viernes, 2 de diciembre de 2022

El desbarbijado


Había un tiempo preterito pluscuanperfecto homónimo de los repollos menguantes, donde la habitación del norte soplaba vientos de angustia sempiterna. 

En esos momentos difíciles existía la situación compleja de la lobotomía extrema que dejaba ateridos los miembros extremos del corazón menguante. 

Daba dybala bala laika, en extremo oriente se disputaba el regicidio del magnicidio soviético de los dedos ocre, que bailoteaban en duro pavimento. 

Cuando pasó el temblor y pasó el esplendor, todo verdor perecerá. Las coronas de laurel fueron en retirada. Una retirada tan silenciosa como falsa. 

De a poco fueron reorganizándose la suma de todos los males. Y quedó como recuerdo un labio violáceo y amoratado que pedía a gritos ser mordido. 

Destruyendo todo signo de convención moral, se fue notando que el pandémico rostro del desierto, avanzaba como perla adoctrinada del alba. 

Cayeron todos como el silencio del tucu, que calla sus dolencias, no comunica sus penurias y todos damos por hecho que está ofendidísimo sin saber que carajo le pasa. 

Quizás, el desbarbijado se cansó de su soledad, de su autoexclusión, su propio ostracismo estalló en mil pedazos rompiendo todo vínmculo y parámetro de cercanía y amistad. 

Ahora sólo nos queda volver a tapar nuestros rostros pelilampiños, desbarbijados estamos a la buena de dios, o a la buena de nuestra propia Psique, una diosa mental que todos tenemos dentro y que tiende a fallarnos cuando más la necesitamos. 


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