martes, 25 de octubre de 2022

1) Rusos putos


Cuando Santiago entró a la librería se sintió apabullado a tal punto que por un segundo pensó darse la vuelta y salir corriendo de ahí lo más rápido posible. La cantidad de libros, de gente y de empleados le parecía en verdad terrorífica. Se acercó un sujeto diminuto que todo el tiempo se subía el cierre de su buzo polar, casi tapándose la naríz. Parecía el enano tonto de Blancanieves, el que estornudaba y reía como idiota. Éste sujeto chiquitito le indicó que lo siguiera. Juntos se acercaron a otro grupito de nuevos reclutas. Frente a ellos se abría un nuevo universo de posibilidades y de nuevas historias y aventuras. Entre los nuevos reclutas se encontraba Tomás Deacá, que ese mismo primer día, fue su último día. Luego estaba Malvina y Soledad, hermanas gemelas. Luego estaba la Rusa de la cual Santiago caería preso de sus propias pasiones.

Mas luego, esa tarde, apareció un sujeto extraño, alto, parsimonioso en su andar. Tenía el pelo semi largo y detentaba orgulloso un arito de plata en su lóbulo izquierdo. Este hombre, perfumado hasta la médula, era uno de los jefes. Santiago y el resto del equipo se cayeron en gracia prontamente. Aprendieron que estaban allí porque la vida los había depositado en ese lugar. Nadie pensaba en una carrera ahí pero todos, por a o por b, necesitaban recalar en ese extraño lugar, frente a uno de los cementerios más espantosos de la ciudad, lleno de historias de espantos y apariciones. Todos estaban listos para arrancar como un nuevo equipo que sale a la cancha a ganar o ganar, aunque la sangre, el sudor y las lágrimas brotara de su ser a borbotones. Sin embargo, aún faltaba el jugador número 1 o mejor dicho, el número 10, el Maradona del equipo: el Tucu. 

El Tucu era como el Diego pero no porque fuera el mejor librero del mundo, (aunque lo fuera), sino más bien por el carisma y por la voluntad de compañerismo, como también por su facultad de rápidos reflejos para entrar o salir de la escena como si fuera en verdad el mariscal de todo el salón. Su buena predisposición y buena onda para recibir a los nuevos lo convirtió rapidamente en un referente para muchos de ellos, sobre todo para Santiago que rápido como un rayo se adosó a él pegando un alto nivel de onda y arraigo. Entre los dos se forjó una extraña amistad a base de chistes, intercambio de lecturas y opiniones (altamente cuestionables todas) pero que lograron forjar un fuerte vínculo entre ambos. Vínculo que se extendería también a muchos otros como Babuchis, Georgie-boy, la Lucky lady, Aldous, Nico, la Rusa, Lucy, Nicolinas y Maguitas que vendrían con el correr de los últimos cinco meses de aquel movido año. Pero Santiago había sido el primer en llegar en Julio y lograr quedar tres meses después, a partir de ahí se rompería la racha de no que nadie quedaba fijo debido a los poderes ancestrales del hombre de negro y del turbio cementerio que lo enmarcaba todo. 

Pero no todo era color de rosas porque cuando todos están así, entregados, regalados, como a pedir de boca entonces es cuando llegan los momentos fatídicos. Cuando Santiago parecía a punto de declararle su amor a la Rusita, ésta es enviada a Siberia donde sería puesta a trabajar codo a codo con un berebere de barba negra y prominente que veloz como el rayo le declararía sus intenciones para finalmente casarse con ella y llevársela a vivir lejos, y bien alto, en una fortaleza escondida, en una torre de marmol incaccesible para cualquier otro gallardo caballero que pretendiera a su doncella. Entonces Santiago cayó en la realidad de que no podría llegar a ella, nunca. 

Pero como dice el dicho "Cuando Dios cierra una puerta, otra se abre por algún lado". Ahí fué cuando empezó a salir con el Tucu más seguido. Transitaban por las noches porteñas como si fueran Tanguito y Miguel Abuelo a finales de los 60s, dos náufragos perdidos en la inmensidad de la ciudad obelisco. En una de aquella noches primaverales terminaron sin saber bien cómo ni por qué, en una casa donde se celebraba una fiesta de vaya uno a saber quién. Tocaba una banda llamada "Los Rusos Hijos de Puta". Una banda liderada por una chica muy estrafalaria, muy sacada, muy rubia y muy dura. El Tucu y Santino se habían clavado un ácido, fumado un porro y tomado algunas cervezas. Su situación no era mucho mejor que la de el resto de los comensales. Ambos se sentaron en una sillas que estaban al otro lado del escenario, en el medio entre diez y veinte drogatas bailando y empujándose. La cantante, sin poder articular una palabra coherente, en determinado momento se queda en silencio y mira a cada uno de los presentes hasta llegar hasta donde los dos libreros drogados miraban todo el asunto tambaleándose. La cantante se bajó y se acercó hasta donde estaban éstos, entre tumbos e insultos a la nada. Se paró frente al Tucu y señalándolo con el dedo mayor le dijo "You're the One", después estalló en una risa enfermizamente compulsiva y agónica. Después miró a Santino, lo agarró de las solapas de su camisa y ahí nomás se lo chapó de forma poderosa y abusiva, pero sobre todo obscena. Ella tenía un gusto asqueroso en la boca, mezcla de cigarrillo, anfetaminas, cocaína y Odolito. El resto de los presentes vitoreó el suceso como si se tratara de Bono sacando a bailar a una chica del público, igual pero al revés. Después de transar de forma pavorosa, la cantante se volvió hacia el escenario y siguió cantando una sarta de incoherencias y puteadas que realmente afeaban el fino arte de la música. Santiago se quedó tambaleandose en el vacío, pálido... el Tucu se paró y lo felicitó con una fuerte palmada en el hombro. Acto seguido, Santiago lanzó un poderoso vómito con reflujo verde ambarino. Luego rodó por el suelo como un poseído.

Al día siguiente despertó en la cama del Tucu, bañado en sudor frío y olor a vómito. Al volverse se encontró con el Tucu lo más bien, chupando un mate y poniendo música en su computadora. Le hablaba como si nada hubiera pasado. "Escuchate esta canción Santi querido" le dijo y acto seguido puso "Los Rusos hijos de puta"... Santiago le pidió que bajara el volumen. La única rusa que había querido había sido raptada, perdida para siempre, él no se había animado a declararle sus sentimientos a tiempo... y ahora todo lo que le quedaba eran estos reemplazos de utilería, estos falsos rusos... rusos putos.  

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