jueves, 13 de diciembre de 2012

Padre de los piojos y abuelo de la nada...


Un velo de oscuridad, oculta el baile de los atolondrados.
Bajo una rambla serena, iluminada por blancos faroles, ellos bailan.
Es una noche de verano como cualquier otra, como ninguna.
Es la noche de la luna violeta. Del último beso. Del largo adiós.

Una ventisca de enero se llevó la fragancia. Indómito resplandecer de naranjos.
Una antigua fotografía captó el momento para siempre. Melancolía.
Tiempos idos y vueltos. Tiempos que van y que vienen como en un vals.

La danza va llegando a su fin. Un baile que se hizo hace mucho, termina siempre.
Todas las noches como hoy, los amantes vuelven a bailar.
Yo, como un viejo cegado los veo. Ellos son los mismos de siempre.

Elbia y Leopoldo están juntos otra vez. Mientras el acordeón se va apagando.
Un poético Miguel, atrevido, los observa. Los lee. En ellos esta la trascendencia del amor eterno.

Un tipo como lúcido se apersona en vivo. Un aire de pasado se siente. Un aroma de película vieja.
Un hombre pelado, un sueño mordisco, un padre de los piojos y abuelo de la nada.

Un saludo general al dueño del sueño poetizado.

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