nico, en el fondo, bien en el fondo, sabía que ese era su problema, no de ella. 

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